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Through the Fire and Flames por Dra-chan

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Notas del capitulo:

Me tardé. lo sé, perdón. Aunque no es como que alguien esté esperando :v

22


El día del cumpleaños de Derek cae en un martes. Peter pide el día libre y avisa en la guardería que Derek estará ausente. Los Stilinski le informan que John tendrá el turno de la mañana para poder estar libre por la tarde y aunque Chris tiene su horario normal, estará libre para unirse a la fiesta que tienen planeada. Sin embargo, durante la mañana Peter tiene planeado llevarle al zoológico de San Diego. Es un viaje de casi hora y media de camino y el mismo tiempo de regreso sin contar demasiado el tráfico, pero cree que lo vale, así que bien temprano en la mañana tiene listo todo lo que llevarán y a un Derek muy adormilado y bien sujeto a un asiento de niños en la parte trasera de su auto.


Es un viaje tranquilo y sin contratiempos. No hay mucha gente en el lugar porque van abriendo y por ser día entre semana. Ven varios camiones de escuelas aparcados en el lugar y Peter supone que es alguna excursión. Pagan las entradas e ingresan al lugar. Peter no recuerda la última vez que estuvo ahí, pero se siente un poco abrumado por la cantidad de olores que llegan a su nariz y teme que eso afecte a Derek. Sin embargo, su sobrino parece fascinado. Levanta el rostro, olfateando por todos lados. Da un paso a la derecha y se detiene, captando un nuevo olor para luego dar un paso a la izquierda, como si no decidiera que olor quiere inspeccionar primero.


Peter ríe, enternecido y toma a su sobrino en brazos.


—Tranquilo chico —le dice alborotándole el cabello—, tenemos mucho tiempo para recorrer el lugar.


Lo cual, en realidad, al final le parece una mentira. El lugar es enorme y Derek se toma su dulce tiempo inspeccionando cada área, familiarizándose con los animales, los que, no sabe si por ellos también tener una parte animal, a veces huyen despavoridos al verles. Otros, más intrépidos o menos racionales, se les acercan al cristal que los separa, muy interesados siempre en Derek. Hay un simio particularmente animado que hace piruetas frente a Derek. Luce emocionado y recarga mucho sus patas en el cristal, como si quisiera llegar al niño.


Un león les ruge en advertencia y Derek, en vez de asustarse, ruge en respuesta, aunque más agudo y menos amenazante. Peter puede ver el destello de sus ojos dorados y teme por un segundo que su sobrino se transforme. Pero no, sólo se ríe fascinado cuando el león mueve la cola y les da la espalda.


Pasan el día de arriba abajo sin detenerse demasiado. Comen algo rápido para poder seguir con el paseo y apenas ponen un pie en las tiendas de recuerdos para comprar algo para los Stilinski y Chris.


—Elige algo bonito para el bebé, Derek —le dice y su sobrino se toma muy apecho encontrar algo lindo.


Peter elige rápidamente unas tazas de osos para John y Claudia, a juego como pareja. Ve el llavero de un bonito lobo plateado, pero cree que sería demasiado darle eso a Chris así que lo toma para él mismo y compra una taza de color negro con la silueta de un tigre en color blanco para Chris.


—También puedes elegir algo para ti —le recuerda a Derek, quien ha tomado el peluche de un cachorro de lobo de color negro. De hecho, si lo mira atentamente, se parece bastante a Derek cuando se transforma—. ¿Para el bebé? —pregunta y Derek asiente enérgicamente.


Cree que es Derek proyectándose para sentirse cerca siempre del bebé y le enternece bastante.


Para sí mismo y después de mucho pensarlo, Derek toma una gorra con la silueta de un lobo. Toma una talla grande así que Peter debe buscar hasta dar con una que no cubra toda la cabeza de su sobrino.


Una vez terminadas las compras, salen del lugar para seguir con el recorrido hasta que Peter ve unas máquinas junto a la puerta del local y su rostro se ilumina.


—Mira Derek, verás algo genial —dice Peter mientras saca varias monedas de su bolsillo.


Elige solamente monedas de un centavo y cuando está satisfecho echa una a una por varias ranuras en la máquina. Hace presión en una barra metálica y espera un tiempo hasta que la máquina le regresa las monedas. Sin embargo, están no son pequeñas y redondas como cuando entraron. Se ven alargadas y más delgadas, pero el mayor cambio es que ahora todas en vez de tener el grabado que toda moneda debería tener, tienen diferentes siluetas de animales en ellas con la leyenda “San Diego Zoo”. Hay un león, un oso panda, un dragón de komodo, una jirafa. Derek parece fascinado ante la “magia” y toma todas las monedas para inspeccionarlas mejor.


—Muy cool, ¿no? —Derek asiente emocionado, concordando.


