Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Asesinato nuclear por Ghost princess Perona

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

El primer capítulo quizás sea algo confuso, pero estoy segura de que este lo aclarará. Ojalá disfruten de este.

“Nagisa, ya estás aquí” Hiromi Shiota dijo, abriéndole la puerta a su retoño. Este ingresó con una sonrisa muy fría, juntando la puerta detrás de él. su cabello largo estaba sujeto en dos colitas altas, un peinado bastante femenino para un chico, pero como su madre odiaba que usara el pelo corto... “Ven aquí, he comprado el vestido más fabuloso que te puedas imaginar sólo para ti.”

“Mamá, no he venido para eso”

“¿Para qué sino?” Hiromi siguió en su fantasía, no notando que su hijo tenía algo escondido en la manga. “Ven aquí, quiero ver cómo mi adorable hijita luce con un vestido de verano floreado.”

“Vaya, veo que decías la verdad” la mujer pudo ver en ese momento que no estaban solos en la casa. Detrás del peliazul había entrado un pelirrojo alto, con una expresión que cualquiera tildaría de psicopática. “Esa mujer realmente cree que eres una chica. Incluso te hace ponerte esos vestidos ridículos de nena” la cara de la fémina se arrugó hasta parecer la de un ogro. Entonces esa era la famosa fase oscura de la que le habían contado. “Entonces… ¿Qué vas a hacer?”

“Nagi-chan, ¿Quién es este?” preguntó ella, tratando de mantener el control. Sus manos le temblaban con fuerza, como si quisiera golpear al chico maleducado.

“Es mi amigo, Karma Akabane, mamá” se lo presentó, omitiendo que era el único que tenía. En la escuela, todo el mundo se burlaba de Nagisa por su apariencia andrógina sin saber la personalidad que este tenía en realidad. Sólo Karma la sabía. Sólo él la entendía y la abrazaba… porque él también tenía una bastante parecida dentro de él. era algo que una persona normal no podría entender.

“¿Tu amigo? Es una mala influencia y no quiero que lo vuelvas a ver” comenzó la mayor, avanzando hacia el pelirrojo para echarlo. Una suerte, porque le dio la espalda al peliazul, haciéndole las cosas más fáciles. “Deberías tener más amigas, lindas niñas con las que puedas jugar, arreglarte el cabello y…” algo frío le atravesó la espalda y Hiromi boqueó como un pez. “Na… Nagisa…”

“Mamá, no sabes cuánto tiempo he querido hacer esto” siguió el chico, sonriendo, haciendo gala de una tremenda sangre fría. No era la primera persona que encontraba la muerte en sus manos, pero sí la única con la que estaba relacionado. Y era bastante satisfactorio, demasiado. Tanto que lo hacía excitarse. “Cuando me golpeabas” cuchillada. “Cuando me gritabas” cuchillada “Cuando me vestías de niña sabiendo que yo era un niño” cuchillada. Y con cada una de ellas se soltaba un grillete a su madre. Liberándolo, soltándolo. “¿Tú no lo harías?”

“Oh, mi lindo Nagisa” dijo Karma, acercándose para acariciar su rostro manchado de sangre. Asesinos natos, eso es lo que eran. Y a ambos los excitaba la sangre. “Estás tan hermoso así. Me excitas.” Posó sus labios en los del otro, haciendo un sonido húmedo. “Me hace querer hacerte mío.”

“Creo que podemos hacerlo en el sofá. No creo que a mi madre le importe, ¿verdad?” la agónica mujer se arrastraba por el suelo, sangrando. Nagisa decidió que era suficiente, así que se acercó a ella y la degolló. La sangre lo manchó de nuevo, haciendo que su novio lo abrazara por detrás. “Tenemos tiempo para hacerlo en el sofá, en la cama, en la de mi mamá… y en todas ellas sin problemas.”

“¿Luego saldremos a buscar algo que nos divierta?”

