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Burn. Crash. Romance. por Marbius

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Lily no se tomó a la ligera las acciones de Dora cuando a la mañana siguiente Remus le puso fin a su expresión de ensueño (al parecer ella lo había pasado tan bien en la cama con su propio jugador de rugby) y le contó con lujo de detalles lo ocurrido.

—Esa... ¡Perra! —Gruñó Lily, pues protegía a Remus como a su familia, y le enfurecía pensar en la falta de escrúpulos que había demostrado Dora al estar dispuesta a endilgarle a éste un hijo que no era suyo sólo para salvar su propio honor.

—No le des más vueltas al asunto —dijo Remus, que pese a lo ocurrido, se sentía todavía tranquilo por el tiempo que Sirius había pasado a su lado—. Se ha terminado, esta vez para siempre, y el resto no me incumbe.

—No, ya sólo le queda al karma pasarle factura, aunque creo que ya lo hizo...

Remus rió con Lily de su broma, y pronto cambiaron de tema para conversar de sus respectivas noches.

En un acuerdo que sólo hasta la mañana siguiente habían descubierto, James le había pedido el piso a Sirius para llevar a Lily después de su cena y tener juntos una romántica noche a la luz de las velas y con pétalos de rosa en la cama. Lily no había estado muy impresionada con eso último luego de ver las sábanas manchadas con las rosas, pero a su vuelta había declarado que si bien la ejecución no había sido perfecta para la velada, las buenas intenciones de James lo habían compensado.

Por su parte, Remus no había tenido inconveniente en darle alojamiento a Sirius por la noche, ya que éste había hecho placentera su estancia en más de un sentido, y aunque al final había tenido que marcharse temprano en la mañana (con un suéter de Remus, ni más ni menos) bien había valido la pena compartirle la mitad de su cama por esa noche.

Con Lily y James saliendo para su romántico fin de semana en la campiña, Remus no había estado muy sorprendido cuando ni media hora después de que tuviera el piso para él, Sirius había hecho acto de aparición con una pequeña maleta para el fin de semana y una amplia sonrisa.

—Mi piso se sentía demasiado grande y solitario sin James ahí hablando de los últimos partidos de rugby de la temporada —dijo tras besar a Remus en los labios a modo de saludo—, así que deduje que sería lo mismo para ti, ¡y heme aquí!

Remus le dejó pasar. —Vale, pero no esperes que esto se parezca al fin de semana romántico de Lily y James. La semana entrante tengo exámenes, y planeaba estudiar.

En lugar de mostrarse desanimado porque su compañero de cama no tendría todo el tiempo para atenderlo, la sonrisa de Sirius no perdió encanto ni por un milímetro.

—Mejor aún. Así puedo quedarme contigo y así asegurarme de que comas bien y tomes tus merecidos descansos. Después de todo, yo también tengo mis exámenes próximamente, y me haría bien estudiar.

En un sorpresivo cambio a la rutina a la que se habían acostumbrado desde conocerse, Remus estudió con Sirius a lo largo del fin de semana, y aderezaron sus tiempos de descanso no sólo con sexo, sino también con siestas (abrazados juntos), caminatas (tomados de la mano) y la ocasional pausa para té en donde la charla ligera siempre se extendía por más de lo planeado.

Sirius se hospedó hasta el domingo en la tarde en que volvieron James y Lily, y al marcharse ellos dos, ésta última se giró hacia Remus y le preguntó cómo había estado su fin de semana.

—Seguro que no tan excelente como el tuyo.

—Oh, vamos —le riñó Lily de buena gana—, que tienes un chupetón en el cuello. ¿Pretendes en verdad hacerme creer que lo único que hicieron en estos tres días fue estudiar?

—No fue lo único, pero sí lo que más hicimos, Lils. En serio —dijo Remus poniendo los ojos en blanco—, también podemos estar en la misma habitación sin arrancarnos la ropa mutuamente.

