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ASESINO por juda

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Habían recibido mercadería nueva así que les tocaba quedarse en el negocio para acomodarla. Eran las 11 de la noche cuando decidieron darse un merecido descanso.

En la parte trasera del negocio tenían una pequeña habitación con un sofá y un televisor. Cuando no había clientes, solían usarlo para descansar.

Iván se tiró frente al sofá con un sandwich y un vaso de refresco, Ariel lo hizo a su lado con una ensalada. El platinado levantó las cejas y no pudo evitar la carcajada:

-Dime que no intentarás de nuevo con esas dietas tontas, estás espectacular, Ariel!

-No estoy espectacular, me creció el culo! -le contestó poniéndose de costado y pellizcándose un cachete. 

Iván volvió a reír, hizo un bocado al sandwich mientras veían televisión, luego tomó el refresco, hizo tres tragos grandes y cuando regresaba el vaso a la mesita pequeña que tenían en frente, se pasó la lengua suavemente por el paladar... sintiendo el gusto.

-Ésto sabe raro.

-El refresco?

-Si!

Ariel tomó el vaso y lo olió. Lo miró y elevó los hombros en señal de que no sentía nada.

-Pruébalo! -exigió Iván y Ariel se llevó el vaso a la boca.

Iván le miró la nuez de adán y no se movió, no había tragado.

-No tiene gusto raro, Iván! ¿Quieres de mi agua? 

-Si, dame -y agarró la botellita casi con desesperación, tomó varios sorbos y cuando la dejó, sintió el mismo gusto, casi amargo. Elevó el líquido y lo miró a contraluz: se veían perfectamente unas pequeñas motas aceitosas.

Miró a Ariel. Ariel lo observaba en silencio, serio.

No recordaba haberlo visto bebiendo.

Luego miró la ensalada: Ariel estaba preparándose para salir y por eso no había cenado nada pesado.

Se sintió levemente mareado y se levantó de golpe, se metió el dedo en la garganta mientras intentaba llegar al baño.

Unos brazos potentes lo agarraron y lo llevaron al sofá.

-Suéltame Ariel! Suéltame hijo de puta. Te voy a matar. Te voy a matar hijo de puta.

Los brazos fuertes lo tiraron en el sofá. Ariel se subió a horcajadas sobre él y con las piernas aprisionó los brazos de Iván para que no pudiera llevar la mano a la boca.

-TE VOY A MATAR! -le gritaba Iván y Ariel lo miraba sin inmutarse.

El pelinegro relajó su cuerpo y se sentó sobre el estómago de su platinado hermoso, miró la hora en el reloj pulsera y cruzó los brazos para esperar que su amigo del alma se durmiera.

Iván intentó removerse, se mordía los labios con odio, no podía verlo bien porque se dormía, porque tenía los ojos anegados por las lágrimas: el hijo de puta saldría en busca de Carlos y conseguiría que lo mataran.

-No me hagas esto -suplicó ahogado, y Ariel le acarició el rostro sin mostrar ninguna emoción -no seas hijo de puta, Ariel. No vayas, nnno vayas. A-a-a-ariel. A-a-ariel, p-p-por ffffavor.

Cerró los ojos y trató de ralentizar lo más que pudo la respiración, se calmó, se obligó a calmarse; pero sin que su pelinegro adorado se diera cuenta se pellizcaba fuerte la pierna, no debía dormirse, no aun, aun no!

Sintió cuando el cuerpo de Ariel se elevó despacio, observándolo, lo percibió cerca durante unos segundos. 

El asesino puso los dedos índice y anular en su cuello y le controló el ritmo cardíaco, luego, por fin, se alejó.

Se preparaba, lo veía cruzar de un lado al otro con paso sereno y seguro, escuchaba cuando cargaba el arma. Quiso ponerse de pie pero el cuerpo no le respondía, cuando sintió que iba por más balas al cuarto que había en el fondo, se metió toda la mano en la garganta y vomitó, se cayó de costado y por suerte la alfombra amortiguó el ruido, puso un almohadón sobre el vómito para que su pelinegro maldito no lo notara y tomó el celular, le temblaban las manos, tenía la visión borrosa, hizo acopio de toda su fuerza de voluntad y buscó el contacto, por suerte lo había anotado cuando Ariel tiró el papel.

"Hola?" respondió el niño... esa era la única solución.

***

"dame la dirección de la casa, iré a hablar con él!" dijo desesperado mientras se olvidaba de la sopa, el frío, que estaba cansado, que quería descansar. Salió de un salto y comenzó a vestirse con el celular entre la oreja y el hombro.

"estammm estamos..."

"IVÁN! IVÁN DÓNDE ESTÁN? DAME LA DIRECCIÓN, IVÁN!"

Escuchó la voz de su asesino hermoso: "Con quien hablas?"

y luego la voz de Iván, somnoliento, apurado. Fue un murmullo, pero lo suficientemente claro para entender... "negocio"

"Hola?" preguntó la voz de Ariel y Fernando sintió que se le aflojaban las piernas, era una voz decidida, grave, imponente. No era la voz de su asesino adorable que le hacía mimos mientras lo tocaba. Esta era la voz del lado oscuro de su Asesino y se sintió aterrorizado porque ese sonido, lo excitó.

