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Fugitivos II: ¿Una razón para vivir? por diidi1897

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Notas del capitulo:

¡Hola! <3

 

Narra Sean

No entiendo por qué me sacaste del laboratorio si aquí también estoy encerrado

Las palabras de Daniel continuaban creando un eco interminable dentro de mi cabeza, cada palabra parecía estar atrapada en medio de un bucle al que no le veía ningún posible final.

Ya habían pasado 3 días desde que discutimos y continuábamos sin cruzar palabra.

Como Claudio se marchó al día siguiente y Maxim le siguió un día después, pero no sin antes prometerme que regresaría en poco tiempo junto a Heinz, mis oportunidades para encontrarme con Daniel en la sala o en la cocina eran menores al 5% a pesar de que vivíamos bajo el mismo techo. Mis oportunidades para entablar una conversación con él, para intentar resolver el problema, continuaban escaseando.

Incluso después de que Johann se marchaba, intentaba aprovechar esos momentos en que nos quedábamos solos para platicar con Daniel, pero cada que iba a buscarlo a su habitación, lo encontraba dormido o se hacía el dormido y prefería no alterar su sueño. No como el mío que empezaba a alterarse debido a que me la pasaba dándole vueltas al asunto.

Necesitaba proponerle a Daniel una idea que se me ocurrió poco después de que las palabras, que Maxim me había dedicado, me hicieran pensar de sobremanera.

Ambos habían removido algo dentro de mí que no me dejaba en paz.

Pero no sabía cómo debía manejarlo.

Me parecía complicado entablar una conversación con Daniel porque lo sentía lejos de mí. Distante.

No podía alcanzarlo.

Sumando la discusión, más lo complicado y delicado que estaba volviéndose el tema de la salud de Daniel, más la seguridad que debía mantener para que no nos encontraran, estaba empezando a marearme. No sabía en qué debía poner todo mi esfuerzo sin tener que descuidar el otro porque todos resultaban ser temas delicados.

Si la salud de Daniel empeoraba, tendría que centrarme solo en Daniel, pero el asunto de los laboratorios y de nuestra seguridad quedarían volando y no podía permitir regalar una pista de nuestra ubicación por muy mínima que resultara ser.

Por un lado, continuaba recibiendo ayuda de las personas que me habían mandado hace tiempo ese correo sospechoso, pero no podía darme el lujo de dejar de lado la filtración de la información y confiar al 100% en ellos. Tarde o temprano podrían mandarme alguna trampa y entonces todo llegaría a su fin debido a que, por el momento, no contaba con un plan de respaldo si es que daban con nuestra ubicación.

Por el otro lado, estaba confiando en Johann, pero sus informes sobre que Daniel estaba comiendo menos de lo recomendado, me reafirmaban que debía prestar más atención en la situación. Creí que Johann podría resolverlo con las buenas ideas que a veces tenía, pero al parecer había un retroceso que debía ser frenado cuanto antes porque la salud de Daniel no debía empeorar.

Suspiré y dejé de teclear.

Debía empezar a formular un plan.

Si el dividir mis esfuerzos en cada tema que lo requería, no estaba funcionando, entonces debía dar todo mi esfuerzo en cada uno de ellos.

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Narra Johann

Abrí por completo las cortinas y los rayos de sol de la tarde, se estrellaron débilmente contra mi rostro

-Daniel, levántate. Ya es tarde-dije mientras entreabría un poco la ventana para que el aire fresco circulara dentro de la habitación. El día estaba demasiado bueno y por esa razón debíamos aprovecharlo al máximo, aunque estuviera a unas cuantas horas de terminarse.

Me había apresurado en llegar para sacar provecho del día y disfrutar del jardín que, inmediatamente después de que llegué, fui a revisar y lo encontré totalmente seco. Estaba perfecto para que Daniel y yo nos sentáramos sobre el pasto mientras disfrutábamos del desayuno.

Esa era la idea que tenía para intentar cambiar un poco la actitud apática que Daniel estaba presentando desde la discusión que tuvo con Sean, pero cuando me decidí por despertar a Daniel en su hora habitual, lo encontré dormido, algo que no era extraño.

¿El problema de hoy? Había intentado despertarlo a la hora y no obtuve respuesta.

Después lo intente a la siguiente hora y a la otra hora y otra hora. La mañana se me había pasado con esas visitas constantes en las que Daniel solo refunfuñó y se quejó cuando intenté moverlo de más. Pero no eran quejidos de dolor, eran de irritabilidad ante mi insistencia.

