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Bad Guy por KatsumiKurosawa

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Bad Guy

Por Katsumi Kurosawa

Capítulo 2

Tipo malo, parte I

 

Bruises, on both my knees for you

Don't say thank you or please

I do what I want when I'm wanting to

Bad Guy – Billie Eilish

 

Tony Stark estaba consciente de que era una pequeña mierdecilla caliente. Lo descubrió el día que conoció al viejo amigo de su padre.

El tipo había estado perdido por años y había sido encontrado en un iceberg. En un maldito iceberg. La historia había sido la cosa más inverosímil que el omega hubiese escuchado -se dio el lujo de bufar incrédulo- y entonces lo vio: el super soldado Rogers.

Jamás en su corta vida se había humedecido hasta ese día.

Steve Rogers había despertado el lado omega más sucio y obscuro que poseía. En ese momento descubrió un mundo de fantasías eróticas que, con su intelecto, no podían ser más que torturantes. Es decir, con su imaginación tan vívida y memoria casi fotográfica, era fácil recrear cada movimiento… es más, podía recordar como las venas de sus brazos se inflamaban y como sus músculos se movían en sincronía con su respiración.

Tenía sólo quince años. Una semana después, vino su celo por primera vez y todo cobró sentido en su cabeza mientras tenía las más sucias fantasías en la soledad de su cama mientras se masturbaba y lloriqueaba su nombre.

Su madre guardó el secreto de su ilícito enamoramiento por Steven Grant Rogers. Después de todo, ella lo cuidó en las dos semanas más horribles de su celo, mientras llamaba al alfa entre jadeos necesitados. Oh porque su primer celo duró demasiado para variar.

Entonces, Howard Stark descubrió que su hijo era un omega prime. Después de ni siquiera mirarlo, pasó a ser una especie de reliquia y no en el buen sentido.

Su padre trató de aislarlo… lo prometió a un Alfa de alto rango y lo limitó a tener cuidadores y guardaespaldas mientras estudiaba en el MIT.

Odiaba toda la sobreprotección. Odiaba la idea de que era demasiado menor para Steve. De hecho, odiaba más la idea de que Steve Rogers ni siquiera volteaba a verlo cuando llegaba a casa.

Siempre estaba con su padre, teniendo largas conversaciones de ancianos en donde recordaban sus tiempos y reían. Si no hubiesen sido un par de alfas, y no hubiera sabido que su padre amaba a su madre hasta la médula, Tony habría pensado que estaban enamorados.

Conoció a su prometido a los 16. Stephen Strange era definitivamente el alfa perfecto según Howard Stark y Tony realmente intentó que eso fuera cierto pero… algo faltaba en su relación. Algo… que no entendía bien… incluso los más fogosos besos, aunque sí lograban estremecerlo, no le incitaban a entregarse a él.

Por eso no lo había hecho un año después.

Por más que cuando se encontraran en las vacaciones, se instalaran en tórridas sesiones de besos en las que Strange hiciera obvio que deseaba mucho más y Tony sintiera escalofríos, el omega simplemente no lograba sentirse cómodo.  

—Es sólo que no es Steve… esa era la razón recurrente.

Acababa de graduarse "summa cum laude” en el MIT cuando sus padres murieron. El dolor que lo había cegado, había provocado que se encerrara meses en el laboratorio, diseñando proyectos… que pronto haría realidad.

Sin embargo, Stark seguía siendo menor de edad y fue informado -realmente obligado a salir de su laboratorio- que tenía que vivir con el Capitán Rogers, para su maravillosa fortuna.

Todos los abogados esperaban que Tony protestara y tratara de desafiarlos, pero él sólo sonrió y aceptó “sumisamente”.

Sumiso. Los abogados tenías escalofríos masivos… Anthony Stark no era sumiso así que algo debía planear ese peligroso omega.