—Y precisamente ese es mi punto —insistió Lily—. Cada vez más actúan como novios y no como amigos con derechos. Tal vez deberías hablar con Sirius y-...

—¿Qué, decirle que ya que ha sido él quien me convirtió en bisexual debe hacerse responsable de mí? No lo creo, Lily —dijo Remus, denegando con la cabeza—. Además, me gusta lo que tenemos.

—Porque prácticamente son novios. Sólo les falta el título.

—Nah, qué tontería dices. De momento somos amigos, y me empezaré a preocupar por el asunto de novios cuando quiera conocer a mi familia o presentarme a la suya.

—Tú espera y verás... —Dictaminó Lily, que para asuntos como ese, solía tener la última palabra.

Y la tuvo.

 

Un mes y medio después, Sirius consiguió por fin que Remus fuera su acompañante para visitar a los Potter en su casa, y éste no dejó de pensar que no encajaba en el grupo de cuatro, puesto que James llevaba a Lily para presentarla como su novia y Sirius a él para... Lo que fuera. Remus no quería pensar que fuera de mal gusto llevar a su ligue ocasional a pasar una semana en casa de sus padres adoptivos, pero ya que tenían más de seis meses viéndose de manera exclusiva y en casi todos los aspectos podían considerarse una especie de pareja, ya no estaba tan seguro de su título.

«Maldita seas, Lily, por poner ideas en mi cabeza», pensó Remus una y otra vez durante el viaje de ida, los cuatro en un automóvil del que James reveló ser dueño pero que había olvidado mencionarlo porque para él era más fácil moverse en Londres utilizando el transporte público que buscando estacionamientos.

Remus también sospechaba que James se había mantenido discreto en ese asunto porque era un vehículo de lujo, y frugal como era, Lily lo habría rechazado en el acto si a su primera cita acudía a llevarla en aquel automóvil que exudaba dinero.

En confidencias, Lily le había revelado a Remus lo incómoda que se sentía por pertenecer a la clase media baja con un novio como James, no por ella en sí, sino por la idea que tendrían sus padres de considerar que sólo estaba con su hijo por su dinero, y éste había hecho lo posible por tranquilizarla. Aunque dicha fuera la verdad, pese a lo mucho que Sirius le había insistido que los Potter eran personas sencillas y sin pretensiones a pesar de su dinero, Remus estaba listo para defender a su amiga si acaso los padres de James no la consideraban apta para llevar el apellido Potter.

—Espero todos hayan traído sus trajes de baño —dijo James de camino a la casa Potter—, porque no podemos irnos sin al menos un chapuzón en la piscina.

—¿En abril? —Preguntó Lily, pues además llovía y no tenía planes de pasar más frío que el estrictamente necesario para la temporada.

—Sí. No hay problema con el clima. Es una piscina interna, con caldera —dijo James como si fuera lo más normal, y ya que Sirius era quien estaba detrás de su asiento, fue éste quien le dio un golpe rápido en la coronilla—. ¡Ach, Padfoot!

—Lo siento, una mosca presumida se había colocado ahí —dijo éste, y James volvió a intentar establecer charla hablando del bosque colindaba con la propiedad y que también le pertenecía a su familia, pero Sirius volvió a atizarle otro golpe bajo la misma excusa.

Por último, Lily como copiloto sugirió escuchar la radio, y tarareando viejos clásicos fue que llegaron a casa de los Potter a buena hora.

Fleamont y Euphemia Potter resultaron ser mayores de lo que Remus y Lily habían calculado. James más bien parecía su nieto que su hijo, pero su afecto era absoluto al abrazar a su hijo, luego a Sirius, y después darles la bienvenida a sus nuevos invitados.

—Tú debes de ser Lily —dijo Euphemia con los ojos brillantes—. Jamie nos ha hablado tanto de ti. Sólo cosas buenas, por supuesto.

