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Chocolat Doré por Solecitoyanass

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Draco Malfoy dueño de Chocolat Doré, la mejor chocolatería de Londres. Había comenzado como una pequeña tienda a la que acudían uno que otro transeúnte. Ahora, era una chocolatería a la que asistían miembros distinguidos del País y en ocasiones del mundo.

Draco Malfoy, no solo era el distinguido dueño de la mejor chocolatería que pudo haber conocido Londres, también era un hombre atractivo. Los pocos que podían ser parte de su círculo social valoraban el atractivo del hermoso hombre. Fuerte, calculador, egocéntrico, elegante y sobre todo adorable; si, adorable, aunque no lo crean, Draco Malfoy era adorable. Su elegante postura, combinado con su esbelto cuerpo le daban un aire de madurez, más sus contorneadas y largas piernas; un aire femenino. Por esas facciones, no era un secreto que tanto hombres como mujeres desearan ser amantes del talentoso hombre.

¡Qué genial!, eso parecía sencillo, pero NO, Draco Malfoy no buscaba meterse con cuánta gente se pusiera frente a él, ofreciéndose en cuerpo y alma. Él era diferente, él quería una relación seria y comprometida. Una relación con una persona que lo valorara por quién era y no por alguien que únicamente se dejara guiar por su atractivo físico.

— Draco —llamó una chica de cabello negro.

— ¿Ocurre algo? —preguntó sin levantar la mirada de los documentos que organizaba.

— ¿Hoy no irás a la chocolatería? —la chica se sentaba en el asiento cerca del escritorio.

—No creo, hoy tengo mucho qué hacer —respondió, levantó la mirada para ver a la chica  —tal vez por la tarde me dé una vuelta.

— ¿Qué tienes? —lo miró fijamente—, últimamente estás muy raro.

—¿A qué te refieres?, no tengo nada —respondió el rubio ante esa pregunta.

— ¡Según tú! , sabes bien que no me puedes engañar. Ya no vas tanto como antes a la tienda, antes te gustaba atender personalmente el lugar. Ahora dejas que Rita se encargue de todo.

Draco bufó; — Cómo tú lo dijiste: Eso era antes, ahora que pretendo abrir la sucursal en París tengo más cosas que hacer. Me gusta atender la tienda, pero igual quiero esa sucursal.

—Bien, como tú digas, no te voy a cuestionar más, pero sabes qué, si necesitas algo, si quieres hablar de algo, puedes acudir a mí —la chica caminó a la salida—. Me voy, tengo ensayo y no quiero llegar tarde.

Draco se limitó a asentir para despedirse de ella. Cuando escuchó el sonido de la puerta, se recargó por completo en su silla. Sophie era una chica bastante perceptiva, hace mucho que vivían juntos. Era normal que lo conociera bien y, por tanto, estaba consciente de que tarde o temprano tendría que contarle el porque de sus constantes ausencias en la tienda.

Sophie tenía razón, a él le encantaba atender personalmente a sus clientes, pero el ver a Potter todos los días casi acosándolo no era algo que quería en su vida. Hace muchos años que había decidido dejar atrás los sentimientos hacia él, y ahora, de buenas a primeras aparecía y le ponía el mundo de cabeza.

— ¡No de nuevo! —se dijo a sí mismo; aunque tampoco eran tantos días de acoso. Desde esa vez que se encontraron por primera vez, San Potter sólo había asistido otro par de veces a la tienda, argumentando que tenía algo importante qué decirle. Sin embargo, en esas dos ocasiones, Draco se había limitado a ignorarlo y decirle que se retirara si es que no iba a comprar. Después de eso decidió no volver a aparecer en la tienda, para no encontrarlo de nuevo. También extrañaba preparar los chocolates, aparte de él, sólo Rita -su empleada de confianza- sabía hacerlo, pero definitivamente siempre era preferible que él mismo se encargara de eso, después de todo, cuando inició con el negocio, él era quién se pasaba en la cocina.

Pensándolo mejor... tal vez si debía ir a la tienda, ahora que lo pensaba bien, el cara rajada, cuatro ojos dijo que tenía algo importante que decirle, tal vez SÍ era tan importante para ir a buscarlo con insistencia. Tomó una pequeña agenda que tenía en el escritorio; una agenda donde Rita, (la empleada que se encargaba de atender en la tienda cuando él no estaba o tenían varios clientes) le escribía todos los recados. Según esa libreta; Potter había preguntado por él más veces. Esa insistencia tal vez debía ser atendida.

