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Burn. Crash. Romance. por Marbius

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2.- I'm kinda hopin' for forever

 

I don't wanna think about a moment with you

I'm kinda hopin' for forever

I've been dreaming about a knitted sweater for two

God dammit, we look good together

5 Seconds of Summer - Talk Fast

 

Remus no se guardó de compartirle a Lily la novedad de que James era heterosexual y tenía toda las intenciones de conquistarla, pero su amiga se negó a creerle por teléfono sin importar cuánto insistiera él en que Sirius a su lado hablaba la verdad y sólo quería lo mejor para ellos.

A su vuelta a Londres, Lily todavía se resistió una semana más, hasta que James apareció en su piso con flores, nervios, y una declaración que puso a su recién estrenada novia a llorar por causa de lo emotivo que resultó todo.

—No puedo creer que pensaras que era gay —dijo James más tarde, cuando los cuatro amigos se reunieron en la sala a comer sushi a domicilio—. No después de todo lo que hice para mostrarme como un excelente candidato.

—Si sirve de algo —intervino Remus con un rollito en el aire sostenido con tenedor porque para él los palillos eran imposible de utilizar—, yo también pensé que eras gay. Lily no fue la única confundida acerca de tu torpe heterosexualidad.

—P-P-Pero... La primera noche que pasé aquí dormí con ella, ¡incluso nos besamos!

—Fue apenas un pico en los labios, sólo dos veces, y te comportaste como todo un caballero —recalcó Lily—. Ningún otro chico que conozco y que esté interesado en las chicas haría algo como eso.

James resopló. —Vale, pero después me esforcé.

—Te dije que regalarle a Lily una gorra de lana tejida de tu mano no era la mejor idea, Prongs... —Le recordó Sirius, y todos menos James estallaron en carcajadas, porque era cierto, su plan había fallado de manera espectacular con aquella gorra, que con todo, era la favorita de Lily.

Costaba creerlo ahora que lo veían desde otra perspectiva, pero en verdad James se había esforzado por ser de lo más agradable con Lily, aunque sus esfuerzos habían sido malinterpretados.

¿Mostrarse caballeroso? Lily había deducido que besarla en los labios al verse y despedirse era parte de su amistad con un hombre gay.

¿Que James fuera cuidadoso con sus roces? Lily había estado contenta de tomar su mano, el ocasional roce en su cintura, y que James diera los mejores abrazos del mundo, pero no abrigaba esperanzas por más.

¿Regalos de lo más amables y con explicaciones que daban a qué pensar? Como cuando James le regaló a Lily un kit de jabones aromáticos a flores iguales a los que él tenía, cuando la llevó a su cafetería favorita y pidió un muffin arcoíris, y por último y no menos importante, cuando vieron A Star is Born y James cantó cada una de las canciones y después lloró por media hora a causa del trágico final.

Lily le había confesado a Remus que se sentía como una idiota por haber asumido que James era gay sólo por los estereotipos que mostraba, quizá aprendidos de sus compañeros del equipo de rugby o puede que simples gustos suyos que la sociedad actual no veía con buenos ojos en un hombre heterosexual, y éste le había tranquilizado, puesto que James también lo había confundido a él con su sexualidad.

Además, James no se había tomado mal en lo absoluto cuando al momento de confesarse con Lily ésta le preguntó de buenas a primeras y viéndolo a los ojos si en verdad se sentía atraído por las mujeres. Lily no habría tenido problemas si James le hablaba de ser bisexual o algo similar, pero quería saberlo de antemano, y confundido James lo había denegado con una corta nota aclaratoria.

—Uhm, besé a Sirius hace un par de años, sólo para estar seguro de mi sexualidad.

—¿Y? —Le presionó Lily por una respuesta a ese experimento.

—Definitivamente no me gustan los hombres —había dicho James, y él y Lily terminaron por compartir su primer beso como novios.

