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Fugitivos II: ¿Una razón para vivir? por diidi1897

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Notas del capitulo:

¡Hola!

 

Narra Johann

Todo a mi alrededor parecía brillar con cierto toque romántico porque los colores que se mostraban frente a mí poseían tonos demasiado atractivos y llamativos. Desde el asiento que conseguí al lado de la ventana del avión, el clima me parecía encantador, las nubes estaban teñidas con un fantástico color naranja que indicaban el maravilloso y ansiado amanecer que se aproximaba después de unos días lluviosos.

Esperaba que el resto del día continuara de esa manera porque quería disfrutar al máximo de esos pocos días de sol que existían en Alemania.

Era viernes, muy temprano por la mañana y me encontraba regresando, con dos días de antelación, del evento que había estado esperado desde hace un año. No lo había planeado de esa manera, pero a pesar de que disfruté de los días anteriores porque estuve junto a mis colegas y me la pasé aprendiendo aún más sobre lo que me apasionaba en la vida, cada día no me sentí del todo satisfecho. Escuché demasiados magistrales, conocí a gente importante, recibí felicitaciones por parte de los que sabían en qué hospital trabajaba y que también habían leído mis trabajos; incluso algunos asistentes me preguntaron sobre cuándo pensaba publicar mi primer libro, al que solo pude responderles que “pronto”, pero la verdad era que ese asunto todavía no me carcomía la cabeza. Ya tenía muchos avances y muchas cosas que podría publicar de manera oficial en alguna revista importante de medicina o incluso para recolectar en un libro, pero, como ya había dicho, era algo que aún no me quitaba el sueño.

Prefería seguir “nutriéndome” hasta que yo mismo considerara que era suficiente para después publicarlo.

Y ahora ¿Por qué me estaba retirando con dos días de antelación del evento que había esperado con entusiasmo durante todo un año?

Si un viajero en el tiempo me lo hubiera comentado, me reiría y lo tomaría de loco porque no vería la lógica de perderme dos días del evento que sólo se llevaba a cabo cada año.

Pero no fue ni un viajero en el tiempo, ni un malestar físico, ni una decepción del evento ni nada, la decisión había sido mía porque durante toda la semana, no conseguí alejar de mis pensamientos a Daniel.

Daniel, mi paciente de 18 dudosos años que también contaba con varios expedientes médicos dudosos, pero que al tratarlo me di cuenta de que poseía un corazón enorme e irradiaba inocencia por cada poro de su piel a pesar de todos los sucesos negativos que ya se enlistaban en su corta vida. Sin que él estuviera al tanto, conseguía crear intriga a su alrededor. Se trataba de alguien bastante fascinante que me alegraba de conocer, pero que ahora, me encontraba a mí mismo ansioso por conocerlo aún más y por volver a verlo cuanto antes.

Y mis propios pensamientos conseguían que me sorprendiera.

Siempre fui alguien que se enfocó en sus estudios y gracias a ello, tenía una vida cómoda y muy recreativa porque a diario vivía algo referente a la carrera que estudiaba con mucha pasión y cariño.

Mi mamá era enfermera y mi papá se dedicaba a la pediatría, por lo que, desde muy niño, me vi rodeado por el mundo de la salud. Después de que iba al colegio durante las mañanas, en lugar de pasar las tardes en mi casa, viendo algún programa para niños mientras una niñera me cuidaba, me la pasaba junto a mamá en el hospital porque normalmente a esas horas del día se dedicaba a rellenar formularios o a redactar algunos escritos en su oficina. Ella y papá eran personas muy ocupadas, pero siempre encontraron tiempos libres para darme atención.

Cuando era pequeño, ambos trabajaban en el mismo hospital, pero en diferente piso, por lo que, si quería visitar a alguno de los dos, me veía en la necesidad de utilizar el elevador para trasladarme. Por suerte, todo el personal del hospital me conocía, así que siempre recibía ayuda extra si es que llegaba a perderme e incluso me detenían amablemente cuando estaba a punto de ingresar a las áreas prohibidas que podrían no ser aptas para un niño porque corría con el riesgo de encontrarme con algo que me dejara un trauma, por ejemplo, el área de terapia intensiva o el área oncológica pediátrica que, si bien contaba con unos murales increíbles, la tristeza abundaba en sus pasillos.

Como mis padres eran muy queridos en ese hospital, permitían que yo estuviera ahí porque me catalogaban como un niño curioso, pero tranquilo. Ambas características continuaban presentes en mí y eran precisamente esas dos, las que me abrían muchas puertas ya sea en el trabajo o en mi vida personal.

