Cuando todo lo que habías estado creyendo hasta ahora, lo que piensas e incluso lo que has estado sintiendo desde años atrás, comienza a cambiar por una persona que al principio creías dispensable, solo alguien que puedas entrenar.
Obviamente al convivir, te diste cuenta que era más valiosa de lo que pensaste.
Ante tus ojos se volvió un aprendiz sublime que podría heredar tus conocimientos y tu deber.
Pero, eso fue el pasado, cuando lo pensaste así… Una noche en que supiste un rumor, que se corría en cierto templo llego a tus oídos, en la tu última vuelta a la vida, en un tiempo de paz que tu corazón no puede obtener de vuelta.
Creíste que solo eran figuraciones tuyas, tal vez un instinto paternal de querer proteger a tu discípulo, pero te diste cuenta con el tiempo que no era así.
Por qué si fuera así… No estarías experimentando estos sentimientos, que te están atormentando constantemente.
Morir para enseñarle la técnica más poderosa de su constelación, quería que dejara de lado los sentimientos, pero…
¿Cómo puedes pedirle eso a alguien?
Si tú mismo sufres en silencio, dejando a relucir tu rostro serio siempre.
Pero con aquel aprendiz, que cuidaste desde pequeño, después de la muerte de su madre y que lo hubieras bajo tu tutela, y no solo a él, sino a otro de nombre Isaac, pero por asares del destino fue separado del resto.
Poco o nada se podría saber de esa relación, mas algo te atormentaba ahora…
¿Está mal amar a alguien de esa forma?
Cuando se supone que debía ser solo un aprecio de Maestro-Alumno. Mas tu corazón lo ha tomado como algo que estas considerando enfermizo.
Pues miras al resto de tus compañeros dorados, con sus aprendices, te das cuenta que cada uno trata a esos jóvenes e una forma más paternal, sin sentimientos ocultos, pues algunos están en parejas, otros son como sus hijos y se nota a veces el parecido aunque no sea sanguíneo.
Pero aquí estas tú, sintiéndose el ser más despreciable, te importa poco lo que han dicho de ti, obre que “Fuiste un traidor” Sabes lo que hiciste, lo que debías hacer, lo que sentiste correcto en su momento, y por ello uno debe solo aprender.
Mas saber que has desarrollado un sentimientos obsceno hacia ese joven caballero de bronce, de cabellos dorados cortos, ojos azules tan vivos, llenos de esperanza, que te observan con una admiración y devoción que tú mismo has empezado a sentirte culpable por ese hecho.
Debería ser fácil olvidar lo que sientes, has llevado un tiempo dejándolos de lado, pero ese rumor que se corre en el templo de Libra, te ha estado molestando desde entonces.
Cuestionándote ¿Si es verdad? O ¿Una mentira?
Deseas en el fondo que sea lo último, pues no quieres verlo con alguien más.
Por egoísta que suene, aunque sea como tu discípulo lo quieres a tu lado.
¿Sera suficiente para ti? Camus de Acuario.
Esas eran las ideas constantes que la mente torturada del decimoprimer guardián tenia.
El cabello aguamarina y ojos de una tonalidad violeta, era quien a diario pasaba horas pensando en silencio esos sentimientos, los que sentía cada vez más intoxicante por su propio alumno.
Sentía que estaba mal, y los negaba, pero cada día se incrementaban, por el simple hecho de que es su discípulo y no podía sentir eso.
Pudo guardarlos, si nunca hubiera sabido lo de Libra, de cómo el caballero de Andrómeda calentó a Hyoga en ese momento del combate de las doce casas.
También que pasaban bastante tiempo juntos, los había observado, se comportaban como amigos, pero no le agradaba del todo.
Existan celos, que los pensaba eran ridículos.
Hyoga es solo un niño a comparación de su edad, pero técnicamente por el pasar de los años, ya no lo era. Tenía unos diecisiete años por su defecto Acuario ahora con veintitrés.
Seis años de diferencia, pero aun sentía que era un pecado amarlo.
No sabe en qué momento esto había salido de su ser, se sentía tan asqueroso por pensar de esa forma en su discípulo, pero ya no lo podía evitar.
Estaban allí y no se irían fácilmente.
Y trataba de que nadie supiera de ellos, incluso se lo había ocultado a su mejor amigo quien era el caballero de Escorpio, pero ya creía que este podría sospechar.
Los entrenamientos se habían vuelto algo silenciosos, estando ambos solos en el templo de Acuario en esa privacidad, para no tener la posibilidad de congelar a todo el santuario.
