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ASESINO por juda

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Iván se levantó de la cama y salió corriendo, tambaleándose, hasta el baño de su camarote vip en el lujoso crucero que en esos momentos cruzaba el océano Atlántico.

-Me cago en la mierda -gimió cuando la bilis le quemó la garganta. Se quedó sentado junto al inodoro unos minutos largos, intentado adivinar si seguiría vomitando algo más.

Se levantó y se miró en el espejo. Ya no era platinado, ahora estaba rubio y el color del cabello hacía juego con su tez amarillenta.

El barco se movió ligeramente de arriba hacia abajo y a Iván el hígado le subió hasta el esófago.

-Dios mío -jadeó agarrándose del brazal de la bañera. 

Recién llevaban 2 días de viaje y sentía que agonizaba. Faltaban 16 para llegar al puerto. Si seguía a ese ritmo llegaría seco como una momia vieja.

El estómago le dolía de hambre, pero cada vez que comía tenía que pasar horas enteras metido en el baño, vomitando.

Debía ir a la enfermería, odiaba eso. Odiaba tener que ir para que lo medicaran.

Se había aguantado 4 balazos, tres navajazos y una tarde de electro choques para que ahora un barco de mierda lo tuviera temblando como perro viejo.

Salió de su camarote, intentó ir a paso firme por el corredor hacia el siguiente. No entendía como la gente se desplazaba tranquilamente como si el suelo no se estuviese moviendo sin cesar. Él sentía el movimiento hasta en el cromosoma Y.

Golpeó y a los segundos la puerta se abrió apenas, el cuerpo de Fernando se interpuso.

-¿Qué quieres?

-¿y Ariel?

-Duerme.

-Es tarde. Quería saber si iba a desayunar.

-Me lo cogí hasta las 5 de la mañana, creo que dormirá hasta el mediodía. Y no quiero que vaya a desayunar, vi muchos viejos verdes que lo miraban. Le traeré el desayuno a la cama.

-¿Puedo entrar?

-No!

- Fernando necesito hablar con él!

-Te dije que estaba durmiendo!!!

-Pero necesito hablar con él!

Fernando lo miró de arriba hacia abajo, achinando los ojos.

-¿De qué quieres hablar con él? No te veo bien. Estás amarillo. Me imagino que no te habrás contagiado alguna peste de esas raras!

-No me siento bien. Estoy mareado y tengo vómitos.

-¿Y Ariel es médico? Ve a la enfermería!

-Pendejo del orto, hazte a un lado -siseo cerca de su cara y Fernando se arrimó aun más pegando su nariz a la de él.

-Mi Ariel está durmiendo desnudo. Ni sueñes que lo despertaré y tampoco entrarás a verlo. Sólo yo puedo ver su cuerpito desnudito. 

y le cerró la puerta en la cara.

-HIJO DE PUTA! -gritó y el grito le hizo subir bilis por la traquea. Se tapó la boca.

Maldita la hora que había permitido que ese engendro del demonio los siguiera.

Tenía que ir a la enfermería, odiaba eso, odiaba las inyecciones. Ariel y él se curaban mutuamente. No confiaba que alguien más se la pusiera y tenía la esperanza que su pelinegro del alma al menos lo sostuviera de la mano cuando un extraño le inyectara un misero reliveran.

El extraño resultó ser una mujer de unos 50 años que toda la hora estuvo con una sonrisa casi burlista en la cara.

¿Qué le hacía gracia a la vieja de mierda? ¿Verlo hecho una piltrafa, vomitando constantemente? ¿o verlo temblar ante la aguja?

Encima solito. Sin su Ariel que le sostuviera de la manito y todo por culpa del crío de mierda.

Cuando le hiciera efecto el medicamento lo buscaría y lo tiraría al océano.

Pendejo del orto!

Cuando salió de la enfermería se paseó por el corredor, inhalando fuerte cuando el barco subía y descendía entre las olas.

Después de unos cinco minutos se sintió mejor. Tal vez podría tomar un té.

Se fue hasta el comedor, había varias personas sentadas en las mesas, tomando sus desayunos de café con leche y masas de todo tipo. Pero él aun no tenía el estómago lo suficientemente fuerte. Miró la barra. La barra estaba cerca del baño. Si el té se le subía por la garganta podría correr y no pasar papelones delante de esas personas.

