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ASESINO por juda

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-NOOOOOOOOOO -gritó Fernando y se tiró sobre él.

Todo su cuerpo impactó con el de Ariel y en el último segundo, la mano con el arma se elevó y la bala le rozó la frente al asesino. Cayeron hacia atrás, Fernando elevó el rostro, lo vio ensangrentado y chilló enloquecido hasta que Ariel abrió los ojos.

-Ariel, qué pasa? Ariel? -gritó Fernando pero Ariel no contestó, lo empujó de su cuerpo y se arrastró hacia la derecha.

Fernando vio que se dirigía hacia el arma y fue más ligero, se tiró sobre ella, la tomó y se la puso en la cabeza.

-Me iré contigo -gimió desesperado y Ariel cayó rendido en el estacionamiento, la cara en el piso, llorando desesperado. -¿Cuantas balas pusiste? Usaré una y la que quede la puedes usar en ti. Pero no me dejarás solo. O nos quedamos los dos o nos vamos juntos -jadeó temblando entero, sin derramar ni una sola lágrima. El rostro duro. Veía a Ariel rendido, tirado en el piso y algo en él, que aun no sabía que existía, se había erigido para cuidar a su hombre.

-no lo hagas -gimió hipando y Fernando se aproximó, le elevó el rostro agarrando un puñado de su cabello y lo obligó a mirarlo.

-¿Qué te hizo para obligarte a hacer esto?

-Tengo que matarte.

-¿Con qué te amenazó?

-Tiene a Iván -sollozó sin poder controlar los espasmos musculares.

-¿Lo viste?

-Me lo mostró, lo tienen encadenado a una plancha de metal. Está golpeado y lo están electrocutando. Me dieron 40 minutos para matarte.

-PODEMOS SACARLO, ARIEL! -gritó el muchachito -BUSCAREMOS LA FORMA DE SACARLO. TE METES EN LAS CASAS Y MATAS GENTE, A ESO TE DEDICAS! ¿POR QUÉ MIERDA INTENTASTE MATARTE? -chilló ya fuera de si y Ariel negó. Negó elevando los hombros, inconsolable.

-No sé que hacer. Nunca me sucedió esto. No sé que hacer!!! Eras tu o él. Uno de los dos debía morir y no quería sobrevivir para ver a alguno de los dos muertos. Si te dejo vivo, matarán a mi Iván de la peor manera. Y para salvarlo debo matarte a ti! -gritó sobrepasado. 

Marcos había logrado acorralarlo. La violencia psicológica ejercida a través de la pantalla del televisor había funcionado mejor que cualquier terapia de aversión. Ariel estaba rendido, perdido.

Era un animal agonizante buscando el mejor lugar para morir. No lograba pensar con coherencia, no lograba planificar ni encontrar una solución.

El castaño ya escuchaba a su madre acercarse gritando y a su padre por detrás.

-TODO ESTÁ BIEN, PAPÁ!!! -Gritó -QUE MAMÁ NO VENGA, QUE NO VENGA!!!!

Escuchó la voz de su padre, frenando a la mujer y luego apareció él con varios hombres de vigilancia.

-Qué pasó? -jadeó el hombre cuando vio a Ariel ensangrentado en las piernas de Fernando y a los otros dos hombres muertos a unos pasos de distancia.

Fernando levantó la mano y le pidió silencio.

-Dime que viste. Conozco la casa de Marcos. La conozco entera. Dime que viste, tal vez lo tenga ahí.

Ariel comenzó a contarle las características de la habitación hasta que por el rabillo del ojo vio espiar a Isabel desde un costado del estacionamiento.

***

Media hora había pasado desde que Ariel salió en busca de Fernando cuando golpearon dos veces la puerta.

-Pasa! -gritó Marcos e Isabel apareció. -Toma asiento, querida. Cuéntame qué sucedió. ¿Por qué mis hombres no responden?

-Ariel los eliminó e intentó suicidarse. -respondió con seriedad.

