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Through the Fire and Flames por Dra-chan

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Notas del capitulo:

Debí publicar ayer pero ayer estaba más muerta que viva. En general estoy más muerta que viva pero hoy hice la luchita pa venir con el nuevo capítulo.


Les recuerdo que todo aquí es súper OoC, no me arrepiento de nada, así que no quiero quejas.

15


—Fue una orden —comenta la psicóloga.


Derek tiene casi dos meses yendo a terapia. Hace menos de dos semanas que nació el bebé de los Stilinski y Derek no se ha mudado con ellos porque parece que no quiere dejar solo a Peter, pero está fascinado con la pequeña criatura. De alguna forma eso le ha ayudado a llegar al meollo del asunto, aunque para Peter era más que claro desde el dibujo de Talía.


Eso, obviamente, no cambia que sea muy doloroso escucharlo.


—Su madre, como alfa, le ordenó que se callara —aclara la mujer como si Peter no tuviera la neurona para entender el significado.


—Lo imaginaba —es todo lo que puede contestar.


—Es obvio que los alfas no tienen el poder para callar perpetuamente a alguien —continúa la mujer una vez que ha quedado claro ese punto—, pero Derek es un niño tan pequeño. Su influencia debió ser tan poderosa que Derek eligió quedarse callado por miedo. No es imposible hacerle hablar, pero debemos trabajar juntos en hacerle entender de una forma suave que tiene derecho a hablar, que nadie le debe prohibir algo así, ni siquiera un alfa. Ni siquiera su madre. Y que un niño de tres años lo comprenda…


Peter entiende el dilema en el que están. Derek es un niño listo. Pero un niño, a fin de cuentas.


—¿Qué debo hacer? —es la única pregunta que se le ocurre y parece ser la correcta.


—Creo que sonará muy obvio, pero a veces es de las cosas más difíciles para las personas: hablar. Tienes que hablar con Derek. Hablar, hablar, hablar y hablar hasta que de alguna forma Derek comprenda que está bien que pueda hacerlo y que no habrá ninguna repercusión por ello.


—Haré todo lo que pueda —acepta finalmente Peter.


16


Es mucho más fácil decirlo que hacerlo, como todo en la vida. La realidad es que Peter no es una persona muy habladora en general, más que nada porque nunca ha tenido a nadie que quiera escuchar. O se ha convencido tanto de ello que nunca les dio verdadera oportunidad a las personas. Ahora tiene a los Stilinski y a Chris. Pero con Derek nunca ha sentido la necesidad de ponerse parlanchín, sobre todo sabiendo que no obtendrá una respuesta. También le da un poco de pena mantener un monólogo, pero supone que es esa misma actitud la que no está ayudando a Derek.


—Ya casi es tu cumpleaños —intenta un miércoles por la tarde. Están cenando pollo asado y un poco de puré de papas. Hay algo de ensalada a la cual Peter intenta ponerle atención para que Derek no haga pucheros cuando le recuerda que debe comer todo en su plato—, cumplirás cuatro años —continúa hablando a pesar de la sensación de estar quedando como un estúpido—. Eres un niño grande, ¿qué te gustaría hacer ese día? Puedes faltar a la guardería y yo al trabajo.


Derek sólo lo mira atentamente, revolviendo el pollo que Peter desmenuzó para él con el puré de papa. Se mete un pedazo de lechuga en la boca y ahoga la mueca de disgusto.


—No habrá ensalada ese día, lo prometo —sonríe Peter, apreciando el esfuerzo—. Después de pasear ese día podemos ir a casa de los Stilinski para que veas a… a su bebé —Peter ni siquiera se va a esforzar en intentar pronunciar el horrible nombre que Claudia escogió para el pobre incauto. Peter ha visto a John susurrar el nombre de su hijo por lo bajo cientos de veces, como si practicara para no equivocarse—. Y les diré a todos que te lleven regalos, eso incluye a Chris, ¿quieres regalos?


