Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi vida a tu lado por Kitana

[Reviews - 30]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Me despierto en tu cama… por suerte anoche no se te ocurrió hacerlo conmigo. Me siento cada vez más pesado, lo cual es lógico, estoy a menos de dos semanas de dar a luz. Desde mi última visita al médico decidiste que dormiríamos en la misma cama, como en los viejos tiempos. Pero yo no he podido dormir. Tengo miedo… mucho miedo de que comience otro de tus ataques de celos. Ya que no puedo dormir en las noches, me paso los días dormido o sentado en mi cómoda mecedora viendo hacia la calle.  Cada día me duele más la espalda y los pies se me han hinchado… y pensar que tú quieres más hijos… no sé que voy a hacer ahora. Hace unos días que me levantaste el castigo, puedo salir de la habitación, e incluso pasear por el jardín pero no me apetece hacerlo, en realidad no me apetece hacer absolutamente nada. ¿Qué me esta pasando?  Debería estar feliz porque pronto nacerá mi hijo, pero no puedo sentirme feliz, no puedo sentir nada, ni siquiera dolor, ni siquiera furia, simple y sencillamente nada.

  

Siento como mi bebé se mueve dentro de mí… con el paso de los días y al saber que cada día esta más cerca el momento de tenerlo en mis brazos ha surgido en mí un sentimiento nuevo, una ternura infinita que me provoca una irreprimible sonrisa y algo cálido que me reconforta… no sé que es pero es lo mejor que he sentido en meses…no, más bien en años…

   

Te escucho venir a la habitación, cumpliste tu palabra y estas en casa para la hora de comer. Te veo aparecer en la puerta de nuestra habitación sonriendo, traes un pequeño paquete en tus manos.  Te acercas a mí sin perder la sonrisa, me ofreces el paquete, se trata de una cajita envuelta en un horrendo papel de elefantes bebé. Siempre has tenido un pésimo gusto para los regalos, esa es la verdad, siempre me has dado cosas que ni necesito ni me gustan pero que debo aceptar porque si no lo hago te enfureces.

  

- Vamos, ábrelo. – dices mientras acaricias mi vientre. En silencio hago lo que me pides,  desgarro el papel y abro la caja. - ¿Qué te parece? – dices  sacando de la caja un conjunto para bebé en azul pastel. – Quiero que sea lo primero que nuestro bebé use.

 

 

- Es muy bonito… gracias.- digo levantando la ropita hasta mi rostro… así que estas seguro de que será un niño… ¿qué harás cuando sepas que es una niña? No he querido decírtelo, pero ese es el sexo de nuestro bebé, es una nena.

 

 

- ¿Ya has pensado en un nombre?- niego con la cabeza, ¿cómo voy a pensar en un nombre si apenas estoy aceptando que voy a parir un bebé? A veces puedes ser tan insensible, crees que todos sentimos lo mismo que tú, que podemos entenderte... pero yo no te entiendo, yo no sé que pensar de ti y de todas esas cosas que me haces. - ¿Sabes? A mi me gustaría que se llamara Alessandro, es un buen nombre.

 

 

- Lo dices porque es tu nombre.

 

 

- Si, quiero que lleve mi nombre, ¿de verdad no has pensado en un nombre?

 

- Sophie…- murmuro esperando que tú no me hayas escuchado. Pero me escuchaste.

  

- Sophie es nombre de niña y nuestro hijo será un varón. Por cierto, en todos estos años jamás me has dicho tu verdadero nombre.

 

 

- Te reirías… dirías que es un ridículo nombre sueco.

  

- No importa, para mí siempre has sido y serás Afrodita, mi Afrodita. – me abrazas, pegas tu rostro al mío, lo haces amorosamente, como antes, no puedo evitarlo, algunas lágrimas ruedan por mis mejillas. – Veo que sigues estando muy sensible, debe ser el embarazo.

 

- Sí, debe ser el embarazo. – me obligas a mirarte, levantas mi rostro con tu mano derecha mientras que tu mano izquierda limpia mis lágrimas.

