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NO DEJES DE CORRER por adoremybooks

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¿Cómo había llegado a aquella situación? ¿En qué momento todo se había ido a la mierda?

 

Solía tener una vida normal, una vida como la de cualquier adolescente de diecisiete años, iba a la escuela, estaba con sus amigos, tenía citas con las chicas que le gustaban y que gustaban de él, salía a las fiestas de sus amigos y armaba las propias en su casa, molestaba a sus hermanos Itachi y Sasuke, sacaba de sus casillas a su mejor amigo.

 

Claro, todo eso lo hacía hace unos meses, hasta que llegaron a Japón las noticias de que Estados Unidos había liberado un virus que no tardó en llegar hasta el último rincón del mundo, un virus que provocaba fiebre, hambre insaciable y locura. Siempre se había burlado de las películas de los muertos vivientes, hasta que esa se convirtió en su propia realidad.

 

Habían subestimado al virus, y ese se había convertido en uno de sus peores errores. Creían que después de que el gobierno japonés ordenara un encierro total, al igual que otros países, podrían estar a salvo o al menos comprar un poco más de tiempo en lo que los científicos estudiaban al virus creado en un laboratorio, pero no pasó mucho tiempo antes de que empezaran a oír noticias acerca de infectados en distintas regiones.

 

No podían escapar, no podían simplemente empacar y hacer sus vidas en otro lugar, el mundo estaba colapsando.

 

Después de que se reportaran varios infectados por el virus y de que se aislaran las regiones que tenían el mayor número de contagios, sólo fue cuestión de unos cuántos días cuando su hermano menor atacó a su madre y a su padre. Si no hubiera sido por Itachi, él también habría muerto en la cocina de su casa, pero Itachi estaba enfermo, no podía correr por mucho tiempo, no había manera en la que pudiera sobrevivir sin sus medicinas, y a esas alturas, las tiendas ya habían sido saqueadas o destruidas, no tenían nada más que sus piernas para correr, no tenían armas para contraatacar, y cuando llegó el momento en el que varios muertos vivientes los perseguían, Itachi decidió quedarse atrás y darle un poco más de tiempo.

 

No sabía cómo, pero sus piernas siguieron corriendo, aun cuando él sentía que caería de rodillas en cualquier momento, sus piernas seguían moviéndose, no se detuvo hasta que llegó a una tienda abandonada, se había quedado en un pasillo, golpeando el suelo salpicado de sangre de desconocidos, sin aliento, con la garganta ardiendo y las lágrimas recorriendo sus mejillas. Su familia se había ido para siempre, no le quedaba nadie, estaba seguro de que sus amigos también estarían muertos.

 

¿Cuál era el motivo de seguir viviendo? ¿Por qué debería recolectar la poca comida que había en aquella tienda y seguir escapando de esas bestias? ¿Por qué debería seguir intentando sobrevivir?

 

Estaba solo, completamente solo, daba exactamente lo mismo si alcanzara a llegar a alguna zona segura, si se lo comía algún repugnante zombie o si tomaba una de las armas que estaban a unos pasos de distancia y se volaba los sesos.

 

Tal vez podría conformarse con tomar la navaja que cargaba en su cinturón y cortarse la muñeca, al menos sería un bonito cadáver, sólo le quedaba esperar a que un zombie no lo encontrara fresco, porque arruinaría completamente sus intenciones.

 

Se limpió el rostro, estaba lleno de sangre, se sentía sucio. Como pudo, se levantó y dio la vuelta para ir al estante de armas, hasta que escuchó una cargarse detrás de él.

 

―¿Estás infectado?

 

Le preguntó una voz gruesa, una voz que conocía demasiado bien. Tal vez él no tendría que hacer nada, tal vez su viejo amigo y primer amor podría hacerlo por él.

 

―¿Qué más da? Adelante, puedes dispararme. De preferencia, que sea entre ceja y ceja.

 

Se giró lentamente para poder ver ese par de ojos azules profundos, no podía creer que Menma siguiera vivo, aunque si lo pensaba bien, era muy lógico, Menma no era de los que se rindieran fácilmente.

 

―Entonces estás solo, al igual que yo. Es realmente irónico que me tope con la persona que más me saca de mis casillas.

 

Murmuró Menma, bajando la escopeta antes de acercarse a Charasuke y tomarle del rostro bruscamente, inspeccionándolo.

 

―No seas idiota. Vamos, hay que tomar lo que podamos e irnos de aquí, hay una zona segura en Kantō, por ahora es la única opción que tenemos.

 

Le dio una mochila vacía, claramente para que comenzara a llenarla de provisiones.

 

―Tendrás que ir tú solo, Menma. Yo…

 

―No, no me salgas con tu cobardía ahora. Lo entiendo, tu familia murió, la mía también, estamos solos y sí, lo más fácil sería quedarnos aquí y esperar o suicidarnos, pero si haces eso, la muerte de ellos valdrá absolutamente nada.

 

Charasuke lo miró fijamente. Aunque Menma no era una persona de lo más expresiva, ciertamente podía ver que no la había pasado nada bien, y que también le había dolido perder a tanta gente, a sus padres, a su hermano menor.

