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Lüdí por Rael Amicsis

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1. La llegada.

  El Museo Capital había abierto sus puertas. Habían estado preparando la más grande exposición de obras basadas en mitos y leyendas del mundo. Se verían pinturas, esculturas y se estarían tocando constantemente piezas musicales inspiradas en las mismas.

  La exposición era sin lugar, la más hermosa jamás vista. Miles de obras separadas por tipo, por artista o tema, estaban allí, todas juntas y sin embargo, la que más llamaba la atención ocupaba un salón para sí misma.

 Un salón que pasaba inadvertido, ya que sus puertas estaban cerradas, sin nadie que se interesara por abrirlas y descubrir su interior.

 De aquellas excursiones escolares que pasaba frente a aquel salón, un chico quedó prendado de sus puertas. Puertas macizas de madera blanca, con ángeles y demonios tallados en ella, se alzaban como la entrada de una antigua catedral.

 Aquel chico, de cabello rubio y ojos tristes, inundados al ver tanta belleza, se separó de su grupo, guiado por sus pies, llegó hasta el interior de aquel magnífico salón.

 Las puertas se cerraron tras él y sintió como si el mundo se quedara en un lugar aparte, detrás de ellas.

 El salón estaba allí para él solo. Había un hermoso candelabro de lágrimas con piedras grandes y diminutas, que iluminaba mucho más de lo normal y las paredes simulaban un suave tono verde bosque con pilares adornados con enredaderas de granito.

 Todo ello era para adornar la pintura que allí estaba.

 Abarcaba toda la pared, de pared a pared; de suelo a techo, creando una visión increíble.

 El marco, tenía hojas talladas que sobresalían, fundiéndose con las paredes en los extremos.

 La pintura era un bosque pintado en su tamaño natural. Parecía un gigantesco ventanal a un mundo perdido en medio del asfalto y las nubes negras que cubrían a la ciudad como una asquerosa capa de aceite quemado en agua pura. El árbol más cercano parecía perderse en el finito del techo, y las raíces parecían a punto de tocar el mármol del suelo. El grosor de ellos era el normal y al acercarse más, se podían apreciar los detalles que daban vida a esa pintura. La luz que atravesaba las hojas, los insectos que habitaban aquel bosque y el brillo natural de todo lo que allí vivía; sin embargo, aún no se distinguían los trazos del pincel.

 El joven se encontraba hipnotizado con aquella obra. Tanto así que se acercó aún más para intentar distinguir los trazos del pincel, que se perdían entre los detalles y en cambio aparecían más habitantes.

 Quería ver más de cerca, incluso podía hasta imaginarse el aire húmedo y pesado de aquel lugar tan hermoso, sentir el calor húmedo en su piel, la tierra húmeda bajo sus pies...

 El sonido de las aves...

 Pasos que se acercaban a él...

 Su imaginación estaba demasiado activa. Se sentía dentro de la pintura, como si estuviese de verdad en aquel bosque... pero por más que voltease sobre sí mismo para encontrar la puerta de salida, ya no estaba. No estaban las paredes, no estaba la puerta, no estaba la lámpara de lágrimas... ¡¡El suelo no estaba!!

 Los pasos se hacían más y más sonoros, indicando que alguien estaba más y más cerca.

 Algo se movía.

 Algo corría hacia él.

 Era imposible. Era imposible que se encontrara en ese lugar; ¿Dónde estaban las paredes? ¿Y la puerta?

 Sin darse cuenta, lo que estaba corriendo hacia él, ahora estaba frente a él.

 Era una persona encapuchada con el rostro cubierto por una máscara grotesca y demoníaca. Tenía a un chico de cabello rubio frente a él, estaba estático, observándolo medio aterrado, medio maravillado. Al ver que se movía, se puso en guardia, dispuesto a atacar en cualquier momento.

 -¡¿Quién eres?!- Interrogó sabiendo que tal vez ésta era su oportunidad.

 - Qua... Quatre Winner…

 -¡¿A qué clan perteneces?!

 -¿Q-que...?... lo siento, no comprendo... yo solo estaba observando la pintura y...

 A lo lejos se escuchaban pasos que se acercaban en la dirección en la que había llegado aquella extraña persona.

