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Day Mne por YoloSwag

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Cuando te vas, la noche aparece y me siento triste.

                                   El recuerdo de tu adiós, me acercará más a ti.

                                   Solo un beso para recordar, solo una rosa para   

                                   diciembre.

                                    Tally ho, Kreg Segall.

 

    La primera vez que lo ve, Albafica está sentando en lo alto de la entrada del santuario. Su cabello celeste es mecido suavemente por el viento, su piel tan blanca como la nieve es iluminada por los rayos del sol, y sus mejillas están coloreadas de un ligero rojo. 

     Manigoldo frota sus ojos. Debe ser una ilusión, no puede existir una persona con tal belleza; cada rasgo es tan perfecto como hechos por la mismísima diosa Afrodita.

    Es simplemente un rostro para enmarcar.

    —Su nombre es Albafica, y es el discípulo de Lugonis caballero dorado de Piscis.

    —Es hermoso...

    Sage rió.

     —Vamos, te presentaré —dijo dándole una palmada en el hombre para llamar su atención.

    Manigoldo tragó saliva y deslizó los dedos en su cabello tratando de darle un aspecto más organizado. Sage lo mira y solo niega con la cabeza divertido mientras avanza 

   Su corazón late con fuerza, impulsado por un anhelo que nunca antes había sentido., súbitamente parece detenerse cuando se encuentra frente a frente con el ser más hermoso del planeta; su belleza es simplemente abrumadora.

    —Albafica es un placer verte aunque es raro, ¿dónde se encuentra Lugonis?

     Éste se prosternó respetuosamente ante la persona que Manigoldo llamaba con desenfado "viejo"

    —Mi maestro está cuidando de nuestro jardín, solo que he bajado para "familiarizarme" con el resto del santuario —respondió con suma educación sin levantar en ningún momento la mirada.

     —Te lo ordenó Lugonis, ¿Cierto?

      —Esta en lo correcto, Patriarca.

      —Ahora entiendo la tristeza que desprende tu cosmo.

      —Me disculpo...

      —¿Disculpas? —respondió Sage asombrado— Albafica, sentir tristeza no es una ofensa contra Atenea ni al santuario. No debes disculparte por eso, ahora levántate deseo presentarte a mi discípulo.

      Albafica obedeció inmediatamente como si la menor demora fuera imperdonable..

     —Él es Manigoldo... "El verdugo".

     —¿Verdugo?  —repite Albafica confundido mientras lo observa con detenimiento. Físicamente no dista mucho de ser el típico chico rudo pero es su cosmo el que hace valer aquel alias; El próximo caballero de cáncer será de temer.

     —¡No lo escuches! ¡No es verdad! —gritó Manigoldo avergonzado mientras Sage ríe abiertamente a carcajadas pero se detiene cuando nota que los labios de Albafica se alzan en una sonrisa que podría opacar a todo un firmamento de estrellas.

      —Manigoldo. "El verdugo", suena bien —extiende la mano hacía él, Manigoldo la estrecha sin pensarlo. Se jura que va atesorar éste momento incluso en la muerte; no olvidará la cálida piel del futuro caballero de Piscis.

 

                                         *****

 

    —No —dijo Albafica quien confiaba en que ese monosílabo cerrará la discusión. 

     —Vamos Alba-chan, es una celebración en honor a nuestra diosa.

      —¿Nuestra diosa? —sonríe, pero es una sonrisa sin alegría —No juegues conmigo Manigoldo, si te has vuelto caballero es solo porque coincide con tus intereses personales.

     El Caballero de cáncer no podía ofenderse, sus palabras eran en cierta medida verdaderas, aún así dolieron. La noche parecía volverse infinitamente más oscura aunque en el cielo brillaba la luna llena. Debía ser el aura lúgubre que desprendía el templo de piscis junto con esa ráfagas de viento que traían consigo pétalos de rosas con un aroma de venenosa dulzura.

Sí, definitivamente no era amado por las rosas demoníacas aunque no le importaba, el sentimiento era mutuo. Odiaba aquellas rosas egoístas que mantenían a Albafica cautivo, que disolvian su aroma con el suyo.

     El viento sopló con fuerza acariciando como aquella vez el hermoso cabello celeste que tanto anhelaba tocar. Entonces lo notó, Albafica se había vuelto como aquellas rosas; su porte era altivo, orgulloso y su belleza lo atraía a la vez que lo repelía.

      ¿O quizás siempre había sido así?

      Cómo fuera, no iba a permitir que eso se convirtiera en una barrera entre ellos.

     —Sí, tienes razón Albafica —.Avanzó un paso, éste retrocedió dos —Me convertí en un caballero de Atenea porque sus intereses y los míos coinciden. —Siguió, mientras acortaba la distancia entre ellos. Soy un caballero porque mi maestro me enseñó que mi vida... nuestra vida no es basura y porque quiero restregarle esa verdad en la cara a esos dioses que las menosprecian.

