Capítulo XIV
Steve estaba llegando de la escuela a su destartalado edificio, ese era su último año y estaba aspirando a una beca deportiva para seguir sus estudios. Su madre estaba tan orgullosa de él que siempre que podía lo esperaba con un tazón de galletas o una rica cena, la mujer hacía de todo lo posible para que el dinero alcance sin que su hijo en crecimiento note la escasez, al menos alimenticia y Steve siempre adoraba traerle alegría agradeciendo su esfuerzo, contándole como le iba en los entrenamientos y mencionándole que algunos hombres con saco lo miraban desde las graderías. Ambos sabía que las universidades lo estaban teniendo en la mira.
Aun cuando sus notas eran promedio, aún cuando no destacaba en el ámbito académico, la actitud enfermiza que tuvo de pequeño fue mejorando poco a poco mientras crecía, el año anterior se metió al club de deporte y fácilmente empezó a destacar en comparación con el resto, con solo un año de entrenamiento, a diferencia de muchos de sus colegas, Steve demostró aptitudes innatas para el deporte. No fue sorpresa para nadie que para ese último año el entrenador lo escogiera como el capitán de su pequeña escuela y empezara a llamar a las universidades que estarían interesadas en reclutar pequeñas estrellas deportivas en crecimiento.
Por eso, esa noche cuando Steve había ofrecido la propuesta de tres diferentes universidades para que se metiera en sus filas y el joven iba emocionado por contarle lo que pasaba a su madre, nunca esperó encontrarse con el escenario de terror que en su pequeño departamento reinaba.
La puerta rota fue lo que lo recibió y su suave sonrisa pasó a una mueca de asombro y miedo.
Su padre tenía llave de la casa, últimamente aparecía cada vez menos en el departamento, pero si era él, entonces no entendía porque rompería la puerta. Cuando su mano temblorosa la abrió lentamente, el pequeño hall estaba desordenado y vació, pero no había nada más.
Con miedo, empezó a caminar al interior del su departamento donde las risas grabes se escuchaban en la sala, descolocando por un momento al joven de la imagen de su puerta de ingreso.
Steve caminó lentamente, era un muchachito alto que estaba empezando a desarrollar su musculatura, pero ya era mucho más fuerte que el común denominador de los hombres, por lo que si era más de un ladrón y quería salvar a su madre de donde sea que estuviera, debía pensar con calma y atrapar a los maleantes desprevenidos.
Sus pasos fueron muy silenciosos, con la idea ya en mente de lo que debía hacer y solo pidiéndole a los cielos que su madre se encontrara escondida o al menos a salvo .
Pero no fue así.
Y todo su plan se fue al demonio a penas vio la escena.
Su madre, tirada en el piso.
Su padre sentado en un sillón riendo mientras uno de sus amiguchos estaba sobre el cuerpo de su madre.
Ella parecía una muñeca sin vida.
Con manchas de sangre en su frente y empapando gran parte de su cabello.
Steve dejó caer la mochila, llamando la atención de ambos señores y sintió que su mirada se volvía completamente roja, no sabía si era por la ira, o por algo más.
Luego de eso Steve no recuerda que pasó, y tampoco fue capitán el que lo controló, una entidad más salvaje, bestial, fue lo que controló todo su ser.
Su cuerpo se agrandó hasta que su ropa se destruyó, y partes de un pelaje marrón cobre abarcó sus extremidades, las garras salieron y los colmillos emergieron. Parecía más una bestia que un ser humano.
Los dos hombres vieron como el muchachito tenía una semitransformación mutada, entre su lobo interior, que todo alfa tenía y la forma humanoide que todo ser humano poseía.
Era como si su transformación en lobo se hubiera estancado en la mitad del proceso, como si su instinto animal se hubiera adueñado del cuerpo humano. Parecía sacado a una película de terror. Y fue realmente así.
El ser humanoide, con un rostro irreconocible, caminó hasta el maldito hombre que se había levantado del cuerpo de la pobre mujer y al olfato de "él" llegó el aroma a licor, mezclado con su pútrida esencia de beta y la sangre de su progenitora.
Los fuertes pasos del anterior rubio se escucharon mientras el viejo hombre se alejaba a paso tembloroso del cuerpo de la mujer.
Cuando estaba a punto de gritar, una mano llena de garras lo agarró de la garganta y sin mucho esfuerzo alzó su cuerpo, el padre de Steve se levantó también temeroso de la escena que el veía. Su porte militar había menguado con los años, y la panza por el alcohol ahora reinaba en su imagen, frente a ese ser extraño no tenía ninguna oportunidad de salir ganando en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.
