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Amor de Cuarentena por LadyCalabria

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Notas del fanfic:

Espero que todos estéis bien, en casa para luchar contra este virus. Un beso a todos, y espero que os guste esta historia que me está haciendo la cuarentena más amena. 

Cuidáos mucho. Un beso.

Salió de la ducha envuelto en una nube de vapor y estiró el brazo tanto como pudo para pasar la canción de su lista de reproducción. No le apetecía en absoluto comenzar la mañana con una balada romántica de los noventa, no estaba para tal dispendio de emociones, la verdad. 


Decidió que el límite de romanticismo que estaba dispuesto a escuchar aquella mañana en su música sería a Rihanna diciéndole a alguien que le devolviera su puto dinero.


Envolvió su cuerpo en una toalla y se secó a conciencia antes de dejar la toalla mojada directamente en el tambor de la lavadora y vestirse con un chándal de color gris y una sudadera cualquiera. 
Quizá antes hubiera mirado qué ponerse, qué color quedaba bien con cual, aunque lo cierto era que Marcos nunca fue muy dado a la moda y que incluso antes de restringir todo contacto con el exterior su aspecto no le parecía una gran preocupación.


Siendo cierto, todo hay que decirlo, que desde que una pandemia había obligado a las personas a permanecer en sus hogares él, en lo personal, había dejado de peinarse.


Su abundante cabello rubio se retorcía en bucles que apuntaban en todas direcciones, y como jamás había tenido mucha barba se dejó crecer los cuatro pelos que le poblaban la cara. Se limitaba a ducharse y a lavarse los dientes. 


Las persianas de su pequeño apartamento estaban completamente abiertas y el sol comenzaba a iluminarlo por doquier. Le gustaba tener todo abierto, incluso en invierno, pensaba que era importante mantener el apartamento aireado.


-Bitch, better have my money- cantó él a media voz mientras se servía un zumo en una taza blanca. Miró el reloj nerviosamente y mientras sorbía porque había llenado demasiado la taza se acercó a la ventana que daba a la calle exterior. 


Eran apenas las nueve de la mañana y todavía no habían despertado ninguno de sus vecinos. Pero sí vio a un hombre saliendo del edificio frente al suyo, y le siguió con la mirada mientras se alejaba calle abajo. Era uno de los pocos que todavía tenía permiso para ejercer su oficio fuera de su domicilio. El hombre vestía de negro siempre, debía ser parte de su código de uniforme, y llevaba una mochila azul. 
¿Por qué le gustaba a Marcos mirar como el hombre de mochila azul iba a trabajar todas las mañanas? Ni él mismo lo sabía. Quizá fuese porque a Marcos le tranquilizaba pensar que para algunas personas la vida seguía siendo parecida a como era antes, que todavía había quien se levantaba cada mañana para ir a su puesto de trabajo porque el mundo no se había parado completamente. Ese pensamiento le llenaba de paz y se sentía mucho más feliz el resto del día. .


Marcos simplemente disfrutaba de ese corto momento en su día, como intentaba hacerlo de todos los demás para no acabar perdiendo la cabeza. Se tomó el vaso de zumo sentado tranquilamente, preguntándose de nuevo qué oficio tendría el hombre de la mochila azul. Debía ser algo de primera necesidad, eso estaba claro, dado que desde que el gobierno instaurase el estado de alarma cualquier trabajo que no fuese completamente indispensable había quedado renegado a llevarse a cabo en casa. 


¿Sería policía? ¿Patrullaría por las calles desiertas de la ciudad vigilando que nadie saliese de sus hogares si no era por una razón de fuerza mayor?
¿Sería científico? ¿Intentaría cada mañana encontrar el punto débil de aquel horrible virus que había puesto al mundo en cuarentena forzosa?
Quizá era reponedor de supermercado y se encargaba de que los almacenes siguieran suministrando comida, o era médico.
o era...


El sonido de un coche de policía con la megafonía a toda voz repitiendo que debían mantenerse confinados en sus hogares le sacó de sus cavilaciones. Dejó la misteriosa vida de su vecino y se marchó a cumplir sus labores diarias. 
Marcos era un chico de veinte años recién cumplidos pero en su interior en realidad era una rutinaria anciana noruega, en el mejor sentido del concepto. A Marcos nunca le gustó salir, ni la fiesta, ni la gente. Él disfrutaba de la tranquilidad, la soledad y de los horarios.


"My loneliness is killing me" cantaba en aquel momento Britney Spears desde sus altavoces.
-Te entiendo Britney, te entiendo- dijo en voz alta mientras agarraba su móvil y pausaba la canción -Bueno, vamos a poner algo que cante un hombre hipster barbudo a ver si me relajo.

Había crecido sintiéndose un bicho raro en absolutamente todos los escenarios de su vida sin ser él en realidad ni especial ni único en nada. Avergonzándose la mayoría del tiempo de ser como era, y de lo que le gustaba sin tener un verdadero motivo. Por dios, ni siquiera su aspecto era especial. 


