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Amor Secreto por Angie404

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Notas del capitulo:

Aquí comenzamos con el especial de cumpleaños de Takano ^ ^

Capítulo 36

Recuerdos Pt.2

Recuerdos, aveces regresan como en dulces sueños. Los cumpleaños en casa de la abuela con pasteles de vainilla cubiertos por crema y fresas, esa pequeña luz amarilla que iluminaba todos los rostros presentes y ese precioso olor a leña. Mis cumpleaños siempre fueron de mis recuerdos más preciados, aquellos días de infancia en la casa tradicional de mis abuelos perdida en medio del campo me daban el tiempo y espacio para experimentar un montón de cosas por mi cuenta, pero también me hacían sentir extremadamente solo.

No recuerdo cuando comencé a vivir con ellos, pero recuerdo todo lo demás tan vívido que me hace pensar que simplemente nací ahí, en ese hermoso lugar, aunque no sea de esa manera. Fui criado principalmente por mi abuela, mi madre me había dado a luz a una edad muy temprana, y sus obligaciones en el trabajo le imposibilitaban el poder cuidarme apropiadamente. Incluso si hubiera tenido un padre, nunca hubiera dejado su trabajo, trabajo que fue secreto para mi hasta cumplir 16 años, y vaya como me hizo sufrir ese secreto.

Cuando era pequeño no asistí a la escuela, en su lugar era educado por mi abuelo, un hombre paciente pero frío. Nunca me trató mal, pero no puedo recordar un momento en el que me mostrara afecto. Eso si, su habilidad para enseñar dieron sus frutos rápido, y sin darnos cuenta me había convertido un prodigio para las matemáticas, siendo la asignatura favorita de mi abuelo por supuesto. Mi abuela por otro lado, era todo lo contrario a él, jugaba, reía, y me perseguía por aquellos verdes campos, era una vida simple pero era todo lo que podía pedir, hasta que terminó.

En mi cumpleaños número 10, como en cada cumpleaños mi madre se presentó a celebrar, solo que no venia sola. Un hombre de apellido Saga se presentó como el esposo de mi madre, nadie sabía nada hasta ese momento. Durante esa fiesta mi madre me pidió irme a vivir con ellos a Tokio, me habló de lo que podría experimentar yendo a la escuela y las ventajas de vivir en una gran cuidad, sobre hacer amigos y sobre todo, pasar tiempo con ella. Mis abuelos no opinaron, y nadie me obligó a nada, ese día la elegí a ella.

Por supuesto pensé en mis abuelos, pero aquel deseo de pasar más tiempo con mi madre era más grande que todo lo que ya había experimentado. Siendo una mujer tan buena, tan hermosa, tan cálida, me hacía pensar que la única razón por la que no vivía con ella era porque no se podía hacer cargo sola, y al verla de pronto casada pensé que eso cambiaría y podría recuperar aquellos diez años que no estuvo a mi lado, pero no fue así.

La casa en la que vivíamos era realmente impresionante, dentro de un fraccionamiento privado con vigilancia las veinticuatro horas. Era enorme, moderna, lujosa, y muy pero muy vacía. Mi escuela era enorme, había tantos clubes y tantos espacios diferentes que parecía una cuidad por si misma, privada, carísima, pero llena de gente vacía por dentro. Él era un buen hombre, me dio su apellido al casarse con mi madre, hablaba mucho conmigo y jugábamos siempre que podía, llegó a abrazarme y llevarme sobre sus hombros. Era médico cirujano, por lo que no lo veía tan seguido, pero su trato fue siempre el mejor aunque no fuera su hijo. Ella … era como siempre había sido, amable, cariñosa, juguetona, pero muy callada, nunca me decía nada. Nunca supe en qué trabajaba, ni a donde iba, ni a quien frecuentaba. Sabía que había estudiado para ser abogada porque mis abuelos me lo contaron, pero ella nunca me habló de eso. Aún así, nunca estaba en casa, aveces ninguno de los dos por el mismo periodo de tiempo. Y por supuesto, me sentía más solo que nunca en aquella enorme casa vacía, sin lugar a donde correr y nadie que me persiguiera, solo pasaba los días de la escuela a mi habitación y de mi habitación a la escuela, solo.

Tenía una niñera, ella hacía de todo. Lavaba, cocinaba, me llevaba y traía a casa para lo que se necesitara, pero no se quedaba, tampoco me hablaba, mucho menos me escuchaba. Así fue hasta que cumplí 14, cuando pude valerme por mi mismo. Aprendí a cocinar y a moverme en metro, iba y venía solo, salíamos cuando estábamos todos juntos pero aquellos momentos no lograban curar esa soledad que crecía cada vez más y más en mi corazón. Visitaba a mis abuelos cuando podía en vacaciones, ellos notaron mi cambio, ya no hablaba, ya no hacía bromas, solo mantenía la mirada abajo todo el tiempo, pero nadie dijo nada, y de nuevo, me dejaron solo.

La escuela no importaba mucho, por mis habilidades tuve que empezar dos años adelante de mi grado, yo era por supuesto el más pequeño y, nunca nadie se acercó con la intención de invitarme a nada, para los demás era solo un niño pequeño, y no los culpo por eso, era cierto. Yo tampoco hice nada para acercarme, no sabía como, había estado siempre en una casa rodeado de verdes árboles y una familia que conocía desde que nací, hacer amigos, no era algo que supiera.

