Kouyou despertó con un fuerte dolor de cabeza.
Su vestido ya no estaba en su cuerpo, de hecho, estaba desnudo, con el cabello aun levemente mojado, pero en su cama con su esposo a un lado.
Estaba algo confundido porque no recordaba nada de la noche anterior, el sol entraba por las ventanas segándolo un poco y provocando que el dolor en su cabeza fuera peor, pero ver a Akira desnudo a su lado y ver las condiciones en las que estaban le indicaban que habían tenido sexo después de que… ¿después de que?
Había salido de la habitación para comer, después regreso a su habitación, luego recordó algo importante y salió disparado a la playa, de ahí todo era confuso…
Algo importante.
La cabeza le punzaba de solo tratar de recordarlo.
Los quejidos de Akira a causa del sol lo distrajeron de sus pensamientos, sintió los brazos del mayor aferrarse a su cintura. Dándole la espalda a la ventana para seguir durmiendo.
—Buenos días…—se animó a decir el castaño para comenzar a acariciar su cabello con suavidad.
—Muy buenos días, esposito—dijo el pelinegro con la voz algo raposa y dejo un beso cerca de su cadera.
— ¿Cómo te sientes? ¿Te duele mucho la cabeza? —lograba recordar que Akira había estado bebiendo de más asi que probablemente le diera resaca.
—Estoy bien—sonrió— ¿Cómo estas tu? ¿te duele algo amor?
—No…no nada—sorpresivamente no se sentía adolorido de ninguna parte del cuerpo más que de la cabeza, pero no era normal, después del sexo le tenía que doler el trasero, no el cerebro.
—Anoche la pasamos muy bien—sonrió y acaricio sus piernas—¿seguro que no te duele nada?
—Seguro—sonrió falsamente para él porque no recordaba nada de lo que había pasado anoche y se sentía un poco culpable, lo que menos quería era hacerlo sentir mal diciéndole un “no me acuerdo, lo siento” del que ni siquiera tenía justificación porque él no había bebido nada como para olvidarse de todo, asi que lo mejor era seguirle la corriente.
Se levantaron y fueron a bañarse juntos, Kouyou lo sintió muy raro pues él tenía el cabello húmedo, indicando que él ya se había bañado, lo extraño es que Akira estaba seco, sin ningún rastro de agua en su cabello y eso solo lo hizo dudar.
¿Qué fue lo que de verdad había pasado anoche?
Yuu se encontraba cepillándole el cabello a su madre con mucho cuidado, la mujer estaba de un ánimo excelente desde que regreso del castillo.
Gracias al cielo, Yuu pudo sacar a tiempo a Kouyou, tuvo que dormirlo y llevarlo el mismo a la habitación que correspondía. Cuando entro al cuarto, noto el desastre que su madre había provocado, denotando lo bien que se la había pasado con un humano por primera vez.
Fue algo traumático verlo y el solo hecho de imaginarlo le provoco nauseas.
—Volveré hoy a la superficie, necesito escuchar hablar a Kouyou para poder mantener una conversación con el rey ¿está claro?
—Entonces ¿le regreso a Kouyou sus recuerdos? Asi supongo que tendrá un motivo para volver al agua.
—Si, eso—dijo continuando ella con el cepillado mientras Yuu iba al caldero, inevitablemente tuvo que bloquear la parte de su memoria donde estuvo con él en el mar o surgirían demasiadas preguntas que no estaban en los planes de su madre.
Hizo lo que era debido y espero, tenía gaviotas vigilando los alrededores asi que sabría cuando el castaño vendría.
— ¿Cómo te la pasaste con el rey madre?
—De maravilla—dijo con una sonrisa.
— ¿Qué planeas hacer con él?
—Quedármelo por supuesto. Reinare en el mundo terrestre y te dejare a cargo a ti aquí abajo, es aburrido ser solo reina del mar.
— ¿¡Que!? Mamá ¿Te volviste loca?
— ¿Qué tiene de malo? —lo miro con reproche, para ella era una excelente idea.
— ¿Y dónde quieres que meta a Kouyou? ¿Te pusiste a pensar en eso? No lo quieres aquí abajo y ahora tampoco lo vas a querer allá arriba porque planeas tomar su lugar—le respondió molesto y se podía notar al ver la vena de su frente resaltarse.
— ¿Por qué estas tan enojado? —ella lo miro sin entender.