Retrocedió lentamente, viendo el único pasillo de su casa como un escape seguro, el monstruo frente a sus ojos estaba demasiado cerca de la salida del departamento como para arriesgarse a que ese sea su destino.
Con pasos lentos se alejaba de donde su "amigo" estaba siendo ahorcado lentamente, con el rostro rojo por falta de oxígeno y sus pies se movían frenéticamente en el aire, al igual que sus manos, donde sus uñas intentaban enterrarse entre el pelaje del ser que lo estaba llevando a una lenta muerte por asfixia.
Cuando la presión aumentó en su cuello y sus ojos parecían casi salirse de sus cuencas, un sonido se escuchó en la sala, el otro hombre había chocado con la pequeña mesa a un lateral del sillón más grande. Tan vieja pero que su madre siempre limpiaba para que no diera un aspecto tan deplorable y encima de ella ponía un bonito jarrón con flores que encontraba en los parques.
Ese jarrón había caído al suelo, se había salvado de la escena anterior de persecución que protagonizó la pobre rubia, pero terminó siendo el sonido delator para que el monstruo humanoide notara la presencia del ser que había construido un infierno para él y su amada madre.
El agarre en la garganta ajena, se suavizó, pero cuando el hombre estuvo a punto de dar una enorme bocanada de aire, el otro puño deformado golpeó su cabeza y su cuerpo chocó estrepitosamente con una pared hasta finalmente caer desplomado.
La sangre del inmundo señor salpicó el vestido de la mujer tirada en el piso, aquella que ahora también tenía una mancha de sangre creciendo a la altura del estómago, antes de que el llegara, el maldito bastardo le había dado una puñalada al costado de la cintura con una pequeña navaja. Si Steve hubiera estado consciente, lo primero que hubiera hecho sería llamar a la policía o a una ambulancia para que la trataran, pero quien estaba consciente, quien controlaba su cuerpo, solo expresaba deseos de destrucción y venganza.
Con un cuerpo caído e inconsciente, sus pasos se dirigieron hasta ese hombre que por muchos años lo maltrató y denigró por ser un alfa enfermizo. Aquel que cada vez iba menos a la casa porque se había dado cuenta que ya no podía golpear a su hijo. Que ese pequeño cuerpo enfermizo estaba creciendo y volviéndose más fuerte.
Steve no lo sabía, pero el hombre aprovechaba en llegar a casa, más veces de la que el muchachito pensaba, en el momento donde Steve se encontraba en clases y su madre estaba sola y desprotegida. Su tierna madre solo callaba y aguantaba, como tristemente estaba acostumbrada, sabiendo que así su hijo no se preocuparía por ella y no descuidaría ni el colegio ni tampoco sus entrenamientos deportivos.
En esta ocasión, estando tan ebrio el hombre no calculó la hora de llegada de su "hijo", de su maldito engendro del que ahora escapaba yéndose a una de las habitaciones de la pequeña casa.
Mientras sus pasos se escuchaban nerviosos y erráticos, las firmes pisadas de ese ser iban detrás suyo.
Irónicamente se metió al cuarto del joven y cerró la puerta a penas pudo. Tratando de ganar tiempo, de encontrar algo con lo que defenderse y atacar a esa bestia.
Sus manos fueron a esa lámpara de estilo antiguo en la mesa de noche del joven. Era de esas viejas con una base larga de metal, pesadas y pintadas de un dorado casi descascarado por el tiempo. Le quitó esa estúpida pantalla, la desconectó y la volteó, mientras rodeaba la cama.
Un golpe se escuchó en la puerta.
Como si el monstruo hubiera intentado abrirla con un manotazo, pensando que solo se encontraban junta y no cerrada con seguro.
El ridículo hombre temblaba mirando por esa ventana que llevaba a un callejón lleno de basura, buscando una alternativa de escape. Pero estaba demasiado alto como para poder sobrevivir a la ciada.
— Mierda, mierda, maldito monstruo — Empezó a susurrar cuando escuchó otro golpe en en la puerta.
Fue tan fuerte que ahora la insulsa cerradura de la puerta estaba inclinada hacia un costado, medio salida del lugar donde debía realmente estar.
—¡Maldito escuincle bastardo! — Gritó encolerizado, y luego la puerta se abrió estrepitosamente, golpeando con la pared, dejando ver a la bestia humanoide en el ingreso de la puerta.