Peter está seguro que el brillo en los ojos de Derek al escuchar la palabra regalos es muy parecido al brillo que hay en los suyos propios al mencionar a Chris y no puede creer que está al nivel de un niño de casi cuatro años.


—A mí también me gustaban los regalos en mi cumpleaños —murmura Peter. Derek es un lobo, no necesita poner mucho esfuerzo para escuchar—. Antes éramos muchos en la familia. Tenía primos, tíos, mamá y papá —intenta omitir todo lo que puede a Talía en sus charlas. Derek parece retroceder en sus avances cuando eso pasa—. Llenaban la casa de globos de colores. Una vez llevaron un payaso —la mueca de horror en el rostro de Derek es adorable—. Lo sé, a mí también me dan miedo. Estuve llorando toda la tarde hasta que se fue y me dejaron abrir los regalos. Eran de todos tamaños, me gustaba abrir los más grandes primero. Siempre eran estuches de legos, peluches enormes y una vez un carro a control remoto de este tamaño —separa sus manos de forma exagerada. Derek le ríe la gracia. Está tan concentrado en el relato que casi ha acabado con su ensalada sin darse cuenta—. No me duró ni tres días, lo terminé tirando a la piscina por pelear con… con mi hermana por el control remoto —Derek se estremece un poco. John hace referencia a Talía como “tu hermana esa” y está seguro que Derek puede hacer la conexión, sin embargo, parece todavía tranquilo—. Pero los regalos pequeños no eran tan malos tampoco. Papá me regaló una pulsera de plata con mis iniciales. Es irónico, soy un hombre lobo y traigo algo de plata —Derek ladea la cabeza, confundido—. Lo entenderás cuando seas más grande.


Se quedan en silencio un rato. Peter se siente cansado. Hace mucho que no habla tanto, y no está obteniendo respuestas. Lo cual no esperaba, pero a veces seguirse a sí mismo la plática es complicado. Pretender de alguna forma que Derek es un adulto que puede entender todo lo que dice es aún peor, pero está poniendo todo de sí.


—No te puedo ofrecer todo eso —continúa al fin. Si ya empezó a hablar al menos debería intentar sacar todo lo que viene escondiendo durante todos esos meses. O al menos, la parte suave que quiere que Derek comprenda bien—. Sólo soy yo y ahora eres tú conmigo. A veces están los Stilinski y a veces Chris también, pero de ahora en adelante somos tú y yo Derek.


Derek le mira. Le mira, le mira y le mira como analizando sus palabras, intentando creer en ellas.


—A veces también me voy a asustar, me asusto mucho. Ser adulto no significa no tener miedo. Tener miedo está bien, pero sabes, ¿qué no está bien? —Derek vuelve a ladear la cabeza—. Huir Derek. No está bien huir. Yo hui mucho tiempo y sé que no quieres escuchar esto, pero tu mamá también está huyendo —Peter puede ver cómo Derek se crispa, suelta su tenedor, junta sus pequeñas manos en su regazo y baja la cabeza, como si no quisiera escuchar más de ello—. Y no voy a dejar que tú huyas como nosotros —sigue hablando mientras se levanta de su lugar. Da pasos cortos y lentos, no queriendo asustar más a Derek. Se agacha a su lado, poniendo una mano en su cabeza, la cual acaricia lentamente—. Pero tampoco te voy a dejar solo Derek.


Mueve lentamente la cabeza de su sobrino, para que le vea directamente a los ojos. No cree que a su edad sepa distinguir entre una mentira y una verdad con el latir del corazón o el aroma de las personas, pero, aunque pudiera, Peter quiere transmitirle sinceridad con su mirada, con sus palabras y con su tacto. Derek tiene los ojos húmedos, pero no suelta las lágrimas. Se pregunta si Talía también le prohibió llorar.