Desde entonces el grupo de cuatro amigos se había vuelto todavía más cercano, y aunque Remus estaba feliz por Lily y James en su recién descubierta faceta de novios, él todavía se sentía un poco dejado de lado porque lo suyo con Sirius era más bien un asunto pasajero del que no podía fiarse y que a todas luces pintaba para ser su catástrofe personal si no conseguía mantener a raya sus crecientes sentimientos por él.

—James es sólo una persona conectada con su lado femenino —dijo Lily de pronto, sacando a Remus de su ensimismamiento, así que participó con un par de bromas a costillas de James y siguió comiendo de su sushi.

Una vez que terminaron de burlarse de James por su habilidad para hornear brownies, tejer y recitar poesía, Lily les recordó que era tarde y el grupo se desbandó.

Debido a que a la mañana siguiente el equipo de rugby tenía entrenamiento antes de la salida del sol como preparación al próximo partido con la casa de Slytherin, ni James ni Sirius podían quedarse porque el departamento de Remus y Lily quedaba más lejos del campo que el suyo, así que ayudaron a limpiar los restos de comida y después se despidieron.

James y Lily con un abrazo que incluyó un profundo beso, y Sirius y Remus... de manera idéntica.

Lo cual le acarreó a éste pullas cuando su amiga se lo señaló.

—Le gustas a Sirius —dijo Lily, como venía insinuando desde semanas atrás.

—Lo dices porque desde que tú y James están juntos no dejas de pensar en que todas las personas a tu alrededor deberían emparejarse entre sí.

Lily se llevó las manos a la cintura. —No, e incluso si así fuera, eso no cambia la manera en que tú y Sirius...

—¿Qué, Lily?

—Vamos, ¿en verdad tengo que deletrearlo por ti?

—Mejor no. —«O corro el riesgo de hacerme ilusiones», pensó—. Sirius sólo quiere divertirse, y está bien por mí. Prefiero mantenerlo como amigo que pedir más y arruinar todo esto —dijo, moviendo el brazo a su alrededor, pues el ambiente de camaradería que se había desarrollado entre los cuatro amigos era justo lo que Remus había necesitado en los últimos meses para superar lo de Dora.

Remus todavía la veía en el campus. Después de todo, su ex era del mismo año que él, y aunque estudiaban carreras diferentes, cursaban un par de materias en los mismos edificios.

Por salud mental, Remus había hecho lo posible por limitar esos encuentros, y sólo si le era imposible ignorar su presencia, había dado una cabeceada de reconocimiento que por lo general Dora le correspondía y ahí terminaba su interacción.

Después del rompimiento, Remus se había enterado que Dora había estado saliendo muy en serio con un chico de su salón llamado Kingsley Shacklebolt. De eso no hacía más que el fin de semana en el que él y ella habían roto, y aunque Lily se mostró disgustada esa misma semana cuando se enteró, Remus no se lo reprochó porque él mismo había dormido con Sirius.

Así que ambas partes habían seguido adelante en sus vidas, y Remus estaba agradecido con lo que tenía, incluso si a la larga prometía romperle el corazón.

—No insistiré —dijo Lily, que malinterpretó su expresión seria—, pero deberías ver las señales por ti mismo. Sirius actúa como tu novio y te trata como si lo fueras, ¿tan difícil es de aceptarlo?

—No sé, Lils, dímelo tú —rebatió Remus con una ceja alzada, pues esa misma situación se había presentado entre ella y James antes de que aquel par aclarara su confusión.

Con el mentón en alto, Lily dio su mejor consejo: —Y precisamente por eso es que debes de aprender de mis errores. No desestimes mis palabras, Lupin, porque le gustas a Sirius Black y cualquiera con dos ojos de frente lo sabe menos tú.

Remus chasqueó la lengua, pero no lo refutó más.

 

Sirius invitó a Remus a una exposición en uno de sus museos favoritos, y aunque Remus era más de arte clásico al contemporáneo por el que Sirius tenía preferencia, aceptó la invitación de buen agrado.