Es casi la hora de partir sino quieren toparse con tráfico muy pesado de regreso y llegar a tiempo a la pequeña fiesta que celebraran, pero hay un último lugar que Peter quiere mostrarle a Derek. Lo estuvo evadiendo deliberadamente ya que no está muy seguro de la reacción de su sobrino, pero cree que no pueden irse sin visitar a los lobos. Son los únicos lobos reales en California –sin contar los hombres lobo, claro- y le gustaría que tuviera contacto con ellos.


Por suerte, Derek no parece asustado, sino fascinado. Hay varios lobos retozando en el lugar y todos se giran hacia ellos al percibir su aroma. Ninguno parece reaccionar negativamente, sólo curiosos al ver otros dos lobos, pero muy diferentes a ellos.


Hay un lobo en especial que se acerca al cristal con lentitud. Debe ser el alfa, cree Peter. No tiene una actitud amenazante, pero es el que toma el riesgo de acercarse. Olfatea un poco, aunque no debe percibir demasiado por la distancia y barrera que hay entre ellos, pero le llega lo suficiente como para soltar un largo aullido que es respondido por los demás lobos en el lugar.


Peter salta en su lugar cuando Derek se une al aullido. Pero no es un aullido como un humano intentando imitar a un lobo. Es un aullido de verdad. Los lobos en la jaula comienzan a menear las colas, interesados por la respuesta y Peter debe alejarse rápidamente ahora que nadie ha notado que uno de los aullidos no proviene de la jaula.


—Derek, eso fue lindo, pero no enfrente de la gente —le dice a su sobrino, quien sin siquiera prestarle atención se asoma por uno de sus hombros, todavía mirando a los lobos de los cuales se despide agitando la mano.


23


Por otro lado, en el hogar de los Stilinski, John y Claudia tienen un rato discutiendo sobre los colores con los que deberían adornar el comedor y la sala.


—A Derek parece gustarle el azul y el morado cariño —repite Claudia por lo que parece enésima vez.


—Es una fiesta amor, debería haber colores por todos lados —reitera John mientras infla un globo de color naranja y lo deja en las pequeñas manos de su hijo, quien inmediatamente comienza a chuparlo con deleite—. No, hijo, saca eso de tu boca —riñe al bebé mientras aleja el globo, lo que parece ser mala idea porque el bebé comienza a hacer pucheros en clara amenaza de hacer una rabieta sino le regresan su diversión.


John se distrae intentando distraer a su hijo con una sonaja de colores. La mueve de lado a lado para que el sonido distraiga al bebé lo cual, por suerte, funciona.


—¿Tú qué opinas, Chris? —pregunta Claudia al hombre que ha intentado camuflarse entre un montón de globos para no ser incluido en la discusión.


—Creo que tres colores estaría bien —comenta. Sólo ha estado ayudando a inflar globos azules y morados. Claudia sonríe, satisfecha con la respuesta y le pasa una bolsa de globos amarillos.


—Será un bonito contraste, iré pegando algunos en las paredes y el techo.


Cada uno se enfrasca en sus actividades en un silencio cómodo, al menos hasta que John logra que Mieczyslaw se entretenga lo suficiente con sus juguetes para voltear con una sonrisilla hacia Chris.


—Deberías invitarlo a salir.


El globo en las manos de Chris se le escapa, volando por toda la habitación con un sonido chirriando.


—¿Qué? —pregunta el ex cazador, asustado. El que sepa a qué se refiere John es buena señal.


—Deberías invitar a salir a Peter —repite John con más claridad—. La forma en que se miran…


—La forma en que se hablan —agrega Claudia y Chris le dirige una mirada traicionada a lo cual la mujer sólo se encoge de hombros—. Mereces cosas buenas Chris y Peter también lo merece. Estoy segura que son bueno el uno para el otro.


—Yo no soy bueno para él —masculla Chris recuperando el globo que se le escapó e inflándolo de nuevo.


—Sabes que Peter no te culpa por lo que pasó —le dice John de forma calmada.


—Lo sé… o no, no lo sé y aunque fuera cierto soy un recordatorio constante.


—¿Es eso realmente lo que piensas? ¿O es Peter el recordatorio constante de lo que no pudiste evitar? —dice Claudia en tono mordaz y algo cruel para alguien que en general siempre tiene una sonrisa amable en el rostro.


—¡Yo no lo sabía! —exclama Chris en un grito que sobresalta al bebé y le hace explotar en llanto—. Lo siento, yo no… No era mi intención —voltea hasta el bebé que es ahora cargado por John, quien le hace una seña para que no se preocupe, aunque también está impresionado por las palabras de su mujer—. Si hubiera sabido lo que tenían planeado mi hermana y mi padre lo habría evitado a toda costa —dice más calmado y con tono derrotado.


Claudia le da una sonrisa culpable, lamentando un poco sus duras palabras.


