Cuando desperté me encontraba en un lugar tranquilo, estaba recostada sobre el césped y miraba directamente a la cielo, además de unas cuantas mariposas blancas que revoloteavan por el lugar.
Sólo de escuchaba el sonido de mi respiración lo que me hizo caer en cuenta de él silencio que predominaba en aquel lugar.
No me sentía preocupada por desconocer el lugar en el que me encontraba, de alguna forma me resultaba familiar.
Lo último que recordaba era a mi familia alrededor de mi cama, me quedé dormida y aparecí aquí.
En algún momento mi cuerpo respondió a lo que mi cerebro le demandaba y me levante del suelo mirando a mi alrededor confundida. ¿Donde demonios estaba?
-Hola dulzura - Una mujer albina, de piel pálida, ojos azules y que utilizaba un vestido gris se acerco a mi
-¿Quien eres? - la miré de pies a cabeza, ella era realmente hermosa a pesar de ser tan delgada
-Soy Cassandra - Sonrió mientras tomaba mi rostro entre sus manos.
-¿Que hago aquí? - la mire atónita.
-Estas muerta - Sonrió ampliamente.
-¡¿Eh?! - Me alejé de ella rápidamente, estaba asustada.
-No te preocupes querida, todavía tienes 102 oportunidades - Se acerco a mi nuevamente.
-¿C-como... C-como morí? - Estaba a punto de llorar.
-Te atropellaron - Pellizco mis mejillas con algo de fuerza- te pondré en un camino nuevo- Se veía entusiasmada.
Sin dejarme replicar me tomo de la mano y comenzó a caminar hacía una antigua casa japonesa; intenté resistirme pero fue en vano. Una vez allí me pidió que dejara mis zapatos en la entrada mientras ella buscaba algo por toda la casa.
-Es bastante viejo y solo - Me senté en el suelo e inspeccione el lugar con la mirada.
- ¡Mira! - Llego corriendo con un libro en las manos.
-¿Que es eso? - Iba a tomar el libro cuando me dio un golpe en la cabeza - ¡Au! -
-No toques cosas ajenas - Abrió el libro y empezó a escribir en lo que yo suponía era algún idioma raro - Ahora escoge una parte del mundo, solo por esta vez te dejaré hacerlo-
-Mmm, ¿Italia? - Sonrió y me empujó fuera de la casa.
-Muy bien, párate erguida, no quieres problemas de espalda - Me dio un papel con un nombre "Leonardo".
- ¡Estate atento! ¡Debes aprender lo necesario, Leo! -Sonrió mientras se despedía haciendo movimientos con la mano - ¡Te mucho cuidado al cruzar la calle!
-¿Aprender? - Sentí como el suelo se abrió a la mitad y comenzaba a caer. ¿Esto será así siempre?
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Al momento de abrir los ojos solo puede ver el techo blanco, ¿Donde estoy?
-Hola Leo - Vi a una mujer hermosa, debía medir ¿1,60?, tenía los ojos azules y el cabello de color negro, además de ser muy blanca y tener unas finas pecas decorando sus mejillas sonrosadas.
Pero... ¿A quien le hablaba?.
-Eres tan lindo - Sentí como tocaba mi mejilla con su dedo. Junto a ella pude ver a Cassandra, la cual solo se burlaba.
En el momento en el que me di cuenta que era un bebé no pude evitar empezar a llorar. ¿Como pude terminar así?.
5 años después...
Realmente fueron años muy largos. Cassandra me dice que no podrá seguir hablando directamente conmigo después de los seis años, algo de los niños pequeños, no le puse atención.
Mi madre se acercó a la puerta de mi habitación y observo mi entusiasmada conversación con la nada. Ella aseguraba que eran amigos imaginarios pero era más que eso, lamentablemente.
- No hagas eso - dije molesto mientras hacía un puchero.
- ¿Hacer qué? - espetó maliciosamente mientras se acercaba a mi - ¿Esto? - Comenzó a hacer desagradables muecas mientras yo me hacía bolita y cubría mi rostro con mis manos.
- Eres mala - esquivé su mirada apunto de llorar (con ella, esto era una técnica infalible).
- ¡¿Eh?! No lo haré más - me abrazó y sonreí complacido, había ganado de nuevo.
- Quizás sea un buen momento para ir a comer algo, ¿no lo crees, pequeño? - mi madre me tomó en sus brazos y me sonrió ampliamente. Realmente había llegado a quererla mucho.