Su día en el museo incluyó visitar cuantas salas les fue posible acceder con su boleto de admisión (Sirius había comprado el mejor paquete y sería un desperdicio no sacarle el máximo provecho), comer un almuerzo en un restaurante cercano y conseguir la mesa junto a la ventana para ver la fría lluvia caer, y después pasar por una librería de segunda mano porque a Remus se le habían ido los ojos por una edición lacada de El Retrato de Dorian Gray que Sirius insistió en comprarle.

—Ya pagaste por el almuerzo —le recordó Remus, pues todavía se sentía cohibido por la insistencia de Sirius en correr con los gastos del día. Bastante había tenido con los boletos del museo y la comida como para además conseguir un libro de él.

—Entonces lo compraré para mí y puedo prestártelo el tiempo que quieras —dijo Sirius, que realizó la transacción y recibió su cuenta en una anodina bolsa de papel—. ¿A dónde más quieres ir hoy?

Remus no había dejado de pensar que aquella salida, por regla tenía que contar como una especie de cita. Sirius se había comportado como tal, cumpliendo con el rigor de pagar todo y mostrarse de lo más encantador con él. Incluso en el museo había tomado su mano un par de veces, y en la cafetería lo había besado en una ocasión, pero... Remus se resistía a realizar lecturas de humo porque podía correr el riesgo de malinterpretarlas.

—Ni idea, este es tu lado de Londres, no el mío —dijo Remus, pues muchísimas calles atrás habían dejado la porción de Londres donde él y Lily vivían en un piso modesto y sin pretensiones, en tanto que ahora se encontraban en la parte rica, donde la diferencia de precios era notoria hasta en una taza de té.

Sirius se pasó la mano por la nuca. —En realidad, la casa de mis padres no se encuentra tan lejos yendo un poco más al norte, pero...

—¿Pero?

—No nos hemos dirigido la palabra desde hace años, cuando yo tenía dieciséis. —Ante la expresión sorprendida de Remus, Sirius se apresuró a aclarar—. Hui de casa a los dieciséis y me mudé con James y su familia. Ahora sus padres son como los míos, y ellos me tratan como a un hijo más. Es una lástima que no vivan en Londres, porque entonces podríamos verlos con mayor regularidad.

—Pero en las vacaciones de Navidad... —Dijo Remus, que no comprendía entonces por qué Sirius se había quedado con él en su piso teniendo una familia que lo esperaba. James se había marchado a casa en esos días, ¿por qué Sirius no?

—Lo hablé con mamá Euphemia y ella me sugirió invitarte a pasar esas dos semanas con nosotros, pero imaginé que te negarías, así que si la montaña no va a Mahoma...

A Remus la cabeza le dio vueltas, pues no imaginaba que su amistad con beneficios de Sirius fuera un boleto a pasar vacaciones en la mansión que James seguro tenía, pues en sus conversaciones hablaba como si nada de los doce cuartos de invitados, el cuarto de juegos, la piscina, la biblioteca, y otras tantas recámaras en su hogar que sólo podían encontrarse en la casa de un rico o en una de esas series de televisión de la era Victoriana exaltando las virtudes de la opulencia.

—Tal vez quisieras ir con nosotros en Pascuas —dijo Sirius, llenando el silencio con su voz—. Sé que James hará todo lo posible por convencer a Lily de ir y conocer a sus padres, y a mí también me gustaría presentarte con ellos. Estoy seguro de que te encantarán, los Potter son increíbles.

La inminencia de un “¿Por qué?” por parte de Remus le brotó a éste en el pecho como una flor, pero incluso si las dos palabras le dieron vueltas en la lengua y estuvo a nada de abrir la boca y pronunciarlas, Remus permaneció callado porque le asustaba la respuesta.

—Uhm...

—¿Lo pensarás al menos? Pensaba preguntártelo después, pero supongo que es mejor hacerlo desde ahora, a menos que tengas planes para esas fechas.

—No sé...

Captando que Remus no estaba de ánimos para hablar, Sirius tomó su mano sin importarle que por la hora y el día las calles de Londres todavía tuvieran abundante cantidad de peatones, y caminó con él por varias calles hasta que éste por fin pudo enunciar palabra.