—Porque lo amo, y tú lo estas tratando como desecho, lo único que me falta es que quieras que lo mate para que no interfiera con tus planes.
Pero ella no hablo y eso inevitablemente puso en alerta a Yuu.
— ¿Es enserio?
—Tenía pensado matarlo sin que te dieras cuenta, me estorba.
— ¡Me prometiste que lo le harías daño!
Fumiko se asustó al verlo asi de alterado, sus amarillos ojos se estaban tornando un tanto naranjas y eso era un peligro, al menos para ella, pues el ser macho ya le daba la ventaja en poder mágico.
—A mí no me levantes la voz que soy tu madre—le respondió seria.
—Lo prometiste, ME LO PROMETISTE, no soy cualquiera, soy tu hijo, se supone que soy lo más importante para ti y ni siquiera puedes cumplir una promesa ¿Qué clase de madre eres?
— ¡Dije que basta!
El agua estaba fría y muy agitada, definitivamente no estaba feliz, Yuu se estaba revelando contra ella y eso no lo podía permitir, no ahora que estaba tan cerca de tener todo lo que siempre quiso y más.
Los guardias llegaron rápido a la habitación, sosteniendo a Yuu para alejarlo de su madre porque la escena era fácil de interpretar, Yuu estaba respondiendo de manera agresiva, casi viéndose amenazante hacia su propia madre y ella no podía hacer nada en contra de su hijo porque lo amaba demasiado como para hacerle un daño físico.
— ¿Todo bien su alteza? —pregunto uno de ellos acercándose lo suficiente como para tomar a Yuu cuando fuera necesario.
—Escolten a mi hijo al calabozo, le hace falta pensar en frio…
Y a Yuu ni siquiera le dio tiempo de refutar.
Los guardias lo sometieron rápido con ayuda mágica de la reina, sabía que Yuu era muy peligroso y sin una atadura mágica podría aniquilar a los guardias con un solo movimiento.
—Te amo, Yuu, pero esto es necesario, es por nuestro bien—dijo al cuerpo inmóvil mientras que los ojos del menor-ahora de un entero color naranja- la miraban con furia.
Los guardias se lo llevaron de ahí apenas la reina se alejó de ellos, regresando hasta el caldero donde ya veía a Kouyou llegar a la playa, vestido con ropa normal y jugando nervioso con su anillo, se le veía indeciso si entrar al agua o esperar una señal.
A ella no le convenia para nada que entrara al agua, asi que hizo lo mismo que ayer.
Se transformo, pero no en Kouyou, si no en Yuu, su propio hijo para asi terminar de una vez por todas con esto.
Kouyou espero sentado en las escaleras hasta que lo vio salir del agua, no se acercó, espero a que el mayor terminara de arrastrarse hasta una roca grande para después salir caminando y vestido con un perfecto traje negro.
—Shima.
—Yuu… necesitamos hablar, y esta vez es muy serio…
—Por supuesto—sonrió muy grande—te escucho con atención.
Kouyou se sintió algo intimidad por esa sonrisa, de hecho, sus ojos no eran los mismos, podía notarlo. Temeroso de empezar hablar retrocedió un par de pasos, pero Yuu se acercó la misma cantidad.
— ¿Qué pasa? ¿Me tienes miedo Shima?
—Tú no eres Yuu…
— ¿De qué hablas?
—Él nunca me miraría asi…
— ¿Asi cómo? —sonrió con más malicia y burla de la que tenía permitido.
—Con… malicia, como si quisieras hacerme algo malo. —y de nuevo retrocedió, pero el mayor continúo acercándose.
—Oh Shimita, si supieras todas las cosas que tengo planeado hacerte.
Y solo hasta que su espalda choca contra la piedra fue que se dio cuenta.
—Fumiko…
—Sorpresa.
No le dio tiempo de hacer nada, ni correr, gritar o empujarlo(a).
Porque apenas se dio cuenta ella ya lo había noqueado con algún encantamiento mágico que él ni siquiera pudo detectar.
Todo se volvió negro en un segundo, en un solo segundo.
Para cuando abrió los ojos estaba encadenado alrededor de todo su torso, sin posibilidad de mover sus brazos en uno de los calabozos del castillo, su cola estaba inmovilizada y lo mantenían amordazado.
No entendía que estaba pasando hasta que vio en la celda a su lado, donde el cuerpo inmóvil de Yuu se encontraba con la mirada inyectada en furia, pero a la vez un reflejo de preocupación al verlo ahí.