—Nunca te voy a dejar solo. Nunca te voy a prohibir llorar o hablar Derek. Aquí, conmigo, eres libre, ¿me comprendes?


Derek no asiente ni niega, sólo se lanza a los brazos de Peter y suelta una sola lágrima que él después limpia con mucho cuidado.


17


Otro de los arrepentimientos que tiene Peter es no tenderle la mano a Derek en el momento que muestra debilidad. Siempre va con la idea que cuando Derek esté listo para pedir ayuda, lo hará. Sin comprender en su totalidad que es un niño pequeño. No se comporta como uno, pero lo es.


Peter escucha claramente algunas noches cómo Derek se revuelve entre las mantas, agitado por algún mal sueño. Su respiración agitada, el olor salado del sudor que debe perlar su cuerpo, el olor agrio del miedo. Algunas de esas noches Derek se levanta de la cama y camina muy, muy lentamente hasta quedar frente a la puerta de Peter, indeciso. A veces se regresa unos pasos, se detiene y vuelve frente a la puerta. Peter puede imaginarlo cargando una pequeña manta y el peluche que Claudia le regaló, apretados entre sus brazos como un escudo protector. Nunca toca. Regresa a su cama y se queda entre las mantas, sin dormir. Peter lo escucha en su respiración, en los movimientos constantes de sus cobijas.


Nunca encuentra el valor suficiente para levantarse de la cama e ir por él.


No hasta esa noche, al menos. Es el mismo ciclo de antes. Derek se revuelve frenético entre las mantas y despierta de un golpe. Peter despierta al mismo tiempo cuando escucha un ligero sollozo y el olor a lágrimas en sus fosas nasales es inconfundible. Se levanta de un salto de su cama, pero cuando abre la puerta Derek ya está ahí, tal como lo imaginaba todas las noches pasadas, con su pequeña manta y su bonito zorro de peluche que cuida con tanto esmero. Hay pequeños hipidos que Derek intenta ahogar con todas sus fuerzas. Las lágrimas caen tibias por sus mejillas.


Peter lo levanta en brazos y los dos se aferran al otro, como un ancla que los mantendrá a flote en la terrible marea que es la vida. Como puede, camina con el niño en brazos y caen juntos en el calor de las mantas. Derek se queda dormido rápidamente, sintiendo la seguridad que le brinda su tío quien, en ese momento, ridículamente se compara con el Grinch cuando su corazón crece varias veces en su pecho.


No le alegra la tristeza de su sobrino, pero sí la confianza que tiene de refugiarse en él.


Los dos duermen largo y tendido. Al día siguiente llegan tarde a todos lados, pero ambos se ven contentos, felices y ligeros.


Peter confía en que nada puede salir mal de ahora en adelante.


18


Como siempre, piensa Peter amargamente, se ha equivocado al pensar tan rápido que las cosas no pueden salir mal.


Cada luna llena debe ir a donde se reúne la manada local a pasar esa noche con ellos. No es parte como tal de la manada, pero pasar esa noche con ellos le ayuda a mantener el control, no sentirse solo o perdido. Desde que Derek llegó a su vida le lleva con él. Todavía es muy pequeño, cree Peter, para poder experimentar una transformación o el despertar de todos sus instintos, pero quiere que se acostumbre poco a poco. No salen a correr y aullarle a la luna, se contentan con quedarse en el lugar de reunión charlando un poco con los lobos que ya son demasiado grandes como para seguir el ritmo de los más jóvenes. Eso incluye al alfa, Satomi, una mujer asiática bastante mayor y calmada que toma el té en ocasiones con ellos. Satomi es conocedora de las circunstancias, conoció a la familia Hale desde siempre y ahora gustosamente aceptó a Peter y Derek.


