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Las compensaciones que recibimos en el camino de la vida por Destinova

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Notas del capitulo:

Segundo capítulo, de una vez...

–Y es por eso que les agradezco a todos ustedes por estar aquí, y les prometo no defraudarlos dattebayo… –la sonrisa que esbozaba decayó, y su semblante se tornó inseguro–. No, no me convence –hizo una bola arrugada con la hoja en la que escribía y la lanzó al suelo, donde yacían otras más; después de estar caminando en círculos sobre su sala por un buen rato, y de que descartara su memoria como confiable para retener lo que se le ocurría, optó por utilizar papel para apuntar –Mmmhh… –se llevó el puño a la frente una vez que tomó otra hoja, notándose pensativo–. ¿Qué podría ser lo suficientemente bueno para decir…? ¿Tú qué opinas Kurama? –se aventuró a preguntarle a su inquilino permanente.

–¿Qué tal algo como esto? Yo, el niño que ustedes despreciaron y al que trataron como basura por años, he logrado mi sueño más anhelado a pesar de todo, así que, ¿por qué no me hacen un favor todos ustedes y se van al infierno? –concluyó con una sonrisa retorcida.

–Oh claro… muy apropiado y amigable para la ocasión –ironizó con los párpados entrecerrados.  

¿Qué? Solo digo que no estaría mal recordarles que tienes memoria –rebatió con desfachatez y un deje de falsa inocencia, ganándose un gesto desaprobatorio de su jinchuriki, aunque éste no pudo evitar reír levemente, después de todo no era como si no se le hubiera ocurrido decir algo similar cuando era más joven. 

La idea de dar un gran y elaborado discurso se le había ocurrido apenas hacía unas horas, tras haber llegado a casa luego de unos cuantos trámites e indicaciones finales antes de la toma de posesión.

Hablar sin parar era una de sus cualidades (o defectos, dependía de cómo se viera…), y por lo general solía tener algo adecuado para decir según la situación lo ameritara, no obstante, esta vez sentía que tenía que pensar en algo lo suficientemente genial y motivador para inaugurar su puesto, lo que lo instó a la presente tarea, aunque no estaba siendo del todo fructuosa, ya que por un motivo u otro terminó por desechar casi todas las ideas que había escrito hasta ese momento.

Volviendo su atención al papel, intentó que se le ocurriera otra cosa, pero tras varios minutos fallidos en los que su cerebro ya no dio para más, decidió irse a la cama, acompañado de un gran remolino de emociones ya que, mañana sería el gran día, ni más ni menos.

Ese por el que había esperado prácticamente toda su vida.

A estas alturas era difícil de creer que hubo un tiempo en el que aquello no parecía sino la fantasía loca de un niño desubicado de su realidad, y sin embargo, estaba pasando.

Era tan emocionante, tan grandioso, tan gratificante.

Pero también le estaba provocando otro tipo de sentimientos…

No era como si a unas horas del gran evento se estuviera arrepintiendo o algo por el estilo, pero siendo honesto le era inevitable ser embargado por ciertas dudas, es decir, ¿realmente estaba capacitado para tan importante puesto? 

No por nada habían pasado siete años tras La Gran Cuarta Guerra; eran varias las voces que lo aclamaban ya como hokage en ese entonces, pero él necesitaba aún aprender varias cosas, y por ello había trabajado muy de cerca con Kakashi durante su gestión. El puesto de diplomático que le asignó, pensando en que se le podría dar bien por su personalidad extrovertida y su ya comprobada capacidad de influenciar a la gente, le había servido mucho para aprender sobre relaciones exteriores y de las condiciones de otros países. Se la pasaba yendo de aquí para allá, en las regiones más recónditas del mundo, para mejorar o entablar relaciones con los países pequeños que por tanto tiempo habían sido marginados.

Le fue bastante bien durante el tiempo que desempeñó dicha función, incluso hizo muy buenas migas con varios de los extranjeros con los que trató, motivo por el que de hecho algunos de ellos estarían presentes en la celebración, así que en ese aspecto podía tener cierta calma, no obstante lo que iba a pasar seguía siendo inédito para él, lo cual le provocaba algo de nervios.

Hizo muchas promesas, y muchos confiaron en él, así que debía estar a la altura de sus expectativas.

