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El Príncipe Cautivo por chibigon

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen, no espero ofender a nadie, solo escribo por diversión y son fantasías mías.

 

Es un Destiel y un AU, ambientado en un mundo de fantasía medieval. Es el segundo de una serie de tres fics sobre temática de príncipes, reyes y reinos de diferentes naturaleza:

 

1° Está en un ambiente fantástico.

 

2° En un ambiente medieval.

 

3° En un ambiente oriental árabe.

 

También tienen clasificación para adultos. Lo pondré en las advertencias cuando sea el capítulo.

 

Les puse una etiqueta #serieprincipescaidos no sé si funcione, pero es la primera serie que subo a wattpad.

-1-

El Príncipe Cautivo

Por Ladygon

 

Capítulo 1: La batalla perdida.

—¡No puedo hacerlo! —gritó el príncipe Dean con gesto de desesperación.

—Dean, tú puedes —dijo el príncipe Sam, tratando de tranquilizar a su angustiado hermano.

—No lo haré. Es peligroso y papá puede morir —dijo Dean asustado.

Pocas veces vio a su hermano asustado, lo cual decía la seriedad del asunto.

—Estamos en guerra. Las personas mueren. Quizás nosotros también moriremos —arguyó Sam amargado.

—No digas eso Sam, por favor —pidió su hermano con angustia.

El choque de las espadas inundaba el ambiente. Los gritos de guerra, los chillidos de las personas mutiladas, el olor de la sangre envuelta en humo y cenizas. Toda una verdadera locura y su hermano le pedía separarse de él para proteger a su madre.

—Sammy, mamá está bien en el castillo. Bastante resguardada por Bobby. Te necesito aquí, en el campo de batalla para proteger las espaldas de papá.

En eso venía un duro golpe de un soldado enemigo en el fragor de la batalla. Dean le hizo el quite y lo ajustició con su espada. El tipo clamó un chillido aterrador antes de caer al piso.

—Lo siento, Dean, debo ir —dijo Sam, corriendo rumbo al castillo.

—¡No, Sam, Sam! ¡Maldición! —gritó Dean con todas sus fuerzas— ¡Maldito seas Sammy! —dijo entre dientes con coraje.

Y siguió luchando, ahora con una rabia desmedida. Tanto así, que la armadura plateada, ya no le pesaba como antes y pudo correr al lado de su padre, en la cabecera de la lucha.

La guerra se cernía sobre el pequeño Reino Winchester frente al poderoso Reino de Novak. Su rey Lucifer, era un verdadero monstruo malvado, que lo único que quería era arrasar con su pequeño pueblo, saquear las pocas riquezas que tenían, violar y matar todo a su paso, para luego convertir al reino en una más de sus provincias conquistadas. Eso no podían permitirlo por ningún motivo, pero carecían del poder necesario para combatirlo de forma efectiva. Tenían pocas o nulas posibilidades de ganar y menos probabilidades de sobrevivir, ya que el rey Lucifer, acostumbraba ejecutar a las familias reales de los pueblos conquistados para así, evitar futuros problemas y reclamaciones del trono.

Pero lo que más mosqueaba a Dean, fue la prepotencia de ese maligno rey, quien nunca les dio oportunidad de evitar tan desastroso desenlace. Él los quiso invadir, sí o sí, sin miramientos de ningún tipo y sus mensajeros de paz, totalmente masacrados. Frente a esto, no les quedó más remedio que defenderse. Y a duras penas lo hacían, pero lo hacían, se defendían con toda su armada, porque era evidente que después de esta lucha no había otra. La gloria de la batalla, se cernía en este campo a los pies del castillo Winchester para ser recordados como un reino de gloria. Daría lo mejor de sí, todos darían lo mejor de sí y morirían con honor.

Su hermano Sam, también debía morir ahí, al lado suyo, al lado de su familia, aunque pensándolo bien, quizás era lo mejor. Sam moriría al lado de su madre y todos sus seres queridos estarían a salvo en los brazos de la muerte. Eso no sonaba tan malo, si morían con gloria y fama, pero si morían derrotados, deshonrados  y humillados, sería peor que la muerte.