Remus se hizo a un lado mientras los padres de James ensalzaban a Lily y a sus buenas cualidades que con toda certeza James les había compartido, pero después fue su turno, y se sorprendió cuando Euphemia y Fleamont le hablaron como si fueran viejos conocidos. Tan enterados estaban de su vida, que hasta preguntaron por sus padres, sus estudios, y el último libro que Remus tenía en la mesita de noche y que había traído consigo para el viaje con intenciones de leer.

—Sirius nos ha contado sin parar de ti —dijo Fleamont, imitando el comentario de su esposa minutos atrás—. Siempre es bueno ver a nuestros muchachos tan felices.

Dispuesto a analizar el comentario después, Remus y el resto entraron a la casa de los Potter, que más bien podía catalogarse como una pequeña mansión y que James insistió en mostrarles porque había sido su hogar de la infancia.

Tras dejar el equipaje en sus respectivas habitaciones (James y Sirius en sus cuartos de siempre, mientras que él y Lily en las recámaras de los invitados), James les dio un tour por la casa y las propiedades, aderezando el lugar como guía de viajes al mencionar que “ahí di mis primeros pasos, y también tuve mis primeras caídas” y “siempre pensé que esa era la chimenea por la que bajaba Santa Claus en Navidad”, y que revelaron de él una infancia alegre si no es que solitaria hasta la llegada de Sirius.

El propio Sirius habló de los sitios más representativos para él en la casa, y a tiempo para conocer los jardines resultó ser hora del almuerzo, que por sugerencia de Euphemia fue en el jardín a la sombra de unos árboles. El clima era frío y soplaba una leve brisa marina traída desde lejos, pero resultaba agradable.

Así que comieron fuera, charlaron animadamente, y al terminar, Remus y Lily se ofrecieron a ayudar a limpiar, lo cual complació a Euphemia por sus buenos modales y se les unió frente al fregadero para ayudar con el acomodo de los trastes.

Mientras él se encargaba de lavar y Lily de secar la vajilla, Remus aprovechó para observar por la ventana a James y a Sirius ayudar a Fleamont a montar un par de hamacas en el jardín, y supuso que eran sin error para ellos cuatro. En el ínterin, Lily hizo más migas con Euphemia, y al terminar con los trastes, las dos ya se hablaban de tú y compartían datos de James.

—Creo que los chicos los esperan afuera —dijo Euphemia cuando las hamacas quedaron listas, y al salir Sirius y James les propusieron una digestiva siesta a la sombra de los árboles.

—Más vale que esta cosa no se venga abajo con mi peso —dijo Lily con cautela al recostarse en la hamaca, pero resultó ser tan firme que al cabo de unos minutos ella y James estaban abrazados en una y moviéndose perezosamente a un ritmo de lo más relajante.

—¿Quieres probar? —Sugirió Sirius, y Remus creyó que cada uno tomaría una hamaca diferente, pero al igual que sus amigos acabaron en una y estrechamente pegados.

—Esto es más pequeño que mi cama —dijo Remus con una risita nerviosa por la cercanía del cuerpo de Sirius al suyo. La hamaca favorecía un contacto lateral total, que sólo creció cuando Sirius se colocó de lado y le posó una mano en el pecho.

—E incluso así tu cama es uno de mis sitios favoritos —respondió Sirius, trazando círculos con sus dedos alrededor de su esternón—. Estás tenso. ¿Qué pasa?

—¿No le importa a los padres de James que...?

—Para nada —se apresuró Sirius a aclarar—. James les dijo que cada uno vendría con un alguien especial, y fueron ellos los que sugirieron esto.

Remus se mordió la lengua para no preguntar a qué se refería Sirius con ‘alguien especial’, pero ya que era una tarde fresca y Sirius un cuerpo cálido, no tardó en suplantar la modorra a su pánico y los dos quedarse dormidos a la sombra de dos árboles y meciéndose por fuerza de la brisa.