 Quatre se sintió demasiado incómodo al ser observado con tanto detenimiento por el extraño, y sin mayores palabras fue halado por este hacia un camino desconocido, terminando ocultos bajo una pequeña cueva entre las raíces de un árbol. Por alguna razón se sentía falto de aire, y ese extraño no mejoraba las cosas. Sólo el roce de su mano, y su agarre firme le producía escalofríos por todo el cuerpo, y una corriente eléctrica en donde fuera que lo tocara

 Aquel sujeto se quitó la capucha y la máscara. Podía ver de cerca sus largos y negros ojos contrastando en la oscuridad.

 Una corriente atravesó su cuerpo, llegando a rincones que jamás pensó.

 -Vendrás conmigo -susurró dándole a entender que debían guardar silencio.

 Los pasos se alejaron en alguna parte, y hasta cuando desaparecieron por completo no se habían movido del lugar en el que estaban. Quatre estaba muy cerca de aquella persona que no soltaba su mano. Tal vez pensaba que iba a escapar, pero ¿A dónde?... no sabía siquiera en donde estaba.

 El joven volvió a colocarse la horrible máscara, se acomodó la capucha y con Quatre tomado de la mano lo arrastró por senderos invisibles hasta llegar a una cueva oculta por largas ramas y largo pasto.

 Dentro de ella la humedad era pesada. Sus pulmones se sentían pesados y le comenzó a doler la espalda cada vez que avanzaba.

 Aún así, la mano que lo sujetaba no lo soltó en ningún instante.

 Continuaron el camino hasta divisar una suave luz, que indicaba la salida.

 La luz lo segó por algunos segundos, segundos en los cuales fue metido en una extraña carroza cubierta junto con la persona que lo llevaba y entonces pudo acostumbrarse a la luz.

 Estaba sentado entre grandes cojines, con esa persona observándolo de pies a cabeza. De seguro lucía extraño para él, ya que llevaba puesto el uniforme escolar. Estaba algo hiperventilado, ¿Qué iba a pasar con él? Era inquietante la forma en que lo observaba, pero más aún eran las sensaciones que le provocaba... sintió cómo los colores se le subían al rostro.

 Aún así, aquella máscara era tan horrible que le quitaba todo el ánimo que tenía para hablar con él. ¿Tendría respuestas?

 De pronto la carroza se detuvo y el hombre de la máscara bajó.

 A través de la cortina entreabierta pudo ver cómo un par de jóvenes vestidos con ropas muy simples y holgadas, tomaban la máscara y la colocaban cuidadosamente en una caja, y tomaban su capa, para guardarlas en otro lugar.

 De pronto la cortina se abrió del todo y Quatre pudo observar con más atención a la persona que lo había llevado hasta allá.

 Iba vestido de forma exquisita, con una larga túnica blanca y verde con bordados de oro, sobre un pantalón y zapatos verdes. Era algo mayor que él, pero aun así era joven. Una larga trenza negra, que sujetaba todo su cabello, caía por su espalda, y sus largos ojos negros le observaban de pies a cabeza. Eran tan negros que no parecían tener pupila.

 Le extendió su mano y le ofreció una amable mirada.

 Quatre, temeroso de la situación, aceptó la mano, intentando no reaccionar al mar de sensaciones que eso le provocaba y bajó de la carroza, para encontrarse en el interior de un enorme pasillo, con paredes adornadas con enredaderas de granito... iguales a las del salón donde se encontraba aquella pintura.

 -Joven Winner... sea bienvenido a nuestra tierra de Lüdí... mi nombre es WuFei Chang y le serviré en todo lo que me pida.

 Estaba en Lüdí... estaba en Lüdí... ya no estaba en casa...

 No era una ilusión ni nada de eso...

 El cansancio y toda la tensión acumulada le pasó la cuenta, y antes de tocar el suelo, mientras su captor extendía los brazos para evitar su caída, ya se encontraba completamente inconsciente, con sólo una pregunta rondándole la cabeza. ¿Qué había pasado?

 En la oscuridad, podía sentir cómo la mano de su madre, sujetaba con fuerza la suya, mientras frente a ellos se veía un semáforo. Estaban esperando la luz verde para cruzar la calle.