Pero esa noche tienen lobos nuevos. Son muy jóvenes. Parece que ninguno ha encontrado un ancla todavía y han sido difíciles de controlar. Hay intermitencias en su transformación y rugen furiosos encadenados en otra habitación para que no dañen a nada. Peter nota perfectamente la inquietud de Derek cada que las cadenas hacen ruido y teme mucho preguntar si alguna vez su madre encadenó a alguien en su presencia. Si se encadenó ella misma porque por muy alfa que sea, es un alfa perdido.


O peor aún, si alguna vez encadeno a Derek por alguna razón.


Las cosas se descontrolan cuando uno de los lobos logra romper sus cadenas y tumba la puerta de la habitación donde estaba encerrado. Peter toma a su sobrino en brazos, dispuesto a salir corriendo del lugar para que no se enfrente a esa escena. Por desgracia no es lo suficientemente rápido y ambos son testigos de la transformación de Satomi. Ojos rojos, su encorvada y cansada figura humana toma un porte dominante y su rugido retumba no sólo en las paredes del lugar sino en cada árbol del bosque que los rodea.


Los lobos jóvenes se calman un poco, reculando de miedo al enfrentarse a su alfa, pero Peter no puede poner atención a eso cuando siente en sus brazos cómo el cuerpo de Derek parece encogerse y hacerse diminuto, no por el miedo, sino algo que no esperaba para nada.


Una mordida le hace soltar al pequeño lobo entre sus brazos, totalmente transformado en un peludo y negro animal de cuatro patas que huye despavorido por la puerta abierta.


—¡Cierren la…! —es todo lo que alcanza a gritar Satomi, igual de impresionada que él. Pero es demasiado tarde, Derek se pierde en la espesura de la noche.


19


Peter corre como loco por todo el bosque, el olor de su propio miedo y desesperación inundándole y haciendo inútiles sus esfuerzos por olfatear a su sobrino. Llamó a los Stilinski, aunque sólo John salió corriendo a ayudarle porque Claudia debe quedarse con su bebé, pendiente por si Derek decide ir a ellos.


—Peter, cálmate —dice la voz de Chris al otro lado del teléfono. El ex cazador salió volando de su casa para reunirse con John y ambos alcanzar al Hale mayor.


Lo tiene en la línea para intentar darle apoyo y tranquilizarlo, pero todo lo que hace Peter es correr, correr y correr por todos lados gritando el nombre de su sobrino.


—Si no lo encuentro, Chris, si no lo encuentro yo… —jadea entre cada palabra. El bosque está oscuro y aunque ve perfectamente su sobrino es muy pequeño y de pelaje negro. Podría estar en cualquier agujero, acurrucado en cualquier rincón de ese inmenso bosque. Tan pequeño que podría incluso ser atacado sin problemas por cualquier otro animal y eso tiene el corazón de Peter al borde de un colapso.


—Peter Hale —dice la voz de John al otro lado del teléfono y aunque generalmente es una voz que le da paz mental a Peter, en ese momento no le causa nada—. Cálmate, detente un segundo y llámalo.


—¿Qué crees que he estado…? —intenta replicar Peter.


—No, escucha Peter —es Chris quien toma la palabra ahora—. Derek se transformó en un lobo. Llámalo como un lobo.


Peter se detiene en mitad del bosque, aturdido. No cree que eso vaya a funcionar cuando Derek parece tener una aversión a todo lo que tenga que ver con sus habilidades. No cree ni por un segundo que reaccionaría positivamente en ver o escuchar a Peter como lobo, por eso lo ha evitado a toda costa desde que llegó. No usa sus garras, no deja que sus ojos brillen y mucho menos se transforma en luna llena. No quiere ser una cosa más de la que Derek esté asustado.


Pero confía en John y Chris, ya no sabe cómo no confiar en ellos así que sin pensarlo un segundo más deja que sus ojos brillen en amarillo. Siente el cambio en cada fibra de su cuerpo y duele como el infierno después de tantos meses. Se siente reconstruir, los huesos romperse, la piel estirándose, el cabello de más o de menos. Las uñas le sangran por unos segundos antes de curarse y dejar sus garras libres. Siente la luna en cada poro de su cuerpo, la desesperación en sus venas.