Daba igual si después despertaban con marcas de hamaca y un poco de dolor por la mala posición, porque al menos ese instante era perfecto.

 

—Es raro ver a Sirius sin su chaqueta de cuero, pero supongo que su nueva colección de suéteres de lana y cachemira lo compensa —dijo Lily un par de días después, los cuatro de nueva cuenta en el jardín y jugando un partido de tenis.

Mejor dicho, James y Sirius jugaban tenis, en tanto que Lily y Remus se refugiaban a la sombra y observaban a sus hombres sudar y despojarse una a una de sus prendas hasta quedar en shorts y con los torsos desnudos chorreando de sudor.

La vista era espectacular, por supuesto, pero como siempre Lily se había centrado en el único detalle sobre el cual Remus no quería escarbar a profundidad. En ese caso, Sirius y su nuevo pasatiempo de tomar prestado sus suéteres.

Con un look que no era determinado de antemano, Remus prefería vestirse con pantalones ajustados y suéteres grandes. Ese era su look desde siempre, y no pensaba cambiarlo, pero encontraba curioso que alguien como Sirius, de jeans todavía más ajustados y chaquetas de cuero que se ceñían a sus músculos, aprovechara sus descuidos para usar sus suéteres. A Remus no le importaba, no cuando Sirius se los devolvía oliendo a su fragancia y éste tenía oportunidad de enterrar la nariz en el cuello y deleitarse con su aroma personal, pero lo encontraba raro. Quizá un tanto curioso...

Pero claro, Lily también lo había notado, y más que eso, había tenido que comentar al respecto.

—¿Al menos notaste cómo-...?

—Sí, Lily —le interrumpió Remus—. Sí lo noté.

¿Y cómo no hacerlo?

Durante el partido, Sirius y James se habían ido quitando prendas sin mucho cuidado, tan sólo sacándoselas con agresividad por continuar el juego y dejándolas caer donde sea. Excepto el suéter de Remus. Para el cual Sirius había dejado ir del todo su raqueta y se lo había quitado despacio, doblado como listo para una tienda de ropa, y después dejado sobre una banca. Para el resto de las prendas no había tenido ese cuidado, y Remus tenía miedo de estar leyendo entre líneas.

—Sé honesta, Lily —dijo de pronto y con la garganta seca—. ¿Crees que-...?

—¿Le gustas a Sirius? ¿Qué el pobre va detrás de tus huesos como un pobre perro hambriento? —Le interrumpió ahora ella—. Sí. Rotundo sí.

—No era eso lo que iba a preguntar.

—¿No? Pues deberías. Esas respuestas siguen siendo válidas...

—Lils... —Dijo Remus con un gimoteo más propio de un crío pequeño que de un hombre en sus veintes—. No te burles de mí.

—No lo hago, incluso si todo esto es gracioso desde cierto ángulo...

Remus se enfurruñó, y se deslizó por la tumbona en la que estaba sentado hasta quedar en horizontal.

—¿Sabes cuál es mi único consejo? Ve por él. Esto ya no es un simple acuerdo de amigos con beneficios, aunque si me permites la crítica, nunca lo fue. James me ha contado que Sirius no ha visto a nadie más desde que sale contigo, y sí, Remus, tú y Sirius están saliendo. ¿Por qué si no te habría invitado a conocer a sus padres adoptivos? Incluso Euphemia mencionó lo feliz que está por ustedes dos... Si buscas señales de lo serio que va contigo, ahí las tienes.

Remus terminó por deslizarse en la tumbona y acabó mirando el cielo. —Vale... ¿Pero no podría ser él quien tomara las tiendas de este asunto e hiciera la gran declaración? Incluso con Dora fue ella la que me pidió salir y después ser novios. Esto de ser quien dé el primer paso es... aterrador.

—¿Y no lo es más la incertidumbre? —Rebatió Lily, que como siempre resultó ser la voz de la razón que Remus prefería ignorar—. No esperes demasiado. Sirius merece más que eso.