“Sin duda” dijo Nagisa, quitándole la parte de arriba del uniforme a Karma. Los dos se desvistieron camino al sofá, dejando su ropa tirada. Se besaron con fuerza, frotando sus cuerpos. El peliazul se tumbó primero, recibiéndolo encima de su cuerpo. Karma pasó a atacar su cuello blanco, dejando su bonita piel llena de manchitas rojas prueba de su amor. Sus manos se movieron hacia la entrepierna de su amante, dejando un rastro de líquido rojo a su paso. “Ka… Karma”

“Shhhh, sólo un poco más” se volvieron a besar, aumentando el nivel de excitación cuando el pelirrojo pasó a devorar sus tetillas. El otro se revolvió, respirando hondo. Se sentía muy bien hacerlo después de haber derramado sangre. Por fin Karma pasó a mostrarle sus dedos, que Nagisa rápidamente cubrió de saliva, esperando que penetraran algo más que su boca pronto. Y justo como pensó, el dedo se recolocó minutos después en su entrada.

“Ahhhhh, Karma… con cuidado…”

“Sé que duele, pero aguanta un poco más” le pidió, poniendo otro dedo dentro. El tercero se les unió rápido, chocando contra la próstata en su camino al interior. El gemido que lo acompañó hizo que el pelirrojo también se excitara, sacándolos inmediatamente para poner algo más grueso en él. Lo penetró lentamente, disfrutando se cada centímetro que se acomodaba dentro de él.

“Ahhhhh… Karma… Karma… ya…”

“Nagi… mi Nagi-serpiente… mi belleza de sangre fría” los dos movieron las caderas al mismo tiempo, encontrándose a medio camino, aumentando el volumen de sus gemidos con cada embestida. Nagisa enterró sus uñas en la espalda de su amante, mordiendo el hombro de su amante. Karma, por su parte, se enterró cada vez más profundamente en su amante, estrellando sus labios contra los de él.

“Karma Karma Karma… ahhhhhh, sí… ¡ahí!”

“AHHHHH, ya casi… sí… sí… ¡Sí!” unas embestidas más y ambos se vinieron en sintonía. Jadeando fuertemente, Akabane salió de él, sentándose con lentitud entre sus piernas. Nagisa sonrió, saciado por el momento. Los dos se quedaron mirando los ojos del otro, enamorados a pesar de la sangre fría que corría por sus venas.

“Y…” el peliazul comenzó tan pronto como pudo hablar. “¿Me ayudas a deshacerme del cadáver antes de pasar a la cama de mis padres?”

Tras haber tirado el cuerpo de Hiromi en un compactador de coches, regresaron a la casa, donde repitieron sus acciones en todas las camas y hasta en la regadera. Cuando salieron, limpios, ya era bastante tarde. No era que fueran a ir a la escuela al día siguiente, pero no deseaban levantarse demasiado tarde ese día. Tenían mucho que hacer, las víctimas no se buscaban solas, después de todo.

“Creo que deberíamos salir de nuevo mañana a buscar otro incauto. Esta vez quiero ser yo el que corte el cuello” dijo Karma mientras Nagisa se secaba el pelo. Su pequeño novio detuvo sus movimientos al momento, dejando caer el implemento. El mayor levantó una ceja. “¿Qué no vas a cortártelo de una vez?”

“No… he decidido que me gusta así después de todo” respondió, pasándose una mano por él. “A ti también te gusta que lo lleve así, ¿verdad?”

“Pero a ti no, y lo que importa aquí es que tú estés contento con tu apariencia.”

“Sí, bueno… es que tengo que lo quiero llevar así en recuerdo de mi madre” el pelirrojo no supo qué decir. Nagisa odiaba a su madre, ¿Por qué querría recordarla? “Es que… ella despertó en mí la parte oscura que me permitió conectar contigo a un nivel espiritual. Tengo mucho que agradecerle, ¿no lo crees?”

“Sí, mucho” se besaron. “Mañana yo corto cuellos, ¿de acuerdo, serpiente azul?”