       Las delicadas facciones de Albafica se tiñeron de arrepentimiento y culpa.

    —Lo siento Manigoldo, me he comportando como un idiota.

    —Sí... pero como el idiota más hermoso y perfecto del mundo.

     Albafica sonrió como aquella vez en que se conocieron haciendo que Manigoldo se diera cuenta que, sus sentimientos por el futuro caballero de Piscis iban más allá de la amistad.

      Sin pensarlo lo abrazó y de inmediato una oleada de dulzura le envolvió. Era el aroma de las rosas venenosas del jardín de Piscis. Su conciencia estaba volviéndose difusa y sentía como su cuerpo comenzaba a paralizarse.

     Entonces lo notó, las rosas habían cubierto por completo la entrada y comenzaban a subir por sus piernas como si fueran enredaderas..

     Sí, definitivamente no era amado por las rosas pero a lo que él respectaba podían irse al infierno, sostuvo con ambas manos el rostro de Albafica y lo besó... o eso creé.

     Todo lo sucedido aquella noche era un recuerdo un tanto borroso y difuso, cómo si la dulce fragancia de las rosas lo hubiera distorsionado todo. Lo único tangible es el grito desesperado de Abalfica.

 

                                          ****

 

     Su maestro mira hacia el cielo mientras lágrimas caen de sus mejillas. El dolor y su impotencia se hacen presentes en su rostro.

     Manigoldo lo ha notado también; el cosmos de Lugonis de Piscis ha desaparecido y el de Albafica resuena de tristeza y desesperación. Ha ocurrido tal y como se lo dijo aquella vez:

     —No des un paso más Manigoldo —dijo Lugonis con un tono de voz áspero. —¿Acaso Sage no te ha dicho lo que causa...

     —Sí, lo sé —le interrumpió impaciente —pero necesito ver a Alba, saber si está bien. No lo he visto en meses.

      —Y no lo verás más hasta que yo muera por su veneno y se convierta en el siguiente caballero de Piscis —.Lugonis dio un paso hacia delante saliendo de la oscuridad. Su rostro antes perfecto se mostraba demacrado y con profundas ojeras.

       —¡¿Pero que estás diciendo?!

       —Albafica ha tomado una decisión, ha renunciado al contacto con cualquier ser vivo para servir fielmente a nuestra diosa Atenea.

        —No puedes hablar en serio —. Sus puños temblaban de rabia, pero no podía hacer nada. Sus ojos recorrieron iracundos la entrada plagada de rosas.

        —Ese es el destino de piscis; Florecer noblemente y perecer bellamente. —Dijo Sage mientras limpiaba sus lágrimas.

       No dijo nada más, simplemente avanzó hacia la cámara del patriarca y Manigoldo lo siguió. Debía ocupar su lugar para lo que sucedería apenas Albafica sepultara a su maestro. 

       Tal como dictaba la tradición desde los tiempos del mito Albafica debía ir hasta la cámara del patriarca para ello cruzaría los doce templos donde pediría permiso con su cosmo para entrar al guardián correspondiente, éste lo reconocería como el legítimo caballero de Piscis y compañero de armas. Si no lo hacía entonces debían luchar.

        Cuando llegó al templo de cáncer Manigoldo lo esperaba en la entrada. Su cosmo lo golpeó de manera sofocante, estaba lleno de tristeza pero también de una resolución firme; servir a Atenea.

      —Albafica te reconozco como el legítimo caballero de Piscis y mi compañero de armas. —Recitó mecánicamente añadió mientras se hacía a un lado—Tienes permiso para atravesar mi templo.

      Éste asintió con la cabeza sin mirarlo siquiera y continuó avanzando como aquellos en la colina del Yomotsu. Manigoldo no podía soportarlo, así que rompiendo el protocolo se interpuso en su camino. Esta vez, el caballero de Piscis lo miró; su mirada que antes transmitía vida ahora era capaz de matar; el mar sereno se ha convertido en astillas de hielo.

      —¿Manigoldo de cáncer, te has arrepentido de tus palabras?—Su voz era tan impersonal y fría. Era claro que estaba luchando  por mantener  la compostura.

      Manigoldo quería abrazarlo y decirle que sentía mucho por lo que estaba pasando, decirle que lo amaba. Sin embargo eligió seguir a la razón; un <No> a la vez que lo dejaba pasar.

      Una decisión que lo atormentaría el resto de su vida. 

  

                                              ****

 

       —Supongo que nuestros caminos se separan aquí ¿No es así Alba-chan?

       —Sí, debo volver inmediatamente al santuario —Suspiró— El patriarca fue muy puntual en eso., me parece que le pone algo nervioso que no supervise a mis rosas.

      <No es eso, el viejo está preocupado por tu cosmo, ¿por qué dudas Albafica?>, quiso decirle, pero sus labios se mantuvieron cerrados. No quería arruinar este momento con Albafica con una discusión.