—Mmm...

Y dándole vueltas a si Sirius no merecía algo mejor que él, Remus se quedó en silencio para rumiar sus ideas.

 

Su última noche con los Potter consistió en una deliciosa cena, sobremesa con vino, y un paseo a los alrededores de la propiedad.

Remus había asumido que los cuatro darían juntos ese paseo, pero James y Lily tomaron el camino hacia la derecha y Sirius sugirió en ese caso tomar el de la izquierda.

—¿No nos perderemos? —Preguntó Remus, pues la propiedad se extendía hasta donde abarcaba la vista, incluyendo un bosque en la lejanía que también les pertenecía a los Potter.

—No, conozco este sitio como la palma de mi mano, pero por si acaso... —Y Sirius le tomó la mano—. ¿Qué tal te ha parecido?

—¿La casa? ¿Los Potter? —Remus entrelazó sus dedos con los de Sirius—. Todo ha sido maravilloso. Ahora entiendo por qué tienes ese brillo en los ojos cuando hablas de volver a tu hogar.

—Y espera a venir en el verano. Usualmente es cuando hacemos barbacoas al aire libre y acampamos. Será divertido  montar todo y pasar la noche durmiendo a la intemperie y bajo las estrellas. James siempre dijo que traería a su chica especial a pasar un momento inolvidable como ese, y parece que por fin se le ha cumplido.

—¿Qué, nunca ha traído a nadie aquí?

—No, Lily es la primera novia que Euphemia y Fleamont le conocen. Que para ser sinceros —dijo Sirius en voz baja—, James nunca fue del tipo de tener novias. Y no me refiero a ser un gigolo ni nada por el estilo, sólo realmente selectivo. Durante el internado salió con un par de chicas, pero nada serio, y después el rugby fue su pasión número uno, así que...

—Ya veo. Tendré que contárselo a Lily cuando le den sus ataques de ‘estoy saliendo con el capitán del equipo de rugby, el único hetero, y otra chica con mejores garras y colmillos puede robármelo’.

—¿En serio?

Remus rió entre dientes. —La verdad es que no. Lily es más del tipo de ‘si está conmigo es porque quiere, y si no es porque no’ y sigue su vida adelante, pero...

—¿Pero?

—En verdad ama a James. Y poder decirle que no tiene de qué preocuparse porque el sentimiento es recíproco seguro que la hará feliz.

—¿Casi tanto como enterarse que Prongs era uno de los dos heteros del equipo?

—Vamos, que tenía las probabilidades en su contra —le recordó Remus de buen humor—. Y James era tan... caballeroso. Lily ya se había resignado a tener un amigo gay que la tratara como reina cuando la verdad salió a la luz.

—Pobre Prongs —rió Sirius abiertamente, y Remus se le unió, porque después de todo la situación había sido de la más ridícula hasta que ese malentendido se solucionó y la feliz pareja por fin tuvo su final de cuento de hadas. O lo que a su edad se le acercaba, que era estar juntos con planes de mantenerse así hasta que fuera apropiado casarse.

Remus no dudaba que ese día llegaría para ellos dos, y seguido se preguntaba qué sería de él y Sirius para entonces. ¿Habría Sirius puesto final a su amistad con beneficios? ¿Habría superado Remus sus sentimientos y vuelto al camino de la heterosexualidad? ¿O...?

«Oh, pero mejor no pensar en eso», se riñó Remus, pues odiaba hacerse ilusiones de situaciones imposibles, como esa en la que se encontraba.

—Remus... —Dijo Sirius de pronto, rompiendo el silencio que sobre ellos se había instaurado.

Para entonces se habían alejado lo suficiente de la casa como para sólo distinguirla en la lejanía por sus luces, y eran sólo ellos dos enfrentándose a la nada de una noche estrellada y con luna llena que hizo a Remus sentirse intrépido a lo que se avecinaba.