El aullido que sale de su garganta es tan potente que incluso los que se quedaron en el sitio de reunión de la manada, varios kilómetros atrás, lo escuchan como si Peter estuviera al lado de ellos. Aun sin poderes de hombre lobo, John y Chris lo resienten en los oídos. A ambos se les parte un poco el corazón porque por mucho que le llamen aullido, es más el rugido de una bestia. Pero suena lastimero, dolido, desesperado. Es extenso y no se detiene, incluso aunque Peter debe parar a tomar aire es sólo una fracción de segundo antes de continuar. Hay un eco de aullidos detrás de él, todos en la manda de Satomi le corean no porque estén llamando a Derek sino porque su propio instinto reacciona al aullido de Peter, igual de melancólicos, aunque menos dolorosos. Hay aullidos de perros a la lejanía que se unen a ellos.


Peter siente las lágrimas tibias correr por su rostro, sus cuerdas vocales recienten tanto el prolongado aullido que las siente herirse y reconstruirse, agotadas pero su propio cuerpo no dejando que se detengan.


Se detiene sólo para intentar escuchar, ignorando los aullidos de fondo, por si hay una reacción de Derek en algún lugar. El teléfono, aún en llamada, también está en silencio, expectante.


No hay ninguna respuesta y Peter cae de rodillas, las piedras del camino incrustándose dolorosamente en su carne, la cual trata de curarse alrededor de éstas sin éxito. No sabe qué más puede hacer o cómo podría encontrar un pequeño lobo, cómo éste sería capaz de sobrevivir al mundo salvaje. Nunca esperó que Derek fuerza capaz de hacer eso, no sólo por su edad sino porque es algo extremadamente raro. A qué grado de desesperación debe llegar uno para querer evadirse de esa forma.


Pequeños y vacilantes pasos le regresan a la realidad. Son muy, muy sutiles, pero Peter anda extra sensible en ese momento. Abandona su transformación y observa atento para todos lados.


—¿Derek? —susurra con voz quebrada.


Hay un gemido lastimero muy cerca de él, los pasos se arrastran, cuidadosos y silenciosos a su alrededor. Le escucha olfatear y recular un poco. Imagina su pequeño cuerpo, la cola entre las patas.


—Derek —dice con voz más segura—, ven, por favor —pide a la oscuridad.


Ve salir al pequeño lobo de entre los arbustos a su izquierda. Tiene el cuerpo encorvado de miedo, la cola entre las patas, sus pequeñas orejas caídas y el hocico hacia el suelo. Todo en Derek grita terror y eso rompe un poco más a Peter.


Sin embargo, no puede dejar que su sobrino salga corriendo de nuevo, así que intenta componerse.


—Ven aquí, Derek —le llama en voz suave, un susurro leve que hace reaccionar las pequeñas orejitas.


Derek camina tan despacio, observando a todos lados con cautela, temblando como una hoja al viento. Va tan despacio que Peter cree que estarán ahí para siempre. Levanta una mano muy, muy lento para no alterar a su sobrino. Derek levanta un poco el hocico y olfatea al aire, a esa mano que le llama. No acelera, pero tampoco se detiene, lo cual Peter toma como una buena señal. Parece que ha pasado una eternidad cuando la fría nariz del pequeño al fin hace contacto con su mano. Derek olfatea, primero lento, luego un poco más animado al reconocer el olor.


Pronto tiene de nuevo a su sobrino entre sus brazos, todavía transformado en lobo, pero al fin entre sus brazos.


—¿Peter? —pregunta suavemente Chris desde el olvidado teléfono. Derek se crispa un poco pero no abandona los brazos de su tío.


—Lo encontré —dice al fin, aliviado y muy cansado de pronto. Su sobrino se acurruca entre sus brazos, una pequeña bola de pelos negra que entierra en su olor.


