La espalda se arqueó sobre el sofá mientras su garganta profería un grito cargado de desespero, sentía que la presión de esa demandante hombría entrando en él le haría perder la razón.
No razonaba, ni cuestionaba, solo quería a su amante dentro de él follándolo con todas sus fuerzas y sus deseos parecieron cumplirse cuando el pintor se retiró hasta salir casi por completo para después embestir con todo el poderío de sus caderas.
-Te amo Dorian- susurraba para después torturar con mordidas su lóbulo.
Las uñas se clavaron en la fornida espalda dejando la huella de su pasión, quería que el cuerpo del pintor recordara que era suyo, solo suyo. Bassil lo besaba con ferocidad reclamando hasta la última parte de su aliento, los dientes mordían receloso el cuello dejando marcas rojas que tardarían en desaparecer.
Las caderas iban salvajes al encuentro de las otras buscando profundizar el contacto, las largas piernas se enredaron en la cadera contraria para no perder ni un centímetro de aquella deliciosa penetración.
-Ahh… más- lloriqueó Dorian- por favor
Bassil miró con malicia a su joven amante y profirió con una voz que nació desde lo profundo de su pecho, ronca y sensual.
-¿Qué sucede?- dijo mientras embestía con saña el punto que hacía derretir al pelinegro- ¿Qué es lo que deseas que haga?
-Yo..ah- no pudo articular palabra pues habían vuelto a embestirlo con malicia
Sin embargo, inesperadamente se sintió vacío y gruñó mientras observaba que su hombre se había sentado mostrando ante sí toda su gloriosa desnudez.
Bassil admiró aquel aniñado rostro que aún se veía tan infantil, delineó los gruesos labios con cuidado para besarlo intensamente.
-Vamos mi pequeño, dime qué deseas y yo lo haré
-Por favor…- dudó un momento- hazme tuyo Bassil
Y eso fue suficiente para que lo devoraran, sintió como lo volteaban y se encontró apresado por un cuerpo viril y macizo que con firmeza lo hizo recostar su espalda y alzar las caderas para exponerlo al escrutinio de sus ojos oscuros.
-Dorian-susurró- voy a marcarte, voy a follarte tanto que a tu cuerpo jamás se le olvidará que eres mío.
Esa fue la última oración coherente que pudo formar el resto de la noche, sentía que su cuerpo se estremecía ante la fuerza del hombre que le poseía, gritó de gozo y suplicó por más de aquella deliciosa sensación, deseaba que le tomaran sin clemencia quería quedarse siendo amado para toda la eternidad sintiendo el calor de Bassil sobre su cuerpo, escuchándolo murmurar dulces promesas, deseaba congelar el instante en un latido de su corazón.
Las caderas del pintor se movieron rápidas y salvajes contra la cálida entrada que lo recibía, sus manos acariciaron los muslos y las aperladas nalgas hasta llegar al miembro punzante y duro de su querido niño para masturbarlo al compás de sus embestidas.
El blanco les encegueció por un momento brillante, el cuerpo deseoso y hambriento de Dorian se apretó alrededor del falo de Bassil reclamando su semilla en su interior, se besaron exhaustos oliendo a vida y experimentando el amor que bullía dentro de sus cuerpos.
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Esa fue la primera de muchas veces en que se entregaron a la pasión, aún ahora (muchos años después) mantenía en su cuerpo el calor que despertaban las caricias de Bassil, recordaba la maravillosa sensación de montarlo a su antojo mientras su lengua navegaba en la boca del dulce inglés.
Sin embargo y muy a su pesar Dorian debía reconocer una verdad, comenzaba a aburrirse un poco de la situación. No es que no le gustara oír las palabras de amor de su mejor amigo, reconocía que jamás podría encontrar a alguien más que le hiciera el amor de esa manera tan maravillosa en que él lo hacía, era más bien algo en su naturaleza caprichosa que le impedía mantenerse en un mismo lugar.
Y finalmente su naturaleza ganó la batalla en aquella fatídica noche…
El reloj marcaba las once de la noche, Bassil entró a paso apresurado con la copia de llave que le dieron hará ya un mes iba a marcharse un tiempo a París, tenía planeado encerrarse en un estudio para entrar en contacto con su musa interior y antes de aquello debía despedirse de su adorado Dorian. Planeó sorprenderlo en el lecho y besarlo suavemente hasta que despertara para poder informarle sobre su partida; pero la sonrisa de sus labios desapareció tan pronto como abrió la puerta de la habitación.