—Corrígeme si me equivoco pero... —Dijo Sirius con la voz ligeramente tensa, y Remus apreció que la mano que todavía lo sujetaba se había tornado un tanto húmeda—. Tú y yo estamos juntos, ¿correcto?

A Remus la presión le subió y la bajó como en uno de esos juegos de feria que se precipitan al vacío. Un segundo estaba bien, y al siguiente se creyó al borde del desmayo. Con todo, se mantuvo impertérrito y su única reacción fue un parpadeo.

—Mira, Lily me previno de presionarte y todo eso, pero creo que al menos podemos hablar un poco del tema y llegar a un acuerdo.

—Sirius... —Musitó Remus, apenas moviendo los labios pero sin pronunciar sonido.

Sirius no le escuchó y siguió hablando. —Entiendo que todo esto sea nuevo para ti y que prefieras actuar lo más discreto posible, puedo vivir con eso, pero me gustaría al menos que entre tú y yo hubiera alguna clase de compromiso. Podríamos mantenerlo para nosotros, quizá incluir a James y Lily, pero si no quieres que así sea sabré aceptarlo y-...

—¿Uh? —Tras lidiar consigo mismo y forzarse a hablar, las palabras de Sirius sólo hicieron que Remus se confundiera—. ¿De qué hablas?

Sirius exhaló. —Que quiero estar contigo; es más, creo que ya estamos juntos, pero entiendo si todo esto es todavía demasiado nuevo para ti y prefieres que sea un secreto.

«¿Un secreto?», pensó Remus, que no podía imaginarse una razón válida para eso a menos que Sirius no quisiera admitir ante él mundo que alguien con su tipo estaría con alguien como él.

Lo único que no encajaba es que Sirius asumía que Remus era quien quería mantenerlo en secreto y... «Ah, ya entiendo.»

—Sé que no hace ni medio año que estamos saliendo juntos-...

—Querrás decir acostándonos juntos —corrigió Remus, y Sirius se aclaró la garganta.

—Erm, sí, y mi punto es que... Antes de eso tenías una novia, y por lo que entiendo, iban muy en serio tú y Tonks. Luego llego yo y... ¿Lo arruino todo? No sé, Lily nunca pudo aclararme si tenías tendencias homosexuales antes de conocerme y pasar la noche juntos. Sólo mencionó que entraste en pánico a la mañana siguiente, y que debía esperar a que fueras tú quien diera el primer paso.

Con su mano libre, Sirius le acarició a Remus la mejilla.

—He esperado a que me dieras alguna señal de que mis sentimientos por ti son recíprocos, y quizá estoy malinterpretando la parte de amistad con beneficios que tenemos, pero también creo que no es así.

Remus giró el rostro, buscando con ello el calor de la palma de Sirius.

—No era ni remotamente gay, o bi, o lo que sea... —Dijo Remus en voz baja—. Tenía a Dora y era feliz, pero...

Sirius le miró con ojos expectante.

—Sirius...

—Remus...

—¿Podemos terminar con esta confusión? —Pidió Remus, que de pronto se sentía ligero y listo para ahorrarse cualquier malentendido.

Sirius pareció ser de la misma opinión, porque dio un paso al frente y acabó por abrazarlo. —Vale, pero tendremos que hablarlo a consciencia más tarde.

—Oh, travieso —le riñó Remus, enterrando el rostro en su cuello, porque los Potter les habían asignado habitaciones separadas a las dos parejas, pero eso no había impedido que a mitad de la noche y muy temprano en la mañana se escucharan pisadas por el pasillo.

—¿Voy a tu habitación o tú a la mía?

Y porque por una vez quería tomar la iniciativa, Remus decidió que sería él quien buscara a Sirius.

 

Remus vio a Dora una vez más en el campus, con una enorme barriga de embarazo y expresión fatigada. Él se compadeció de la pila de libros que cargaban, y ya que ninguno tenía un compromiso previo, acordaron tomar un café para ponerse al tanto de la vida del otro.

