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No debo decir mentiras por Whitekaat

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Notas del capitulo:

La última actualización del año, espero la disfruten.

Los inivito a leer mis demás historias. wattpad.com/user/JEllioot

 

 

CAPÍTULO X

 

— Que sucede— Era una mirada penetrante, aquella mirada del mismo color que la de él se fijaba en su figura antes de siquiera dar un bocado a su cereal con leche de esa mañana.

— Nada mamá— claro que nada, aprovechaba de auto convencerse a sí mismo el castaño.

— Jioh, soy tu madre sé que hay algo te preocupa y llevas así más de una semana. — Desde que comenzó la universidad quiso rebatir a su madre, pero prefirió morder su lengua.

— Nada importante mamá, sólo me pelee con Fá, eso es todo —

— ¿Qué hiciste? —

— ¿Por qué crees que fui yo? — preguntó entrecerrando sus ojos con una mueca de indignación en su rostro.

— Él tuvo la culpa, quiso obligarme a mantenerme alejado de un amigo sólo porque a él no le gusta que me junte con él. —

— ¿Sólo un amigo? — a veces su madre era demasiado intuitiva para esas cosas, y además se le sumaba que sus ojos siempre lo delataban, una muy mala combinación para mentir.

— Algo así. No estoy saliendo con él, sólo nos estamos conociendo. —

— Sabes cómo es Phrae, te cuida igual o más que Nick pero es malo en hacerse entender, habla con él — su madre le sonrió dándole además una caricia en su mejilla.

Su madre adoraba a su mejor amigo, incluso en varias ocasiones había admitido frente a él que sólo gracias que Phrae siempre estaba ahí observándolo ella podía estar tranquila.

— No sé si quiera hablar conmigo, no me ha escrito desde el lunes. Debe seguir molesto por lo de las publicaciones, pero en eso yo no tuve la culpa. —

— ¿Publicaciones? — Jioh se maldijo por hablar de más.

El chico sacó su celular viendo cómo aún subían un par de publicaciones de ellos por redes sociales, pero con menor frecuencia que las de antes, y buscando las más antiguas, o más bien las que iniciaron todo el enredo le entregó su celular a su madre para que viera y leyera por ella misma porqué su mejor amigo debía seguir aún molesto.

El menor se enfocó en la mirada atenta de su madre, en como seguía con sus pupilas los videos y bajaban a leer comentarios, en como su entrecejo se fruncía en ocasiones o como también sus ojos se abrían en sorpresa por mucho que quisiera reprimir sus expresiones; como su hijo que más se le parecía, Jioh de su madre había heredado la capacidad de un rostro que no miente y el cómo su cara reflejaba todo lo que no decía.

— Hijo... sé sincero conmigo, hay algo entre...— Su madre iba a hacerlo, y antes de que terminara esa horrible frase tuvo que intervenir.

No podía culpar a su madre por pensarlo, por replantear la relación que tenía su hijo y su mejor amigo, sobre todo teniendo escenas de un cariño poco habitual entre chicos y sumándole además la capacidad de edición dignas de novelas por parte sus compañeros de universidad. Pero Jioh debía negarlo porque aunque pareciera que ellos sí compartían más que una amistad eso no tenía ni siquiera una pizca de ser verdad.

— Claro que no, mamá. Somos amigos con Fá, nos conocemos hace quince años, nunca he sentido nada por él y él tampoco lo haría porque le gustan las chicas. —

— Jioh, eso yo lo sé, los vi crecer juntos, es sólo que... bueno eso no importa ahora, habla con Fá. Son adultos y arréglenlo como tal. —

El muchacho de cabello castaño cobrizo quiso rebatirle a su madre, decirle que no tenía por qué ser él quien diera ese paso a pesar de que gran parte de que no se hablaran durante toda esa semana también era culpa de él al huir incansablemente de su amigo y de la imagen que había visto el martes por la noche, de cómo se refugió en sus estudios y en las conversaciones con Pete para estampar en su cabeza las imágenes de su beso con el chico pelinegro y no la de su desnudo mejor amigo.

Pero Jioh sabía que no podía escapar de la mirada de su madre y estaba seguro que si seguía indagando en su mirada encontraría más de lo que debería saber y el menor no estaba dispuesto a dejarlo salir y menos ante su madre.