Peter cae contra un árbol, demasiado agotado tanto física como mentalmente.


—Lo encontré —repite, como si no lo pudiera creer.


Cree, más bien, que Derek lo volvió a encontrar. Siente las piezas de su cordura recomponerse dentro de él y cierra los ojos un segundo, recomponiendo fuerzas.


Se queda dormido sin darse cuenta, los gritos de John y Chris al otro lado de la línea sin perturbar su descanso.


20


Eventualmente, los lobos de Satomi dan con ellos. Ninguno se acerca demasiado, temerosos porque el niño salga huyendo de nuevo. Guían a Chris y John hasta el lugar donde se encuentran ambos acurrucados en la base de un árbol. En algún momento de su sueño, Derek volvió a ser un niño de casi cuatro años, lo que es preocupante porque ahora no saben cuándo podría pasar eso de nuevo.


John se quita la chamarra y se acerca lentamente hasta ellos, seguido muy de cerca de Chris.


—¿Peter? —le llaman suavemente, no queriendo sobresaltar a ninguno—. ¡Peter! —dice en una voz ligeramente más fuerte.


El hombre se retuerce un poco y finalmente abre un ojo. John sigue a una distancia prudente por si alguno de los dos está demasiado desorientado.


Por fortuna, o por desgracia, Peter está demasiado acostumbrado a estar desorientado en la vida, así que se recompone rápido.


—¿John? —responde, abriendo poco a poco los ojos hasta poder enfocar. Siente el peso sobre su pecho y parece que algo ha vuelto a su cuerpo cuando ve que es su sobrino con forma humana—. Gracias al cielo —masculla, abrazando el pequeño y cálido cuerpo del niño dormido.


Acepta la chamarra que el Sheriff le ofrece para envolver a Derek y se incorpora lentamente para no despertarlo. Peter aún se siente muy agotado pero lo primero que debe hacer es asegurarse que el pequeño está bien.


—¿Estás bien? —pregunta Chris, acabando con el espacio que los separa, su rostro mostrando una mueca de preocupación.


—Estoy bien —responde Peter. Está muy agotado, pero bien. No sabe cómo debe verse si ambos parecen un poco alarmados. Queriendo dejar claro su punto Peter da un par de pasos hacia adelante, pero rápidamente pierde el equilibrio.


Chris está ahí para detener su caída, como si ya hubiera visto venir su actitud terca desde antes. No le suelta de inmediato, de hecho, no le suelta para nada. Le abraza por un par de segundos, donde ambos se embriagan un poco en la esencia del otro antes que Chris le ayude a caminar.


—Dejamos los autos cerca —comenta John, no queriendo decir nada de la escena que acaba de presenciar, no en ese momento al menos—. Te llevaremos a casa para que ambos descansen. Chris se quedará con ustedes en lo que voy a casa con Claudia para que sepa que están bien y luego de un sueño reparador tendremos una rica cena juntos. Seguro Derek querrá ver a Mieczyslaw.


Peter no puede evitar la risa repentina, le nace del pecho y del alivio de sentir a Derek entre sus brazos. Aun le da mucha risa como John debe decir muy, muy lentamente el nombre de su hijo.


—Es cuestión de práctica —alienta Chris, aunque también ahogó una pequeña risa.


—Lo dudo —responden Peter y John al mismo tiempo, lo cual gana una nueva ronda de risas.


21


Peter no recuerda haber dormido tanto en toda su vida. Quizás lo hizo, en algún momento, cuando era niño, pero desde la muerte de su familia no se había dado el tiempo de descansar de una forma tan descarada. Regresaron al amanecer a casa y por la poca luz que entra por la ventana de su cuarto, sospecha que es casi el anochecer. Derek está a su lado, también dormido, el calor de su cuerpo dándole mayor seguridad.