Sobre mi vida personal, como siempre estuve enfocado a los estudios y continuaban encantándome los documentales que normalmente a una persona de 30 años aburrían, mi círculo social no era tan extenso a pesar de que muchos consideraban que mis habilidades sociales eran buenas y de que me había conseguido a uno que otro amigo cercano. Respecto a mis relaciones sentimentales, si bien había salido con personas porque su físico me parecía atractivo, la parte intelectual dejaba mucho que desear. O bien, si conocía a una persona con buen físico y, además, inteligente, me emocionaba de más con un futuro juntos y las citas recurrentes servían para poco a poco conocer su personalidad altanera o quejumbrosa.

Comprendía que la perfección no existía porque yo no era perfecto y si bien sabía que mi carácter podía ser complicado a veces porque solamente se presentaba cuando el estrés se me acumulaba, pero no cuando, por ejemplo, por accidente me daban un pequeño empujón mientras pasaba al lado de alguna persona que iba distraída en la vía pública (Esa fue una escena bastante bochornosa que me había pasado con una chica a la que estaba pretendiendo y que ahora, solo llegaba a mi memoria como un recuerdo incómodo)

Consideraba que mi físico no estaba tan mal, mi intelectualidad se respaldaba con mis estudios y mi personalidad no era tan complicada. Entendía que cada persona tenía su carácter, pero también sabía que cada quien lo gestionaba de manera diferente y era exactamente ese punto, el que muchas veces conocía al último en una persona, pero resultaba ser de los más importantes para mí.

Me conocía muy bien y, por lo tanto, sabía muy bien qué tipo de persona quería a mi lado. Quería a alguien que cuidara su apariencia, pero que no cayera en la obsesión, a alguien inteligente, pero que no desbordara presuntuosidad y aunque su carácter fuera especial, que supiera gestionarlo. Con eso y que en verdad me quisiera, me era suficiente.

En varias ocasiones me había enamorado, pero normalmente eran amores que no salían a la luz por temor de conocer la parte negativa de esa persona que había llamado mi atención y no era como si siempre estuviera buscando el lado negativo, no. Porque simplemente, me gustaba la sensación de observar a esa persona a lo lejos.

Pero algo estaba sucediendo con Daniel que me tenía cautivado y que sorprendentemente, no quería guárdalo en lo más profundo de mi ser porque deseaba gritarlo a todo mundo para que estuviera al tanto, aunque no le interesara en lo más mínimo.

Su curiosidad la consideraba cautivadora, su carácter era atrayente porque me parecía misterioso y aunque su físico se encontraba en recuperación, cada movimiento me hipnotizaba y como su enfermero, me entusiasmaba.

Durante toda la semana no conseguí dejar de pensar en él e incluso, a cada cosa interesante que aprendí en el evento, quise que Daniel también la conociera.

Era la primera vez que me pasaba esto con un paciente y al principio no tuve ni idea de cómo debía actuar, pero después de que cada noche lo medité, resolví que, una vez Daniel estuviera recuperado, lo invitaría a salir porque quería saber todo sobre él. Y si descubría que a él le gustaba el negro a pesar de que a mí me gustaba el blanco, quería conocer qué tipo de negro, en qué tono y en qué cantidad. Todo. Absolutamente todo.

Suspiré mientras desenredaba mis audífonos.

Me los acomodé y encendí el reproductor de música. Sonreí al escuchar que empezaba una de mis canciones favoritas: Auf Uns de Andreas Bourani. Y me pareció un buen presagio.

El viaje de regreso a Munich continuó y no cabía en la emoción que me daba en saber que pronto volvería a ver a Daniel.

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-Johann-Daniel se levantó de su asiento en cuanto nuestras miradas se encontraron y no dudó en acercarse a mí. Sean, en cambio, continuó desayunando su plátano, pero sin apartar su mirada de Daniel y de mi persona-Creí que regresarías el lunes-noté un leve sonrojo en sus mejillas, pero que consiguió disimular al darme un muy corto, pero significativo abrazo

-Hubo un ligero cambio de planes-conseguí decir después de que Daniel dejó de abrazarme

-¿Ligero?-escuché a Sean y lo encontré con esa sonrisa irónica que si antes no me importaba porque había comprendido que él siempre la llevaba en ese rostro imposible de leer, ahora me había molestado en un santiamén-¿El evento se canceló?-mantuvo ambas cejas elevadas mientras se levantaba de su asiento

