Diez años después...
Harry caminaba por un pasillo hasta llegar a una habitación con puerta color blanco, iba a tocar, pero decidió abrir la puerta lentamente. En el fondo de la habitación pudo ver a un hombre de cabello rubio de cuerpo esvelto; miró con atención la delgada y alargada espalda, las torneadas y carnosas nalgas y al final, esas largas y ardientes piernas que tanto le encantaban.
Draco pudo verlo desde el espejo donde se miraba y giró suavemente para entregarle una ligera sonrisa.
— ¡Vamos Draco, que se nos hace tarde! —exclamó el moreno mientras entraba a la alcoba, se acercó suavemente a su pareja y lo abrazó tiernamente.
Draco sintió los brazos de su esposo rodeando su cintura y los acarició con sus manos. Parecía que no había pasado tanto tiempo desde que él y Harry se habían besado esa noche en el gran comedor, enfrente de todos sus compañeros de escuela.
Draco cerró los ojos y se dejó impregnar por el calor y aroma de Harry, mientras el moreno plantaba pequeños besos en su nuca, cuello y mejillas. Sonrió al pensar que ese amor que sentían el uno por el otro, aun con el paso de los años, no había cambiado ni un poco, era igual de intenso, igual de puro, igual de hermoso.
Se giró para encarar a su esposo, entonces ambas miradas se cruzaron, ¡Como le encantaban esos ojos verdes!, esos ojos que reflejaban todo como un pulcro cristal. Solo con mirar esos ojos podía saber que estaba pensando su gran amor sin siquiera preguntar nada, eso le agradaba porque aún después de diez años de casados y siente años viviendo juntos podía asegurar que su Harry lo amaba igual que el primer día y él también lo amaba, igual o más que antes. Ambos acercaron sus bocas y se sumergieron en un beso apasionado, un beso lleno de amor, lleno de alegría y lleno de anhelo.
— ¡Padres! —se escuchó la voz del pequeño— Bésense otro día, vamos a llegar tarde —al momento ambos se separaron y sonrieron, entonces voltearon a ver a su hijo.
El pequeño de seis años, Scorpius James Potter Malfoy, su único hijo, concebido gracias a la poción de fertilidad que Severus Snape había creado. Un niño de cabello rubio y ojos tan verde como los del moreno, era la mayor felicidad para Draco y Harry.
— Ya vamos —respondió Draco mientras caminaba a la salida, Harry lo tomó de la mano y lo giró. Draco lo miró confundido.
— Te amo —exclamó el moreno.
Draco sonrió, se acercó a su esposo y lo abrazó con ternura.
— Yo también —respondió— te amo. Su hijo rodó los ojos y corrió a la salida sin prestar mas atención a sus padres, ya estaba acostumbrado a siempre verlos tan acaramelados.
Por su parte Ron y Hermione tuvieron una niña, a quien nombraron Rose. Blaise y Pansy también se casaron y estaban en espera de un bebé, que según ellos decían era un niño.
Theodore y Neville también se casaron y al igual que los Potter-Malfoy, hicieron uso de la poción de profesor Snape, ellos la usaron más veces, pues ya tenían dos hijos y Neville estaba en espera de otro.
***
Ese día había una reunión en dónde se celebraba el cumpleaños del hijo mayor de los Nott, por lo que todas las parejas estarían reunidas en su casa.
— Theo —dijo Blaise—, hola amigo —saludó y se acercó a la parrilla donde se asaban carnes al estilo muggle.
— Hola Blaise —respondió Theo sin desviar la mirada de las carnes que volteaba con unas pinzas.
— ¡Ocho años pasaron volando! — exclamó con nostalgia.
— Si amigo, quien diría que nos encontraríamos Slytherins y Gryffidors conviviendo en una fiesta de cumpleaños —Ambos miraron a Harry y Draco, quienes sonreían y se besaban fugazmente. También miraron a la pareja de los Weasley.
— ¡Te dije! —Blaise miró a su amigo con esa sonrisa picara que usaba cuando pensaba cosas malas.
— En qué estás pensando Blaise Sabino —contestó Nott, también mirando al italiano.
— Te lo dije... ¿Lo recuerdas? — cuestionó sonriendo triunfante.
— ¿Qué cosa? —su amigo empezaba a inquietarlo.
— Mira a todos, estamos conviviendo con personas que jamás imaginamos, Potter y Draco llevan diez años de casados y tienen un hermoso hijo, ¡mírate! Tú estás casado con Longbottom, tienen dos hijos bellísimos y están en espera del tercero —su amigo lo miraba cada vez más confundido— Theo, dime si no mi estrategia fue buena.
Theo pensó por unos segundos y entonces recordó esa tarde en que contemplaba las afueras del castillo, esa tarde en que se había decidido a dar por vencido y que gracias a un buen amigo entrometido al fin logró conquistar a la persona que amaba.
— ¿Ahora si lo ves? —exclamó Blaise— todo funciona si es que tienes una buena estrategia.
Ambos sonrieron, su amigo Zabini tenía razón, esa estrategia fue lo mejor que pudo haber planeado en la vida y se agradeció a sí mismo por haberle seguido el juego.
FIN