Otra hilera de muertos en su paso  y le decía que venían a fulminarlos de la faz de la Tierra. El impresionante rey, porque no había otra forma de describir a ese caballero negro sobre su corcel, iba directo hacia su padre, así que corrió a su lado para hacer frente a tamaña amenaza. 

El rey John luchaba con su espada ensangrentada, con otro caballero de pesada armadura. Entretenido en esto, no veía al oponente sobre su hombro. Dean logró interceptarlo en el momento del choque y de esta forma, logró salvarle la vida a su padre por el momento. Siguieron peleando, solo para defender sus vidas, pues la desigualdad era evidente.

—¡Papá, cuidado! —gritó Dean y volvió a salvarlo.

Esta vez se pusieron, espalda con espalda, para aguantar el azote. Resistieron bien, pero el embate del caballero negro, fue muy potente y Dean salió volando. El golpe en una piedra lo dejó con la mente nublada, entre lo poco que pudo ver, fue la confrontación de su padre con el Rey Negro. Una confrontación tan increíble, que las espadas parecían echar chispas de colores en una especie de explosiones.

Las siluetas de ambos contrincantes se veían poderosas. Dean no pudo dejar de sorprenderse al respecto, pero la imagen estaba borrosa y cada vez difícil verla. Hasta que las siluetas estaban negras y luego nada. Los gritos y el olor de la sangre penetraron en su inconsciente, formando un sueño infernal, donde parecía no tener fin la desesperación.

En esa pesadilla, todos sus miedos se hicieron realidad. La muerte era algo que no concebían, pero el deshonor era peor que eso. Aun así, ver a su familia morir tampoco era opción. Solo el morir, antes de que eso pasase estaba bien y dentro de su inconsciencia se dejó llevar por la muerte, en un momento casi feliz, porque no vería el horror de nada más.

Sin embargo, las cosas no salieron como deseaba. El cruel destino, siempre presente en estas situaciones, se alzó para destruir su mundo ya destruido por la guerra. Dean despertó en una mazmorra en la parte alta de la Torre de los Condenados. En ese lugar, iban los presos de los peores delitos cometidos en su reino. La celda estaba sucia con un poco de paja en el suelo, el olor a moho impregnaba el ambiente. En su tobillo derecho tenía un grillete con una cadena larga clavada en la pared. Como pudo se levantó trastabillando y se acercó a la puerta de gruesa madera, la cual tenía una pequeña ventanilla con barrotes.

—¿Hola? —gritó— ¿Hay alguien ahí?

—¿Dean? —se escuchó despacio, luego un grito— ¡Dean! ¡Dean! ¿Estás bien?

—Sammy, estoy bien, ¿y tú? ¿Dónde estás?

—Ah, qué alivio —dijo con un suspiro—. Estoy bien, estoy con mamá y papá en una de las celdas. Papá no está bien, Dean.

Eso era mejor que creer que estaba muerto, como fue lo razonable en pensar, pero no lo dijo a su hermano.

—¿Y mamá?

—Mamá está bien también Dean, está cuidando a papá. Está muy herido.

En eso se escuchó una voz burlona.

—Lamento interrumpir la reunión familiar, pero el rey Lucifer ordena la presencia del príncipe Sam ante él —dijo un hombre de color, calvo y de contextura gruesa.

—¿Quién eres? —exigió Dean.

—Mi nombre es Uriel, soy hermano del rey Lucifer. Así que más respeto.

Sam y Dean guardaron silencio. Sacaron al príncipe Sam de la celda que compartía con su madre y su padre.

—Tranquila mamá estaré bien —le dijo Sam con un apretón de mano—. Tú cuida a papá.

La reina Mary asintió con angustia. Sam fue llevado con las manos encadenadas y escoltados de los brazos por dos guardias, miraba hacia atrás para ver la celda de Dean y alcanzó a ver sus dedos entre los barrotes. De alguna forma eso le dio fuerzas y caminó hacia su destino.