-Un cambio de planes personal-Sean me observó de reojo durante un instante y después nos dio la espalda para encender su cafetera

-Me alegro de que hayas regresado antes-mi atención regresó a Daniel-¿Cómo estuvo el evento? ¿Te gustó?-me sonrió y entonces recordé algo que, si bien podría mencionárselo a Daniel cuando estuviéramos a solas, decidí hacerlo en ese instante

-¿El evento? Me encantó-contesté-También tuve un tiempo libre y visité algunas calles emblemáticas de Berlín y ¿Qué crees?-dije mientras me hincaba a un lado de la pequeña maleta que siempre llevaba conmigo cada que viajaba y que era justo la que había dejado caer intencionalmente al piso para que Sean se alejara de Daniel

-¿Qué?-el rostro sonriente de Daniel cambió a uno de notable curiosidad. Él se inclinó hacia el frente mientras observaba con curiosidad el cómo mis manos abrían el cierre de la maleta para después moverse en el interior para dar con lo que quería entregarle

-Te traje algo-dije cuando las puntas de mis dedos rozaron con la caja de cartón

-¿En serio?-Daniel continuó con su rostro curioso

-Sí…-sonreí y saqué la caja-Ten-se la entregué y él empezó a revisarla-Aparte de que la caja es muy bonita, adentro vienen galletas tradicionales que se llaman Lebkuchen y están bañadas en diversos sabores de chocolate que te van a gustar-

-¿Chocolate?-repitió con emoción mientras me observaba durante un instante, pero después su atención regresó a la caja

-Me dijiste que te gusta y que ya no lo habías comido-elevé ambos hombros-Así que, los vi y decidí comprarlos para ti-Daniel sonrió aún más y continuó revisando la caja que era de color beige con un moño café oscuro; tenía algunos diseños en rojo que entonaban a la perfección

-¿La dieta de Daniel llegó a su fin?-ambos observamos hacia Sean que ya se encontraba sentado en la isla, pero del lado contrario

-No-afirmé y mi mirada regresó a Daniel que ahora me observaba con las cejas a punto de caer-Pero con que comas uno cada dos o tres días no te pasará nada-su sonrisa regresó en un santiamén

-Será difícil comer solo uno cada 2 días-hizo una mueca y me observó-Pero obedeceré-afirmó varias veces

-Bien-celebré-Adelante, come una-lo animé y a Daniel no le tomó mucho tiempo regresar a la isla y colocar la caja encima para después, con suma delicadeza, deshacer el moño. Abrió la caja y di un vistazo a todo lo que había en el interior.

No le tomó mucho tiempo decidirse por una y de inmediato la probó.

Masticó con lentitud y para mi sorpresa, me ofreció una mordida que no dudé en aceptar. Después, para mi decepción, también le ofreció un pedazo a Sean.

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No lo entendía.

¿A caso siempre hubo algo entre ellos?

Me parecía imposible porque nunca había visto demasiado acercamiento por parte de Sean hacia Daniel o viceversa.

Del tiempo que llevaba de conocerlos jamás se me pasó por la cabeza que estuvieran en una relación porque… sí estaban en una relación ¿verdad? Tal vez ambos eran reservados y solo convivían antes de que yo llegara o después de que me marchaba. Incluso podía ser que mantenían su relación normalmente durante los días que yo no asistía.

Negué.

Continuaba pareciéndome imposible.

Ambos eran demasiado diferentes ¿Cómo podían convivir? Sean casi no hablaba y Daniel preguntaba muchas cosas, seguramente esa diferencia tan notable les había traído una que otra discusión, estaba muy seguro de ello. Yo era de los que no creían en que polos opuestos se atraían porque, si bien algunas veces era posible, las discusiones recurrentes no iban a faltar y eso provocaba que poco a poco la relación se desgastara.

Las personalidades de las parejas debían tener alguna que otra similitud para que la toma de decisiones fue asertiva.

Entre Daniel y Sean no existía esa similitud. O al menos yo no la conocía ni la notaba.

Y para reafirmar ese descubrimiento, me encontraba de pie justo a la mitad del pasillo que llevaba a la habitación de Daniel porque mientras realizaba algunas tareas, me había encontrado con algo que consiguió captar mi atención; Sean y Daniel estaban sentados en el sofá de la sala, ambos veían una película que a Daniel sí le arrancaba algunas risas, pero por parte de Sean no conseguía escuchar nada. A pesar de que ambos se encontraban de espaldas a mí, podía imaginarme el rostro inmutable de Sean.