“Mucho, mi demonio rojo” el peliazul se apartó, empujándolo ligeramente por el pecho. “Por cierto, ¿no tienes hambre?” inquirió, yendo directamente a la refrigeradora. “Yo sí, pero no me dan ganas de cocinar después de tantas emociones” cogió el teléfono de una mesita de café. “¿Qué te parece si uso el dinero de mamá para pedirnos una pizza?”

“Mejor una hamburguesa, me recuerda más a nuestra primera cita” comentó el pelirrojo, rebuscando en la billetera de la mujer muerta. “Además de eso deberíamos pedir un traje de maid, si quieren.”

“A ti te encanta el cosplay, ¿no?”

“Sólo si mi Nagisa lo usa” el demonio rojo se levantó de su sitio. “Además me encantaría ver cómo ensucias de sangre ese bonito traje de criada. ¿O prefieres que usemos uno de los vestidos de tu madre?”

“Eso jamás” marcó un número, poniéndose al oído. “Por desgracia para ti, no estoy de humor para hamburguesas. Y como esta es mi herencia, yo decido qué vamos a comer. Si quieres ayudar, ve a recoger la alfombra donde murió mi madre y guárdala en alguna parte donde nadie la vez. ¿Quedó claro, señor ama de casa?”

“A la orden, señor heredero”

-Dos años después-

“Culpable” el martillazo del juez sentenciaba tanto a él como a su amante a la pena de muerte, pero Nagisa no se arrepentía de nada. Tras convertirse en los asesinos seriales más prolíficos de todo Japón, los dos fueron capturados en un operativo policial. Karma decidió quedarse a pelear contra los agentes, algo sumamente tonto y típico de él. El peliazul no podía dejarlo, así que permaneció junto a él en la lucha. Algo sumamente bueno, porque se llevaron de encuentro a muchos de ellos.

“Oigan, ¿pueden escucharnos?” Karma siguió hablando mientras los arrastraban hacia la carceleta del juzgado. Su novio rodó los ojos, revolviéndose dentro de la incómoda camisa de fuerza que le restringía el movimiento. O mantenía a los demás seguros de él. “Si van a ejecutarme, entonces por favor mátenme con él.”

“Karma…”

“No voy a irme sin ti, Nagisa” anunció el pelirrojo, tratando de tenderle una mano al otro chico. Sus ojos se encontraron de nuevo, más seguro que nunca de que eran almas gemelas. No iban a separarse.

“Yo tampoco sin ti, Karma”

“Dejen de hablar, par de tórtolos desquiciados” gruñó el guardia, dándole un golpe en la cara al mayor. Akabane ni siquiera le respondió, simplemente se quedó mirando a su amante. Los ejecutarían juntos o volvería de la muerte hasta que lo hicieran. “Mucha gente tuvo que morir ya para que ustedes se demostraran su amor.”

“¿Esa gente?  Murieron porque nos gustaba, no para que nos demostráramos amor. Eso lo podemos hacer sin su ayuda.”

“Qué lindo” dijo uno de los guardias con repugnancia, terminando de arrastrarlos hacia el lugar donde pasarían sus últimos minutos en el exterior antes de ser trasladados al pabellón de la muerte del penal. Fue en ese momento que un individuo sospechoso se presentó delante de ellos, uno con cara deformada, pálida y serpentina en el peor de los conceptos, cuyos ojos azul claro, vacíos, se posaron en ellos.

“¿Estos están destinados al corredor de la muerte?” preguntó con cinismo el hombre, cruzando los brazos. La persona que estaba al lado de él era el juez que acababa de sentenciarlos, sudando nerviosamente como un cerdo. “Son bastante jóvenes para ser tan peligrosos.”

“¿No le sirven tan menores?”

“Nah, son perfectos. Ya me he dado cobijo a algunos criminales de su misma edad de reformatorios cercanos, pero nunca he tenido el placer de conocer a unos asesinos seriales tan jóvenes. En fin, supongo que serán más resistentes por eso” le pasó un sobre, que el hombre procedió a abrir y revisar. “El siguiente pago a la entrega. Sólo tiene que asegurarse de que la ejecución se adelante. Y de que salga muy bien.”