No vio inmediatamente al rey Lucifer, sino que lo enviaron a bañarse y cambiarse ropa. Ya limpio y perfumado, fue a encontrarse con el rey Lucifer, pero grande fue su sorpresa al ver que no lo recibió en la Sala del Trono o en el Despacho Real, sino en la Cámara Real, más específicamente, en la antesala de la cámara, la cual estaba separada con una pared falsa y donde se acostumbraba a recibir a los consejeros. Era una especie de oficina, biblioteca, comedor, donde sus padres también acostumbraban a desayunar.

Ahí estaba Lucifer, sentado en la mesita de desayunar, la cual estaba llena de manjares y él, tomando su desayuno de chocolate, natilla y pastelitos como si nada. Esa imagen tan surrealista dejó perplejo a Sam, a quien le quitaron los grilletes y lo dejaron solo con el diablo.

—Siéntate —ordenó—. Estos pasteles de tu reino son muy ricos.

Sam se sentó como hipnotizado, luego se movió incómodo en el asiento mientras veía comer a Lucifer.

—Supongo que sabe que hay una razón por la cual la familia real todavía sigue respirando, ¿no?

—Sí —contestó con simpleza Sam.

—Bueno, esa razón eres tú —dijo llevándose, la taza de chocolate a los labios y dar un sorbo con elegancia.

—¿Yo? —respondió Sam extrañado.

—Quiero que seas mío en todas las formas posibles —anunció Lucifer.

Sam quedó de piedra

—¿Q… qué?  —reaccionó.

Lucifer se acomodó en su asiento, lo miró de frente y juntó las yemas de sus dedos.

—No me malinterpretes. Si quisiera solo follarte, ya te habría atado a la cama y violado, repetidas veces.

Sam sintió un escalofrío increíble recorrer su espalda.

—Quiero mucho más que eso. Quiero que te entregues a mí —confesó Lucifer.

—Eso no… no sucederá… —dijo Sam con una sonrisa ladeada y descolocado, totalmente.

—¡Oh, claro que lo harás! Si no quieres ver a tu querida familia convertida en una masa sangrienta.

La sonrisa de Sam murió en sus labios. Sam trataba de todas las formas posibles, entender la situación. Por un momento pensó que Lucifer estaba bromeando y le quería jugar una de las grandes, pero tenía una cara de seriedad poco conocida en su mundo. Los conquistadores de reinos acostumbraban a tomar a la familia real y destruirla de una u otra forma, sino era la muerte, las despojaban de su honor, convirtiéndolos en esclavos sexuales o, en el mejor de los casos, en consortes. Así que la conversación era, escalofriantemente, lógica.

—Ten en consideración —siguió Lucifer—. Que invadí al Reino Winchester, solo por ti.

—¡Cómo! —chilló Sam.

—Solo para tenerte a ti, invadí este reino.

—No mientas —dijo Sam—. Invadiste Winchester, porque es un reino próspero y lo quieres anexar a tu imperio.

—Reconozco que debí hacerlo mucho antes, pero tu hermano es complicado. Dejarlo en libertad de actuar no nos conviene. Se casará con mi hermano Miguel.

—Eso no pasará.

—Veremos. Primero de ti depende la sobrevivencia de todos, porque si no te casas conmigo, te haré mi querido.

—¡Antes muerto!

—… Si no puedo tenerte de ninguna forma, no tengo por qué dejar a los otros vivos. No tendré razones, ¿o sí? Mi objetivo eres tú y sin objetivo no hay meta. Puede existir el caos ¿Cómo puedes obligarme a vivir sin ti? —dijo con cara de cachorrito que no le salió muy bien.

A esta altura, Sam no sabía si el tipo seguía burlándose de él o en realidad, estaba perdidamente enamorado. Algo que lo confundía en lo más profundo de su ser y que no concordaba con el perfil malévolo de ese rey usurpador, aunque debía saberlo, ya las cosas llegaron demasiado lejos.

—¿Estás de broma? ¿No? —preguntó un confundido Sam.

La sonrisa maligna como pícara surgió en el rostro del monarca.

—No podría hacer eso. Hablo muy en serio.

Entonces la cosa era grave con ese nivel de obsesión, que presentaba ese sujeto. No tenía muchas cartas que jugar, sus opciones limitadas, no estaban todas en sus manos, sino también, en las manos de su hermano Dean, porque si su hermano se negaba a casarse, Sam lo apoyaría y entonces, morirían todos en vergonzoso deshonor. Así estaban las cosas. El tipo lo violaría tarde o temprano.