Y después de etiquetar y acomodar las raciones de comida para esa semana, había regresado a su habitación con la idea de que el sol y el aire fresco podrían llamar su atención

-¿Tarde?-Daniel murmuró mientras se cubría por completo con sus mantas

-Sí, ya es tarde-recalqué

-¿Para qué?-suspiró y observé fijamente el bulto en el que Daniel se había convertido

-En primera, porque ya se pasó la hora del desayuno y del almuerzo, tendrás que acabarte toda la papilla de la comida y deberás acompañarla con un zumo-utilicé mi tono serio

-No tengo hambre-gruñó levemente y giró sobre la cama, pero sin descubrir su rostro

-¿Cómo que no tienes hambre? Ayer tampoco quisiste cenar-parpadeé con incredulidad. Si bien comprendía su falta de apetito porque ahora sus movimientos eran menos y, por lo tanto, su consumo de energía diaria había disminuido considerablemente, pero por eso había adecuado las cantidades de su dieta además de para evitar que los alimentos se desperdiciaran.

Pero ahora el asunto empezaba a preocuparme.

Daniel estaba consumiendo menos de lo recomendado para alguien que se estaba recuperando de diversas heridas

-Hoy tampoco quiero cenar-su voz salió con un tono impaciente

-No se trata sobre si quieres o no quieres-jalé un poco su manta, pero no conseguí nada porque lo hice sin fuerza. Debía medirme si no quería provocarle una caída-Debes comer-recalqué el “debes”

-No quiero, no tengo hambre-ahora su tono salió malhumorado

-Daniel, escucha-suspiré y tomé asiento a un lado de él con la intención de que descubriera su rostro, pero continuó envuelto con sus mantas-Tienes que alimentarte para que tu esguince sane y para que tus heridas cierren, necesitas nutrientes para llevar a cabo todos esos procesos y si no comes ¿De dónde los vas a conseguir?-no obtuve respuesta-Daniel… no puedes volver a bajar de peso, ya tenemos un avance y un ritmo, no debes perderlos-

-No sirve de nada…-dijo totalmente desanimado mientras se encogía un poco más

-Los cambios y los beneficios no son inmediatos, si te detienes en éste momento, más adelante tendrás que empezar desde cero para evitar que el daño en tu estómago sea irreversible-Daniel se quedó en silencio-Si el daño se vuelve irreversible, en un futuro no podrás comer lo que quieras y toda tu vida tendrás que apegarte a dietas y cuidados muy, pero muy controlados que tal vez no serán impuestos por mí, sino que lo serán por algún otro experto que no tendrá misericordia al hacerte comer betabel u otros vegetales que no te gustan-Daniel continuó en silencio y decidí sacar mi carta más preocupante y dramática, pero que sí podía volverse una realidad-Si decides que nunca más vas a volver a comer, entonces vivirás toda tu vida junto a una máquina de suero-sentencié-Y sabes muy bien que los sueros no tienen un sabor a chocolate-el silencio de Daniel se extendió durante varios minutos más hasta que descubrió su rostro y me encontré con sus ojos llorosos

-No tengo hambre…-

-Intentémoslo sólo con la papilla que quieras-

-Quiero fruta entera-

-¿Hervida?-pregunté y él asintió-Te parece que sea ¿Una manzana?-él lo pensó durante un instante y después volvió a asentir -Bien, voy a preparártela-me levanté de la cama-Pero levántate de la cama y espérame en la sala-le pedí porque no iba a permitir que se pasara todo el día acostado en la cama.

Debía moverse un poco y salir de su habitación.

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-¿Puedes apagarla?-escuché el murmullo de Daniel. Se encontraba sentado en el pequeño sofá que había en su habitación.

Eran las 12 de la tarde y le había pedido que tomara asiento en ese lugar durante un momento mientras cambiaba las sábanas de su cama. Al principio insistí en que fuera a la sala para ver un poco de televisión, pero Daniel se negó en salir de la habitación. No fue como días atrás que había conseguido que comiera en la sala y cenara en la cocina, ahora estaba más testarudo en no querer salir de su habitación. Durante toda la mañana no había conseguido nada más que esa pequeña distancia recorrida desde su cama al sofá que ahora estaba ubicado casi en frente de la ventana

-¿Apagarla? ¿De qué hablas?-le pregunté mientras terminaba de acomodar la sábana limpia que cubriría su colchón

-La música-volvió a murmurar sin dejar de ver el exterior. Observé hacia donde se encontraba mi bocina inalámbrica, en esos momentos se escuchaba un poco de música clásica, como la que le ponía todos los días

-Puedo poner algo más como Pop o Rock si es que la clásica ya te aburrió-sonreí mientras sacaba mi celular para empezar a revisar mi playlist

-No quiero escuchar nada, me duele la cabeza-se removió sobre el sofá para encontrar una mejor posición, después suspiró y cerró sus ojos.