Seguramente estaba viendo la película, pero sin verla.

No había planeado espiarlos, porque sí, lo que estaba haciendo era espiarlos, pero no podía apartar mi mirada de ellos y mucho menos cuando me di cuenta de que el brazo de Sean se encontraba alrededor de los hombros de Daniel y la cabeza de Daniel reposaba en Sean.

De nuevo escuché la risa de Daniel y entonces noté el sutil movimiento de Sean al frotar el hombro de Daniel.

Y a Daniel no le tomó mucho tiempo acurrucarse aún más en Sean.

Continué espiándolos hasta que me vi en la necesidad de dar un paso hacia atrás para ocultarme por completo ya que Daniel había volteado a ver a Sean para mencionarle algo sobre la película que no alcancé a escuchar, pero que le mantuvo una sonrisa en el rostro mientras hablaba. Me mantuve en esa posición durante algunos segundos y después decidí regresar a mi pequeño momento de acoso que ya llevaba cerca de 5 minutos.

Después de dos minutos más, decidí detener mi espionaje y continué con mi camino rumbo a la habitación de Daniel, cerré la puerta a mis espaldas y tomé asiento en el borde de la cama.

Ya habían transcurrido 2 semanas desde que regresé de Berlín y a partir del segundo día, las cosas cambiaron radicalmente porque a convivencia entre Sean y Daniel se volvió recurrente y más notable, si no los encontraba viendo alguna película, ambos comían juntos en la cocina o incluso, se la pasaban jugando Monopoly en el que varias veces fui invitado por Daniel, y si bien acepté en dos ocasiones, la continua incomodidad que Sean generaba a nuestro alrededor consiguió que prefiriera mantener mi distancia con él.

El avance de Daniel durante la semana que no estuve resultaba ser descomunal; se había vuelto mucho más independiente y, aunque todavía yo le brindaba los cuidados especiales a su piel, él empezaba a aprenderlos y ya podía hacerse cargo de varias partes de su cuerpo. Lo que aún le faltaba mejorar era el cambio de vendajes en sus muñecas, aparte del parche que todavía cubría su ojo, pero que no faltaba mucho tiempo para que se le retirara por completo.

Suspiré.

Me alegraba que Daniel estuviera recuperándose, pero yo no estaba listo para alejarme por completo.

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Era un nuevo día y nada estaba saliendo bien.

Desde muy temprano me había despertado con un ligero dolor en la garganta que debía tratar cuanto antes si no quería caer en las garras de un resfriado. Después, el clima no fue mi aliado porque parecía que un ciclón tropical se había decidido en caer sobre Munich, así que el camino rumbo a mi trabajo fue un poco cardiaco por la poca visibilidad que tuve debido a la densa niebla que se había acumulado en las calles. Pero por increíble que sonara, el camino fue corto y llegué casi en un parpadeo a la entrada de la casa en donde Sean y Daniel vivían.

La fachada de la casa me pareció un poco fúnebre al primer vistazo que le di, pero después de que la niebla se disipara un poco, mi vista se aclaró y me encontré con la fachada de siempre.

Decidí entonces descender de mi automóvil y giré sobre el asiento para alcanzar mi sombrilla, pero no la encontré

-No puede ser…-murmuré mientras empezaba a buscarla visualmente, pero al poco tiempo resolví que tal vez la había dejado olvidada en algún lugar.

De nuevo observé hacia el cielo y lo encontré totalmente nublado, además de que la lluvia continuaba cayendo con fuerza. Esperarme a que bajara un poco de intensidad no era ninguna opción, así que tomé mi mochila y rápidamente descendí de mi auto.

Corrí hacia la entrada de la casa, pero a mitad del camino las llaves se me cayeron y cuando me incliné para recogerlas, me pareció que estaban demasiado resbalosas. Se encontraban tan resbalosas que me tomó varios minutos sostenerlas entre mis dedos y solo entonces conseguí llegar en otro parpadeo al interior de la casa.

Como estaba totalmente empapado, dejé mi mochila a un lado y me encaminé a la habitación de Daniel con la esperanza de encontrar algún cambio de ropa que me cubriera en lo que colocaba la mía en la secadora.

Entré con lentitud a la habitación y lo primero que vi fue a Daniel profundamente dormido.