      —¿No te parecen hermosas las estrellas? —soltó de pronto tratando de cambiar de tema de conversación.

      —No más que yo —respondió Albafica en tono de broma.

      Manigoldo se paralizó de la sorpresa para luego reír a carcajadas.

      —No, claro que no Alba-chan, tú eres el orgullo del santuario. Ni Poseidón y mucho menos Hades tienen en su filas a un guerrero con una belleza como la tuya.

       —Mi belleza... al menos está vez ha servido de algo —dijo señalando las bolsas de provisiones que ahora estaban a rebosar.

       —Vaya que sí, esos aldeanos cayeron a tus pies.

        —Los únicos que quiero que caigan a mis pies son mis enemigos —repuso Albafica con una repentina seriedad.

        Manigoldo no contestó sino que apretó los puños, luchando con aquel sentimiento que hace tiempo teñía su corazón. Celos. Sí, celos. Porque aunque Albafica estaba conversando con él, su mente y corazón estaban en otra parte. <<¿Quién ocupa tus pensamientos Albafica>>.

      —¡Ese idiota, ha tocado las rosas! —exclamó con una molestia que pretendía ocultar su preocupación.

       —No me digas que Kardia...

       —Él no, ha sido Shion. ¡¿Cuántas veces le he dicho que se aleje de esas rosas?! ¡¿A caso es un suicida como Kardia?! 

      Albafica se llevó la manos a la cabeza presa de la desesperación mientras caminaba de una lado a otro debatiéndose entre ir a Jamir y marchitar las rosas de las que su maestro siempre había estado orgulloso para salvaguardar la integridad del próximo caballero de Aries o dejar que su estupidez acabara por matarlo.

        —¿Shion? ¿El mismo que el viejo designó como el caballero de Aries? —dijo Manigoldo pero Albafica ni siquiera lo escuchó..

        —No me deja opción, la guerra santa está próxima no podemos darnos el lujo de perder al caballero de Aries. Iré a Jamir y las marchitaré con mi sangre.

      Albafica se disponía a partir sin embargo Manigoldo lo detuvo tomándolo del brazo. 

         —Tus órdenes son específicas Albafica, debes volver de inmediato al santuario. Yo soy quién irá a Jamir a ejercer "presión" sobre el hermano de mi  maestro—. Su semblante era serio y lo dijo de una manera que no daba lugar a discusión—. Te prometo que me encargaré de que ese "corderito" no vuelva a tocar tus rosas.

        El caballero de Piscis suspiró molesto zafándose de igual manera del agarre de Manigoldo. Odiaba cuando éste tenía razón.

         —Te he dicho que no me toques.

         —Me lo has dicho tantas veces Alba-chan, pero no me digas que esperabas que te hiciera caso siempre ¿No? —respondió con una sonrisa que hizo que instintivamente Abalfica diera un paso hacia atrás—. Yo también tengo tendencias suicidas y que mejor manera que morir que ésta.

        Sin darle tiempo de reaccionar Manigoldo unió sus labios a los suyos en un beso demandante. Cómo lo espera Albafica lo rechaza, pero eso no es lo que rompe su corazón sino lo que ve en su mirada; una soledad insondable que no puede atravesar.

 

                                               ****

 

        —¡Albafica!

El dolor lo consume hasta el punto de sofocarlo. No puede creerlo a pesar que ya no no puede sentir su cosmo. Se ha ido...

    Corre hacia abajo por las escalinatas hasta la entrada del santuario. No puede ser, maldice. Si es el guardián de la último templo, ¿Cómo? ¿Qué maldito espectro lo hecho?

       —¿A dónde vas con tanta prisa Manigoldo? —Su voz  es serena al igual que su mirada.

        —Albafica....

        —¿Qué ha pasado con "Alba-chan"? ¿Estás enojado?

       No puede evitarlo, las lágrimas fluyen sin control. Esta llorando como un completo chiquillo, y sucede lo imposible siente los cálidos dedos de Piscis secar sus lágrimas.

         —Lo siento. —Ríe- Pero debiste ver la.cara de ese maldito juez cuando comprendió que estaba muerto.

         —¿Por qué has luchado? Solo debías....

        Albafica lo abrazó y su dulce fragancia lo envolvió, pero ya no podía sentir los latidos de su corazón ni su respiración.

          —Eso ya no importa ahora Manigoldo. Solo prométeme que lucharas con todo lo que tienes, y... por favor no culpes a Shion.

          —Lo prometo, aun tengo cuentas pendientes con un dios. Nos veremos pronto Alba-chan.

          Lo ve desvanecerse al tiempo que su calidez deja de envolverlo, y tiene la certeza de que lo amará siempre, no importa el por qué, ni el tiempo. 

        Su amor siempre será para el caballero más hermoso y letal de entre los santos de Atenea.

 


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