Apagué la música y me acerqué

-¿Por qué no me lo habías dicho? ¿Te duele desde la mañana?-interrogué y él negó-¿No qué?-insistí. Necesitaba que me dijera todo porque yo no sabía leer mentes

-No tiene mucho-abrió sus ojos y me observó durante un momento para después volver a cerrarlos

-¿Te duele bastante?-asintió-Termino con tu cama y podrás acostarte ¿Si?-no asintió ni se movió-Te traeré una compresa con agua fría y un té-me apresuré en acomodar las sábanas y mantas limpias-Ven, acuéstate-lo tomé de la mano y lo ayudé a levantarse del sofá para guiarlo hacia su cama.

Daniel se acomodó y lo cubrí con la manta hasta su abdomen

-¿Están bien las almohadas o quiéres que las esponje más?-

-Están bien-se removió y volvió a cerrar los ojos. Estuve a nada de irme, pero mis pies se quedaron adheridos al piso y me quedé observando a Daniel en silencio hasta que volvió a abrir los ojos-¿Qué?-

-Ya sabes que todo dolor que tengas debes decírmelo a la brevedad ¿Por qué no me lo habías dicho?-le acomodé el gorro verde de lana que llevaba puesto. Daniel elevó ambos hombros en señal de no saber la respuesta. Suspiré-Bien, voy por la compresa y el té-

Salí de la habitación y el resto del día me la pasé vigilando su sueño para cuidar que no se le presentara otro malestar.

El dolor de cabeza podía deberse a varios factores que estuve razonando durante toda la tarde. Mi principal sospechoso era su falta de apetito porque era bien sabido que cuando no se comía adecuadamente, los dolores de cabeza surgían. Otro potencializador era la falta de ejercicio.

Suspiré y me levanté del sofá.

Daniel continuaba dormido y parecía tener un sueño tranquilo al igual que reparador.

Decidí dejarle puesta la compresa, tomé la taza vacía del té de limón que le había preparado junto al plato medio lleno con la papilla de pollo y salí de su habitación. Mi turno estaba a punto de terminar, pero no podía dejar solo a Daniel.

Guardé la papilla en el refrigerador y lavé la taza para después dirigirme hacia el estudio de Sean.

Toqué a su puerta y en menos de 10 segundos, ésta se abrió

-¿Ya te vas?-fue lo primero que Sean me preguntó. Ahora esa era la rutina que estábamos llevándo a cabo. Antes solo si me lo encontraba, me despedía, pero ahora, parecía que ambos necesitábamos saber cuando uno se iba para que el otro tomara la batuta en el cuidado de Daniel

-Sí-asentí-Le dejé puesta la compresa fría ¿Puedes quitársela en 10 minutos?-indiqué. Desde que Daniel me había dicho que le dolía la cabeza, primero me hice cargo del asunto, pero después le avisé a Sean, quien de inmediato quiso ir a ver a Daniel, pero desistió al estar a solo unos cuantos pasos de la habitación. Solo me dijo que lo mantuviera informado y regresó a su estudio.

Al parecer, la discusión que habían tenido días atrás, continuaba creando estragos en su relación.

Continuaban sin arreglarlo y aunque tenía muchas ganas de decir algo, comprendía que ese no era mi asunto

-¿Tiene naúseas u otra molestia?-me preguntó mientras salía por completo del estudio y empezábamos a bajar las escaleras

-No, nada. Solo necesita reposar y cuidar que no le dé náuseas durante la noche-expliqué. Sean asintió

-¿Está dormido?-

-Sí-llegamos a la sala y colgué mi mochila sobre un hombro-Cuídalo, pero descansa-observé sus ojeras-Ya sabes, cualquier cosa puedes llamarme-di unos pasos hacia la salida

-Sí-exhaló-Gracias-abrí la puerta principal

-Nos vemos-me despedí y salí.

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Narra Sean

Johann salió de la casa y antes de dirigirme a la habitación de Daniel, decidí prepararme un café. Estaba seguro de que iba a necesitar de la cafeína.