Y justo una de esas personas que creyó en sus palabras, también estaba ocupando demasiado su mente en los últimos días, lo que no era raro en realidad, o no lo sería, de no ser por la connotación algo turbia.  

Ese alguien era de suma importancia para él, y era el gran ausente.

Se había encargado de notificarle sobre el estelar acontecimiento con bastante tiempo de anticipación, incluso casi lo amenazó para que asistiera. Su respuesta no fue muy animada, pero dijo que lo haría, y sin embargo todo parecía indicar que no sería así.

Era su mejor amigo, por lo tanto se suponía que disfrutara y compartiera con él sus triunfos y alegrías, ¿cierto? no se le ocurría un logro más grande que el que se aproximaba, así que el hecho de que no se presentara al mismo resultaba decepcionante, por decir lo menos.

En todos esos años Sasuke continuaba viajando por el mundo, aunque afortunadamente a la postre pudo convencerlo de, tan siquiera, ir a la aldea más seguido, y quedarse algo más de tiempo.

Debía respetar sus decisiones, aún si no le agradaban del todo, y claro que podía entender su postura, en verdad lo hacía, sin embargo le resultaba inevitable desear que el azabache al fin decidiera quedarse en Konoha, lo cual no dejaba de externarle, pero su respuesta siempre era la misma.

No había nada para él ahí.

Y Naruto rebatía con un absoluto sí; Sasuke tenía a Sakura, a Kakashi, y por supuesto a él, esperándolo y añorándolo.

Y entonces su amigo decía que precisamente por eso era que regresaba, pero que vivir ahí, sería algo muy distinto... lo cual le daba constancia de que innegablemente aún le guardaba cierto resentimiento a la aldea que alguna vez fue su hogar, y probablemente, con justa razón, ya nunca la vería como tal…

Eso y el hecho de que él se convertiría en el líder de la misma, eventualmente podría crear una especie de brecha entre los dos…

Algo se hundía en su pecho con solo imaginar que sus vidas se fueran en paralelo. No podía permitirse bajo ningún concepto que tal cosa sucediera de nuevo… Aunque por otro lado, también estaba la otra constante de sus conversaciones, en las que Sasuke le aseguraba con gran convicción que él estaría a su lado para proteger la paz y hacer del mundo un lugar mejor. Aquello debería ser suficiente para tranquilizarlo, pero lamentablemente no lo lograba por completo. 

Los pensamientos siguieron volando libres en su mente, manteniendo sus párpados bien abiertos mientras miraba el techo, y cuando menos fue consciente ya se comenzaba a vislumbrar el sol de la mañana, y solo entonces el ojiazul fue capaz de cerrar los ojos… por escasas dos horas aproximadamente, para enseguida ser despertado súbitamente por su alarma, provocando que se levantara con mucho desgano, y a los pocos minutos llamaron a su puerta:

Fue a abrirla, observando del otro lado a Sakura, cuya sonrisa entusiasta se descompuso en una mueca de desagrado cuando lo vio:

–¿Qué rayos, Naruto? Te ves pésimo –exclamó sin tapujos.

–Sí… lo que pasa es que, no he tenido una noche muy buena dattebayo –se rascó la nuca.

La chica parpadeó antes de llegar al significado de aquello, sonriendo con suavidad después.

–Claro –dijo comprensivamente–. Es bastante normal, pero no te preocupes de nada, todo va a salir bien, tú solo debes enfocarte por ahora en disfrutar de este día y pasarla estupendo –le dio un pequeño golpe en el brazo izquierdo con su puño–, ¿de acuerdo? Por otro lado, mira, aquí está tu traje ceremonial –levantó la prenda doblada que traía consigo, la cual el Uzumaki notó hasta ese momento.

–Ah, claro –por un segundo casi se había olvidado de él, y de que su amiga se había ofrecido para llevárselo–. Gracias Sakura chan –extendió una mano para tomarlo.

–No es nada –se giró para marcharse–. Nos vemos en un rato.