Ingresé sin hacer mucho ruido y empecé a buscar entre los cajones de sus muebles algo que pudiera servirme

-¿Qué estás haciendo?-me sobresalté al escuchar la voz de Sean. Giré y me sorprendí cuando lo encontré totalmente acostado sobre un Daniel que ya estaba despierto y que me observaba con un rostro de desprecio

-Lo siento…-negué-No me había dado cuenta…-empecé a disculparme por algo que no comprendía ¿Sean ya estaba ahí?

-No te metas en lo que no te incumbe-Sean me interrumpió y entonces vi que Daniel pasaba sus brazos alrededor del cuello de Sean

-Lo…-

-Sean y yo estamos juntos-exclamó Daniel mientras sus brazos rodeaban con más fuerza el cuello de Sean-Déjanos en paz-dijo y giró su rostro hacia Sean.

No esperé las siguientes acciones.

Ambos empezaron a besarse en frente de mí. Creí que eso no podría empeorar, pero después, las lenguas de ambos empezaron a notarse y por un momento me sentí asqueado

-No lo hagan…-murmuré, pero ellos continuaron con lo suyo-Deténganse-sorpresivamente ambos se detuvieron, pero porque Sean se empinó en el cuello de Daniel y Daniel se encargó de observarme con esa sonrisa que tanto me fastidiaba ver en Sean.

Después los besos entre sus lenguas regresaron, pero ahora las lenguas incrementaron de tamaño y poco a poco, todo empezó a distorsionarse a mi alrededor.

Me desperté sudando a mares.

Mi camiseta estaba totalmente mojada y el sudor lo sentía resbalar por todo mi cuerpo. Me levanté y de inmediato me dirigía hacia la cocina por un vaso con agua ya que mi garganta dolía por lo reseca que estaba. Bebí con un poco de desesperación el agua y después la sed se calmó.

Me recargué en la encimera de mi cocina con vaso en mano.

No podía continuar de esa manera, debía arreglar el asunto, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo.

Revisé la hora en el reloj de pilas que tenía en la cocina y vi que eran las 2 de la madrugada. Suspiré abatido.

Seguramente no iba a poder conciliar el sueño.

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-Te ves cansado-dejé de doblar durante un momento las sábanas de Daniel recién lavadas al escuchar su voz y lo observé en silencio.

Ambos nos encontrábamos en la habitación de invitados del segundo piso porque desde hace 3 días Daniel me había pedido que lo ayudara en mover todas sus pertenencias a esa habitación porque quería empezar a utilizarla. Le pregunté el motivo y me dijo que prefería ver por las noches el exterior de la casa mediante el balcón, que la puerta del baño que había en la habitación del primer piso. Encontraba razonable su motivo así que no le puse ningún pero a pesar de que todavía se le complicaba subir y bajar las escaleras

-Últimamente no he podido dormir bien-continué doblando la ropa de cama

-¿Por qué?-suspiré y me levanté para guardar en un cajón lo que ya había doblado

-Tengo algunas cosas en la cabeza-sonreí sin muchas ganas-Siempre me pasa cuando tengo una preocupación-

-¿Y por qué estás preocupado?-lo observé

-Bueno…-lo observé y me encontré con una sonrisa de Daniel que me pareció demasiado amigable. Relamí mis labios-Tengo, tengo una duda-me decidí en resolver el “misterio” porque no podía continuar una semana más sin poder conciliar el sueño por estarme inventando historias de lo que Sean y Daniel tuvieran entre manos. Volví a tomar asiento a un lado de Daniel y lo noté atento a mí-Desde que regresé de Berlín, te he visto más cercano a Sean…-de reojo noté un ligero cambio de posición en Daniel-Y… mi duda es ¿Ustedes dos están juntos en este momento?-lo observé y me encontré con un rostro indescifrable

-Bueno…-con su ojo sano observó hacia el techo y después regresó a mí-En este momento no estamos juntos ¿O si?-no comprendí su respuesta

-¿A qué te refieres?-

-Preguntaste si Sean y yo estamos juntos ¿No?-asentí-En este momento…-hizo una pausa-No lo estamos-cada palabra la dijo con demasiada lentitud. No pude evitar hacer una mueca porque no estaba comprendiendo del todo a Daniel

-¿Entonces tú y Sean no están juntos?-repetí

-En este momento, no-Daniel continuó doblando las sábanas y lo observé en silencio. Me quedé inmóvil mientras pensaba en lo que me estaba diciendo hasta que, para comprenderlo mejor, me vino a la mente otra pregunta