 - Será mejor que te vistas para salir, quiero que salgamos a comer, luego iremos a comprar las cosas que faltan para el bebé. – me das un beso en la frente y sales de la habitación. Ja¡ ahora que estoy hecho un despojo, ahora que estoy tremendamente gordo y desmejorado vas a permitir que vuelva a pisar la calle, no puedo creer de lo que eres capaz…todo sea por tenerme junto a ti, debo estar tan mal que estás seguro de que nadie volteará a verme cuando salga de esta casa. Ya no soy el mismo de hace unos meses, ya no soy el hermoso Afrodita, ya no soy el hermoso chico que atraía miradas de hombres y mujeres por igual… no, ya no soy eso, ahora soy un ser  gris y desdibujado, soy tu obra, esto que esta aquí no soy yo, sino lo que tú me has hecho ser… aunque el otro Afrodita tampoco era yo, solo era una máscara, una máscara creada para no sufrir ¡qué ironía!  Tú te enamoraste de esa máscara y te has encargado de destruirla, de destruirme a mí y todo lo que soy…pero aún así no te odio. Aunque tampoco estoy muy seguro de amarte todavía… mi cerebro, mi corazón y mi instinto de supervivencia se han declarado la guerra produciéndome una tremenda confusión. ¿Qué hacer? Has hecho bien tu trabajo y ahora no tengo a nadie a quien acudir, me vigilas todo el tiempo y las únicas veces que salgo de esta casa es para visitar al médico y tú siempre estás conmigo. Siendo razonables, mis posibilidades de escapar de ti son inferiores a cero… pero aún así debe haber un modo, no es sano estar con alguien como tú…eso dice mi razón. Mi instinto de supervivencia no deja de gritar que un buen día vas a matarme, que debo irme lo más lejos que pueda de ti y que por ningún motivo debo permitir que mi bebé crezca junto a ti…solo que mi corazón no esta de acuerdo con ninguno de los anteriores, mi corazón tiene la estúpida esperanza de que podremos ser felices todavía, que nuestra hija te hará cambiar y que volverás a ser el de antes.  

Me pongo lo primero que encuentro en mi armario, más bien lo primero que encuentro y me queda de la ropa que tengo en el armario. Mientras me miro en el espejo del baño noto que mi rostro esta más pálido que de costumbre, más delgado… hace mucho que no me miraba con detenimiento en un espejo. Mi cabello ha crecido, ahora lo tengo todavía más largo, pero esta completamente maltratado. No puedo creer que esos ojos tristes que me miran desde el espejo sean los míos. Tomo el cepillo y con sumo cuidado arreglo, en la medida que eso es posible, mi cabello. Me dispongo a salir de la habitación, no me he puesto maquillaje, ni perfume, ni he hecho ninguna de las cosas que solía hacer cuando salía de casa. Me he olvidado de cuando fue la última vez que hice algo por mi voluntad… ahora solo hago lo que tú ordenas, sí porque el que lo digas significa que yo tendré que hacerlo y que si no lo hago te enfurecerás y me castigarás como has venido haciéndolo desde hace tiempo. Aunque dejaste de golpearme al saber que estoy embarazado, tus castigos no son menos crueles, sí, mi cuerpo está intacto, pero ahora tengo que soportar que traigas a tus amantes a nuestra casa y ver como los posees frente a mis ojos, al parecer te resulta excitante hacerlo con ellos mientras yo observo, y si se me ocurre dejar de mirar comienzas a gritar y me atas a una silla durante horas, de modo que no puedo apartar la vista de lo que haces con ellos… ya no lo soporto…¿es que no te cansas de hacerme sufrir y de humillarme?

  

Salgo del baño, me calzo el único par de zapatos en el que entran mis pies hinchados y salgo de la habitación, ya debes estar esperándome. A paso lento me dirijo a la escalera. Estás esperándome, me miras y sonríes, no sé por qué, antes era algo bello que podías mirar, algo de que presumir, algo… ¿por qué ni siquiera puedo asumirme como una persona? He llegado al punto en que me refiero a mí mismo como un algo y no como un alguien, ¿qué me has hecho?

 

- Ven, date prisa porque debo regresar más tarde a trabajar.- dices y yo bajo lo más rápido que me es posible. Me acerco a ti pero al hacerlo siento un mareo, tú te apresuras a sostenerme y llevarme hasta un sillón. - ¿Estás bien?