Y aunque se había sentido fuera de lugar la mayoría del tiempo Marcos no era nada extraño de otro mundo, lo mirase por donde lo mirase. Le gustaba las mismas cosas que a otros, era algo solitario pero alegre y como otra mucha gente también era Gay. A los quince años aquel detalle le pareció absolutamente importante porque a todos parecía importarles. Después de meses de confinamiento sin tener contacto con otras personas tu orientación sexual parecía un detalle verdaderamente estúpido. 

Se rio para sí mismo pensando que le gustase a uno lo que le gustase nadie iba a follar... así que para qué tratar a alguien diferente por eso. 


Se preparó para hacer sus estiramientos matutinos dándole vueltas a como con los años empieza uno a comprender que lo que antes parecía importante nunca lo fue. Por ejemplo, de joven le parecía importante cómo sus compañeros de clase se metían con él, hacía unos meses le parecía importante perder su trabajo y en aquel momento lo que realmente le parecía importante era el apocalipsis. 


El día que todo comenzó nadie le dio mucha importancia, parecía un virus lejano que no iba a afectar a sus vidas. Hasta que el número de muertos se elevó como un globo de helio y los contagios llegaron desde Asia a Europa, de Europa a USA, Latinoamérica y África. En menos de tres meses estábamos ante la primera pandemia mundial que en pleno siglo XXI nos obligaba a recluirnos en nuestras casas para reducir el contagio. 


Pero al mal tiempo buena cara y si de algo estaba seguro Marcos es que los humanos eran una plaga bien difícil de exterminar, fue sorprendente lo rápido que todos se acostumbraron a aquella situación. 


Y él era la mala hierba más hija de puta de matar de todas porque se adaptaría con una sonrisa a lo que fuese que le deparase el futuro, siempre y cuando pudiese contar con una buena banda sonora en sus altavoces. 


Cada mañana Marcos ponía una lista de reproducción en Spotify que le diese buenas vibraciones y estiraba los músculos un rato. Desayunaba tranquilamente apoyado en el balcón mirando el exterior con curiosidad, luego tomaba un poco de sol para procesar vitamina D. Bailaba despreocupadamente por su casa limpiando para mantenerse activo y con orden de limpieza. Se creía Shakira o Michael Jackson durante un rato, creando tremendísimas coreografías que rezaba para que nadie jamás viese. 


Luego trabajaba, Mario cultivaba cactus y suculentas. Lo cual era un trabajo perfecto ya que podía seguir ejerciendo desde su hogar. Parece una locura, pero por increíble que pareciera era un trabajo perfecto. Cuando todo comenzó Mario pensó ¨¿Quién coño va a querer comprar un cactus ahora que es el fin el mundo?¨ 


Pero desde que la gente se sentía atrapada en su hogar, había notado un aumento de locura en sus ventas por correo. La gente necesitaba entretenerse, cuidar algo fácil de cuidar y sentirse cómodo en su casa. Nada mejor que un cactus en una bonita maceta para eso. Gracias a dios las compañías de envíos seguían funcionando.


Cuando terminó de plantar un esqueje en una maceta provisional miró el reloj y se apresuró a asomarse al balcón que daba a la calle principal con las luces de su salón bien apagadas. Era ya tarde, se le había ido el santo al cielo. El hombre de la mochila azul regresaba a su casa, siempre puntual. Parecía cansado. Debía rondar los treinta años, o eso parecía, desde esa distancia lo único que Mario podía distinguir era que el hombre lucía un cabello oscuro bien cortado.


Las lámparas de su apartamento se iluminaron y Mario le vio seguir el protocolo de precaución, se quitó las fundas de plásticos de sus zapatos y las tiró a una papelera cerrada.


Luego se quitó los guantes de plástico y por último la mascarilla de seguridad. Le vio dirigirse a un cuarto a la derecha y desapareció fuera de su vista. y él hizo lo mismo.


-Hola, buenos días- le dijo el chico al techo, tumbándose en su cama- ¿Qué tal tú día?¿Cómo ha ido en el trabajo? ¿Bien? Me alegro mucho.


********* 


Marcos se enfundó los únicos pantalones que le quedaban sin ningún agujero, esos eran sus pantalones de salir a la calle y una camiseta vieja bajo su chaqueta. Luego se colocó protectores de zapatos, los guantes y una mascarilla.  


Aquel Lunes Marcos iba a salir a la calle para ir al supermercado y aunque solo eran apenas dos calles se sentía como si fuese Julie Andrews dando vueltas por la montaña. 


Bajó las escaleras de su edificio intentando no tocar nada y salió al exterior. Dejó bien a la vista en su mano la bolsa de la compra de rafia por si la policía decidía pararle, cosa que sucedió en cuestión de minutos. 


-Hola, ¿A dónde se dirige, caballero?- le dijo el agente con ensayada educación. A Mario le gustó que le llamase caballero.

Bien sabía que aunque tubiera veinte años ni siquiera aparentaba ser mayor de edad.