Mientras la cafetera trabajaba, revisé el interior del refrigerador y me encontré con la papilla que Daniel no se había terminado ese día. Ésta vez la cantidad era mayor a pesar de que Johann había disminuido las raciones desde días atrás.

Volví a guardar el plato dentro del refrigerador y cuando el café estuvo listo, me tomé una taza entera y me serví otra que dejé a medias. Me dirigí a la habitación de Daniel y, creyendo que iba a encontrarlo dormido, entré silenciosamente.

Grande fue mi sorpresa cuando lo vi sentado sobre su cama y con la compresa entre sus manos. Él volteó a verme, pero no dijo nada. Solo se estiró un poco para dejar la compresa sobre su mesa de noche y volvió a recostarse de manera en que terminó dándome la espalda.

Quise preguntarle si tenía náuseas, pero mis palabras no surgieron.

Estuve a nada de salir de su habitación e ir a la sala para esperar a que volviera a quedarse dormido, pero me detuve

-¿Tienes naúseas?-le pregunté mientras, involuntariamente, me entretenía girando el pomo de la puerta. No recibí respuesta de su parte-Daniel ¿Tienes naúseas?-di un paso hacia el interior de la habitación

-No-noté el encogimiento de sus hombros y de todo su cuerpo. Relamí mis labios y pasé por completo a la habitación mientras cerraba la puerta a mis espaldas.

Rodeé poco a poco la cama sin dejar de ver su rostro. Daniel estaba con los ojos abiertos, pero no me observaba. Me coloqué a un lado del sofá que encontré viendo hacia la ventana y lo giré para que ahora quedara viendo hacia Daniel. Tomé asiento y con solo desviar un poco mi atención hacia la lámpara del techo, cuando regresé al rostro de Daniel, lo encontré con los ojos cerrados.

Después, giró lentamente sobre la cama hasta volver a darme la espalda

-¿Quiéres agua?-ofrecí y el silencio se alargó

-No-respondió en un murmullo bajo y volví a quedarme en silencio.

Lo observé desde el gorro verde que tenía hasta en donde estaban sus pies. Su figura apenas se notaba bajo esa manta gruesa.

Observé su habitación y todo lo encontré en orden, no había nada tirado en el piso y ningún cajón estaba mal acomodado.

A pesar de que me gustaba el orden, no me gustó ver todo el orden que había en la habitación de Daniel. Lo sentí demasiado fuera de lo normal. Demasiado forzado.

Me pareció que algo no estaba encajando porque esa imagen de limpieza y orden, no me tranquilizaba en lo absoluto.

Mi mirada regresó a Daniel y presté atención al movimiento de sus hombros y supe que continuaba despierto.

Me removí sobre el sofá y tomé una posición más cómoda

-He estado pensando en lo que me dijiste días atrás-me aclaré la garganta y no esperé alguna respuesta de su parte-Y… te tengo una propuesta-recargué por completo mi espalda en el sofá-Cada que vaya a comprar lo necesario para la semana, podrías acompañarme. Johann hacía antes las compras, pero se abrumaba al tener que elegir entre precio y calidad…-sonreí-Así que ahora solo se dedica en escribirme lo que necesitas y yo voy a comprar-le expliqué de manera muy resumida lo que había acontecido mes y medio atrás.

Johann apareció un día en mi estudio para decirme que no podía permitirse gastar de sobremanera a pesar de que yo le había dicho que comprara lo mejor, pero él me aseguró que no se sentía cómodo utilizando la tarjeta de alguien más. Así que nos reacomodamos y mientras él me elaboraba una lista con lo necesario, yo iba a comprar cada lunes.

Realizar las compras me tomaba alrededor de 1 o 2 horas. Siempre iba a supermercados diferentes a los que, con días de antelación, buscaba su ubicación y estudiaba los alrededores en caso de presentarse alguna emergencia. La mayoría de veces compraba lo mismo y buscaba ir a horas en que era menos probable encontrarme con más personas, mis horarios nocturos eran los que abundaban, pero a veces, cuando el filtro de la información que obtenía de los laboratorios me mantenía pegado a las computadoras, realizaba las compras en horarios normales del día, por ejemplo, las 10 de la mañana o las 4 de la tarde

-El día anterior le pregunté al doctor Otis de tu esguince y sobre la posibilidad de que salgas a caminar un poco más. Me dijo que ya podemos colocarte una bota ortopédica, con ella podrás asentar el pie durante más tiempo-continué hablando no sin antes volver a asegurarme de que Daniel continuaba despierto. Sabía que yo debía poner de mi parte para enmendar mi error, pero si Daniel no estaba dispuesto a escucharme, no iba a forzarlo-No caminaremos mucho dentro del supermercado, sólo lo necesario-relamí mis labios y esperé algún comentario de su parte, pero no dijo nada-Si quieres ir, mañana dile a Johann-me levanté del sofá-¿Necesitas algo?-esperé, pero no obtuve respuesta. Suspiré-Descansa-y salí de su habitación, pero no sin antes darle una mirada de las muchas otras que le daría durante el resto de la noche.