En realidad, cuando Steve se instaló en la mansión Stark de Malibú -porque Tony simplemente no pudo regresar a New York- casi no durmió pensando en que su habitación estaba demasiado cerca…

—No Tony, no puedes colarte desnudo en su habitación —se reprendió mirando al techo, casi crujiendo los nudillos.

El omega era seguro de sí mismo para todo. Excepto lo que tenía que ver con Steve y sinceramente sabía que no podría soportar el rechazo del rubio.

Y si alguien más hubiera visto como Rogers miraba a su padre antes… joder, cualquiera estaría inseguro. 

Un día llegó de la maestría, con un dolor de cabeza horrible. Algunos de sus compañeros se portaban como estúpidos simios, intentando hacerlo sentir menos por ser omega y peor aún, teniendo 17 años y ellos entre 23 y 30 años.

—Hola, tío Steve~ —dijo juguetonamente, arrojando su mochila a la mesita de centro de la carísima sala color marfil.

Pero el hombre no respondió, lo cual era raro ya que Steve Rogers era demasiado decente para no responder un saludo.

Le miró con los ojos entrecerrados y se acercó a él. El rubio estaba sentado en el sillón principal, donde solía quedarse dormido mientras leía, con la cabeza recostada en el suave respaldo y mirando al techo.

Después, sus profundos ojos azules se enfocaron en él. Le recorrieron de una forma sucia y obscena. No lo estaba mirando con esa dulzura con la que lo observaba siempre, esa que le hacía estar en esa sonzone -ni siquiera en la friendzone- o no… lo estaba mirando como si fuese el objeto de su deseo.

Sacudió la cabeza intentando alejar esas estúpidas fantasías desesperadas y volvió a mirarlo para sacárselas de la cabeza.

— ¿Cuándo entras en celo, Tony…? —el hombre -el gigantesco hombre- se levantó de su asiento, acercándose peligrosamente al castaño que no se movió ni un poco al sentir el aliento de Steve acariciándole deliciosamente la mejilla.

—Eso… es algo… ¿inapropiado? de preguntar, tío Steve… —sonrió sarcástico, sosteniendo su poderosa fachada de I don’t give a fuck about anything recurrente.

Y oh, Steve acarició su mejilla. El olor a petricor inundó la habitación y eso encendió las alarmas de la mente de Tony.

No. No fue porque su entrada se humedeció al instante, dilatándose para ser tomado de inmediato.

No. No fue porque el hombre le había tomado las caderas para acercarlo a su cuerpo y había cerrado los enormes brazos en su cintura, no.

La cosa era que Steve Rogers no olía a petricor. Steve olía a deliciosa lavanda y no era un olor delicado de omega.

Tenía tatuada la piel por el recuerdo de ese olor despertando su celo y torturándole durante noches, así que era difícil confundirse.

—Tú no eres Steve… —concluyó de inmediato, justo antes de que esos labios carnosos y pecadores se cerraran sobre los suyos, dominándolo, poseyéndolo y doblegándolo.

Gimió sorprendido, fundiéndose entre esos poderosos brazos. Esa lengua acarició con ahínco la suya y Tony supo de inmediato que la quería en todo su cuerpo.

Las enormes manos apretaron su cintura para después recorrer en caricias fogosas toda su espalda e instalarse en la curvatura de sus nalgas haciéndolo respingar y separarse de aquella boca.

—Espera… ¿Qué sucede…? —preguntó altamente confundido. Pero el hombre no se detuvo, aferró el pequeño cuerpo al suyo, moliendo la enorme y dura erección contra el omega, haciéndolo sentir escalofríos masivos.

Le besó de nuevo. Tan bueno. Tan sucio.

Jadeó dentro de la boca, consciente de que jamás había sido besado de esa forma, como si Steve intentara tatuar la sensación de sus besos. ¿Era prudente pensar que Steve tenía una especie de anomalía hormonal? El suero del super soldado… ¿Podría provocar algo así?

El hombre desabrochaba el blazer rojo del castaño mientras succionaba suciamente su labio inferior. La prenda fue arrojada a un lado y el alfa le miró intensamente.