Al final, Dora iba a ser madre soltera pero se había resignado y contaba con el apoyo de sus padres.

—Ellos siguen hablando maravillas de ti, aunque...

—Seh, me imagino —dijo Remus, pues había estado de visita en casa de los Tonks, esta vez como novio de Sirius, que lo había presentado con su prima Andrómeda como si ella fuera su segunda madre, que para el caso era la tercera, sólo después de Euphemia Potter.

Después de su estancia en Pascuas con los Potter, Remus y Sirius habían empezado a salir de manera oficial y pública, y su relación iba tan en viento en popa como la de James y Lily.

Básicamente se habían convertido en una de esas parejas que salía en citas con otras parejas, y salvo la parte sexual, conformaban un cuarteto bastante unido y con prospecto de durar muchos años, sino es que toda una vida.

—Me alegro por ti, en serio —dijo Dora en un momento durante su café—. Se te ve feliz como nunca. Mucho más de lo que fuiste conmigo al menos.

—No digas eso. Fuimos felices.

—Sólo no como ahora lo eres —dijo ella, con una sonrisa triste—. Sé que es raro, pero da igual, ya sales con mi tío segundo... ¿Te gustaría ser el padrino de mi bebé? Sé que intentar que fueras el padre fue una terrible jugarreta, pero no estaba lista para decirte adiós. Sigo sin estarlo, pero ahora que seremos familia política al menos quiero que mi hijo tenga un vínculo contigo.

—Vale —dijo Remus—, seré el padrino de tu bebé.

—De Teddy —aclaró Dora con una sonrisa—. Se llamará como papá.

—Bien, de Teddy.

 

Remus volvió a su piso para contarle a Sirius la noticia, que lo recibió en brazos en el sofá y le avisó que Lily pasaría la noche con James en su piso.

Ya que Sirius se hospedaba casi tanto con él como Lily con James, Remus había pensado que no tardarían en hacer un cambio de compañeros, pero de momento estaban bien así. Sus respectivas relaciones todavía estaban en proceso de crecimiento, y ya habría momento de sentarse los cuatro y sacar ese tema a colación.

Mientras tanto, podían disfrutar de lo que tenían.

—Así que serás padre... —Le chanceó Sirius, recostado entre las piernas de Remus y con la espalda apoyada en su pecho.

—Padrino —le corrigió Remus, jugando con su cabello.

—Haré que James y Lily me dejen ser padrino de su primer bebé.

—Si eso te deja dormir en las noches...

—Oh, pero eres tú el que no me deja dormir por las noches... —Replicó Sirius, rotando el cuerpo hasta quedar bocabajo entre las piernas de Remus—. ¿Te enseño cómo?

Remus se mordió el labio inferior. —Si insistes...

—Y lo hago —dijo Sirius, que le plantó un beso en el esternón y empezó su camino en descenso.

Así que de espaldas y con Sirius demostrándole por qué era bueno tenerlo como compañía, Remus acordó consigo mismo que bien había valido perder una novia y ganar un novio esa misma noche.

También perder suéteres que dicho novio tenía por costumbre tomar prestados sin antes preguntarle, pero ya que le sentaban tan bien como su sempiterna chaqueta de cuero, Remus no tenía quejas.

En lo absoluto, especialmente en el aquí y el ahora.

—¿Así Remus? —Preguntó Sirius, bajando la cremallera de sus pantalones y respirando encima de su erección.

—Sí, Sirius, así... ¡Ah!

 

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Notas finales:

Yep, Dora tomó una mala decisión, pero al final todo salió bien porque Sirius supo apreciar a Remus como merecía :)
Igual que siempre, estoy agradecida por quienes llegaron a leer hasta las últimas líneas, este texto incluido, y me encantaría saber su opinión del fic. Una simple línea me alegraría el día, se los juro~
Graxie.


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