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Johann se hincó frente a Daniel y empezó a colocarle la bota ortopédica

-¿Te aprieta?-le preguntó a un Daniel que se encontraba vestido, por primera vez en mucho tiempo, sin el pijama. Daniel negó-Bien, entonces ya quedó-Johann le acomodó el pantalón deportivo para cubrir un poco la bota y después se enderezó para ajustar en su lugar el gorro verde. Continuó acomodando la sudadera roja de Daniel y después lo ayudó a levantarse del sofá-¿Qué tal la sientes? ¿Está pesada? ¿Cómoda?-Johann incitó a Daniel para que diera unos cuantos pasos por la sala, pero sin soltarlo en lo más mínimo

-Creo que está bien-dijo Daniel-Está cómoda, se siente suave-sonrió un poco

-Entonces… todo está listo-Johann volteó a verme y asentí. Los tres empezamos a caminar rumbo a la puerta principal. Daniel se mantenía aferrado al brazo de Johann y con su vista en la bota ortopédica mientras que yo me adelantaba algunos pasos para poder abrirles la puerta tanto de la casa como del automóvil.

El día estaba nublado y hacía frío, pero no podía dar un paso atrás en lo que le había propuesto a Daniel días atrás.

Cuando le compartí mi idea esperaba que aceptara al día diguiente, pero Daniel se mantuvo en silencio cerca de 2 días sin mencionarle nada a Johann, quien ya estaba al tanto de todo, por supuesto. Pero ambos nos mantuvimos en espera de que Daniel aceptara.

Johann se encargó de acomodar a Daniel en el asiento trasero y después, mientras Johann tomaba asiento en lugar de copiloto, le coloqué el cinturón de seguridad a Daniel

-¿Tienes frío?-le pregunté al escuchar sus dientes tiritar. Lo observé y apartó su mirada mientras negaba. En ese momento volví a tener presente que, desde la discusión, Daniel evitaba verme a los ojos.

Cerré su puerta y me acomodé en el asiento del conductor. Encendí el automóvil y empecé a conducir a una velocidad media.

Al principio tuve la idea de que solo Daniel y yo saliéramos, pero Johann dijo que tal vez iba a ser complicado moverme con Daniel en el supermercado mientras yo empujaba el carro con las compras y al mismo tiempo lo cuidaba para evitar alguna caída. Así que resolvimos que Johann iba a acompañarnos, pero sin su uniforme para evitar llamar innecesariamente la atención.

Durante todo el trayecto rumbo al supermercado, no pude evitar ver a Daniel por medio del espejo retrovisor. Se mantenía observando hacia el exterior sin querer perder ningún detalle de lo que nos rodeaba.

Cuando llegamos al estacionamiento del supermercado, aparqué en un lugar cercano a la entrada y apagué el motor. Bajé del automóvil al mismo tiempo que Johann y ambos nos reunimos en el lado donde Daniel se encontraba. Abrí la puerta

-Dame tu mano-Johann pidió mientras le extendía su mano a Daniel. Pero Daniel no se movió, solo observó en silencio la mano que Johann le extendía

-Tengo frío-dijo con voz ronca después de unos segundos. Johann y yo nos observamos

-Puedes ponerte el suéter extra que te traje-Johann insistió, pero vi la inseguridad plasmada en el rostro de Daniel

-¿Podemos regresar?-murmuró mientras se contraía. Johann me observó durante un segundo y después regresó su atención a Daniel

-¿Qué tienes? ¿Te duele en alguna parte?-Daniel negó

-Tengo frío-repitió

-Pero…-

-Regresemos-interrumpí a Johann. Él volteó a verme con un rostro de incredulidad.

Suspiré.

Observé a Daniel durante un momento y noté más inseguridad en su rostro. Al parecer, estaba teniendo un diálogo interno que no lo hacía sentir bien

-Regresemos-repetí y Daniel parpadeó varias veces. Lo noté momentáneamente confundido, como si estuviera saliendo de un trance.

