El Oscuro Regalo por Sinfonia Universal

Los orígenes de los mundos son tan distintos, como tan mágicos, y también tan esperanzadores que puedes, sin duda alguna, aprender de su historia hasta el confín de los tiempos, porque todo lo que debes de saber está allí, como un libro abierto en el que puedes leer todos sus más excelsos secretos. El origen de este mundo se remonta a un prodigioso creador, mi creador, que bien sensible, y sin culpa alguna, fue el responsable de que un mundo tan deslumbrante como extraño se creara de una sola lágrima de amor. Y, la lágrima que cayó, no bien siquiera nada más emergió, de sus portentosos y ciegos ojos, creó así el mundo denominado el Oscuro Regalo.

Pero lo que hace especial a este mundo es como es. ¿Y, qué podemos decir de él? Si bien la historia de su creación y formación, tal cual se cuenta en el principio de sus tiempos, relata que, aquella lágrima tan curiosa, como indócil, estaba revestida de millares de emociones que emergieron como abrasivos capullos en ese recién nacido ser, y cuáles criaturas soberanas, sabedoras de su reinado, se desplazaron por los rincones de éste al que poblaron de elementos naturales. El cielo, la tierra, el mar y las criaturas, así, se hicieron presentes en aquel mundo tan inevitable, y con éstos, las emociones aprendieron a bosquejar y a desfigurar maravillosos cuadros, cada uno de los de los cuáles quedaría impreso como un evento magnánimo en cada uno de sus senderos, y que develarían las perpetuas intenciones que contenían sus preciados corazones en los que estaban grabados su razón de existir. Así, cuando acabaron de ejecutar su proceder, exploraron aquel globo, y jugaron entre ellas durante mucho, mucho tiempo.

Sin embargo, hubo un momento de la historia en que, las emociones que vislumbraban todo lo existente, se aburrieron de las mismas imágenes que en sus ojos perduraban de manera afluente. “¿Qué podemos hacer?” se preguntaron cuál enjambre de abejas, haciendo eco de sus voces sagradas. “¿Qué podemos hacer para ya no estar tan aburridas?”, volvieron a resonar sus palabras en el ambiente que exudaba magia pura. “Creemos un ser que no se ha conocido jamás y juguemos con él” exclamaron al unísono. “Sí, sí, sí” y con ánimo impetuoso rieron. Y de esa risa, se dice, se creó una estatua evanescente, a la que llamaron “El Príncipe de la Imaginación”. Éste era un ser magnífico, cargado de todo lo que era necesario: ojos, boca, extremidades, mismo al que dotaron de vida con los mismos céfiros que manaron de sus labios.

Sintiéndose muy orgullosas de su misma creación, jugaron con él, y compartieron todo lo que se debía, desde el nacimiento del alba hasta la muerte del atardecer. Mas la estatua, aquel ser creado por la imaginación de las emociones, en algún momento de la historia, sintió envidia de ellas, porque no era similar, sino una simple marioneta con la que podían hacer todo lo que quisiesen. “¿Por qué no era como ellas?” se preguntaba siempre que las emociones se entregaban al sopor del sueño. Ellas pensando en los nuevos soles, las nuevas lunas y las nuevas estrellas que crearían. Él en cada momento. “Deseo ser igual a ellas.”. Y, así, ese deseo nació y se alimentó muy en el interior de su ser, que, finalmente, en él se transformó en un corazón lleno de aversión hacia sus creadoras. Y, tal como cuentan los primeros que poblaron el Oscuro Regalo, ocurrió de manera fatídica, un acontecimiento que marcaría el mundo para siempre, y que así sucedió.

El príncipe, completamente cegado, e imbuido de rencor, devoró una a una a las compositoras de su vida, cuyas existencias eran tan mansas como la presencia de las flores en la primavera más presuntuosa, con su palpitante deseo de ser finalmente como ellas haciendo eco en la luz de la aurora. Creía que así sería dichoso, que así sería alguien, que así sería magno en ese mundo dotado de hermosura y protección; mas poco a poco, al darse cuenta de las abominables acciones que había cometido, lloró amargamente, lamentándose con intenso pesar hasta transfigurarse en un monstruo cuyo corazón estaba completamente marchito de dolor; y es en este relato corto que, se dice, así fue como nació la que sería denominada como “La Bestia de los Lamentos”. Una bestia que, en el foco del mundo, erigió un palacio desde el cuál gobernaría en nombre de su salvaje sufrimiento. Las emociones que habían logrado escapar de los atrevimientos y voluntades de su ahora impío verdugo, tras haber luchado arduamente, se ocultaron en el resto de lo que quedaba de él, separándose de una manera horrorizada.

Se cuenta que las emociones, que quedaron en pie tras la atroz batalla, apenas un conjunto pequeño, formaron sus propios reinos, y en éstos erigieron palacios de una belleza inconmensurable, tal y cómo haría su tan amado “Príncipe de la Imaginación” ahora convertido en un monstruo. Así, y sólo así, sería en éstos reinos sin iguales, que la templanza, la alegría, la compasión y la esperanza, crearían a los primeros nacidos del Oscuro Regalo, dotándoles de una humilde imaginación para vivir y gobernar a partir de ella en la plena ensoñación de sus alboradas, y con la cual podrían cambiar el mundo a su voluntad. Mas se dice que nada más creados a los incipientes caminantes, perecieron sin dejar más que un rastro en lo más supremo de los cielos que, así como ellas, se evaporó sin dejar rastro alguno; dejando así indefensos y huérfanos a sus habitantes, sin un guía; a su suerte.

Y se dice que, tras esto, en el mundo la pena cayó, como cae una maldición inevitable a la espera de que alguien valiente rompiese el hechizo, pues al ser poderosa “La Bestia de los Lamentos” rigió el mundo hasta hacerla lo que es ahora, llena de dolor, muerte y desolación, al no haber presencia que igualara ese poder que por siempre lo mantendría en una aciaga y vólatil pesadumbre, convirtiéndose así en un meritorio Oscuro Regalo.