 

―Iré por todos los enlatados.

 

Respondió Charasuke, una pequeña luz de esperanza se había vuelto a encender en sus ojos.

 

A partir de entonces, ambos estuvieron juntos durante varias semanas, buscando el camino para llegar a la zona segura de Kantō, era la única esperanza que tenían los sobrevivientes como ellos. Al parecer, los zombies estaban activos si escuchaban algún ruido o cuando había luz, por lo que solían aprovechar al máximo las noches para desplazarse, que era cuando estaban inactivos.

 

Dos horas antes de que amaneciera, buscaban un lugar dónde quedarse. A veces tenían suerte y se quedaban en una casa, o en alguna tienda, otras veces les había tocado quedarse en los basureros hasta que oscurecía, en completo silencio y utilizando alguna linterna, solían apuñalar las cabezas de los muertos vivientes si se encontraban alguno, para hacer el menor ruido posible.

 

Al llegar a su última parada antes de la zona segura, una casa pequeña, se enfocaron en descansar, alimentarse y asearse un poco.

 

―Te lo prometo, necesito ducharme o la piel se me caerá a pedazos.

 

Le dijo Charasuke a Menma al llegar a la casa. Cerraron bien la puerta y taparon las ventanas de la sala con cartón o con las mismas cortinas.

 

―Apestas, así que te creo.

 

Coincidió Menma, recibiendo un golpe en el hombro de parte de Charasuke, soltando una risa baja y tomándole de la cintura para acercarse y darle un beso pequeño, haciendo que Charasuke se alejara asqueado.

 

―No, estamos sucios. Bésame cuando nos bañemos, no ahora.

 

Arrugó la nariz, haciendo que Menma pusiera los ojos en blanco.

 

―Anda, mejor ve a calentar el agua en lo que empaco de una vez los enlatados.

 

Charasuke asintió, emocionado y corriendo escaleras arriba. Encontró el cuarto de baño fácilmente, tal vez podrían echarse en alguna de esas camas un rato, porque aunque encontraran un buen escondite como una casa, solían esconderse durante el día en el armario o en una sola habitación pequeña, aunque las veces que llegaban a asearse, se daban la libertad de atenderse cuando se encontraban calientes, y esa era una de esas veces.

 

Abrió la llave del agua caliente de la bañera, estaba tan concentrado en las sales de baño, hasta que un gruñido a sus espaldas le causó un escalofrío en la espalda. Miró hacia el espejo, un zombie a unos pocos metros de él.

 

En cuánto se volteó, el muerto viviente se lanzó hacia él, lanzando desesperadas mordidas hacia su rostro. Intentando tomarle del cuello para alejar su mandíbula de él y removiéndose debajo para poder escapar, no tenía ninguna arma consigo.

 

La criatura se movía cada vez más sobre él, comenzaba a quedarse sin fuerzas para seguir empujándole, para seguir intentando tumbarlo, apenas habían pasado unos segundos, pero se habían sentido como una eternidad, sobre todo cuando vio a Menma corriendo hacia él para quitárselo de encima, y lo logró, pero el zombie fue más rápido que Menma sacando el cuchillo y alcanzó a morder su hombro.

 

El monstruo había caído, y Menma también. Sólo atinó a correr hacia Menma y ayudarlo a levantarse, llevándolo a otra habitación para recostarle en la cama, tomando la chaqueta para presionar la herida con desesperación.

 

―Charasuke… basta…

 

―Cállate, cállate. Me quedaré contigo.

 

Insistió en seguir cubriendo la herida, la carne estaba inflamada y roja, comenzaron a verse las franjas negras alrededor, la infección había comenzado.

 

―¡No seas idiota! No me queda mucho tiempo… debes seguir, por favor, prométeme que seguirás.

 

―Menma… lo lamento, es mi culpa…

 

―No, no es cierto. Si tenía que morir, me alegra haberlo hecho protegiéndote, no me imagino una mejor manera de morir si no es a tu lado. Tienes que irte, aún te quedan un par de horas antes de que amanezca, llévate la escopeta y la mochila, no dejes de correr, no pares.

 

Charasuke asintió, y con el corazón roto, le dio un suave beso de despedida, dejándole el revólver y bajando a toda prisa las escaleras. Tomó la mochila y la escopeta y se alejó corriendo, intentando escapar para no escuchar el sonido del disparo.

 

Sus pulmones estaban colapsando, pero seguía corriendo, faltaban apenas media hora para que amaneciera y para que los zombies volvieran a perseguirlo, pero no dejaba de escuchar el sonido del revólver en su cabeza, mientras observaba a unos metros la reja de Kantō.

 

Después de que los soldados le hicieran una rápida revisión y de que le pusieran en cuarentena para rectificar que no estuviera infectado, supo que no le esperaba más que una muy larga siesta en la que intentaría olvidar todo lo que había vivido, a excepción de los ojos de Menma y la sensación de ser abrazado y cobijado por su familia.


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