"Ariel! Ariel no vayas a ningún lado" gritó Fernando, y Ariel cortó la comunicación.

FUUUUCK!

Salió a medio vestir, con un pantalón deportivo y un abrigo grueso encima del pecho desnudo, afuera hacía frío pero ni siquiera notó que iba con las medias y sin zapatillas.

Tomó su vehículo y aceleró, en 15 minutos estuvo en el negocio, cuando llegó la puerta estaba abierta. Entró corriendo y casi tropieza con el cuerpo de Iván caído en la entrada. Lo levantó e Iván se asustó, se despertó aterrorizado.

-Me drogó! me drogó el hijo de puta -jadeó, se le cerraban los ojos, tenía toda la cara mojada, evidentemente había intentado salir de su sopor mojándose.

-Hacia donde fue? sabes la dirección?

Iván levantó la mano con una pequeña tablet, había un punto verde que se movía en medio de un plano.

Fernando lo entendió al instante, su padre solía poner GPS en los vehículos de sus empleados, de esa manera era más fácil seguirlos cuando sospechaba que alguno le sería infiel.

Se levantó de un salto e Iván se aferró a su pierna.

-Llévame, ya tomé una dosis de modafinilo, en teoría debería estar bien en un par de minutos. 

Fernando no lo dudó, lo tomó por la cintura para levantarlo y cuando lo hizo sintió el arma. Iván iba preparado y experimentó alivio. Alguien debía detener a Ariel, alguien debía protegerlo. Fernando estaba aterrorizado, le faltaba el aire, casi en vilo llevó al platinado al vehículo, lo puso en marcha mientras miraba el gps y avanzó con gran velocidad.

***

Ariel ingresó con la moto por una zona de calles de tierra y casas pequeñas: Carlos se ocultaba en un barrio marginal. El pelinegro sonrió de costado: Carlos era una bestia ocultándose entre perros rabiosos, pero no contaba con que él no estaba rabioso... él estaba caminando en una línea muy fina entre la cordura y la sinrazón.

Llegó a la dirección y estacionó la moto justo al frente, no evitaría ocultarla, era un terreno de maleantes y asesinos. Carlos se había ocultado en un territorio donde Ariel también se sentía cómodo. Activó la alarma que él mismo había diseñado: si ponías las manos sobre el vehículo, una pequeña descarga de electricidad te hacía retroceder. Ariel amaba dejar la moto en lugares peligrosos y esconderse para ver como los ladrones terminaban meándose en los pantalones cuando recibían la corriente en plenas terminaciones nerviosas.

El pelinegro le sacó el seguro al arma y rodeó la casa, saltó una pequeña tapia y cuando cayó, el ladrido de un perro inmenso lo sobresaltó, vio las fauces del animal acercársele directamente a la cara hasta que la cadena se acabó y los movimientos del perro se vieron coartados.

La luz en una habitación se prendió y Ariel se apresuró hacia la pared, puso todo el cuerpo en ella y contuvo la respiración, la ventana se abrió y alguien le preguntó algo al animal que ladraba como endemoniado. Era la voz de Carlos, no lo dudó. No buscaba hacer un trabajo limpio sino terminar con el hombre de una buena vez. No le importaba si los vecinos escuchaban lo que sucedía, estaba en terreno peligroso y ellos sabían que cuando había disparos, debían cerrar bien puertas y ventanas. Hizo dos pasos hacia adelante y uno al costado, se paró frente a Carlos con el arma en alto y disparó. El disparo dio en un mueble. Apenas el hombre vio un movimiento en la oscuridad se tiró hacia un costado, Ariel maldijo en voz alta y cuando vio a Carlos salir corriendo de la habitación, pegó un salto y entró por la ventana. Lo siguió. 

La casa estaba oscura, redujo la velocidad cuando ingresó a una especie de salón y sintió un golpe. Carlos había salido desde un rincón, pasó por su lado y lo rozó. Lo vio huir y perderse en la oscuridad. 

El dolor lo sintió luego, se llevó la mano al costado y pudo percibir sangre, lo había cortado. Levantó la vista y Carlos apareció por otro costado. Como una rata escurridiza pasó corriendo y nuevamente lo cortó pero en el costado contrario. Ariel ya no se llevó la mano a la herida, directamente intentó seguirlo con la mirada y disparó.

Dos tiros, los fogonazos alumbraron el lugar: había sillas, una mesa, un sofá, pero no lo veía. Lo escuchó correr y Ariel volteó horrorizado porque lo sentía llegar desde atrás pero la rata escurridiza pasó con tanta velocidad que el pelinegro lo único que pudo hacer fue sentir cuando lo rozaba en una pierna y luego el calambre del corte, la sangre regando el pantalón.

-HIJO DE PUTA! -gritó Ariel y escuchó la risita aguda de la rata.

-Con Ivan será peor -le contestó en voz baja y Ariel disparó hacia el lugar desde donde provenía la voz. 