 

- Sí, solo ha sido un mareo, nada de que preocuparse, el médico ha dicho que es normal.

 

- Entonces vámonos ya, sé que te encanta ir de compras pero tenemos poco tiempo así que tendrás que decidirte rápido. – me tomas de la mano y con una sonrisa me haces salir de la casa. Subimos a tu auto, tú mismo me ajustas el cinturón de seguridad y emprendemos la marcha hacia la zona comercial. Es extraño, antes me emocionaba ir de compras, quería parar frente a cada aparador para contemplar la ropa, zapatos o joyas que ahí se exhibían, ahora no me despierta ningún interés. Detienes el auto frente a una tienda de ropa para bebés, bajas y luego das la vuelta para ayudarme a bajar. Me quitas el cinturón de seguridad  y me das la mano para que baje del auto. Me jalas hacía la tienda y yo solo me dejo llevar sin ningún interés. Has comprado media tienda, obviamente ropa para niño. Contemplo con cierta tristeza un par de vestiditos en color amarillo, son verdaderamente lindos, creo que nuestra bebita se vería hermosa con ellos. Pero solo puedo ver, no tengo un centavo y está claro que no los comprarás tú.

 

- ¿Qué tanto miras?- me dices, sigues mi mirada hasta los vestiditos – Son lindos, ¿sabes? No me molestaría que fuera una niña.

 

- ¿Lo dices en serio? – digo sonriendo.

 

- Sí, de hecho ya me hice a la idea de que es una niña, ¿por qué no me lo dijiste en cuanto lo supiste?

 

- Es que... no sabía como lo tomarías, te hacia tanta ilusión que fuera un niño que bueno… yo no quise quitarte la ilusión.- bajo el rostro y tu me obligas a mirarte, sonríes en forma tierna, me acaricias la mejilla y luego me das un beso suave y cariñoso, un beso como no me lo has dado en tanto tiempo.

 - Tú siempre te preocupas por mí y yo… yo solo soy un estúpido que no quiere perderte pero que ha cometido tantos errores... pero no dudes de que te amo, a pesar de que sea un asco de persona te amo Afro. – me tomas en tus brazos con sumo cuidado y me besas, me dejo llevar como si el pasado no importara… pero vaya que importa, ¿algún día podré perdonarte? Por mi bien espero que sí…  Te separas de mí y veo que devuelves la ropa de niño y empiezas a comprar ropa para niña, vestiditos y todo lo que encuentras en color rosa. Al fin hemos terminado, me alegro porque ya no aguanto el dolor en los pies ni en la espalda. Espero en la entrada de la tienda mientras tú guardas en la cajuela del auto todo lo que hemos comprado, incluidos un bambineto, una carreola y una silla para la bebé. No puedo dejar de mirarte, tú si sigues siendo un hombre hermoso, en cambio yo… solo soy una pálida sombra del hermoso Afrodita, ¿qué pensarían mis amigos sí me vieran? Seguro no me reconocerían… estoy tan diferente.   

Antes de que todo esto pasara yo era la vanidad andando, jamás salía de casa con un cabello fuera de su sitio y ahora… ahora solo soy lo que tu quieres que sea, y eso duele; y duele mucho. Dices que lo haces por amor a mí, pero ¿también es por amor a mí que te metes con cuanto tipo se te antoja y encima lo haces frente a mí? Shura es tu favorito, uno de los pocos que puede decir que ha estado en tu cama más de una noche. Supongo que será porque disfrutas viendo como me enfurezco cada vez que lo llevas a nuestra casa. Y también me supongo que te metes con ellos porque conmigo ya no sientes nada, al menos para mi es así… ¿cuándo fue la última vez que hicimos el amor? No sé, hace ya tanto que no lo recuerdo, en los últimos meses te has limitado a violarme, a usar mi cuerpo para tu placer sin preocuparte de lo que yo pudiera sentir. Lo que más me duele es que nuestra hija no es sino el fruto de una de tus violaciones, me habría gustado que fuera fruto de un acto de amor y no de uno de agresión como esas a las que me sometes aún estando embarazado. Y aún así dices que me amas… yo no sé que pensar ni que sentir.  Tengo tanto miedo de lo que pueda pasar… al menos aceptaras a nuestra hija, ¿cierto?