—¿Ya has llevado en vacaciones a otros amigos a casa de los Potter?

—No, qué locura —dijo Sirius—. Y sólo para que ayudes a James en su caso, Lily es la primera chica que él llevará a casa. Sus padres ya cuentan con conocerla, así que intenta hablarle bien a Lily del asunto. Seguro que si sabe que vas tú, ella aceptará por igual.

—Ah, ya veo... —Musitó Remus, más para sí mismo, pues comprendía de pronto las intenciones de Sirius con aquella invitación salida de la nada.

Por supuesto, no era por él en sí, sino por Lily, que seguro se mostraría reacia a acompañar a James a casa de sus padres a menos que tuviera compañía a su lado, y Remus era el candidato perfecto. Por eso Sirius lo invitaba, no por otras razones...

—Nos divertiremos mucho los cuatro —siguió diciendo Sirius, que ajeno a la repentina nube de tormenta que se había aposentado en la cabeza de Remus, siguió haciendo planes para esos días.

Y porque de momento no era adecuado informarle que probablemente no los acompañaría, Remus lo dejó hacerlo.

 

El San Valentín de ese año cayó en jueves, de tal manera en que James tuvo que refrenar un poco sus planes de celebración que incluían un fin de semana romántico en la campiña inglesa porque Lily tenía clases los viernes y no podía faltar por mucho que su novio le insistiera en ello, así que se conformó con una cena para el jueves, y el viaje para el viernes una vez que ambos hubieran salido de clases.

Con todo y la extravagancia a la que ella no era muy propensa porque nunca había tenido un novio como James ni tampoco los fondos con los que éste contaba, Lily estaba radiante el jueves que James pasó a recogerla al piso y le entregó un enorme ramo de rosas rojas con todo y chocolates, pero en lugar del típico oso de peluche lo sustituyó por un ciervo.

—No tiene nada que ver con la Navidad, pero he notado que es tu animal favorito, así que... —Alcanzó James a decir antes de que Lily dejara los regalos en la primera superficie que encontró a su alcance y lo besara de lleno en la boca con pasión.

Remus les deseó la mejor de las noches cuando por fin pudieron separarse por unos instantes (daban más bien la impresión de querer continuar la cita en la habitación de Lily que en el restaurante francés donde tenían reservaciones), y se dispuso a retirarse temprano a la cama porque la velada no le ofrecía nada más que rememorar su último San Valentín con Dora.

Por aquel entonces ella se había teñido su corto cabello de rosa brillante para celebrar la ocasión, y habían cenado en McDonald’s porque era lo único que su reducido presupuesto les había permitido gastar, pero con todo, lo habían pasado bien, y Remus había creído que era lo único que necesitaban para ser felices.

—Y qué tontería fue esa —masculló Remus, dispuesto a apagar todas las luces para retirarse a dormir, cuando alguien tocó a su puerta.

Porque Lily tenía sus llaves y de todos modos estaba con James, Remus supuso que se trataba de Sirius. Al fin y al cabo, éste lo había amenazado con estar ahí a las nueve para ver una película y conmiserarse por el día, y aunque todavía faltaban diez minutos, dio por sentado que se trataba de él.

Ya que la perspectiva de pasar tiempo con Sirius en el sofá (y con suerte después en su cama) sonaba mejor que hundirse en su propia miseria, Remus abrió la puerta sin más, y en lugar de ver a Sirius ahí parado, se topó con la persona que menos esperaba encontrar él ahí: Dora.

Su ex, Nymphadora Tonks, a quien sólo él podía llamar Dora porque para el resto era Tonks, con su mismo cabello rosa chicle y luciendo tan mortificada como Remus se sentía de tenerla en su piso.

—Remus —dijo Dora con la voz chillona—, erm, ¡hola! Pasaba por el barrio y...

—Nunca viniste por tus pertenencias —dijo Remus, apenas moviendo los labios.