Solo recuerdo haber salido una vez con ellos en grupo, justo en mi primer año de escuela. Habíamos sido invitados a un evento por parte de la familia Onodera, una familia adinerada y que pertenecía a una élite antigua del país. Su mansión, occidental y antigua, tan mágica como cualquier mansión en una novela de terror. Sus pasillos, gigantes, tan gigantes que te hacían ver diminuto parado en medio de ellos. Los cuadros en sus paredes eran extraños, tan aterradores que no podrías creer que fueran reales, salvo una, o más bien, salvo los que retrataban a una persona. Era un niño, con cabello castaño como las cortezas de los árboles, pero secos, con piel rosada y perfecta, como una estatua sin vida, con los ojos grandes pero sin brillo, verdes como el campo por el que solía correr pero sin luz del sol, con una mirada tan triste, tan temerosa, tan oscura … tan sola, como mi mirada. ¿Acaso aquel niño se sentía tan solo como yo? ¿Era acaso el del cuadro una persona real? ¿O alguien en este mundo habría sacado mi alma de mi cuerpo para plasmarla en la más hermosa pintura que jamás había visto? Como fuera, jamás pude olvidar aquel cuadro, y ahora, día a día, el recuerdo vivo de sus ojos me ataca mientras duermo, recordándome lo que fui, lo que fue, y reflejando lo que soy y lo que siento. Pero durante un tiempo, nunca más los volví a ver.

Cuando la secundaria comenzó, las cosas se fueron deteriorando lentamente. Mi abuela empezó con un dolor aquí y allá, mi padrastro le gritaba a mi madre de vez en cuando, y los chicos nuevos de la escuela ya no solo me ignoraban, también me molestaban. Decían que mis padres eran seguramente unos mafiosos, que gente como nosotros jamás podría permitirse una vida como la que llevábamos hasta ese momento, y me cuestionaron una y otra ves, pero yo solo repetía religiosamente lo que sabía, papá es médico y mamá abogada. Luego llegaron las bromas, luego los insultos, luego los golpes. Recuerdo cada golpe, en cada parte de mi cuerpo, en cada lugar que hicieron sangrar. Recuerdo mi cuerpo adolorido, era alto pero delgado, sin fuerzas en mis brazos para defenderme, sin nadie en el mundo que me ayudara o me salvara. Y de repente todo mi mundo se paró.

Mi padrastro había muerto, no me dijeron como, ni cuando, ni en donde, pero había muerto. Y yo me quedé sin padre nuevamente. Recuerdo ver a mi madre llorando cada noche hasta que dejé de verla, recuerdo el silencio profundo rebotando sin piedad en mis oídos mientras estaba solo en casa, recuerdo el dolor que sentí cuando mi nombre volvió a ser el de mi madre, y cómo aquellos pocos recuerdos felices que construimos juntos como familia se perdían más y más entre mis recuerdos.

Entonces los insultos hacia mi pararon, pero se enfocaron en mi madre. Todos se enteraron por su puesto, y les parecía rídiculo que por mucho dinero que pudiera ganar mi madre como abogada, sin ser conocida en el medio y sin provenir de una familia de abogados famosa, pudiera mantener la vida que llevábamos hasta ahora. Mi casa era la misma, mi mesada era la misma, mi escuela era la misma, y justo ese era el problema.

“Es imposible que sigas aquí, ¿de donde obtiene tu mamá tanto dinero?”

“¿Acaso recibe favores de otras personas? Je, ¿será de hombres?

“Seguramente tú madre se acostó con el director y te perdonó la colegiatura, si no, no entiendo como podrías seguir aquí”

“¿Con cuántos hombres se acuesta? ¿Son muy ricos?”

“Seguramente engañaba a tu padre desde antes, ¡seguramente ni siquiera eras su hijo!”

“¿Sabe tu madre de quien eres hijo realmente? Seguro fueron tantos que no lo sabe”

“Con esa cara y ese cuerpo hasta yo me follaría a tu madre”

“Eres el hijo de una prostituta”

“Zorra”

“Perra”

“Ramera”

“Que asco dan”

Recuerdo cada frase, cada palabra taladrada en mi cerebro. Durante ese tiempo entré y salí de peleas, hospitales y oficinas escolares, una y otra vez. Hacía ejercicio todos los días hasta desfallecer, y cual quiera que se atreviera a hablar cualquier cosa de mi madre era atacado casi hasta morir. Pero ni con eso mi estilo de vida cambió. Hubo demandas de padres que mi madre se encargó de encubrir y mucho dinero en daños que se tuvo que pagar, pero el secreto de donde venía ese dinero nunca se reveló. Tanta fue mi desesperación, ira y resentimiento que comencé a pensar que, quizá todo lo decían de ella era cierto. Así, la relación con mi madre se fue deteriorando más y más. Estaba completamente solo, rodeado de niños ricos, petulantes y huecos, sin amigos, sin padres, sin abuelos, solo yo contra el mundo, un mundo que veía cada vez más y más retorcido. Todo cambió un 24 de diciembre, en mi cumpleaños… aun lo recuerdo como si fuera ayer.

Notas finales:

Continuará ... Chan Chan chaaan! Xd


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