Besó la parte trasera de su lóbulo haciéndole chillar por la anticipación. Más besos deliciosos bajaron por el cuello del omega.

—Oh, dueles delicioso… —besó esa zona específica de su cuello que hacía desfallecer al omega. Cuando el alfa alcanzó su glándula omega, comenzó a mordisquear suavemente y Tony sintió la humedad desbordante que comenzaba a escurrir por sus piernas dentro de sus pantalones de vestir, encendiendo las alarmas…

—No… detente… —bien, estaba mareado, confundido y excitado— Steve… no…

Y como si hubiera acatado la orden, el alfa se detuvo, mirándole con esos ojos obscurecidos de furia.

—Yo no soy “Steve” —le dijo con desprecio con esa voz tan grave y luego arrugó la cara en una expresión adolorida.

El hombre gimió de dolor llevándose la mano a la frente, evidenciando que su cabeza parecía a punto de estallar. Dio varios pasos tambaleantes hacia atrás y cayó sentado en el sillón.

Anthony estaba petrificado. Lo observaba como si no pudiera procesar lo que acababa de suceder y en verdad no podía.

— ¿T…Tony…? —el sodado llamó al omega quien aún no regresaba de su perplejidad. Tony lo miraba intensamente, respirando pesadamente.

Entonces, el relajante aroma a lavanda inundó la habitación. Steve Rogers había vuelto. Ese sí era Steve, su Steve.

¿Entonces quién rayos…?

Aún estaba húmedo. Pronto se hizo consciente de que su cuerpo aun estaba excitado… tenía que irse de ahí antes que ese aturdido Steve lo notara.

Y huyó.

¿Qué podía hacer ahora? ¿Qué?

…………….

Él era un genio ¿No?

Sin embargo, uno de sus mayores defectos era intentar resolver las cosas solo y sin ayuda. Sabía que esta no era su area of expertise, sobre todo por la opinión pública que lo consideraba un omega “un poco deschavetado”, pero la lectura que ocupó más su tiempo debido a los síntomas que observó en Steve Rogers durante una semana, fue del campo de la psiquiatría.

Tony creía que podía hacerse experto de un tema en una noche.

—Trastorno de identidad disociativo —concluyó, arrugando el entrecejo y pensando si realmente debería acudir a S.H.I.E.L.D e informar todo lo que había descubierto.

Pero no. Era un narcisista hijo de perra y decidió observar el comportamiento de Steve Rogers un tiempo.

Estuvo observándolo temeroso, sin embargo, el distanciarse parecía poner triste al soldado así que bien, cambió de táctica. Comenzó a acercarse más a él, mucho más de lo que se acercaba antes de ese primer ataque.

Llegaba de la escuela y le daba eufóricos abrazos, a sabiendas de que el alfa se desconcertaría mucho por la proxemia. No le importaba… menos si Steve no dijo nada la primera vez. Las demás veces simplemente disfrutó moliendo su cuerpo contra esa deliciosa tableta de chocolate.

—Soy un hijo de perra… —aquella mañana específicamente, estaba abandonando las esperanzas de que el “tipo malo” como lo había nombrado temporalmente, apareciera.

Pero claro que reflexionaba sobre el por qué quería que ese tipo regresara. Es decir, no era como si pudiese ofrecerse a Steve… el alfa era tan lento que seguro si se apareciera desnudo en su cama, le pondría un abrigo para que no sintiera frío sin notar lo mucho que Tony lo deseaba.

Sintió su cuerpo cosquillear ante la sola idea de ser manoseado por esas enormes manos… maldita sea.

—Oh, precioso… tu aroma es tan… —la voz ronca le hizo enderezarse de inmediato sobre los planos de uno de sus inventos.

—Volviste. —apuntó tratando de sonar despreocupado, fingiendo que buscaba otro circuito para las botas con propulsores que estaba diseñando.