Él por su parte había obtenido las suyas enviando a Lily al piso de Dora, y ésta había regresado echando pestes porque había reconocido por la rendija de la puerta a Kingsley Shacklebolt caminando semidesnudo como si nada.

—¿Sí? Bueno, ya que estoy aquí...

Remus se hizo a un lado, y Dora entró con cautela.

—¿Se encuentra Lily?

—Salió en una cita con James.

—¿Quién es James?

—Es... —Remus cerró la puerta—. En verdad, ¿qué haces aquí, Dora?

Su ex novia soltó un largo suspiro. —¿Quieres la verdad? Ni yo misma lo tengo claro. Sólo no podía dejar de pensar en nuestro último San Valentín juntos y lo bien que lo pasamos. ¿Lo recuerdas?

Remus lo hacía, pero a diferencia de ella, para él esos recuerdos ya no guardaban ninguna cualidad que los destacaran como especiales. El año anterior habían cumplido con lo que se esperaba de ellos como novios, y había estado bien a secas, pero después de conocer a Sirius y tener un punto de comparación, Dora como novia quedaba en un deshonroso segundo puesto frente a Sirius y se amistad con beneficios.

—Mira, sé que cuando rompí contigo fui una idiota de marca por la manera en que lo hice, y supongo que ya te habrás enterado de...

—¿Kingsley? Pues sí.

Dora lució perpleja por la falta de reacción en Remus. —Y... ¿No estás enojado?

—¿Por la rapidez con la que me superaste?

Dora se abrazó a sí misma a la altura del vientre. —Fue más que eso. Yo... Kingsley y yo teníamos casi dos semanas saliendo juntos cuando rompí contigo.

—Oh.

En otro momento de su vida, meses atrás, en un punto previo a conocer a Sirius, Remus se habría dolido por aquella confesión. En verdad se le habría partido el corazón en dos mitades exactas y le habría pedido a Dora que tuviera compasión, pero precisamente, porque había un momento de su vida antes de Sirius y después de él, fue que se encogió de hombros.

—Remus...

—Da igual. Les deseo la mejor de las suertes, sin rencores.

Sin darle oportunidad a reaccionar, Dora se lanzó a sus brazos y le rodeó por la cintura debido a su amplia diferencia de estaturas.

—H-He rot-to c-c-con Kingsley —farfulló Dora entre lloriqueos, y el primer instinto de Remus fue de consolarla con sus manos alrededor de su espalda—. Remus...

Aquella revelación no despertó ningún sentimiento particular en Remus. Dora había dejado de ser suya aquel día en que ella rompió con él, y Remus había dejado de ser suyo casi desde el mismo instante en que Sirius había decidido que lo quería en su vida. Amigos con beneficios o no, el corazón de Remus tenía ahora propietario, y sólo podía pensar en Dora en términos de viejos amigos que habían tenido un abrupto final.

—Ven. Te prepararé té —dijo Remus, guiándola a la pequeña cocinita—. Nos prepararé té, parece que será necesario para esta charla...

Asegurándose de que Dora estaba bien en la silla frente a la mesa, Remus puso la tetera a trabajar y mientras el agua se calentaba sacó dos tazas, dos bolsitas de té, y un pan danés que era de Lily y que le repondría apenas tuviera oportunidad, no porque su amiga no aceptara regalarlo para una buena causa, sino porque era para Dora, a quien no podía escuchar mencionar desde su rompimiento con Remus sin rechinar los dientes.

Remus no la juzgaba. A él también le había costado lo suyo superarlo y seguir adelante con su vida, y aunque lo había tenido fácil con Sirius a su lado como compañía, todavía habían en su interior un resquicio que guardaba rencor por su ex novia.

La misma ex novia que aguardó hasta tener la taza de té en sus manos y a Remus frente a ella al otro lado de la mesa para confesarle qué hacía ahí.