Si Kouyou estaba ahí eso quería decir que su madre ya había cumplido su cometido…
Lo supo por la temperatura del agua y también por el montón de guardias que había custodiándolos, la reina no estaba dentro del agua, si no afuera, fingiendo ser alguien quien definitivamente no era.
Pero cuando el nuevo Kouyou se presentó al castillo con una sonrisa radiante y con un hermoso anillo reluciendo en su dedo anular, nadie noto el cambio, ni siquiera Akira, que apenas le vio lo recibió con un dulce beso en los labios.
Todo estaba saliendo de acuerdo a su elaborado plan.
El anterior Rey estaba encerrado.
La mitad de las sirenas estaban embarazadas, esperando futuros Cecaelias.
El príncipe no le molestaría al estar encarcelado y en solo unos cuantos días se libraría de él.
Y Yuu ya no era una amenaza al estar bajo los efectos de una atadura mágica.
Todo de acuerdo al plan.
Claro que no todo le tenía que salir tan perfecto, siempre fallaba algo, y en este caso era su poca fe en la habilidad mágica de su hijo.
Porque ahora que estaba enojado, su nivel mágico había llegado a un nivel superior, tanto, que aun estando con una atadura mágica pudo manipular a un par de peces león que se encargaron de los guardias.
Paso uno de sus tentáculos por los barrotes hasta llegar a Kouyou y poder quitarle mínimo la mordaza de la boca.
— ¿Yuu? ¿Si eres tú?
El pelinegro apenas si pudo asentir, Kouyou supo entonces que era el, sus ojos, a pesar de estar distintos, podía notar el amor y preocupación hacía el.
— ¿Qué haces aquí abajo? ¿Por qué tu madre está haciendo todo esto?
Y podía sentir las lágrimas de Kouyou en el agua porque de pronto esta se volvió más fría alrededor de su tentáculo que seguía cerca de su rostro, el tampoco entendía la obsesión de su madre por tanto poder, el mar era suyo ¿Por qué seguir con la tierra?
Porque todo formaba parte de su plan.
Porque desde el principio supo que le podía sacar provecho a todo lo que paso, la pérdida del príncipe, la desesperación de su hermano, a su propio hijo, todo, todo era de utilidad para ella y su plan para conquistar más de lo que era capaz.
El pelinegro poco a poco se fue librando de la atadura mágica, le estaba constando, pero al menos ya podía mover sus tentáculos, por lo que con uno de estos alcanzo las llaves que estaban en el cinturón de uno de los guardias.
Kouyou podía ver el esfuerzo que estaba haciendo pues las venas de su cuello y frente se estaban marcando hasta el punto de parecer que explotarían en cualquier momento.
Pero no lo hace, si no que los tentáculos procuran quitarle las cadenas que lo ataban, rápidamente Kouyou tomo las llaves y abrió su celda, dirigiéndose a abrir la de Yuu y poder abrazarlo porque no sabía que más hacer.
Él no tenía magia para ayudarlo más que la del tridente, pero Fumiko no era idiota, el tridente iba con ella a todos lados en forma de bastón o paraguas.
Yuu se relajó en los brazos de Kouyou, aun no podía hablar o moverse mucho, pero la atadura mágica ya casi estaba desecha, solo necesitaba un poco más de tiempo.
Tiempo que desgraciadamente no tenían porque Fumiko ya estaba llevando a cabo su último y más eficaz plan.
Deshacerse del maldito principito.
Kouyou perturbaba todos sus planes si se mantenía con vida.
Porque su encanto con el rey se rompía si lo volvía a ver.
Y porque si seguía vivo su hijo encontraría la fuerza necesaria para derrocarla.
Ninguna le convenia, por eso necesitaba a Takashima Kouyou muerto, YA.
Y para eso no faltaba tanto, puesto que el contrato del que la vida de Kouyou dependía-hablando de la manera más literal-también lo tenía ella, justo en sus manos. Lo leía una y otra vez dispuesta a cambiar algo para que solo con un movimiento en falso el principito muriera frente a los ojos de Akira y asi este terminara cayendo en la locura y ella podría manipularlo a su antojo.
Sin Kouyou, Yuu perdería la voluntad y al igual que al rey, podría manipularlo.
No tendría ningún problema y podría gobernar todo sin necesidad de estar preocupada.
Lo único que tenía que hacer era deshacerse de él.
Eso es todo.
Fin del capítulo 26.