—¿Me extrañaste, mi amor? —dijo con cinismo y sus manos desvergonzadas se posaron en las caderas del pequeño omega, quien trataba con todas sus fuerzas de no perturbarse.

—Sólo te he visto una vez. —respondió sin darle importancia y comenzó a soldar sus circuitos.

—¿Quieres verme más? —el problema no era lo que dijo si no que lo había dicho con la boca pegada a la parte trasera de su cuello. El aliento húmedo del hombre casi le hace jadear.

—No sé quién eres… —apartó los objetos con temor a quemarse al distraerse y se giró hacia el hombre— ¿Quién eres?

—No tengo nombre… —sonrió de lado y capturó la cintura del omega, de nuevo moliéndolo contra su cuerpo— Ponme uno. Llámame amo… llámame daddy…

—¿Por qué estás aquí? —ignoró el impulso sumiso de llamarlo daddy lo mejor que pudo—¿Por qué naciste…? —susurró sintiendo los labios del rubio danzar sobre su mejilla.

—Yo simplemente… desperté un día… —ladeó la cabeza, divertido— Nací porque Rogers reprime muchas cosas. Se culpa por todo… no tiene paz, él cierra los ojos y ve muertos en todas partes. No es nada divertido… yo sí, yo quiero divertirme… contigo sobre todo~ —le mordió la mejilla asustándolo.

De nuevo estaba humedeciéndose. Porque fuera de esa personalidad tan… malvada, seguía luciendo como su amado Steve…

—¿Por qué me haces esto? —sí. Se dirigía a esas manos acariciándolo deliciosamente por todas partes mientras su boca besaba su cuello con devoción.

—Porque me encantas. Me fascinas. Eres un Omega Prime… tu olor me llama… naciste para que te folle… naciste para retorcerte debajo de mío… —una de sus manos se escabulló entre sus pantalones, apretando uno de sus glúteos haciéndolo hipar.

Tony estaba de acuerdo con sus palabras. Lo estaba, maldita sea, pero no iba a hacérselo saber de ningún modo.

—Eso no es cierto… Steve… Steve nunca me ha mirado, por qué tú me mirarías de ese modo. —se las arregló para no gemir mientras esos dedos delineaban su entrada pulsante. Sin contenerse, se empujó contra ese dedo, odiándose al instante en el cual escuchó la risa descarada del alfa.

—Steve… —su risa malvada resonó por su taller— Rogers se ha sentido atraído a ti desde el día en que te vio por primera vez… sólo que es muy tonto y patético. Lo reprimió todo por Howard… él no iba a tocarte porque estaba Howard… —mordisqueó su hombro y Tony puso los ojos en blanco al sentir los gruesos dedos profanar su entrada.

—Oh Dios, sí… —tiró la cabeza hacia atrás, totalmente rendido, disfrutando del movimiento circular que los dedos trazaban dentro de él.

—Pero a mí me importa un cuerno… yo sí quiero… lo quiero todo—gruñó contra su manzana de adán, para succionarla— Pero no puedo… —sacó sus dedos, soltando a Tony como si quemara— No todavía. Rogers se dará cuenta y tratará de alejarme de ti… aunque eso signifique que él mismo se aleje de ti.

Excitado, Tony le miró tratando de recuperar el aliento. El tipo malo tenía razón.

—Así que… —tomo su hombro y empujándolo al piso con su fuerza sobrehumana, le hizo arrodillarse.

El omega cayó con todo su cuerpo, jadeando de dolor.

—Ahora me conformo con tu boca…

Tony estaba desorientado por el dolor y por el repentino movimiento. Pudo oír la bragueta abrirse y cuando vino a darse cuenta, aquel miembro descomunal le golpeaba la mejilla.

—No… —susurró sintiendo el pene acariciándole la mejilla. Ese delicioso aroma entre el almizcle y petricor se concentraba en su parte baja, haciéndole salivar.