—Sé que lo que te hice fue horrible y no tiene perdón, pero Remus, todavía pienso en ti. El asunto con Kingsley fue... Pasajero. Nunca hubo sentimientos involucrados. Él tenía a su novia y yo... te tenía a ti hasta que decidí ser una imbécil.

—¿Kingsley tiene novia? —Preguntó Remus, pues era aquello lo que más malestar le había causado.

—Sí. Asiste a otra universidad, en Manchester, y sólo la ve durante vacaciones. Me di cuenta hasta Navidad y lo confronté, pero fue entonces cuando me di cuenta que en realidad no me importaba. No era por él por quien yo tenía sentimientos...

—Dora...

—Déjame terminar —imploró ella—. Entiendo que no quieras darme una segunda oportunidad, que por mis acciones ni siquiera quieras que seamos amigos, muchos menos pareja, pero... Teníamos algo especial, ¿correcto? Algo único, e irrepetible. Mis padres todavía preguntan por ti, para ellos todavía eres parte de la familia...

Remus revolvió la bolsa de té en su taza, y con un pinchazo de dolor recordó a Andy y a Ted, los padres de Dora. Ellos dos eran una pareja ya mayor cuando nació su única hija, y la habían colmado de amor. Al conocerlos, Remus había hecho buenas migas con ambos, y ciertamente lo habían hecho sentir parte de la familia al invitarlo a cenar un par de veces a la semana y preocuparse por él como si fuera un hijo más y no sólo el novio de su hija.

Después de que Dora rompiera con él, Remus había conseguido superar más rápido su separación con ella que con Andy y con Ted, y ahora era a ellos a quienes más echaba de menos cuando pensaba en los Tonks como una unidad.

—Dame una oportunidad de demostrarte cuán arrepentida estoy y lo dispuesta que estoy para ganarme tu perdón.

Remus suspiró. —Si eso es lo que necesitas, te perdono, Dora. No hay rencor de por medio, y tampoco quiero que pienses que abrigo por ti cualquier tipo de sentimiento negativo.

—¿Pero? —Presionó Dora con ojos húmedos.

—Sin peros —insistió Remus.

—Entonces... ¿Podemos volver?

Remus arqueó una ceja. —¿Volver?

—Quiero que volvamos a ser novios —insistió Dora—. Si me has podido perdonar por lo que hice, entonces no habrá problemas en retomar nuestra relación donde la dejamos. Esta vez prometo que haremos las cosas bien y no tendrás motivos para arrepentirte. Ya hablé con Kingsley y le pedí que borrara mi número y se olvidara de mí porque tú y yo nos íbamos a dar una segunda oportunidad y-...

—¡Woah, alto ahí, espera un momento! —Reaccionó Remus ante aquella sarta de palabras que no tenían sentido alguno para él—. He dicho que te perdonaba, pero no que fuéramos a volver.

Dora amagó extender su mano y tocar a Remus, pero éste le retiró justo a tiempo.

—Dora...

—No es posible que te hayas olvidado de mí —presionó su ex novia—, apenas han pasado unos cuantos meses desde nuestro rompimiento.

—Y si mal no recuerdo sólo dos semanas desde que empezaste a salir con Kingsley antes de terminar conmigo —refutó Remus, y Dora se mostró ofendida.

—Eso fue bajo, Remus.

—Lo siento, pero esto no tiene sentido —dijo Remus, que sólo podía sentir pena por Dora, pero ya no amor—. Tú terminaste conmigo, lo nuestro se acabó.

—¡No tiene por qué ser así! —Declaró Dora, la determinación manifiesta en sus ojos—. Me amabas, ¿o no? Y yo todavía te amo, Remus. Podemos hacer que esto vuelva a funcionar como antes.

—No lo creo —respondió Remus—. No es tan fácil.

Dora hizo un puchero. —¿Estás diciendo que ya no me amas?

Ante la espada y la pared, Remus decidió ser honesto. —Exactamente eso, Dora. Ya no te amo.

—¿Por qué? —Exigió Dora saber—. Porque si me has perdonado... A menos que haya alguien más...

—Dora...