Un disparo hizo, luego otro, intentó un tercero pero el arma estaba descargada, apenas sintió el click, llevó la mano al bolsillo para sacar más balas pero el cuerpo de Carlos se abalanzó sobre él con la daga brillando en el aire.

***

Fernando paró donde el GPS le indicaba.

-Ahí, ahí -indicó Iván, temblando -esa es la moto de Ariel.

Y se escuchó un disparo dentro de la casa.

Fernando pegó un alarido e Iván abrió la puerta del vehículo con el arma en la mano, pero apenas se apeó, cayó de rodillas mareado.

-MALDITO HIJO DE PUTA -Gritó Iván llorando, desesperado y Fernando entró en crisis. Otro disparo, luego otro. El castaño se agachó, puso la mano sobre el arma del platinado y lo miró a los ojos.

-¿Sabes disparar?

-Si -jadeó Fernando temblando.

-Vé, cuida a mi Ariel, tráelo vivo -susurró ahogado en lágrimas y Fernando tomó el arma y corrió hacia la casa.

Abrió la puerta de una patada y lo primero que hizo fue disparar, no porque quisiera, sino porque los dedos le temblaban tanto que accionó el gatillo. Carlos había clavado medio centímetro de la daga en el cuello de Ariel cuando sucedió eso, como rata salió del cuerpo del pelinegro, rodeó el salón, corriendo pegado a la pared. El pelinegro, con los ojos acostumbrados a la oscuridad lo vio y cuando escuchó el grito del chiquillo llamándolo, se olvidó de las heridas que lo estaban desangrando y corrió.

Carlos se tiró sobre Fernando desde un costado. Fernando cayó estrepitosamente al suelo con la rata encima y cuando la bestia pasó con rapidez la mano de izquierda a derecha, produciéndole un corte a la altura del pecho en el chiquillo, Ariel cayó sobre él, sacando el cuerpo de la rata del niño hermoso.

Fernando se levantó asustado llevándose la mano al pecho herido y escuchó los alaridos de Carlos, se tapó los oídos porque el hombre aullaba y lo veía pegar patadas bajo el cuerpo de Ariel y Ariel sobre él, como un ave de rapiña, no sabía qué era lo que hacía pero estaba encorvado sobre él y tuvo miedo, tuvo mucho miedo.

La luz se prendió e Iván gritó:

-ARIEL, SUELTALO! 

Carlos había dejado de gritar y patalear. Ariel estaba desatado, enloquecido y seguía sobre ese cuerpo haciendo vaya a saber qué.

-ARIEL -volvió a gritar Iván -NOS TENEMOS QUE IR, ARIEL!

Ivan quiso acercarse y tropezó, aun estaba mareado, entonces Fernando se levantó, fue hasta el pelinegro, temblando porque no sabía que hacía y le tocó la espalda.

Ariel giró mostrando los dientes como un perro rabioso, tenía la mirada ida y la mandíbula llena de sangre. Fernando miró de reojo a Carlos y le vio la traquea cercenada. Ariel casi gruñó y Fernando, por inercia le puso la mano en la cabeza, como si intentara calmar una bestia y le susurró.

-Ya está, ya, ya pasó, ya pasó.

Ariel pestañeó una vez, dos, tres veces y los ojos poco a poco volvieron a ser cuerdos, perdieron un poco de esa locura bestial que lo azotaba. En el cuarto pestañeo pareció reconocerlo, giró la cabeza mirando alrededor, intentando encontrarse nuevamente en el presente.

-¿Estás bien? -jadeó Ariel y cuando abrió la boca para hablar le cayó una buena cantidad de sangre de la boca. Fernando no se asustó, sabía que esa sangre no era de él.

-Estoy bien.

Iván se paró a un costado, serio, y Ariel se acercó de rodillas hacia él. 

Fernando notó que su asesino salió del cuerpo de la rata muerta intentando no mirar lo que había hecho.

-Perdón -jadeó el pelinegro abrazando la cadera del platinado. El platinado le acarició la cabeza y miró a Fernando.

-Tenemos que llevarnos el cuerpo de Carlos. Ariel dejó ADN por todos lados.

-Perdón -volvió a susurrar Ariel y Fernando vio cuando el pelinegro se aferraba con fuerza a la cadera del platinado.

-¿Estás muy lastimado? -le preguntó Iván a Fernando mientras acariciaba la cabeza de Ariel como si de un cachorro se tratara.

-No, es un corte superficial.

-Ayúdame. Ariel estará un poco ido durante un par de horas, reacciona así cuando está bajo mucha presión. No temas.

Fernando miró al pelinegro que aun estaba de rodillas y restregaba la cabeza por la cadera del platinado, aun parecía un animal, no era cien por ciento humano, no era cien por ciento un hombre cuerdo, aun flotaba en su locura. 

El castaño afirmó y se dispuso a levantar el cuerpo de Carlos, se asustó consigo mismo, se asustó de lo que sentía, se asustó de esa calidez... había conocido el lado oscuro de Ariel y conocerlo entero, conocer sus dos caras, era enamorarse aun más de él.

Y ese enamoramiento, tarde o temprano, dolería.


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