Asintiendo con la cabeza volvió su mirada a su plato de cereal para dar el primero de los bocados de ese día sábado mientras pensaba en cómo debía abordar su conversación con su castaño amigo.

Mientras pensaba, daba otra cucharada y su madre tarareaba un canción que sólo ella conocía, con otra cucharada que llegaba a su boca se daba cuenta que no tenía idea de lo que le iba a decir a Phrae fuera de un "lo siento" y que de paso que dejara de ser un idiota. Con otra cucharada y con un mayor concentración de glucosa en su sangre se daba cuenta que quizás insultarlo al final de su frase inicial no sería una buena idea.

Pero el chico ya no tenía más tiempo para pensarlo porque las cucharadas de cereal con leche se habían acabado y su madre apenas se había dado cuenta quitó el plato frente a él para comenzar a lavarlo.

Con paso lento y desganado abandonó su hogar hasta llegar a su punto de destino, que para su mala suerte no tomó más de veinte pasos en suceder. Al tocar la puerta y girar la manilla anunció su llegada a la casa como siempre lo hacía siendo recibido por la sonrisa de la matriarca de la casa Má Rose, la abuela de Phrae.

— Buenos días, Má rose —

— Buenos días, querido— ambos se estrecharon con un abrazo, con la que vendría siendo casi su otra abuela, por lo mucho que quería a aquella sabia y amable mujer.

— ¿Y Tía Emma? —

— Fue a comprar algo para el desayuno ¿Ya comiste? —

— Si, descuide sólo vine para pasar a saludar. —

— Phrae está arriba, aún duerme. Si quieres puedes despertarlo — comentó la anciana de cabellos canosos con una sonrisa en su rostro.

— Le hará bien que arreglen las cosas. Lleva una semana con el ceño fruncido, es igual de orgulloso que su madre; A veces pienso en qué hice mal para que ambos tuvieran el mismo carácter del abuelo. —

Todas las mujeres que los rodeaban los conocía demasiado bien cuando algo andaba mal, su madre con una sola mirada lo notó y la abuela de Phrae sólo con ver las actitudes de su nieto lo sabía y estaba seguro que su tía Eve también tendría alguna idea. Para esas mujeres ellos eran un libro abierto a tal punto que le causaba hasta temor ocultarles algo de importancia.

Jioh hizo un puchero lamentando no poder alargar esa charla pendiente y ante la risa de la anciana caminó escaleras arriba, dio los pasos necesarios hasta llegar a frente a la habitación de su amigo.

Dio un gran suspiro para armarse de valor y expulsar todo el nerviosismo que guardaba dentro de él. No tocó, no golpeó, sólo giró la manilla despacio y se adentró a lugar iluminado por apenas unos rayos de sol que se alcanzaban a colar entre las cortinas, Jioh sabía que Phrae tenía malos despertares, más aún cuando era una persona quien perturbaba sus sueños y no una alarma.

El muchacho era cuidadoso con sus pisadas, con sus movimientos esquivando la ropa que había quedado tirada en el suelo y también lo fue al sentarse sobre la cama.

— Fá — nombró mientras tocaba su hombro por sobre las cobijas. Sus ojos permanecían cerrados y sus cabellos revueltos.

Jioh obtuvo apenas un murmullo como respuesta en su primer intento.

— Fá — volvió a insistir ganándose un gruñido un poco más notorio.

— Fá, lo siento, no quiero que sigamos molestos —

— No creo haber exagerado pero si debí haberte escuchado sobre todo cuando estuviste preocupado por las publicaciones. — siguió.

No recibió ninguna respuesta, el rostro de su mejor amigo seguía luciendo dormido, con sus ojos cerrados y expresión calmada, sus cabellos revueltos le recordaban a cuando dormían juntos de pequeños y cada mañana amanecía con un molde perfecto de la almohada pegada a su cabeza.

Jioh suspiró creyendo que todas sus buenas intenciones y las ganas de arreglar las cosas con Phrae habían quedado en nada y que su intento había sido desperdiciado; no le alegraba para nada pero prefería no añadir a la lista la insistencia de irrumpir su sueño.

El castaño había decidido marcharse y quizás encontrar alguna otra oportunidad para conversar, o al menos eso pensó al comenzar a levantar su cuerpo de la cama.