–Por supuesto –agitó su mano para despedirla, y se adentró a su casa. Estando de nuevo en su habitación se permitió varios segundos para admirar la túnica que usaría en el nombramiento, provocando que las palpitaciones de su corazón se aceleraran por la emoción, luego la dejó extendida en su cama y se vio en el espejo–: Ugh, Sakura chan tiene razón, me veo terrible –expresó delante de su deteriorado reflejo, producto de su insomnio–, no sería bueno presentarme así, aunque tal vez luego de bañarme y de un café bien cargado… –volteó hacia su reloj de pared, donde se leía que eran las nueve con seis minutos, y luego hacia su cama, muy tentadoramente–. O, ya que todavía es temprano podría tomar una siesta para recuperarme un poco… –se acostó en el lecho boca arriba, doblando ambos antebrazos en su estómago –. Solo una pequeña dattebayo… –casi al instante sus ojos comenzaron a cerrarse…    

                                                                   

                                                                          *****

–Ey, Naruto –escuchó que le hablaba suavemente una muy conocida voz, pero no se inmutó, por lo que enseguida sintió que le sacudían ligeramente un hombro.

–¿Qué pasa? Quiero dormir dattebayo… –gruñó con un deje de fastidio y bastante adormilado, girándose a su costado.

–Me queda claro, sin embargo no creo que te quieras perder tu propia ceremonia de nombramiento ¿o sí? –le rebatía el otro presente.  

–Sí, sí… la ceremonia… –puso sus manos bajo su mejilla con apacible expresión, abriendo los ojos de golpe poco después––. ¡La ceremonia! –se levantó como impulsado por un resorte y salió a toda velocidad de la cama, directo al cuarto de baño, sin reparar en lo absoluto en quien estaba ahí mismo con él… 

                                                                          

                                                                        *****

–No puede ser, no puede ser, no puede ser… –salió mascullando tras un par de minutos, envuelto únicamente con una toalla en la cintura que le llegaba hasta las rodillas–. Rayos, rayos, rayos… –abrió uno de los cajones de su cómoda con premura para sacar su ropa.

–Deberías tranquilizarte un poco, todavía tienes tiempo –lo abordó serenamente quien lo acompañaba de nuevo.

–Claro que no, lo tenía la primera vez que desperté, pero como tenía sueño me volví a dormir, se supone que solo serían unos minutos pero no puse la alarma antes, así que voy a llegar tardísimo –alegó atropelladamente, adentrado en su labor, la cual en su urgencia estaba realizándola con más líos de los que debería.

–Sí, pero a pesar de eso ya te dije que te queda tiempo, míralo por ti mismo, torpe –le indicó, a lo que el ojiazul, con un poco de reticencia vio hacia el reloj, dándose cuenta de que en efecto, apenas marcaba las nueve con veintiocho minutos, por lo que aún tenía algo de margen, considerando que la ceremonia comenzaría a las once.  

–¿Entonces sí fueron solo unos minutos? Uf, que alivio –se pasó el dorso de la mano por la frente–. Creí que había sido mucho más rato, que gran susto dattebayo, aunque ahora que lo pienso, de no ser por ti aún seguiría dormido, menos mal que me despertaste, sino… –se detuvo abruptamente y frunció el ceño, cayendo entonces en la cuenta de con quien hablaba, girándose al lado en el que escuchaba a su amigo, viéndolo recargado en el marco de su ventana abierta, iluminándosele el rostro de inmediato–. ¡Sasuke! ¡Eres tú! –expresó jubiloso.

–Al fin te das por enterado, dobe… –dijo con cierto hastío, a lo que Naruto carraspeó un poco avergonzado.

–Como sea… –entrecerró los párpados y desvió la mirada, apresurándose luego a retomar el tema–. ¡Estás aquí! ¡Realmente estás aquí!    

–Bueno, un hiperactivo cabeza hueca será nombrado hokage, y ya que eso no sucede todos los días, definitivamente es algo digno de presenciar –esbozó una sonrisa arrogante.

–Tú… bastardo, llegué a creer que no vendrías… siempre tienes que hacerte el interesante hasta el final… –parecía estar recriminándole, pero su voz estaba llena de emotividad–. Ven aquí –Llegó a zancadas a él y lo envolvió en un gran abrazo.

–Me estás mojando, perdedor –se quejó, ya que finas perlas de agua caían del cabello y del torso del chico, aunque no hizo por deshacer el contacto, debido a que, no lo diría, pero no le desagradaba en lo absoluto estar así, incluso, más que tolerar que su amigo fuera tan físico y con el tiempo acostumbrarse a eso, de verdad lo disfrutaba como solo pocas cosas.