-Pero ustedes antes lo estaban ¿Verdad?-Daniel detuvo sus movimientos-¿Por qué se separaron?-agité un poco mi cabeza-Y entonces cuando fui a Berlín ¿Ustedes regresaron? Pero ahora ya no son nada…-me enredé a mí mismo

-Antes, sí-asintió-Porque estábamos desayunando y… nos separamos porque estoy aquí, contigo-

-¿Qué?-

-Y sobre lo de Berlín… no entiendo eso de “regresar” y de que ahora somos “nada” ¿De qué hablas?-pasé saliva

-A ver, Daniel-tomé con cuidado sus manos entre las mías-A juntos, me refiero a que ustedes son novios, pareja o… no lo sé, tal vez esposos-elevé ambos hombros-¿Ustedes tiene ese tipo de relación?-

-No lo sé…-al ver sus facciones, comprendí que en verdad no lo sabía. Volví a inhalar una buena cantidad de aire

-Daniel, cuando llegué el viernes en la mañana, te encontré a ti y a Sean besándose en la cocina-sentí la contracción en sus manos y noté el sonrojo de su rostro

-No estábamos besándonos…-murmuró

-¿Entonces tú y Sean no son pareja? Sólo estaban besándose porque…-me incliné hacia él y evitó mi mirada

-No estábamos besándonos-repitió y suspiré

-Entonces crees que… cuando te recuperes-relamí mis labios-¿Tu y yo podremos salir a algún lugar?-decidí ser directo porque, aunque mi corazón se encontraba latiendo a mil, prefería terminar con la incertidumbre de ese momento. No iba a soportarlo un día más

-Sí, claro-ahora fue Daniel quien se inclinó hacia el frente y sonrió. Alejó sus manos y lentamente se levantó de la cama para acercarse a la puerta que daba la entrada al balcón-Quiero ir al parque-señaló hacia el exterior y me acerqué a él para observar hacia donde apuntaba

-Por supuesto, es el parque Westfriedhof-mencioné-Te va a gustar-volteé a verlo y lo encontré totalmente cautivado por lo que veía a la distancia a pesar de que el día estaba nublado. Ese simple acto de su parte solo consiguió fascinarme aún más. Inhalé profundamente-Voy por el resto de tus cosas-dije y me acerqué a la puerta

-Espera, voy contigo-Daniel me alcanzó

-Pero ya subiste y bajaste 3 veces las escaleras ¿No estás cansado?-dije mientras abría la puerta

-Solo un poco, pero ésta será la última vez y ya-sonrió y de nuevo mostró esa sonrisa de travesura. Le sonreí

-Está bien. Vamos-ambos salimos de la habitación y, con mucho cuidado, de nuevo empezamos a bajar las escaleras, pero a la mitad de ellas, Daniel se detuvo

-Tengo sed-dijo

-Entonces primero vamos a la cocina-bajé un escalón más, pero Daniel no se movió. Volteé a verlo y lo encontré con una cara de náusea-¿Tienes náuseas?-me incliné hacia él y asintió-Te cargo, ven-intenté tomarlo entre mis brazos, pero Daniel se contrajo

-Quiero sentarme-no terminó de hablar cuando empezó a sentarse en el escalón

-Falta poco menos de la mitad de las escaleras, ven, te ayudo-insistí, pero Daniel negó y se contrajo aún más

-Quiero agua-volteó a verme y noté que sus brazos envolvían su estómago. Esa era una clara señal de que eran demasiadas las náuseas y seguramente estaba a punto de vomitar

-Voy por el agua-dije y me apresuré en bajar las escaleras. Caminé a paso veloz rumbo a la cocina y ahí me encontré con Sean. Ambos volteamos a vernos en cuanto entré-Ah, vengo por agua…-dije mientras pasaba a un lado de él

-¿Y Daniel?-dijo y noté que cerraba una revista de Gadgets para dejarla a un lado

-Está esperándome en las escaleras, se sintió un poco mal y vengo por agua-expliqué

-¿Qué? ¿Otra vez?-Sean se levantó de su asiento y en ese preciso instante, escuchamos algo que fue demasiado fácil de reconocer, pero quise estar equivocado. A Sean no le tomó ni 2 segundos en salir de la cocina. Lo seguí y ambos lo vimos al mismo tiempo.

Daniel se encontraba tendido sobre el piso.

Su frente se encontraba contra el piso y sus muñecas estaban dobladas hacia adentro

-Auu-lo escuché quejarse

Yo no conseguí reaccionar, pero Sean corrió hacia Daniel para empezar a levantarlo.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer!  <3


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