Pero esa oportunidad llegó antes de lo esperado porque la mano que estaba sobre el hombro de su amigo fue tomada desde la muñeca mientras que todo su cuerpo era jalado con algo de fuerza para dejarlo acostado sobre la cama junto al "adormilado" con sus ojos mirando al escritorio y su espalda contra él.

— Yo tampoco quiero seguir molesto contigo, Ji — habló con una voz grave y somnolienta.

— Creí que dormías y no me habías oído —

— Sueles ser más sincero cuando crees que la gente no te escucha. Lo siento, no tengo ningún poder para elegir con quien te juntas y a quien elijes como amigos, sólo entré en un estúpido modo sobreprotector, no lo volveré a hacer, lo prometo. —

— Gracias por querer cuidarme siempre papá, Fá — respondió riendo el más bajo aún recostado.

— Bien, ahora déjame dormir —

El chico de ojos color avellana volvió a reír ante el bostezo repentino y el aire tibio que llegó a parar a su nuca, ahora las cosas estaban mejor, o al menos esperaban que volvieran tomar su rumbo normal, en donde la compañía de Phrae era divertida y relajante como un sedante.

— No puedo, tu madre fue a comprar el desayuno, tendrás que despertar pronto. — Jioh sintió gruñido y su mente completaba esa vaga respuesta añadiéndole además un probable ceño fruncido en la frente de Phrae.

— Hueles bien hoy —

— Siempre huelo bien —

— Eso podría entrar en discusión — rio el de cabellos castaños oscuros mientras el otro sonreía al sentir que aquella incomodidad que lo había atacado durante toda una semana desaparecía.

Jioh cerró sus ojos sintiéndolos más cansados, como si por fin pudiese descansar después de días de un mal dormir.

Otro bostezo se escuchó a su espalda el cual lo terminó contagiando, aumentando sus ganas de dormir y provocando humedad brotar de sus lagrimales. Entre la sensación relajante del cuarto y al calor que conservaba el cuerpo del otro dio un par de pestañeos buscando luchar contra lo inevitable, podía asegurar que Phrae ya dormía y él por su parte estaba a punto de pasar por lo mismo.

Sus intentos en mantenerse despierto no dieron fruto alguno ya que tras un par de pestañeos y un último bostezo terminó entregándose a los sueños.

//**//

Si era un deja vú no lo sabía, al menos esta vez sí que no tenía tiempo para preguntárselo porque otra vez iba llegando atrasado a su encuentro con el chico mayor, Jioh al estar cerca del punto de encuentro agradecía la sonrisa con la que Pete le sonreía al verlo. Otra vez estaba igual de guapo, cabello peinado, camiseta gris, gorro blanco, pantalón negro con líneas a los lados y zapatillas en el mismo color. Sencillo pero perfecto para destacar entre la multitud y llevarse las miradas de quienes pasaban cerca.

— Esta vez sólo fueron cinco minutos de retraso, un nuevo record — comentó el pelinegro al recibirlo.

— Perdón por hacerte esperar — contestó en un puchero que se transformó en una cara de sorpresa al recibir un repentino abrazo de bienvenida seguido de un "vamos" en su oído.

Al parecer ese día no pretendía ser ostentoso, no era un día de películas, no era un día de ir a comer o un día de compras, era un simple paseo por el parque, fotografías entre ambos frente a los árboles y bellos paisajes, fotos que se tomaban cuando el otro estaba desprevenido y tenía una cara graciosa, capturas a flores bonitas que terminarían publicadas en la cuenta de Jioh; un día normal y agradable entre ambos, compartiendo sonrisas, roces de sus dedos entre la multitud, silencios prolongados cuando sus rostros se encontraban y comenzaban a acercarse pero que se terminaban por alejar al sentir personas pasar cerca de ellos.

El tema del beso no había sido nombrado desde que ocurrió, ni cuando hablaban en la universidad ni cuando se escribían por su celular, Jioh durante esa semana hasta pensaba que había sido mentira o algún impulso del cual su nuevo amigo se arrepentía y que no deseaba volver a repetir, pero el castaño prefería no insistir al respecto, suprimía en su interior la necesidad de respuestas claras y seguridad que lo querían llevar a escribir mensajes con preguntas directas sobre qué sucedía con ellos.