–Sí, que lástima, porque ahora mismo incluso podría besarte ¿sabes? –soltó con absoluta desfachatez, acomodando su barbilla en el hombro contrario, resultando por demás obvio para el portador del sharingan que no hablaba en serio, no obstante poco pudo hacer para impedir que la sangre se le subiera por las mejillas ante tal comentario.

–¿Qué clase de amenaza es esa?, Usuratonkachi –fingió no inmutarse en lo absoluto–. Déjate de tonterías o ahora sí se te hará tarde –era cierto su argumento, por lo que esta vez sí lo apartó, ganándose un puchero infantil del rubio, que ya con más calma procedió a vestirse, girándose y dejando caer sin mucho pudor la toalla que lo cubría para ponerse las prendas inferiores, acción que aunque no debería, inquietó un poco al Uchiha de nuevo, empero, al ser consciente de que aquella escena era más que probable al irrumpir él en su habitación así nada más, desvió discretamente sus desiguales orbes a cualquier otra parte que no fuera la expuesta anatomía ajena…

 

                                                                         *****

Después de que Naruto estuviera listo y ahora si se hiciera una buena dosis de café y desayunara ligero, se encaminó junto con Sasuke a la torre hokage. Cada paso que daban disminuía más la brecha entre él y su gran sueño, provocando que el torrente de diversas emociones simultáneas lo invadieran de nuevo y con más fuerza.

Giró su cabeza en dirección al otro ninja, observando su perfil. Mantenía una expresión bastante serena como de costumbre, en muy marcado contraste con él. A veces envidiaba la habilidad de su amigo para permanecer imperturbable en casi cualquier ocasión. De cualquier modo, el que estuviera ahí, apoyándolo con su presencia en ese día tan importante, esfumaba cualquiera de sus inquietudes y hacía que todo lo que pudiera imaginar sobre el futuro no fuera sino positivo.

–Oye, Sasuke –le habló, y el aludido volteó parcialmente–. Me alegra mucho que estés aquí dattebayo –sonrió con solemnidad, acto que fue correspondido por el azabache.     

–Lo sé –comentó enseguida con jactancia, a lo que el ojiazul soltó una breve risa.

                                                                    

                                                                         *****

Naruto llegó a la parte alta de la torre, siendo ya esperado por Kakashi, Shikamaru y otros shinobis que montaban guardia, a quienes saludó con una sonrisa, y el Sexto se dirigió luego a la orilla, abajo donde los aldeanos aguardaban.

–Buen día a todos, les agradezco enormemente su presencia –comenzó a hablar–. Como ya saben, el motivo que nos reúne hoy es la toma de posesión de mi sucesor, o sea el Séptimo hokage, a quien ustedes conocen muy bien, Naruto Uzumaki –enseguida le hizo ademán al nombrado para que fuera. 

–Sí, claro –musitó antes de ir con pasos muy lentos, sintiendo que el corazón podría salírsele por la garganta en cualquier momento.

No pudo evitar tragar pesadamente antes de asomarse, y por una vez en su vida, contrario a su naturaleza extrovertida, se sintió intimidado ante la multitud. Negó tales pensamientos y tomó una gran bocanada de aire, tratando de recordar rápidamente algo de lo que estuvo ensayando el día anterior para decir, pero fue inútil, ya que su cerebro se puso en blanco.

–Ho-hola a todos. Soy Naruto Uzumaki, aunque claro, ya lo dijo el Sexto, y ya lo sabían desde antes… –tal comentario provocó unas cuantas risas sutiles en los presentes, remarcándole lo torpe que debió escucharse, por lo que se reprendió así mismo en silencio, y para no cometer más errores a causa de sus inevitables y crecientes nervios, centró su atención en los rostros conocidos de antaño que asomaban entre la multitud: 

Kiba, Shino, Hinata, Ino, Chouji y Shikamaru se encontraban con sus respectivos clanes, notándose bastante entusiasmados, mismo estado en el que estaban Sakura, Sai, Ten ten y Rock Lee, de cuyos ojos ya empezaban a caer tremendos ríos de lágrimas. También observó a Kurenai, junto a su pequeña hija, a Gai, y por supuesto a Iruka. Junto a él estaban Konohamaru, Moegi y Udon, que agitaban sus manos alegremente para saludarlo, sin olvidar a Sasuke, que solo se mantenía a la espera de lo que tuviera por decir.

Todos ellos, quienes de un modo u otro contribuyeron a allanar su camino hasta llegar a ese punto.