“Así se hará, señor Yanagizawa”

El juez se encargó de todo. Pronto, Karma y Nagisa fueron ejecutados… bueno, si con ejecución querían decir ponerlos en un estado de muerte aparente hasta que fueron transportados a la cárcel privada de Yanagizawa. O más bien laboratorio de científico loco, como pronto se dieron cuenta. Fueron encerrados en jaulas continuas con muchos jóvenes. Estos a su vez les informaron que había un ala especial para adultos a través de las paredes, cuidándose de no hacerlo frente a los guardias. De vez en cuando, el gran jefe en persona se dignaba a aparecer delante de sus jaulas.

“¡Levántense, conejillos de indias! ¡Hora de su siguiente dosis!” gritaba, trayendo consigo jeringas llenas de su nueva fórmula. Promicina, la llamaba. Se supone que era una nueva encima que le permitiría al cuerpo humano metabolizar la radiación a un nivel increíble, tanto que podrían sobrevivir a un infierno nuclear sin trajes. Lo único malo es que la droga seguía consumiendo sus cuerpos, enviando montañas de cadáveres al incinerador.

“Karma… ¿aún estás ahí, Karma?” preguntó Nagisa a través de la pared. Sentía mucho dolor en todo su cuerpo, sobre todo después de que ese guardia loco… Takaoka creía que se llamaba… lo golpeara fuertemente antes de inyectarlo.

“Aún estoy aquí” le respondió el pelirrojo, acunando una mano contra su pecho. Le temblaba bastante, también le picaban las uñas al punto de dolerle. Pero eso no le importaría a sus carceleros. En cuanto pasaran los efectos de la inyección reciente serían expuestos a la radiación para evaluar los efectos de esta en el cuerpo humano. Y no eran para nada agradables. Muchos supervivientes de las pruebas de promicina morían en esa etapa.

A Yanagisawa, por supuesto, no le importaba que sus conejillos de indias murieran en mansalva. Los reformatorios siempre estaban dispuestos a hacer negocios con ellos, azuzando a los adolescentes a pelear para conseguir más víctimas. También en las prisiones. Y siempre podían contar con el financiamiento del gobierno, al que preocupaba una guerra nuclear. En fin, los resultados del experimento produjeron una formula refinada sorprendente con el efecto deseado… pero las usadas en los sujetos de prueba unos inesperados.

“Al exponerme a la radiación en la cámara hoy mis uñas se convirtieron en garras” contaba Karma tarde en la noche, con su cara pegada a la pared. Nagisa lo escuchaba atentamente, tratando de captar su mensaje. Sonrió cuando pensó en su amado transformándose en el demonio que siempre lo imaginaba siendo, rojo como la sangre que adoraban derramar. “Mis manos se pusieron rojas y escamosas…”

“Eso no es nada” el peliazul le respondió, colocando sus propias extremidades en el concreto, deseando poder sentir su calor de vuelta en su cuerpo. “Mi cabello comenzó a comportarse de una manera extraña hoy. Se unió en mechones, comenzó a hacer un sonido muy extraño, como un siseo…”

“¿Tu piel también se puso escamosa?”

“Sí, como la de una serpiente” contestó el pequeño, rasguñando un poco la pared. Del otro lado de las rejas, otra pareja también tenía su reunión. Maehara e Isogai, del mismo reformatorio, se susurraban suaves estupideces, prometiéndose el uno al otro que saldrían de ahí. Karma y Nagisa no hacían eso, seguros de que esa libertad sólo la conocerían de nuevo en sus sueños. Se prometieron el uno al otro que se reencontrarían en la siguiente vida.

Los ensayos se hicieron exponencialmente más dolorosos, aumentando el nivel de radiación para entretenimiento de Yanagizawa y sus financiadores. Estos se maravillaban de la cantidad de radiación que eran capaces de procesar, del control que parecían tomar sobre las habilidades que esta les confería, de la fuerza y velocidad de la que gozaban mientras estaban en presencia de esa energía.