  Me llevas a un restaurante al que solíamos venir antes de que me encerraras. Todos me miran fijamente como si intentaran reconocerme, sí esto era de esperarse, yo ya no soy el de antes.   

Tú ordenas por los dos, esta vez no discuto como  lo hacía antes. Me quedo callado y muy quieto en mi silla mirando sin mirar hacia la calle. Tomas mi mano con suavidad y acaricias mis dedos, los mismos dedos que amenazaste con romperme hace dos noches cuando me obligabas a mirar como poseías a Shura. Inconscientemente retiro mi mano.

 

- ¿Qué pasa Afro?- me dices

 

- Nada… es solo que últimamente tú no has sido muy cariñoso… perdóname, no quise hacer nada que te molestara. Solo ha sido la sorpresa… lo siento.

 

- No tienes que pedir perdón… en todo caso quien tiene que disculparse contigo soy yo. Te he hecho cualquier cantidad de cosas horribles y no sé si estarás dispuesto a perdonarme. – no comprendo este cambio, ¿me pides perdón?

 

- No hablemos de eso, ¿quieres? Sí no te molesta preferiría que fuéramos a casa, me siento cansado.

 

- Está bien. Voy a pedir el auto, quédate aquí. – depositas un beso en mi frente, como sí quisieras calmarme, pero hace mucho que tu no tienes ese efecto en mí sino todo lo contrario, solo estoy calmado cuando estoy solo. Es duro reconocerlo pero yo ya no confío en que tú no me harás daño… te amo pero no confío en ti.

 

-¡Afrodita!- dice alguien tocándome el brazo, no puedo evitar sobresaltarme- Afro, de verdad eres tú.- mis ojos se abren más de lo usual al ver a Milo frente a mí,  Milo, mi mejor amigo esta frente a mí después de tanto tiempo y yo solo me quedo callado mirándolo y sintiendo que las lágrimas bañan mis mejillas. – Di algo por favor, al menos di que me recuerdas.- dice Milo inclinándose para abrazarme.

 

-Milo… Milo no sabes cuanto me alegra verte, no te imaginas lo feliz que me siento al saber que estas bien.

 

- No te preocupes por mí, ¡ay por los dioses! ¡Estás embarazado!- dice palpando mi vientre.

 

- Sí… en dos semanas más o menos daré a luz.

 

- Te ves precioso… ¿sigues con él?- asiento con la cabeza. No puedo evitar las lágrimas. – Sabía que no era cierto que te habías ido a Suecia y que no querías vernos, se lo dije a todos pero ninguno de nosotros tenía idea de donde buscarte, ni siquiera Shura que es el mejor amigo de Death Mask.

 

- Ni siquiera me menciones al idiota de Shura…

 

- Pero ¿por qué?

 

- Te lo diría si tuviera tiempo, confórmate con saber que él ha sabido donde encontrarme todos estos meses. Necesito que me ayudes… ¡ya no lo soporto!- digo aferrándome a la ropa de Milo.

 

- Tranquilo pececito, Cammie y yo te vamos a ayudar, todos te ayudaremos, pero cálmate, tengo una idea para poder librarte de una vez de ese infeliz, ¿en que hospital darás a luz?

 

- Supongo que en el Hospital Central, ahí es donde trabaja el médico que he consultado en todo mi embarazo. ¿Para qué quieres saber?

 

- Ya lo sabrás, en cuanto estés en el hospital yo lo sabré, no te preocupes, yo me encargaré de sacarte de ahí. Ahora me voy, no te preocupes pececito, yo voy a ayudarte, él no va a impedírmelo, además me debe una. – dice  Milo, se aleja prácticamente corriendo. Te acercas a mí sonriendo, me tomas de la mano y me llevas afuera.

 

- ¿Te molestaría acompañarme a mi oficina un momento? Necesito recoger unos papeles para poder trabajar en casa.

 

- Por mí no hay problemas. Digo aliviado, no te diste cuente de que estuve hablando con Milo. Subimos a tu auto, conduces despacio hacia tu oficina. ¿Cómo será? Jamás dejaste que la conociera ni cuando era libre. Tomamos el elevador para llegar al piso donde se encuentra tu privado. Todos te miran con respeto y a mi con curiosidad, siempre me pasa lo mismo, la gente que me ve por primera vez no consigue descifrar si soy hombre o mujer, supongo que es todavía más difícil saberlo viéndome embarazado.