—Pero entonces yo lo sabría...

En una terrible sucesión de coincidencias, la puerta del piso se abrió, y quien entró portando las llaves de Lily no fue otro que Sirius, quien contempló la escena frente a él y después sonrió.

—¿Y ustedes dos de dónde se conocen?

A Remus la mandíbula se le desencajó. —¡Eso debería de preguntarlo yo!

—¿Sirius? —Dijo en cambio Dora—. ¿Qué haces aquí?

—No —replicó éste de buen humor—. ¿Qué haces aquí?

—Remus es mi novio.

—Sirius frunció el ceño. —No. Remus es mi novio.

—Esperen... —Imploró Remus, agobiado por aquella situación—. Antes que nada-...

—¡¿Es que acaso eres gay y no me lo habías contado?! —Estalló Dora con un chillido que hizo a Remus esbozar una mueca—. ¡¿Lo eres, Remus John Lupin?!

—¿Tu segundo nombre es John? —Inquirió Sirius son sorna.

—Oh por Diox... —Musitó Remus, cubriéndose el rostro con ambas manos—. Esto no puede estar pasándome a mí, no puede ser real, es una soberana locura...

Más atento a las necesidades de Remus que a las circunstancias en sí, Sirius pidió calma entre los ahí presentes.

—Ok, ¿qué tal si nos tranquilizamos y civilizadamente hablamos esto como adultos?

—Estoy embarazada —dijo Dora de improviso, y Remus se retiró las manos del rostro para verla con expresión horrorizada—. Sí, es de Kingsley, y no, él no quiere al bebé. Pensé que tú y yo podríamos formar una familia y, no sé, tratar de ser felices... ¿No mencionaste alguna vez que querías ser padre antes de los treinta? Esta hubiera sido la oportunidad perfecta.

—¿No es Kingsley...? —Indagó Sirius, pues Shacklebolt era conocido por su piel color ébano.

—¡Da igual! —Chilló Dora—. Quién es el verdadero padre no es asunto de nadie. Y ahora que Remus y yo nos estamos intentando dar una segunda oportunidad-...

—No, al carajo con eso —dijo Remus, poniéndose en pie—. ¿Era eso lo que pretendías? ¿Volver y hacerme creer que el bebé sería mío?

Dora apretó los labios, y su falta de contestación fue la respuesta en sí.

—Oh, qué gracioso —dijo Sirius—. La que se habría armado en el hospital cuando el bebé naciera...

—¡Cállate, Sirius! —Explotó Dora, que con agresividad le lanzó la taza de té que Remus le había preparado y de la que apenas había bebido un sorbo.

Sirius esquivó por poco la cerámica que se rompió al caer, pero no el chorro de agua caliente, y la exclamación de dolor que hizo por la quemadura puso a Remus en acción.

—Basta. Tienes que marcharte —dijo jalando a Dora del brazo y tirando de ella hacia la puerta.

—¡Remus, no, detente! —Intentó Resistirse Dora, pero Remus era más alto, y aunque delgado, también podía ser fuerte, y se las ingenió para sacarla y cerrarle la puerta en la cara.

Tras un único suspiro que se permitió por toda aquella locura, se giró hacia Sirius, y sin ambages le quitó la chaqueta y la camiseta que vestía.

—Oh, Sirius... —Dijo al ver su piel del cuello y pecho de un brillante color rojo.

—No es nada, en serio —respondió Sirius, pero Remus se apresuró a llevarlo al baño, y con una toalla húmeda le refrescó la piel quemada.

Entre dientes, Sirius siseó de dolor, así que Remus le aplicó una pomada con el más delicado de los roces mientras no cesaba de disculparse una y otra vez.

—Shhh, Remus —dijo Sirius no por primera vez—. Estoy bien. Tonks no me hizo daño.

A mitad de una frase de disculpa y con los dedos embadurnados de ungüento anti-quemaduras, Remus miró directo a los ojos de Sirius.

—¿Por qué la llamas Tonks?