Había un castaño sentado en la esquina más cercana al baño, le hubiese gustado sentarse ahí pero parecía que recién había empezado a tomar un té así que decidió no esperar. Tomó asiento cerca, los separaba una banqueta.

-Un té por favor -le pidió al camarero y esperó tamborileando los dedos sobre la barra, escrutando sus órganos. ¿Vomitaría? El olor de las masas le llegaba y sentía hambre. Volteó a mirar la gente.

-¿A ti también te está matando este barco de mierda? -le preguntó el castaño e Iván giró hacia él. Era un hombre apuesto. Le sonrió.

-Si, pero acabo de venir de enfermería y me medicaron. Tengo la esperanza de poder tomar algo.

-Yo odio las inyecciones -le comentó revolviendo su té.

Iván sonrió y recibió su infusión con una sonrisa. El camarero le preguntó si quería algo para comer e Iván giró para mirar a los otros comensales... no, mejor todavía no.

-Unas tostadas, por favor!

-Uffff. Dichoso. Yo no podría retenerlas.

-Es que si no te medicas te morirás de inanición -le contestó con una carcajada y el hombre lo estudió.

-Tienes una sonrisa hermosa -le dijo e Iván se puso rojo (o más bien anaranjado, el amarillo todavía no se le iba). -Perdón! ¿te hice sentir incómodo? No sé porque lo dije, creo que estar muriéndome en soledad me afectó.

Iván largó una carcajada y mezcló su té.

-No te preocupes, no me hiciste sentir incómodo.

-¿Estás solo?

Iván lo pensó.

-Vine con un amigo. Mi mejor amigo. Pero a último momento se coló la sabandija de su novio y desde que nos metimos a este antro de tortura que no lo veo. ¿Tu estás solo?

-No. Vine con tres amigos más. Pero dos decidieron que se pondrían de novios en este barco de mierda, son aquellos que están allá. Están en una especie de luna de miel antes de ir a una Casona que compraron hace poco. -le dijo señalando hacia la derecha e Iván volteó sonriente. En una mesa había dos hombres apuestos, tomaban café sin sacarse los ojos de encima. Uno se notaba alto y de piel bronceada, y el otro tenía un rostro de porcelana y espalda ancha.

-Y el tercero?

-El tercero es un cafetero que conoció el amor vistiéndose de mujer. Santiaga se llama –dijo riéndose y cuando Iván arrugó el entrecejo al castaño se le fue la sonrisa –Es una larga historia, tal vez luego te la cuente. Ahora mismo está en la cubierta, sacándose fotos en falditas para subirla a su Instagram, ojalá se caiga y lo coma un tiburón.

Iván largó una carcajada fuerte, ya se había olvidado de los vómitos.

-Me siento mejor. Creo que el estómago podrá con estas tostadas. Deberías ir a que te inyecten así puedes comer.

-¿En serio ya no sientes nauseas?

-En serio!!!

El castaño miró hacia la mesa donde estaban sus amigos e Iván lo entendió

-Si quieres te acompaño.

-Lo harías?

-Por supuesto!!!

-Si me logra cortar los vómitos luego podríamos tomar un buen café con leche!!!

-O almorzar unos tremendos sandwiches de milanesa!!!

El castaño se puso amarillo y se llevó la mano a la boca.

Iván largó otra carcajada sonora y le pidió disculpas.

-¿Quieres que vayamos ahora?

El castaño lo miró de reojo.

-Si dejo que me inyecten, después almorzarás conmigo?

Iván se puso de nuevo colorado y jugó de manera estúpida con los deditos en la barra... un momento... ¿qué mierda le pasaba?

-Ok -contestó sonriendo.

-¿Cómo te llamas?

Iván se acomodó su cabello rubio detrás de la oreja y le extendió la mano.

-Soy Iván. Y tú?

-Carlos -respondió sonriendo, mostrando unos dientes pequeñitos e Iván sonrió como idiota ante esa sonrisa. En ese momento ya no recordaba los vómitos, ni a su amigo traidor y mucho menos a la sabandija que se había colado con ellos.

Si!

Parecía que los asesinos sanguinarios, los perros rabiosos, los parias del inframundo, los infames caníbales... también podían ser felices.

 

FIN

Si llegaste hasta ésta instancia... MUCHAS GRACIAS por acompañar a mi Ariel Trabor asesino, a su niño Fernando Deroy y a su amigo del alma Iván.

Ten una buena vida.


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