Marcos arrugó el ceño. Eso no se lo había esperado. Ariel Trabor, el gran sicario sanguinario ¿prefería suicidarse a salvar a su amigo?

- Fernando sigue vivo?

-No. El señor Trabor me vio. Creo que sospechó que aun trabajaba para usted. Yo estaba con el celular en la mano, supongo que eso lo regresó a la realidad. Sabía que lo llamaría y usted comenzaría a torturar a Iván. Apenas me vio tomó el arma y le disparó al niño, su padre y unos guardias estaban ahí pero no lograron reaccionar a tiempo. Los mató también. Me fui cuando lo vi con un alicate en la mano. Seguramente en cuestión de minutos llegará con la muestra del trabajo hecho.

El intercomunicador de Andrada largó un pitido y una voz anunció que Ariel Trabor estaba presente y quería verlo. El mandamás miró el reloj: 38 minutos. 

Sonrió satisfecho.

Cuando regresó la mirada, Isabel estaba inquieta. Era evidente que no quería encontrarse nuevamente con el asesino y mucho menos ante su nueva situación: como traidora de Fernando.

-Puedes irte por la puerta que se comunica con el salón de reuniones. -le dijo y ella se levantó apurada, hizo una reverencia y se apresuró a desaparecer por ahí.

-Que pase -ordenó a través del intercomunicador, a los segundos escuchó dos golpes a la puerta y luego se abrió. 

Pasó el Asesino. 

Lo miró de pies a cabeza, ya no era el hombre letal. Eso que estaba ante él era el despojo de un hombre con el lado izquierdo de la cabeza ensangrentada. Le faltaba la piel a casi la cuarta parte de la frente y en una esquina podía ver una zona blanquecina... era el hueso? Había estado a medio centímetro de morir descerebrado.

Sonrió.

No pudo evitarlo: sintió satisfacción de verlo destruido.

Ariel se tambaleó hasta el escritorio, tomó asiento y quedó ahí, un buen par de segundos, rendido, con la mirada en el piso.

-¿Trajiste la muestra? -preguntó Marcos y pareció que Ariel se despertaba de un sueño profundo porque lo miró un tanto desorientado, el ojo izquierdo estaba hinchado por la herida en el parietal.

Asintió.

Elevó su mano izquierda, la puso sobre el escritorio y la abrió. En la palma de la mano había un dedo azulado.

Marcos sonrió, quiso tomarlo pero Ariel cerró la palma de la mano y la llevó a su pecho, bajando el rostro.

¿Lloraba?

Se llevó el dedo a la boca y lo besó.

-Dámelo Ariel -vociferó el hombre, tenía en la mano un escaner pequeño, listo para comprobar que la huella dactilar fuera compatible con la de su esposo muerto.

-Muéstrame a Iván -exigió Ariel, con los ojos enrojecidos, el izquierdo cada vez más cerrado.

Marcos Andrada prendió el televisor un tanto incómodo: esos ojos estaban cada vez más perdidos, temía que enloqueciera allí mismo. Pulsó un botón y entraron dos guardias que se apostaron detrás de Ariel.

Su Iván hermoso aun estaba encadenado pero ya no inconsciente. Miraba el techo y su mirada dejaba filtrar odio. Su hermano hermoso se liberaría y destruiría el mundo. 

Ariel miró el televisor, respirando de manera agitada. Marcos veía el pecho subir y bajar descoordinado debajo de esa camisa ensangrentada y sintió miedo.

-EL DEDO, ARIEL -ordenó y se escuchó una especie de soplido en el televisor, Marcos giró  y en el extremo derecho de la pantalla se pudo ver como se esparcía por el piso una inmensa mancha roja.

Iván volteó hacia ese lado y elevó las cejas. 

No entendía. 

Todo sucedió en segundos.

Luego apareció el cuerpo de alguien de espaldas que gritó: AHORA ARIEL mientras se abalanzaba hacia Iván.