—Erm, porque odia que la llamen por su nombre. Francamente, la entiendo. Nymphadora es horrible, y no sé en qué diablos estaba pensando Andrómeda cuando-...

—¡¿Qué?! —Le interrumpió Remus, pues su cerebro se negaba a procesar toda aquella información que no tenía ni el más mínimo sentido para él—. Empieza desde el inicio, en la parte en donde ustedes dos se conocen porque...

—Porque somos familia —dijo Sirius, y la mandíbula de Remus se desencajó de su sitio—. Ok, creo que tenemos una charla pendiente, pero no aquí.

Remus accedió, y tras terminar de untarle a Sirius la pomada y prestarle uno de sus suéteres más mullidos por propia elección de él, se dieron el tiempo para hablar al respecto.

—Erm, perdona si no te ofrezco té, pero después de lo de hace rato... —Se disculpó Remus cuando los dos se sentaron en el estrecho sofá de dos plazas.

—Da igual. —Y para demostrarlo, Sirius había servido para ambos una copa del vino que había traído consigo y que dejó en la mesita de entrada antes de que todo aquel asunto con Tonks les estallara en la cara.

—So... ¿Dora es tu familia? Porque ni siquiera tienen el mismo apellido.

—Su madre, Andrómeda, ella es mi prima. Andy era la Black antes de casarse con Ted, así que ahora es Tonks.

—Oh, eso lo explica... Entonces Dora es tu... ¿Sobrina?

—Y en segundo grado —aclaró Sirius, bebiendo de su copa—. Deberíamos de ser más cercanos porque somos casi de la misma edad, pero... Ya te he hablado de mi familia antes. Para ellos la pureza de sangre, linaje y estirpe lo es todo, y Andrómeda cometió el peor pecado al fugarse de casa para casarse con un vulgar plebeyo. Las palabras de Madre, no las mías. Eso pasó cuando yo todavía era muy pequeño, y sólo nos veíamos en contadas reuniones familiares, casi siempre funerales y lecturas de testamento.

—¿Así que tú y Dora no son nada cercanos?

—En lo absoluto. Desde que me distancié con mis padres he ido de visita a su casa, pero es con Andrómeda con quien más me relaciono. Uhm, y sólo para aclararlo... —Sirius utilizó su mano libre para pasarse la mano por la nuca—. No sabía que la Dora que había terminado contigo el día en que nos conocimos era mi sobrina Nymphadora. Ha sido una sorpresa encontrarla en tu piso y...

—Pidiéndome volver para ser el padre del hijo que espera con Kingsley Shacklebolt.

—A Andrómeda le va a dar una especie de ataque cuando se entere...

—Por fortuna nada tiene que ver conmigo —dijo Remus con tranquilidad.

—¿Seguro?

—Por completo. Si me lo hubieras preguntado la noche que ella rompió conmigo, quizá la respuesta habría sido diferente, pero ahora...

Sirius esperó expectante a la continuación de esa oración, pero Remus perdió el hilo tras beber un sorbo de vino y pensar en el buen gusto de Sirius para elegirlos.

—Como sea, no era el día de San Valentín que tenía planeado.

—¿No? —Sirius, que se había descalzado, le tocó el muslo con un pie de manera insinuante—. ¿Y qué tenías en mente entonces?

—Irme temprano a la cama, y erm, lamentarme por mi triste vida amorosa, pero entonces llegó Dora y ¡Diox!, qué gran manera de retractarme por mi deseo.

Sirius frunció levemente el ceño. —¿Sólo eso? —Remus asintió—. ¿No pensaste que vendría?

—Bueno, era una posibilidad, pero... No teníamos planes, ¿o sí?

—Quería ser espontáneo. Por eso el vino, y uhm, los condones.

Remus sonrió para sí. —Deberías haber esperado por ahí...

Y ya que la noche era joven y ellos también, no tardaron en beberse el vino y con los condones a la mano moverse al dormitorio, haciendo de aquel San Valentín uno memorable para Remus en más de un sentido.


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