 Le dolía el estómago, la cabeza y se sentía tan mal que no le importaba sentarse en el suelo. En ese momento iban rumbo al hospital más cercano y tenían que cruzar por la parte de la ciudad que menos le gustaba: el centro.

 Tantos vehículos, tanta gente junta, tanto ruido... quería regresar a casa.

 En su mano aún sentía la sensación de la mano de su madre.

 Había tenido un sueño y de seguro todo lo anterior a su desmayo también lo había sido... pero no recordaba que su cama tuviera dosel, ni que fuera tan grande... ni que hubiera pilares...

 El joven que se hacía llamar WuFei estaba de pie junto a uno de los pilares, observándolo atentamente.

 -Joven Winner ¿Se encuentra bien?

 -No era un sueño... de verdad estoy al otro lado de la pintura...

 -¿La pintura?

 -Yo estaba mirando una pintura gigantesca, en el museo... y entonces me encontré con usted, señor Chang...-Quatre sentía que se le iba a salir el corazón, de lo fuerte que latía. Lo escuchaba con fuerza en sus oídos, como si se le hubiera subido a la cabeza.

 -Demos un paseo, joven Winner – el joven le hizo un ademán invitándolo a salir de la habitación, y sin saber por qué, lo siguió.

 Los jardines eran inmensos. Había estatuas adornadas con flores por todas partes y muchos jóvenes se arrodillaban ante ellas en clara señal de oración.

 El sol iluminaba con fuerza y a lo lejos se podía escuchar el bullicio de la gente.

 Quatre observaba todo a su alrededor con gran interés, jamás había visto esculturas así, ni flores parecidas. El joven junto a él parecía ser paciente con él ya que se detenía seguido a observar algo con detenimiento, y lo esperaba hasta que estuviera listo para continuar marchando. Siguieron su recorrido en silencio, hasta llegar a una fuente con agua turbia.

 -¿Agua sucia?

 -Así es...

 Quatre podía ver a la distancia hermosas formas y tallados por alrededor de la fuente. Estos se elevaban por la orilla y continuaban hacia el interior. Se apoyó en la orilla para intentar ver los tallados que estaban en el fondo de esta, pero el agua no se lo permitía.

 De pronto comenzó a sentir el estómago pesado, como si hubiera comido mucho, y con unas de sus manos se cubrió la boca, pensando que en cualquier momento iba a vomitar.

 WuFei se le acercó más y comenzó a acariciarle la espalda, y con su otra mano tomó la mano libre de Quatre y la sumergió en el agua.

 -¿Qué hace...?

 -Demuéstreme que es Sandrock.

 Quatre sin lograr comprender lo que le decía, no pudo contenerse más y junto a la fuente, sin ser soltado por WuFei, comenzó a vomitar todo lo que en su estómago había: una masa oscura y seca salía de su boca.

 Se le secaba la garganta, pero aun así su cuerpo seguía expulsando aquella extraña sustancia que desconocía, que no recordaba haber comido si quiera.

 Su mano fue liberada del agua y entonces dejó de vomitar. Continuó tosiendo lo que quedaba en su garganta y en su boca, y cuando terminó, unos jóvenes se acercaron a limpiar todo mientras WuFei le daba una jarra con un líquido entre blanco y gris.

 -Por favor, beba esto. Es leche.

 Quatre se sentía tan exhausto y adolorido, como para reclamar o intentar huir, por lo que hizo lo que le decía, y comenzó a sentirse mejor.

 -¿Qué fue lo que hizo?... – preguntó entre molesto y avergonzado -siento lo que pasó... creo que no estaba muy bien, después de todo... -el joven lo miraba fijamente con algo parecido a ¿ternura?, no estaba seguro, no lo conocía, pero sabía muy en su interior que no le haría daño.

 -Por favor observe la fuente.

 Quatre observó la fuente tal como le había pedido, y se encontró con que el agua estaba cristalina. Se podía ver perfectamente el tallado en el fondo de la fuente: unos extraños jeroglíficos que jamás en su vida había visto.

 Había pasado frente a sus ojos, y en cierta forma le asombraba, pero no le parecía nada extraño.

 -¿Cómo...? ¿Qué...?

 -Usted lo ha hecho, Sandrock... usted podrá salvar nuestro mundo... acaba de purificar el agua de esta parte del templo a través de su cuerpo.


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