Su pecho se estremeció de manera positiva esta vez, ya que vinieron a él como una ráfaga recuerdos de sus vivencias pasadas, logrando entonces el impulso suficiente para que emergiera su personalidad habitual.

–Pues bien, ése es el nombre que recordarán no solo ustedes por el dolor de cabeza bromista hiperactivo que alguna vez fui, sino demás generaciones venideras por la nueva historia que empezaremos a escribir, una libre de odio y del dolor que hemos tenido que pasar –comenzaba a hablar con toda firmeza–. ¿Saben? No pocas veces me han dicho idiota idealista, que el mundo ninja es así, crudo y violento, y que no hay nada que se pueda hacer al respecto, pero yo pienso todo lo contrario. La primera vez que lo hice fue en mi primera misión de rango S. Sí, yo era un genin principiante, y un niño, pero en la actualidad sigo pensando igual, ya que mi camino solo ha terminado de reforzar esas ideas. Sé que no será una tarea fácil, pero también sé que es absolutamente posible, como lo es cualquier cosa en tanto se tenga vida, con la ayuda de todos ustedes, ya lo verán ¡dattebayo!

Finalizó, recibiendo un sinfín de aplausos y ovaciones, mientras los ojos de Sasuke permanecían fijos en él, al tiempo que sonreía con sinceridad, entonces el rubio también lo observó y sonrió, cerrando los párpados y mostrando su pulgar derecho levantado. 

Lo que siguió a eso fue un mar de gente y felicitaciones alrededor del ya Séptimo hokage.

–Eso fue fantástico –le decía Sakura en alusión al discurso, siendo de las primeras en abrirse paso a él, seguida de los demás de la generación.

–Gracias –respondió complacido. 

–Ven aquí –añadió ella con mucha emoción, al tiempo que lo atraía a sus brazos–. Así que finalmente es oficial.

–Sí… –se quedó pensativo por unos segundos–. Es real ¿cierto?, es decir, ¿no me despertaré repentinamente y todo esto se esfumará?

–Por supuesto que no, tonto –lo abrazó un poco más, y luego fueron pasando uno a uno sus compañeros y amigos. 

–Mírate, lo has logrado, aunque siempre supe que lo harías –habló Iruka cuando fue su turno, visiblemente conmovido.

–Sí… y en definitiva tú fuiste una parte muy importante de ello dattebayo.

–Qué cosas dices… –se mostró apenado, pero también honrado, a casi nada de romper en llanto.

–Solo es la verdad, yo… realmente no sé qué hubiera hecho sin ti –el Uzumaki ya se encontraba en similar estado que el mayor.

–Naruto… –aquel momento culminó con ambos abrazándose muy efusivamente y derramando varias lágrimas, las cuales el ojiazul limpió de su rostro una vez que continuó atendiendo a todos los que faltaban por felicitarlo, mostrándoles su mejor sonrisa.

Sasuke miraba todo aquello desde la distancia, resultando imposible que no se conmoviera con tantos sentimientos a flor de piel, hasta que dio media vuelta para alejarse de ahí, dado que ya había sido suficiente conglomerado por ahora, y aún faltaba más… pero por lo pronto disfrutaría de un poco de tiempo en soledad, mismo que utilizaría para reflexionar mientras caminaba por las casi desérticas calles de Konoha.

Sucedió; su amigo realmente cumplió su meta, esa que se fijó desde que era muy pequeño, impulsado por el odio que le profesaba todo aquel infame pueblo. El principio de esa historia era algo obscuro ciertamente, sin embargo Naruto fue capaz de darle un giro positivo, dejando todo lo malo atrás con un fuerte espíritu y gran entereza, para así el día de hoy convertirse en el máximo líder y defensor de esa aldea. Una hazaña más que loable sin duda.

Era bueno que lo disfrutara como el triunfo que era, aunque por otro lado también iban a llegar demasiadas responsabilidades, unas que ni siquiera iban con el carácter del rubio –pensar en eso incluso era un poco divertido–, no obstante, tenía la certeza de que se las arreglaría y estaría bien.

Después de todo siempre era así con Naruto.   

Para él en cambio, tal acontecimiento no sería precisamente bueno, debido a cierta implicación…

Una en la que era mejor no pensar, al menos por ahora, sino más bien concentrarse en ese día, que era el más importante para su mejor amigo.

Y eso debía ser lo único que importara.


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