—Antes debes prometerme una cosa —dijo Sam, pensando a toda velocidad.

—Lo que tú quieras —asintió con sumo interés Lucifer.

Incluso se inclinó hacia adelante, poniendo toda su atención en la petición de Sam, sin una pizca de burla, lo cual extrañó al otro. Estaba muy serio.

—Tu hermano Miguel es el rey del Imperio del Norte. Si se casa con Dean, este tendrá que irse y dejar Winchester. Quiero que mi hermano permanezca en Winchester a salvo, junto a mi familia —pidió Sam.

Lucifer lo pensó. Eso se notó a leguas.

—Mmmmh, es difícil. Miguel necesita casarse y tu hermano es buen partido. Confieso que me gustaría ver a Dean doblegado por Miguel, sería un gran espectáculo —dijo Lucifer, sobando sus manos.

Sam sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Pero… —continuó Lucifer—. Si estás dispuesto a cumplir con mis términos, no puedo negarme. Dean puede quedarse en Winchester junto con su familia…

Sam sintió que despegaba de la tierra de felicidad, pero la siguiente palabra volvió a aterrizarlo.

—… Solo… si se casa con uno de mis hermanos.

—No… —comenzó a decir Sam.

—Puede elegirlo —interrumpió Lucifer como dando una solución—. Tengo muchos hermanos.

—Pero él…

—Sam —comenzó diciendo Lucifer—. Seamos honestos, no puedo dejar al príncipe heredero en su reino como si nada. Winchester ha sido conquistado por los Novak y esa es la realidad de tu familia. Winchester le pertenece a Novak, por eso yo reclamo este reino a través de sus príncipes. A ti te haré mi Consorte Real de mi Imperio del Sur y el príncipe Dean, será Consorte Real de uno de mis hermanos, quien gobernará Winchester.

—¿Le quitarás el título de Príncipe Heredero a mi hermano? —preguntó Sam asustado.

—Exacto. Es el precio que pagan los conquistados, pero el poder del Consorte Real no es menor. Así como lo veo, el príncipe Dean será más poderoso siendo el Consorte Real de Novak-Winchester que solo siendo el rey de Winchester —concluyó Lucifer.

Las emociones de Sam estaban en una montaña rusa de sentimientos. La lógica de Lucifer era toda correcta, pero la forma como se haría no gustaba para nada. Ser el Consorte Real del Imperio del Sur no era nada malo, tendría el poder necesario para proteger a su familia, por otro lado, casarse con Lucifer, tener sexo con Lucifer, siendo el pasivo, porque eso significaba ser un Consorte Real, podría aguantarlo, pero Dean, ni en mil años. Dean presumía de ser un heterosexual a toda regla e incluso, tenía de prometida a Lisa. Cuando supiera que sería un consorte…

—Tendría que informarle a mi hermano primero. Luego te respondo —anunció Sam.

—¡Ah, no, no! No me conviene que vayas a ponerte de acuerdo con tu hermanito.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque puedes dejar influenciarte y quizás los dos terminen cometiendo suicidio por su honor.

Eso era muy probable conociendo a Dean, este se negaría al punto de convencerlo a cometer suicidio. El honor, morir en batalla de forma valiente, morir antes de rendirse, todos eran códigos de los caballeros. Dean era un caballero en toda la regla, al punto de que nunca se rindió. Tanto su padre como su hermano lucharon hasta caer inconscientes al suelo. En cambio Sam, tuvo que rendirse, porque amenazaban con matar a su madre, sino lo hacía. No tuvo la convicción de matar a su madre, solo porque el código requería conservar el honor, además, le estaban perdonando la vida de su familia. Morir él, de eso no tenía problemas, pero no podía dejar a su familia morir, salvo que Dean lo convenciera de lo contrario.

Fin capítulo 1

Notas finales:

Como gustó el fic del príncipe, se me ocurrió hacer una serie y este es el segundo fic. No tiene el mismo tono de “Un Príncipe para el Reino Novak” y es bastante diferente. Espero les guste.


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