Mas esto lo estaba notando el menor, como es, obviamente no se quedaría con la duda de lo que ocurría.
-Maestro...- Dudaba en preguntar, pero necesitaba respuestas el comportamiento del hombre delante de él.
-¿Qué quieres Hyoga?- Su forma de hablar no cambiaba en lo absoluto, pero su tono se podría notar molesto.
-¿Ocurre algo? Lo he notad algo extraño- Estaba midiendo sus palaras, pues con Acuario no se podía estar siempre seguro.
-No sé de qué hablas, he estado actuando normal- Podría ser mentira, pero nunca ha sido expresivo, incluso se podría decir que quien notara alguna diferencia en su semblante, significaba que lo conocía muy bien.
-Maestro Camus, puede que los demás no lo noten, pero… Creo que está actuando un poco más distante de lo usual, sobre todo conmigo- Estaba preocupado, su semblante así lo delataba, le tenía un gran aprecio.
-¿Contigo? ¿Hiciste algo para que yo actuaria así para tu persona?- Apenas si lo observaba, pues el cisnes tenía una especie de don para hacer salir la bondad en el mago de hielo.
-Eso es lo que no se…- Desvió su mirada, pensaba en que pudo haber hecho para que Camus este así, pero no se lo ocurría nada.
Lo observaba, mirar ese rostro que sin importarla edad, lucia tan inocente aun, con ese ligero sonrojo por el frio, pues la piel blanca lo delataba siempre, le gustaba y no quería seguir mirándolo, si no… Creía que haría alguna tontería.
Podría ceder de una forma tranquila, averiguar más de lo que le atormentaba y salir de dudas, mas esto podría ser contraproducente, pero debía arriesgarse.
Suspiro, cerrando sus ojos con el ceño fruncido –Escuche un cierto rumor que te involucra a ti y al caballero de Andrómeda, en el templo de Libra- Tenia los brazos cruzados, esperaba una respuesta.
Aquel rostro del Ruso se descompuso, de verdad sentía la vergüenza en su ser, con esas mejillas rojas, no podía ni sostener la mirada a su maestro, mucho menos verlos a la cara.
-Lo que… Paso… Fue… Mi cosmos y cuerpo estaban demasiado fríos, Shun solo quiso calentarme…- Analizo lo que estaba diciendo y sonaba peor de lo que creía –No, no de esa forma, si no dé, para que yo esté vivo- Que vergüenza estaba pasando, creía que ese rumor se había ido hace tiempo.
Analizaba cada palabra que salía de los tenues labios del cisne, comprendió que era la verdad, no le mentiría y no estaba en su lenguaje corporal.
Pero cada dulce gesto, para hacerse entender, le provocaba que su corazón latiera con fuerza, que se odiaba a si mismo por eso.
-Se lo que piensa maestro y le debo decir que Shun y yo no tenemos ese tipo de relación, a contrario, solo somos buenos amigos- Trataba de explicar de menor manera la situación, aunque no tuviera la necesidad, pero lo quería, por cierta situación.
-Entiendo Hyoga, puedes retirarte- Le decía esto dándole la espalda, realmente deseaba descansar un poco de esas emociones que no podía manear siempre.
-Maestro… ¿Le molestaría mucho si yo estuviera enamorado de un hombre?- La voz que esta vez el rubio estaba dejando escapara, sonaba deprimida, como si esperara que el mayor lo reprendiera o le dijera algo.
Se detuvo, en seco. Pensó seriamente en esas palabras, le tomo de raro que ese joven le estuviera preguntando exactamente eso, pero estaba más intrigado, debía averiguar un poco más.
-¿Por qué lo peguntas?- Tenía que estar algo a la defensiva, esa era su actitud en la mayoría del tiempo, también de esa manera cuidaba lo que guardaba su corazón.
Con los nervios recorriéndole su joven existencia, miraba hacia el piso del templo, suspirando, con las mejillas rojizas, pensando lo que diría, pues podría sonar sumamente extraño, pero al sentir el cosmos de su maestro estar tan cerca, porque de hecho este se encamino hasta estar delante de él.
-So… Solo… Es… Una duda…- No era bueno mintiendo, pero lo trataba de hacer.
Estando enfrente, incluso había logrado invadir un poco el especio personal del Ruso, lo miraba con esos ojos intensos, que eran completamente indescifrables.
-¿Sientes algún tipo de atracción hacia alguien?- Su voz sonaba más gruesa de lo normal, y aquellas violetas clavadas en los zafiros brillantes, aquel ceño fruncido podría intimidar a cualquiera y estaban haciendo aquel efecto.