Marcos volteó en el momento exacto en que se abría la puerta por la que Isabel había huido unos minutos antes y sus guardias giraron hacia ella. Isabel apareció nuevamente y no lo dudó, levantó el arma y mató al de la derecha. Ariel volteó implacable, sacando un arma de su tobillo y disparó al de la izquierda. 

Por el corredor se escuchaban una serie de tiroteos y gritos aterrados.

Ariel volteó lentamente hacia Marcos y lo observó.

Tenía una sonrisa de costado, el rostro inclinado hacia abajo y lo miraba con su único ojo bueno, brillante, alienado, por sobre su pelo ensangrentado pegado a la frente.

Era la imagen más infernal que pudo percibir... y la última.

Ariel miró una última vez el televisor, Fernando ya levantaba el cuerpo de Iván y el platinado se aferraba a su castaño hermoso.

Era hora de terminar con el infierno, convirtiéndose en el infierno una vez más.

-Vete, Isabel -bramó con voz gruesa, sin mirarla, y ella huyó de nuevo hacia el salón.

Andrada retrocedió espantado, temblando, una mancha húmeda le apareció en la entrepierna.

Gritó cuando Ariel, como un animal salvaje de un salto quedó parado sobre el escritorio y volvió a chillar cuando el cuerpo del asesino se tiró sobre él.

***

Iván necesitó del cuerpo de Fernando durante varios metros. Cuando pudo caminar lo hizo solo y aumentó la velocidad a medida que veía hacia donde corría el castaño.

Fernando entró en la oficina y se detuvo en seco.

Ariel estaba en cuclillas sobre el pecho de Andrada, rugía como si de un animal herido se tratara. Tenía en la boca la cara desfigurada de Marcos y movía velozmente de derecha a izquierda el rostro, enloquecido, intentado separar la cabeza del tronco del mandamás muerto.

Fernando quiso correr hacia él pero Iván puso un brazo interceptándolo y le pidió silencio.

Hizo un paso hacia el asesino.

-Ariel -susurró.

Y Ariel frenó el intento por desgarrar la cabeza. Se quedó expectante del sonido que llegaba desde su espalda y gruñó.

-Bebé, soy yo! 

Ariel volvió a gruñir, parecía un animal defendiendo su alimento.

-Bebé -volvió a decir y Ariel soltó la cara de Marcos.

La cabeza cayó dejando al descubierto el rostro del mandamás horriblemente desfigurado, le faltaban grandes lonjas de músculos y una cuenca oscura y sanguinolenta clamaba la ausencia del ojo.

Ariel giró hacia Iván, ya no gruñía, pero tenía el ceño fruncido. Un pedazo de carne se adivinaba entre los dientes.

El Asesino se levantó de golpe e Iván hizo un paso hacia atrás pero vio como el hombre poco a poco tomaba el control del cuerpo mandando al animal rabioso al fondo de su subconsciente. Ariel parpadeó varias veces y el rictus de odio fue cediendo.

-Bebé -volvió a repetir Iván acercándose despacio y Ariel elevó su labio inferior hacia arriba, la carne que tenía en la boca cayó por un costado. Estiró las manos en un intento por ir hacia el cuerpo de su platinado, pero el cerebro pidió piedad y se desconectó.

Ariel cayó sobre sus brazos cuando intentó acercársele, llorando.

***

Abrió los ojos, iba en una camioneta, las voces de varias personas hablando le llegaban como si estuviesen dentro de un túnel, intentó saber donde estaba, reconoció el pecho de su amor hermoso que lo abrazaba con fuerza y perdió el conocimiento de nuevo.

***

Volvió a despertarse en una habitación y sonrió cuando la reconoció porque estaba solo el colchón en el piso.

Le dolía la cabeza y la mandíbula. Se la tocó, le dolía profundamente la mandíbula! Luego llevó la mano a la frente y sintió la venda. Con el tacto de ésta última recordó los acontecimientos.

Intentó levantarse, escuchaba gente hablando. Se puso en cuatro patas pero un violento mareo lo tiró de cabeza al piso, suerte que Iván aun no tenía cama y la distancia del cabezazo no fue drástica.