Draco se levantó se su asiento, tomó su saco del perchero y se lo puso con elegancia. Tomando algunas cosas y metiéndolas a su maletín, salió en dirección a la chocolatería, con suerte ese día hablaría con el tarado Gryffindor y sabría qué es lo que con tanta insistencia tenía que decirle.

***

Si, la chocolatería más famosa. El hombre, dueño de ella, había creado todos los chocolates, eran de su receta personal y por eso, hasta ahora, nadie había logrado igualar su increíble sabor. 

Harry por enésima vez, en ese mes, entró a la tienda. Como los últimos días a los que había asistido, saludó a la mujer que se encontraba en el mostrador. Amablemente le dio la bienvenida y en seguida le informó que el Señor Malfoy no iba a llegar ese día. El moreno no era tonto, algunos creían que era demasiado ingenuo, pero eso no lo hacía tonto; por tal motivo, sabía que Draco había estado evitando hablar con él.  Pero Harry no pensaba darse por vencido, hacía años que buscaba al rubio de ojos plateados, y ahora que por fin lo había encontrado, no iba a permitirse perderlo de nuevo.

Durante esos años lo había buscado hasta en lo más recóndito del mundo mágico, y ahora todo tenía sentido, por eso no había podido hallarlo. ¿Pero quién diría que el majestuoso Draco Malfoy, sangre pura se ocultaría nada más y nada menos que en Londres Muggle? Eso sí que era todo un suceso. Después de conocerlo en el colegio, al conocer sus ideales, no creyó que tuviera la fuerza para convivir con los asquerosos muggles.

Sonrió ante la ironía que eso representaba, además, jamás imaginó que Malfoy se dedicaría a fabricar Chocolates. ¿Quién lo imaginaría?
Entre sus pensamientos no notó al hombre que desde hace un par de minutos lo miraba exasperado.

— ¿En qué carajos piensas, San Potter?

Harry salió de su ensoñación y lo miró sorprendido, después se incorporó y lo saludó lo más amablemente que pudo: — ¡Hola Malfoy, me alegra que te decidieras a aparecer!

Draco bufó, quién se creía ese inepto: — Ahórrate las formalidades y di lo que tengas que decir, para que ya te largues, ver tu cara me pone de malas.

—Bien, Cómo digas, pero... —miró a su alrededor— ¿Podríamos hablar en un lugar más privado?

Draco rodó los ojos, así o más exigente el cuatro ojos, además... ¿Porqué después de tanto tiempo... seguía siendo cuatro ojos?, " y a mí que me importa", pensó, —ven, vamos a mi oficina.

Era un pequeño lugar al fondo de la tienda, donde apenas alcanzaba a llegar unos pequeños rayos de sol.
Ingresaron a la pequeña oficina, Draco se quitó el abrigo y luego el saco, los colgó en el perchero y se sentó en su silla tras su escritorio. Ya sentado le hizo una seña a Harry para que se sentara en la silla que se encontraba frente a su escritorio. El moreno se limitó a hacerlo.

— ¿¡Y bien!?, ¿Qué es lo que quieres decirme? —apresuró al Gryffindor. 
Harry se mantuvo en silencio por unos segundos, luego comenzó a hablar.

— Es sobre Malfoy Manor —dijo mirando sutilmente al rubio, tal vez esperaba una respuesta o una reacción de su parte, pero como esta no llegó, continuó hablando—, como sabes... todos tus bienes fueron embargados por el ministerio, entre ellos estaba la mansión de la familia Malfoy; el ministerio decidió hacer uso de todos estos bienes para usarlos en la reconstrucción del mundo mágico  —Draco bufó, pero no dijo nada al respecto, se sentía ofendido por eso, pero no había nada que argumentar—. Cuando Malfoy Manor fue tomado por el ministerio y quiso hacer uso de ella para sus fines personales, me tomé la libertad de reclamarla como mía, obviamente tuve que argumentar que al haber ayudado en la guerra necesitaba una especie de compensación.

¿En serio?, ¿La mansión era la compensación que Potter pedía por haber matado al señor tenebroso?, era increíble, sonaba a una broma de muy mal gusto. — ¡Y eso a mí qué me importa! —exclamó enojado—, acaso vienes a restregármelo en la cara, ¿Es como una forma de venganza por todos los años de enemistad?

— No, claro que no —se limitó a negar.