Escucha a lo lejos a Chris, el roce de sus ropas contra el sofá, sus pasos delicados, intentando ser lo más silencioso que puede para no perturbar a ninguno de los dos. Le enternece un poco la consideración.


Se levanta despacio de la cama, moviendo lo menos que puede el cuerpo de Derek, dejando que descanse un poco más en lo que llegan los Stilinski para la cena. Es tan silencioso en todo su camino fuera de la habitación hasta la sala que Chris pega un brinco cuando se sienta a su lado en el sofá.


—¿Cómo estás? —pregunta Chris en un susurro, disimulando el susto, mientras una de sus manos viaja hasta una de las mejillas de Peter, la cual acuna con delicadeza.


El corazón de Peter pega un brinco en su pecho, pero eso no evita que se incline hacia el contacto y cierre los ojos.


—Estoy bien —dice también en un susurro—, debo verme muy mal si me tratas como un niño pequeño —intenta aligerar la situación.


Chris luce algo abochornado y culpable al retirar su mano. Peter se ofendería, pero retira la mano de forma lenta, casi como si no quisiera perder el contacto y eso sólo incrementa la ternura que el hombre le provoca.


—John dice que llegará en una hora o así, Claudia se emocionó cocinando y no saben cómo traerán todo.


Peter ríe suavecito, imaginando que no tendrá que cocinar el resto de la semana y lo agradece un poco.


Los dos se quedan en un silencio cómodo. Peter no imagina que Chris se quedó en la sala todo ese tiempo, sin prender la televisión, sólo ahí esperando por ellos sin querer molestar. Lo intenta, pero sus ojos no pueden separarse de los profundos ojos azules de Chris que le regresan la mirada sin titubear. Cree estar imaginado que poco a poco la distancia entre ellos es más corta, pero de pronto es el cálido aliento de Chris sobre sus labios y casi puede saborearle.


Se humedece los labios en anticipación y disfruta ver cómo los ojos de Chris se dilatan al seguir el movimiento.


El sollozo de Derek y el timbre se hacen escuchar al mismo tiempo y los dos brincan en sus asientos como si les hubieran soltado una carga eléctrica en el trasero. Se observan sin parecer entender lo que estaba a punto de pasar.


—Iré con Derek —dice Peter apresuradamente, levantándose del sofá.


—Yo abro —responde Chris, caminando hasta la entrada donde Claudia lo saluda de forma muy efusiva, bebé en brazos.


—Ve ayudar a John —alcanza a escuchar Peter antes de entrar a su habitación.


Derek está hecho un ovillo entre las mantas, cubriendo todo su cuerpo y ahogando sus sollozos.


—Derek —le llama Peter para no sobresaltarlo.


El sobresalto se lo lleva Peter cuando Derek sale de su escondite y se lanza sobre sus brazos.


Se quedan un largo rato así, con el ruido de la visita de fondo, que igual intentan mantener todo en un volumen muy bajo. Derek se calma de a poco y deja de sollozar, sorbiendo ruidosamente los mocos.


Peter se ríe y le limpia con la playera que trae puesta, que igualmente piensa cambiarse.


—¿Un baño rápido y luego vamos a ver a los Stilinski y a Chris? —ofrece Peter a su sobrino, quien asiente despacio con su cabeza y se aferra al borde de su playera.


Caminan de esa forma hasta el baño. Derek suele bañarse sólo, pero en ese momento se deja consentir de todas las formas por Peter, a quien le parece que su sobrino por fin parece más un niño que un adulto atrapado en un mini cuerpo.


Han sido unos días horribles, vive con el firme pensamiento que todo puede empeorar. Pero ver a Derek más tranquilo, escuchar el ruido de sus amigos de fondo, el pensamiento de Chris tan cerca suyo, deseándolo, le da esperanza que todo puede mejorar si se lo propone de verdad.

Notas finales:

De aquí pa delante nos concentramos más en la relación de Chris y Peter, Derek es importante, pero ya tuvo su momento (?)


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