 

- Vamos.- dices y me jalas con fuerza hacia tu privado, estás furioso. – ¿Se puede saber por qué te vestiste así?- me dices jaloneando la camisa que llevo puesta. Bajo el rostro y no respondo, sé que es lo peor que podría hacer. Me tomas de los brazos y siento que me haces daño, pero no me quejo. - ¡Responde Afrodita! ¿Por qué te pusiste esa ropa? Tienes suficiente ropa como para vestir a un ejército y escoges esto.

 

- Yo… lo siento… es que fue lo primero que encontré, además casi nada de lo que tengo me queda ahora... – murmuro sin levantar la vista.

 

- ¿Y por qué no me dijiste?

 

- No quería molestar, además no me hacia falta, siempre estoy en casa.

 

- Y ahí vas a seguir si se repite algo como esto, ¿me has entendido?- asiento con la cabeza, tú me abrazas y me besas, de forma salvaje mordisqueas mis labios hasta hacerlos sangrar, me dejo hacer, sé que si me resisto será peor. Sabía que tu arrepentimiento era demasiado bueno para ser real. Me empujas hacia un sillón, te acercas y me abrazas con fuerza, tanto que me lastimas, pero no digo nada, sé que es inútil apelar a tu cordura porque cuando estás tan celoso como ahora, es imposible para ti mantenerte cuerdo. Mi mente se ha ido lejos de ti, puedes poseer mi cuerpo pero mi mente aún es mía, al menos eso es lo que quiero creer. Me das un beso en los labios y vas a abrir un cajón del que sacas un sobre grande. Te acercas de nuevo y con tu pañuelo limpias mis labios ensangrentados. Es obvio que hiciste esto para que todos los que están allá afuera sepan que soy tuyo y que nadie más que tú me pone un dedo encima, es tu forma de marcar tu territorio, ¿no es cierto? Ahora todos aquí saben que te pertenezco. – Vamos, quiero irme a casa.

  

- Sí.- murmuro intentando cubrirme con lo que ha quedado de mi ropa. Al verme me lanzas tu gabardina, me cubro con ella, es una suerte que alcance a cubrir lo que has hecho conmigo. Salimos de tu oficina lo más rápido que nos es posible, he estado a punto de caer un par de veces, pero eso no tiene importancia para ti. Me arrastras hacia el elevador.

 

  

Hemos vuelta a casa, sigues molesto. Me llevas a nuestra habitación. Una vez solos me acorralas en un rincón.

 

 

- ¡Odio que te miren en la forma en que lo hicieron esos idiotas! Pero a ti te encanta que te vean así, ¿cierto? ¡Te encanta que te desnuden con la mirada sin que les importe que estas preñado, sin que les importe que tú eres mío¡ - gritas como un loco, me agarras de los brazos y me azotas contra la pared… por instinto me protejo el vientre cuando caigo al suelo, seguro que vas a patearme, he comenzado a llorar, no por mí sino por la bebita que llevo en mis entrañas y que no merece que le hagas esto.

 

 

- Por favor no… no me golpees el vientre.- murmuro entre sollozos, me has escuchado. Me quedo tirado en el suelo dándote la espalda, cubriendo mi vientre con mis brazos para proteger a mi bebé.

 

 - Afrodita… yo…perdóname.- dices y te arrodillas junto a mí. Cubres mi rostro de besos y me ayudas a levantarme. – Perdóname, yo nunca he querido lastimarte pero… tú eres tan hermoso y todos te miran… y yo tengo miedo de que un día alguien venga y te arrebate de mi lado… perdóname por favor. – no digo nada… la verdad es que no puedo perdonarte ni a tì ni a mi por dejar que hayas hecho esto de mí. En lo único en lo que pienso mientras me tomas es en lo que Milo dijo esta tarde, yo te sacaré de ahí… solo espero encontrar el valor suficiente como para apartarme de ti.  
Notas finales: tercer capitulo listo, espero que les agrade.. sugerencias sobre el final, anotenlo en sus rewies por fa = D, bye.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).