—Oh sí —su mano se cerró en los cabellos de Tony, halándole la cabeza hacia atrás—Abre grande, bebé…

El apodo envió escalofríos masivos al omega y abrió la boca de buena gana para sentir como colmaban su cavidad con tal maravillosa verga.

—Mhj jhí —gimió alrededor de la gruesa y larga longitud, enviando deliciosas sensaciones al alfa.

—¿Nunca has chupado una? —le preguntó con los ojos obscurecidos de lujuria vagando por todo su rostro.

—Mmm uhm —hizo un ruido en negativa y siguió succionando con ahínco, ayudándose con sus manos a cubrir la longitud alfa.

Las manos enormes del alfa acariciaron su rostro, enseñándole la dirección y el ritmo del bombeo de su cabeza.

Los gruñidos del alfa hacían al omega sacudirse de gusto. Saber que Steve estaba disfrutando de lo que hacía por él, iba más allá de lo placentero. Era el completo Nirvana.

Estaba siendo alimentado por la enorme polla. Instintivamente supo que el hombre se vendría. La enorme mano tomó una porción de su cabello en la parte trasera de su cabeza y se condujo el mismo dentro de la boca del omega. Embistió dentro, obligando al omega a relajar la garganta para mantenerlo dentro.

Controló su garganta como pudo y sus dulces ojos llenos de lágrimas por el placentero esfuerzo, se elevaron hacia el rostro de Steve Rogers. Su rostro tenso de placer, sus fosas nasales ampliándose desesperadamente para coger más aire, su mandíbula tensa y sus labios fuertemente cerrados.

Tony podría morir en ese momento, sin tener ningún remordimiento.

Steve gruñó y el grave sonido fue directamente a la entrepierna del pequeño omega que recibió el cálido disparo de semen en la garganta y el movimiento se detuvo. El alfa esperó a descargarse completamente dentro de su boca.

Anthony se vino dentro de sus pantalones en el momento en el que la polla abandonó sus labios y parte del semen se desbordó entre ellos. Gimió derrotado, dejándose caer al piso, apenas sosteniéndose con los brazos para no estrellar su rostro en el mármol blanco.

—Excelente… maravilloso… —no sabía en qué momento, pero las palabras halagadoras llegaron a él cuando su cuerpo era cargado cuidadosamente hacia su habitación.

Estaba agotado. Tantas emociones. Su cuerpo estaba agotado…

—Toma un baño… —le aconsejó el alfa mientras le recostaba en su cama. Su cabezaagradecía sentir la almohada de plumas— No queremos que Rogers sepa sobre esto…

Y la amabilidad se fue. Sus ojos lujuriosos se pusieron fríos y abandonó la habitación de inmediato.

Por supuesto que no. Steve no podía saber que una personalidad que no sabía que existía, le había follado la boca del modo más maravilloso existido.

Después de una siesta se tomó el ansiado baño.

La esponja llena de espuma se restregó en su piel, sin ganas de quitar las sensaciones que habían erizado todos y cada uno de los vellos de su cuerpo. Sus rodillas le dolían horrores… había permanecido hincado sobre el impacto de sus rodillas al ser doblegado así que tenía mucho sentido.

Para el día siguiente, sus rodillas eran como dos berenjenas.

Llegó a casa, arrojó sus libros por ahí y se colocó unos shorts. Tenía que aplicar hielo en sus rodillas, o algo congelado ¿Habría carne congelada en el refrigerador? No lo sabía. Tendría que revisar…

—Jarvis… ¿Todavía hay donas con glaseado de fresa con chispas? Muero por una de esas… —comentó confiado, desviándose de su objetivo principal mientras caminaba a la cocina. Esperó a que la inteligencia artificial instalada en la casa y su primer proyecto exitoso, contestara.

—Hay dos en el compartimiento secreto del refrigerador, Señor… —le respondió la voz ceremoniosa, con su acento inglés— Justo donde las dejó para que el señor Rogers no las encontrara.