El ser caminó a paso lento, sus ojos aún rojos y de su boca un tanto alargada cual lobo los colmillos emergían con saliva goteante. Algo similar a un gruñido salió de lo profundo de su pecho. Mirando desde el otro lado de la pequeña cama al estúpido hombre "armado".
—¡Eres un monstruo!
La bestia de forma humana extendió su brazo, pasando sobre la cama de plaza y media, intentando alcanzar al hombre frente suyo, pero su brazo recibió un fuerte golpe de la base metálica de la lámpara.
— ¡Aléjate!
El Semi lobo gruño de dolor y enojo, mirando al aterrado hombre y de su garganta salió un grito gutural. Bajó ambos brazos y cogió la cama como si no pesara nada, para lanzársela al desubicado hombre.
El pesado mueble cayó sobre el cuerpo de hombre y este solo chocó contra la pared, quejándose del peso y el dolor.
Los pasos resonaron en la habitación acercándose al maltrecho humano, mientras en las piernas de este estaba apoyada la madera sólida de la cama totalmente. Con el colchón sobre su rostro casi asfixiándolo, de un momento a otro, el hombre que aún se quejaba de dolor sintió que su pierna fue agarrada y sin importarle al contrario la cama totalmente sobre la víctima, lo arrastró de la pierna, introduciéndole las garras. Sacándole un grito en el proceso. Bañando sus manos por primera vez con sangre del que fue su demonio personal, encargado de hacerle la vida miserable por tanto tiempo.
Steve lo arrastró, sin importarle como su cabeza chocó con el mueble, como algunos tornillos rasparon los brazos maltrechos del hombre, como metal le rasgó la piel de su brazo, aquel donde antes tenía agarrada con fuerza la base de metal que le iba a servir de defensa y ahora estaba totalmente olvidado en el cuarto.
Alzó el cuerpo y lo estampó contra el suelo, sacándole un quejido y sangre de la boca. Y ese fue el inicio de la tortura previa a su muerte.
El señor Rogers, sufrió los golpes de su hijo hasta que le desfiguraron el rostro. Los papeles de la policía describían fracturas en costillas, y brazos, rostro deformado, cráneo fisurado, un ojo explotado, mandíbula rota y desfasada y muchas cosas más.
La muerte de Sarah Rogers se dio por el golpe en la cabeza, y el desangrado que tanto este causó como el arma blanca incrustada en su cintura, sobre su floreado vestido.
Cuando los policías llegaron a la escena, solo encontraron a la mujer muerta en la sala. El hombre que Steve había noqueado al inicio, apenas despertó salió presuroso, escapando de la bestia que sus ojos habían visto. En el cuarto. Encontraron a un muchachito de dieciocho años con su ropa casi destruida, con sus brazos bañados en sangre y su rostro salpicado de rojo.
Se agarraba fuertemente cabeza, manchando sus rubios cabellos de esa roja vid y llorando por un fuerte dolor que venía desde dentro.
—Está adentro — Murmuraba — Está dentro... — Repetía sin cesar — ¡Déjame en paz!
Steve le gritaba a la voz dentro de su cabeza, aquella que quería seguir golpeando el destrozado cuerpo de su progenitor sin vida, que llenaba su mente de imágenes de desmembramiento y un hermoso baño lleno de sangre.
Los vecinos habían llamado a la policía cuando los gritos y golpes en ese departamento, fueron más de los normales para el barrio, un barrio lleno de crimen y maleantes. Cuando vieron la puerta rota y un hombre con sangre en su rostro salir corriendo despavorido, fue que recién se dignaron a llamar.
Y la policía no llegó sino hasta media hora después.
Steve siempre había sido un jovencito educado y bien portado. Amable y de suave sonrisa. Mientras que el señor Rogers tenía la fama de un abusivo golpeador y alcohólico ex-militar.
Para la policía no fue sorpresa que el joven se cansara de sus maltratos, enloqueciera al ver a su madre muerta y que dijera que no recordaba lo que había hecho con un rostro desfigurado por sus acciones desconocidas. Tristemente, para los policías era algo que habían visto al menos un par de veces por su profesión.
Días después, cuando Steve estaba en recibiendo ayuda Psicológica por trastorno de estrés post traumático, un nuevo resultado se marcó en sus papeles. Trastorno de Identidad Disociativo (TID) anteriormente conocido como Trastorno de Personalidad Múltiple.
Continuará...
*-*-*-* Locura de Amor*-*-*-*
Agradecimientos:
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