“Si pudiéramos llenar este sitio con radiación…” decía Kataoka Megumi en voz baja. Ella en particular tenía un poder de ataque físico muy elevado, lo que podía ser genial para escapar… si ese maniático no se hubiera asegurado de que una vez fuera de la cámara sus poderes se desvanecieran.

“No serviría” uno de los sujetos adultos dijo. Sus poderes eran alucinantes, sobre todo cuando los tentáculos invadían todo su cuerpo. “Pero sugeriría que nos diéramos prisa en formular un ataque que realmente nos saque de aquí. Tengo la ligera sospecha de que ahora que no nos necesita vivos, Yanagizawa va a matarnos. O peor.”

“¿Qué podría ser peor?” preguntó una chica de pelo naranja. Ella no había demostrado ninguna habilidad especial más allá de metabolizar la radiación… a menos que contaras la cantidad de cucarachas que terminaban en su celda tras cada terapia de radiación.

“No lo quieres saber, niña”

“¿Por qué nos estás hablando?” preguntó Karma en voz baja, acercándose a él con desconfianza. Todos los de esa sección eran niños como de la edad para ir al instituto, él era el único adulto. ¿Por qué se había tomado tantas molestias como para salirse de su fila a pesar de saber que los guardias lo castigarían?

“Los niños tienen potencial, al menos eso decía ella” contestó él, sonando bastante filosófico mientras lo decía. “Esos hombres y mujeres ya tienen un potencial formado, son adultos con una personalidad madura a su manera. Pero ustedes tienen la vida por delante, sólo necesitan una guía correcta”

“¿Acaso te parece que…?”

“¿Quién eres?” Nagisa interrumpió a Karma, apartándole. Le intrigaba el misterioso personaje. A pesar de tener un aura de asesino también había algo respecto a él que lo animaba a confiar. Que transmitía seguridad.

“No tengo un nombre propiamente dicho, pero me conocían de una manera de la que ya no quiero acordarme” sonrió, acariciando una corbata que aún llevaba puesta. “A ella jamás le gustó” siguió con su expresión nostálgica. “Lo único que deben saber es que seré su profesor. Su profesor de asesinato.”

“Ya sabemos asesinar” se defendió Karma. En seguida se vio atrapado por una llave que lo incapacitó. El peliazul trató de ayudarlo, pero también se vio atrapado en otro movimiento fluido del individuo.

“Escuchadme bien, mocosos” el hombre habló con autoridad. “Cualquiera puede ser asesino en serie si se tiene la suficiente suerte. Lo que yo les voy a enseñar es a ser profesionales. ¿Por qué, se preguntarán? Pues porque todos ustedes necesitan un mejor futuro y actualmente eso es lo único que se los va a dar. ¿Entendido?”

Un murmullo recorrió a los estudiantes cuando el hombre soltó al pelirrojo. Todos ellos dudaban, pero ¿Qué más podían hacer? Sólo aprender más y sobrevivir.

-Unos días más tarde-

“¡Levántense, conejillos de indias!” gritó Yanagisawa por los altavoces. Nagisa crujió los dientes, prometiendo matarlo si alguna vez volvió a ver su espantosa cara. Muchos tuvieron los mismos sentimientos, incluso criminales no violentos como Kurahishi y Hara. Las clases de asesino habían comenzado en secreto hace poco, pero ya se les había acabado el tiempo. El malnacido los había vendido a una compañía minera ansiosa por explotar otras fuentes de energía… y otras cosas.

“Lo mataré… algún día lo mataré…”

“Todos” coincidió Karma, dándole la mano. Y así dejaron la cárcel… pronto también la tierra sin una posibilidad de volver.

Notas finales:

¿Qué les pareció? Siempre pensé que Nagisa terminaría matando a su madre por lo que le hacía y que Karma ayude sólo añadió un poco de rojo a mi historia. En fin, ojalá hayan disfrutado mi primer fanfic de Assasination Classroom. ¡Review!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).