—Excelente… —sonrió y abrió la puerta del enorme refrigerador, buscando una dona glaseada como si estuviera robando un banco— Oh Jarvis… —gimió encontrándola y salivando. La mordió de inmediato.

—¿Gusta que encargue secretamente otra caja, Señor? —le comentó y si Tony no estuviera convencido de que era una inteligencia artificial ya que él mismo la había inventado, habría querido que el tono de Jarvis era hasta juguetón.

Lo había bautizado “Jarvis” como el fiel mayordomo de sus padres y su primer nana… fallecido con el matrimonio en una misión. Aunque para disfrazar el sentimentalismo, fingiera que Just A Rather Very Intelligent System era el verdadero significado de las siglas.

—Que sean dos…

—Enseguida… —respondió la voz y la cocina nuevamente se quedó en silencio hasta que el mismo fue interrumpido por una voz que no esperaba.

— ¿Qué te pasó en las rodillas Tony?

Steve miraba horrorizado sus rodillas. Maldita sea, Tony había olvidado que estaba ahí no para satisfacer su gula, si no por carne para sus estúpidas rodillas… por eso los shorts…

—Me… caí… —respondió dudando. No podía evitarlo ¿Realmente Steve no sabía nada ni recordaba nada?

—Te pondré un ungüento. Se ve mal… ¿Duele mucho? —el hombre se arremangó las mangas de la camisa, yendo al botiquín. El omega lo siguió sin ganas.

—N… S… No… no duele mucho… —mintió lo mejor que pudo, pero la duda latente de si Steve recordaba o no lo sucedido lo tenía atrapado. Mordisqueando la dona, se sentó en el sillón principal de la sala.

Steve tenía el ceño fruncido. Estaba preocupado… se volvió él con un frasco en las manos y masivos y deliciosos escalofríos lo invadieron cuando lo miró arrodillarse.

Los inocentes ojos azules le miraron con curiosidad.

—Bien, quédate quieto… —oh como si eso fuera posible, por todos los cielos. Tony vio azorado esos dedos que habían estado dentro de él la tarde anterior, los dedos se metieron en el frasco.

Sus gruesos dedos.  Oh. Habían estado tan bien, dentro de él…

Lo miró y este desvió la mirada de inmediato, no podía mirarlo a la cara, a sabiendas de que sólo pensaba en esos dedos profanándolo. Quería que lo hiciera de nuevo… lo quería tan mal.

—Tienes que tener cuidado, bebé… —acariciándolo con el ridículo ungüento de anciano que el hombre adoraba— Tienes una piel delicada…

Pero al tipo malo eso no le había importado la tarde anterior. El tipo malo sabía que Tony lo quería así, no sabía cómo, pero sabía que Tony no quería nada más que ser dominado por ese alfa.

Bebé. Lo había llamado bebé justo antes de alimentarlo con la enorme polla.

—No soy un bebé… —gruñó, incapaz de concentrarse en otra cosa que no fueran los fuertes dedos de Steve en su piel. La dona se había terminado y nada podría distraerlo.

—Perdone, señor ingeniero del MIT… con maestría y todo~ —sonrió para tomar más del ungüento y acariciar la rodilla izquierda. Tony no pudo contener el obsceno jadeo de Tony que el contacto le arrancó injustamente. Su piel se erizó totalmente— Te… ¿Te duele…?

—N… un poco… —mintió, sin evitar que su rostro se ruborizara. Oh no, él no era una colegiala enamorada. Él sólo quería sexo duro con el capitán américa…

Él sólo era una mierdecilla caliente…

Miró a un lado, tratando de ignorar sus impulsos. Sus feromonas comenzaron a escaparse sin su control y lo sabía…

—T… —pero su nombre nunca salió de su boca.

Cuando tuvo el valor de mirar a Steve Rogers a los ojos, supo inmediatamente que Steve ya no estaba ahí.

Era él.

Era ese tipo malo.

Era ese bad guy…


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