La tarde comenzaba alzarse en el horizonte, y pese a que sus pies dolían, seguía manteniendo el entusiasmo de pasar más tiempo con Pete, de mantenerle el paso hacia un supuesto bello lugar para apreciar la puesta del sol, Jioh seguía el ritmo del pelinegro aún con sus piernas un poco más cortas que se cansaban más rápido al tratar de caminar a su costado.

Cuando el chico de ojos avellana vio una enorme escalera sintió una especie de dejavú y con eso unas ganas de ponerse a llorar por adelantado por el sufrimiento y martirio que tendría al otro día para simplemente levantarse de la cama, pero las palabras de aliento de Pete lo mantenían con energía y le entregaban la fuerza para levantar un pies tras otro en esa horrible cruzada.

Jioh odiaba las escaleras de una manera que nadie podría imaginarlo.

Pero una nueva sensación de energía renovada lo invadió cuando su mano se encontró enlazada a la de Pete, Jioh a un paso más atrás veía como el sol teñía destellos rojos en el cabello negros de Pete, observaba su espalda ancha y su largo cuello mientras que con su mano estirada hacia atrás lo seguía encaminando hasta su destino.

El estudiante de publicidad ya no sabía si su corazón palpitaba desmesuradamente por estar al borde de un ataque al corazón por el esfuerzo físico o por la intimidad que estaba compartiendo con Pete, la necesidad que sentía por aclarar el tema del beso se hacía más plausible y comenzaba a acumularse en su boca con la amenaza de salir disparado en cualquier momento.

Una fuerte bocanada de aire entró a sus pulmones al subir su pie al último escalón, la meta se asomaba esplendorosa ante él. Al llegar al final de las escaleras Jioh vio una pequeña plazuela con unos bancos y la hermosa vista prometida de la ciudad con el sol escondiéndose por el horizonte entre tonos naranjos, amarillos, morados y rosa, con las nubes teñidas en oro.

— Qué lindo —

— Sabía que te podría gustar, Jioh —

Sus manos aún seguían unidas mientras el pelinegro caminaba guiándolos hasta una de las bancas para sentarse. El más bajo sentía las ganas de soltar una pequeña lágrima al finalmente dejar descansar sus adoloridos pies.

La vista era hermosa, la compañía era la ideal, pero las ganas de auto-sabotearse y arruinar toda su templanza y sus palabras de ir con calma ansiaban por aparecer, más aún cuando el dorso de su mano era acariciado por el pulgar de Pete, cuando su perfil se le hacía más guapo que antes con las luces doradas sobre su rostro y más aún cuando sentía las ganas de cortar el aún más el poco espacio que quedaba entre ellos.

— Jioh, la verdad es que quería hablar algo más contigo. —

Aquellas palabras se volvían a repetir en su mente como una maldición que lo estaba atormentando desde hace bastante tiempo.

— ¿Qué cosa? — y como las otras veces, nuevamente siguió ese juego del no saber que ocurría

— Me agradas, creo que eres muy divertido, amigable, me gusta salir contigo y además creo que eres lindo —

— Y por todo eso no quiero echarlo a perder haciéndome ilusiones propias, no quiero apurar las cosas, quiero conocerte aún más, pero sabiendo que quizás puedas sentir un poco lo mismo que estoy sintiendo yo. — Prosiguió.

— No quiero hablar sobre noviazgo si tú no quieres. Pero me gustaría al menos que me dieras la oportunidad de conquistarte. —

El castaño cobrizo se mantenía inmóvil, porque frente a su pronóstico fatalista de una nueva salida de copas con sus amigos por decepción amorosa se estaba trasformando en una salida de copas de celebración.

— ¿Me dejarías conquistarte, Jioh? —

— Creí que lo habías empezado hacer el lunes — respondió obteniendo una sonrisa por el pelinegro tomándolo como una respuesta afirmativa.

Su dedos aún permanecían entrelazados, sus rostros con sonrisas en las comisuras se fueron acercando hasta encontrarse frente a frente acortando la distancia, para finalizar uniéndose entre ellos, degustando, sintiendo la calidez de los labios del otro, sintiendo el olor a perfume que llevaban ese día colarse por sus fosas nasales aumentando la intensidad y la intimidad del beso.

— Creo que eso significa un sí — Pete le sonreía, y Jioh sabía que sus labios se encontraban igual o hasta más curvados que los de él por la felicidad que sentía.

 

 

 


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