Cuando el ruido de su cabeza contra el piso hizo eco, escuchó pisadas apuradas, la puerta se abrió y lo primero que vio fue el cuerpo de Iván  siendo empujado hacia un costado. Entró Fernando alterado, llorando.

Le llamó la atención.

Un fogonazo de recuerdos le trajo a la mente a un Fernando líder, duro, astuto y sin llantos cuando él no podía pensar en nada. 

-Comenzaba a asustarme!! Iván no me hacía caso!! Tienes casi 3 días durmiendo, apenas abrías los ojos cuando te alimentábamos!!! yo quería llevarte a un hospital y el enano de mierda no me dejaba.

-PENDEJO! -gritó Iván y Ariel sonrió cuando tuvo que recostarse porque Fernando no dejaba de empujar la cabeza sobre su pecho, como intentado ingresar en él.

-Qué fue ese ruido? Dime que no diste la cabeza contra el piso -preguntó Iván mirándole las pupilas, examinándole los ojos como si fuera un médico experimentado.

-Si, me fui de cabeza contra el piso -le informó riendo y se sintió la voz gruesa, casi afónica.

Se llevó la mano a la garganta reseca y un dejo de gusto a sangre le recordó la carnicería. No lo recordaba con exactitud, pero tenía pequeñas imágenes de los últimos gritos del mandamás, cuando el primer chorro de sangre le llegó hasta la úvula una vez que los dientes lograron llegar a la yugular de Marcos.

-Ya todo termino! -jadeó Fernando besándole el mentón, el cuello.

Isabel apareció en la puerta y sonrió.

Ariel la señaló con el dedo.

-Tu, niña! Niña traicionera. No me dijiste esa noche en mi casa que aun veías a Marcos.

E Isabel rió divertida. Fernando giró a mirarla sonriente.

-Ella fue la de la idea de que no te dijeran nada. Me dijo que eras de los hombres que necesitaban hacer todo solo. Que no aceptarías que ella estuviera interpretando el papel de una aliada de Marcos.

-Nunca. Nunca traicionaría a Fernando -le dijo ella- Bueno, sin contar esa vez.

Y Fernando volteó arrugando el entrecejo.

-Cual vez?

Ella sonrió guiñándole el ojo al asesino y desapareció.

-CUAL VEZ? -gritó Fernando -PENDEJA, DIME CUAL VEZ??? HICISTE ALGO CUANDO TE QUEDASTE SOLA CON MI ARIEL? PERRA! VEN AQUÍ.

Iván se sentó a su lado cuando Fernando abandonó la habitación siguiéndola.

-Me pegaste flor de susto. No te despertabas -le susurró el platinado y Ariel le acarició el rostro.

-Te secuestraron porque no estabas conmigo!!! Tienes que volver a nuestra casa. Ésta es una pocilga.

Iván sonrió formando dos pequeñas medialunas con sus ojos y Ariel se recostó en sus piernas, abrazando su cintura.

-te amo, amigo!

-Shhhhhhhh -respondió Iván riéndose -que no te escuche tu perro guardián o la próxima no será mi foto la que quemará.

-¿Lograste encontrar el crucero?

Iván le acariciaba el pelito negro.

-Aun quieres viajar???

-Si, contigo -le respondió abrazándolo aun más.

-¿Por qué se me hace que ese contigo también incluye a tu perro guardián?

y Ariel sonrió, con los ojos cerrados, abrazándolo aun más fuerte.

-Te amo. -susurró el pelinegro.

-QUE LE DIJISTE? -gritó Fernando desde atrás e Iván giró y le sacó la lengua.

-Soy su primer amor, pendejo. Bancátelas.

Ariel levantó la vista y le extendió la mano a Fernando y Fernando casi lo aplasta cuando se tiró sobre él.

Los asesinos sanguinarios, los perros rabiosos, los parias del inframundo, los infames caníbales... también podían ser felices.


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