— Entonces para que carajos me dices todo eso... es que parece que los años no te han quitado lo imbécil.

— Tranquilo Malfoy —respondió negando con la cabeza—, lo único que quiero, es devolver la propiedad a sus legítimos dueños.

¡Oh por Morgana! —Esto definitivamente se estaba convirtiendo en un muy mal chiste.

— ¿Qué rayos estás diciendo? — el rubio cada vez entendía menos.

— Eso mismo Malfoy, que quiero entregarte la mansión —Harry empezaba a darse cuenta de que posiblemente eso no había sido tan buena idea, pues Draco estaba reaccionando bastante... Draco.

— Te estás burlando de mí, ¿Cierto?  —Una palabra más y definitivamente le partiría la cara, lástima que aún no se cumplían los 10 años sin magia o definitivamente le lanzaría una imperdonable si seguía diciendo sandeces.

—Por supuesto que no, esto es en serio —aseguró Harry, esta vez mirándolo fijamente a los ojos, pues era cierto que hablaba en serio.

— Y... ¿A cambio de qué? —preguntó Draco, ya lo había visto en sus ojos, el Gryffindor hablaba en serio, pero... nada es gratis en esta vida.

El moreno se había sorprendido al oír eso, aunque después comprendió la actitud del rubio, después de todo era un Slytherin y esos estaban acostumbrados a siempre pedir cosas a cambio. Luego recordó que el casi fue a parar a Slytherin, aunque no era tan sin vergüenza como para pedir algo. — A cambio de nada —aseguró firmemente.

—No me hagas reír, ¿Es en serio?, crees que voy a creer en ti sólo porque eres el defensor de los... oye... —el rubio comenzaba a analizar mejor el asunto— me tienes lastima, crees que estoy desprotegido y por eso...

— Eso tampoco es verdad, Malfoy —el moreno había olvidado qué tan difícil era hablar con su viejo rival—, la verdad es sólo una y déjame asegurarte que esto no lo hago por ti —ufff, el ego del rubio había sido golpeado inconscientemente—, lo hago por tu madre, pues ella fue quien me salvó, sé que no lo hizo por mí, más bien por ti, pero... me siento en deuda con ella y quiero hacer algo para compensarla.

Por un momento, sólo por un momento, Draco creyó muchas cosas, las más absurdas y las más retorcidas, pero jamás imaginó que Potter querría saldar una deuda con su madre; eso no, y muy en el fondo le dolió un poco, lo que el cuatro ojos le había dicho.

No quería aceptar, de hecho, le chocaba el sólo pensarlo, pero era Malfoy Manor, la mansión que guardaba toda una historia de sus antepasados, también... decía que lo hacía por su madre. Pues bien, esas eran buenas razones para aceptar... ¿o no?

— Está bien —contestó de la manera más fría que pudo—, sólo por la deuda que tienes con mi madre. Aunque no podrás hablar con ella, pues hace unos días ha sido liberada de su sentencia y se ha mudado a Francia.

— No importa —contestó el moreno—, con que aceptes me basta y me sobra para estar en paz conmigo mismo.

Draco bufó, - qué idiota- aún con los años, Harry Potter no había cambiado ni un poco. — ¿Y entonces? —se dignó a preguntar.

— Haré la documentación necesaria y en cuanto todo esté listo me comunicaré contigo para hacerte entrega oficial de la mansión.

— Si, como quieras —respondió exhausto—, toma —extendió una pequeña tarjeta—, esa es mi dirección, es mejor que vayas allá, aquí ya casi no estaré, en mi casa es dónde cocinaré desde ahora.

— Muy bien —Harry tomó la tarjeta y se la guardó en el bolsillo de la chaqueta—. ¡Nos vemos! —se despidió sin más— Draco gruñó y respondió de igual manera. Vio como el moreno salía de la pequeña oficina y escuchó los pasos alejándose. Dio un largo suspiro y se dejó caer completamente en la silla.

Ahora que lo pensaba mejor, el idiota de Potter le devolvería la mansión. Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro. Qué grandioso, ya le escribiría a Narcissa para hacerle saber lo ocurrido. Pensó un poco en su situación, faltaban unos cuantos días para que también fuera liberado de su sentencia, podría usar magia, aunque no tenía planeado volver al mundo mágico, o eso era antes, ahora al recuperar la mansión tal vez se podía hacer acto de presencia y burlarse de la sociedad que diez años atrás lo había denominado escoria. Bueno... ya tendría tiempo para planear eso.


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