Regresé al asiento delantero.

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Desde la sala ví como Johann llevaba a Daniel hacia su habitación y cuando desaparecieron de mi vista, me dejé caer sobre el sofá de la sala.

Exhalé con cansancio.

Moví de un lado a otro mi cuello y después lo froté un poco. Necesitaba darme una ducha, comer hasta quedar saciado y dormir más de 5 horas.

Cerré mis ojos y recargué mi nuca en el respaldo del sofá.

Si no hubiera sido Daniel el que preguntó si podíamos regresar, mi respuesta a otra persona habría sido un rotundo no y no. También respondería que no me gustaba perder el tiempo o que ahora debíamos continuar pese a todo, pero con Daniel todo era diferente.

No podía decirle que no.

Sonreí.

Pero ahora estaba recibiendo muchas negativas de su parte y conseguía hacerme sentir ansioso e indeciso respecto a cómo debía proceder. Normalmente las acciones o palabras de otras personas no me afectaban, pero con Daniel, por muy pequeña que sea la palabra o la acción que hiciera, conseguía cambiar mis planes por completo.

Me hacía volver a empezar de cero, pero no me molestaba. Ni me ponía de malas. Solo aceptaba el hecho de que debía revisar mi antiguo plan para agregar mejorías.

Un ejemplo claro, lo que había sucedido en el estacionamiento del supermercado.

Regresamos y ahora me encontraba pensando en otra solución; una más viable para Daniel porque la manera en que estaba comportándose continuaba inquietándome.

Sabía que Daniel tenía un carácter tranquilo y dócil. Era tímido y callado, pero presentía que se daba cuenta de muchas cosas, pero prefería mantenerse en silencio. Y ahora esos silencios prolongados, junto a sus movimientos lentos y la evasión de miradas, no me dejaban en paz.

Desde hace días, dentro de mi cabeza se había encendido una luz roja en señal de alarma, pero había muchos factores que analizar y no sabía muy bien cómo debía proceder. Ni siquiera estaba consiguiendo tener una conversación normal con Daniel.

De nuevo, había un muro invisible entre ambos.

Escuché pasos acercándose a la sala y me enderecé un poco

-Se quedó dormido- dijo Johann mientras tomaba asiento en el otro sofá-Le quité la bota, pero no quiso ponerse el pijama-rascó entre sus cabellos y ambos nos quedamos en silencio durante algunos minutos hasta que suspiró-No entiendo su cambio de opinión-frotó su rostro con ambas manos-Daniel de verdad estaba emocionado en salir, pero estando allá…-negó levemente-Lo vi tan inseguro. Parecía que tenía miedo de…-buscó la palabras correctas-De no lo sé, tal vez de bajar en ese lugar o…-volvío a negar-No lo sé-exhaló-Ni siquiera quiso comer-dijo y volvimos a quedarnos en silencio.

Después, cada uno fue a hacer sus respectivas actividades durante lo que quedaba del día y posteriormente a la partida de Johann, ingresé a la habitación de Daniel.

Lo encontré acostado en posición fetal, tenía los ojos cerrados, pero cuando cerré la puerta a mis espaldas, los abrió.

Me observó durante un momento y después apartó su mirada

-Creo que ir al supermercado no fue una buena idea-mencioné mientras tomaba asiento en el borde de la cama. Quedé dándole la espalda para evitar que se sintiera presionado-El clima tampoco estuvo a nuestro favor-reconocí y guardé silencio mientras me entretenía observando su habitación que, de nueva cuenta, la encontré totalmente limpia y ordenada.

Y de nuevo no me agradó esa vista

-¿Qué te parece.. ir al parque Westfriedhof?-pregunté al aire-Si hace buen clima o sólo está nublado, podemos hacer una caminata…-relamí mis labios-Si está lloviendo, podemos pasar por chocolate caliente y beberlo dentro del auto-sonreí-Me estacionaré a un lado del parque y…-elevé ambos hombros-Entretenernos de esa manera-asentí. Me parecía una muy buena idea…

-No-escuché demasiado bajo su murmullo y casi de inmediato giré para poder verlo. Noté que Daniel apartaba su mirada

-¿No?-pregunté y él empezó a cubrirse con su manta-¿No qué?-insistí

-No quiero ir-dijo para después empezar a girar y volver a darme la espalda.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer! <3


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