-Voy a la compra- le respondió llevándose la mano al bolsillo para sacar el documento que le permitía salir de su casa para ir al supermercado- Oh, no. No... Lo he.. Lo he olvidado. 

El hombre negó con amabilidad pero con firmeza. 

-Mira chico si no tienes...

-Lo tengo, de verdad. Por favor, no me multe. Me hice las pruebas y estoy sano, pero he olvidado el maldito papel... Lo tengo en casa, de verdad. 

El hombre, pese a llevar una mascarilla que le cubría media cara mostraba expresión impaciente. 

-¿Hay algún problema?- intervino una voz serena tras ellos, ligeramente grave ambos se giraron y Marcos sintió enrojecer su rostro cuando frente a él vio a un chico de cabello oscuro vestido de negro que abrazaba las asas de una mochila azul. Intentó mantener la compostura y decir algo pero antes de abrir su boca el chico ya añadía mirando al Policía- Él dice la verdad. Le conozco y tiene todos los documentos en regla. 

Marcos aguardó y el policía chasqueó la lengua. 

-Mirad, si es un malentendido lo voy a dejar pasar por esta vez- dijo, luego se giró hacia Marcos apuntándole con el dedo- Pero sin certíficado médico no puedes circular por la calle así que vuelve a casa de inmediato, y que no se te vuelva a olvidar ¿entendido? Ahora mantened la distancia de seguridad, e iros, no pueden haber reuniones, venga. 

Los chicos asintieron y el agente se marchó con paso firme. Marcos se giró hacia el hombre sin acercarse, debían mantener dos metros de distancia. 

-Muchas gracias, me has ahorrado una buena multa- le dijo sonriendo. El chico le devolvió la sonrisa, aunque llevase una mascarilla que tapase sus labios sus ojos afables se achinaron un poco. Parecían claros pero desde aquella distancia Marcos no supo distinguir qué color exactamente, estaban enmarcados entre unas espesas pestañas que hacía que sus ojos almendrados pareciesen más estrechos.

-No es nada, solo ha sido una mentirijilla- le dijo y sus ojos claros billaron con cierta picardía- ¿Qué necesitabas comprar? Puedo hacerlo yo por ti... 

-No es necesario, solo iba a buscar algo de leche. Puedo esperar- le dijo negando con un mohín de la mano. Se sentía nervioso y tubo la sensación de que su voz sonaba estúpida bajo la mascarilla- a demás, te quedará lejos de casa y no quiero que... 

-Bueno... Lejos... Vivo en la misma urbanización de tú. Técnicamente somos vecinos... Eres del Bloque A ¿no? 

Marcos frunció el ceño y le miró confundido. Su hombre de la mochila azul siempre salía por el portal del edificio frente al suyo, cruzando la calle. 
Bien mirado, aquel hombre frente a él no era tan alto como parecía su misterioso desconocido, su cabello no parecía tan oscuro sino más castaño que negro, y tenía una descuidada barba de algunas semanas que asomaba por los filos de la máscara.

-No eres el hombre de la mochila azul...- susurró sin ser consciente de estar hablando, su decepción debió ser tan notoría que el chico también frunció el ceño y miró su mochila sin entender. 

-¿Qué? 

Debía arrancarse la costumbre de hablar solo para dejar de hacer el ridículo a la mínima de cambio.

-Ah perdona... Es que pensé que... Creo que te he confundido con otra persona que tenía una mochila parecida a la tuya...

-Ah, bueno. Es que son muy populares, hace poco estaban en oferta en el Decathlon...

Marcos se sintió repentinamente incómodo y recordó que estaban charlando tranquilamente en medio de la calle. 

-Bueno, muchas gracias por la mentira. Me voy a casa... A ver si al final nos van a multar a los dos- le dijo despidiéndose con la mano y el chico asintió- Adiós.

-Sí, sí. Claro. Hasta otra... 

*********

Aquella misma noche estaba Mario haciendo una videollamada con su madre contándole desde su cama cómo casi le habían multado por su mala cabeza. 
Y en eso estaba, aguantando con resignación como su madre le reñía por ser un irresponsable cuando oyó un ruido al otro lado de su puerta principal. 
Frunció el ceño y se levantó colocándose bien el pijama. 

-¿Qué pasa, hijo? - oyó que decía la voz de su madre a través del teléfono. La imagen de la mujer estaba congelada en un fotograma ridículo de ella mirando hacia arriba. 

Mario abrió la puerta de su casa y encontró una bolsa de supermercado con dos cartones de leche encima de su felpudo.

Sonrió azorado y su corazón dió un pequeño respingo, miró por el pasillo pero su vecino debía haberse marchado ya. 

Cogió la leche con una sonrisa estúpida en la cara. 

-Mario Alberto ¿qué ocurre? - le decía su madre. 

-Nada, mamá- le respondió cerrando la puerta todavía sonriente. 

Notas finales:

Por favor, dejardme comentarios con vuestra opinión, son muy importantes para mí y me sirven para saber si debo seguir la historia. Hasta pronto!


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