—Lo sé Chris, John o sabe y estoy segurísima que Peter lo sabe. Y de algo de lo que también estoy segura es que él tampoco haría nada para acercarse a ti porque cree que lo consideras un monstruo.


—Yo no…


—No, tú no —interrumpe Claudia—. Tú no nada Chris, pero ninguno de los dos sabe eso porque no se dan la oportunidad. Si prefieres nada, está bien. No te arrepientas después.


John, inteligentemente, usa la excusa de tener que cambiar el pañal del bebé para escapar de escena, aunque ninguno de los dos le pone atención. Lo único que quería era meterse un poco con Chris y quizás lograr que se atreviera a dar un paso, pero nunca imaginó que su esposa saltaría de esa forma. Está de acuerdo, sin duda, pero él prefiere las sutilezas y los ataques menos directos. Siente algo de pena por Chris, pero comparte el pensamiento que los dos son buenos el uno para el otro.


—No seas como tu madre cuando crezcas bebé —le habla al pequeño niño en sus brazos, el cual sólo le balbucea en respuesta y se oculta en el segundo piso de la casa.


—No estoy intentado ser cruel para hacerte sentir mal Chris —utiliza un tono más tranquilo para hablar—. Sólo no quiero que desperdicies tu vida por algún complejo de mártir. Eres un hombre de principios y haces las cosas que crees que son correctas para tu corazón.


—Peter tiene a Derek, no necesita que yo…


—Derek te adora —vuelve a interrumpir Claudia, no dejándole usar ninguna clase de pretexto—, y sé que Peter también te adora, pero tampoco hará nada al respecto porque quizás crea que algún día vuelvas con tu familia o simplemente porque sabe que él también es un mal recuerdo para ti.


Chris se queda callado, no encuentra nada más que decir, pero tampoco está tan convencido de las palabras de Claudia.


—Si no te gusta Peter es otra historia totalmente difere…


—Claro que me gusta —admite Chris en un suspiro, pasándose la mano por el rostro, frustrado—. Es malicioso, terco, obstinado, le gusta siempre tener la razón, tiene unos ojos hermosos y cuando sonríe es capaz de hacerte su esclavo si así lo deseara…


Detiene su letanía cuando ve la sonrisa sabihonda de Claudia. La mujer iba a quejarse que todas las cosas que había dicho no eran puntos buenos para enamorarse de alguien, pero supone que Chris es una persona diferente en ese aspecto.


—Creo que Peter tiene años sin desear nada de verdad, igual que tú. Sólo piénsalo.


Y Chris piensa en ello, piensa demasiado. Tanto que cree que va a explotar así que sólo continúa inflando globos como si no hubiera un mañana.


Para cuando reciben la llamada de Peter avisando que ya casi llegan, la casa está inundada de globos, serpentinas, un enorme letrero que reza “Feliz cumpleaños” colgado sobre la chimenea. La mesa rebosa de regalos que Chris, Peter y los Stilinski compraron para Derek con antelación. Hay un pastel de chocolate en el centro de la mesa con una vela en forma de 4. Todo parece listo para recibir al pequeño.


—¿Deberíamos escondernos? —pregunta John con emoción.


—Nos olería nada más cruzar esa puerta —replica Claudia.


—Yo sólo decía que sería lindo sorprenderle. O intentarlo al menos.


Chris se siente ridículo intentando esconderse tras las cortinas, pero no puede evitar sentirse él también emocionado.


24


El camino de regreso fue muy tranquilo con Derek durmiendo la mayor parte del tiempo, agotado de tantas emociones, lo cual le parece perfecto a Peter porque el día y las emociones no han terminado. No sabe qué tienen preparado los Stilinski en su casa, pero conociendo la emoción que se llega a apoderar de Claudia debe ser algo grande. Todos se emocionaron con los regalos y aunque son sólo cuatro adultos Derek tendrá regalos que compensan sus últimos años de vida, o eso espera Peter.


Llama a John cuando está cerca de llegar a su casa. El sol casi termina de ocultarse en el ocaso, pero le parece que es una buena forma de terminar el día. John le advierte que no se asuste con el desastre que armaron en la casa y la monstruosa cantidad de comida que Claudia preparo porque no tiene autocontrol cuando se trata de los Hale.


Peter estaciona el auto cerca de la casa y se gira levemente para ver a su dormido sobrino.


—Derek —llama despacito para no asustarlo. Derek se remueve un poco sin intenciones de despertarse—. Vamos Derek, es hora de tu pastel —intenta de nuevo, bajando del choche y yendo a la puerta trasera para sacar al pequeño y los regalos que compraron.


Su sobrino se empieza a despertar cuando le saca el cinturón de seguridad y lo toma en brazos. Hace malabares entre las cosas que debe llevar y su sobrino, pero se las arregla para agarrar bien la bolsa de regalos y el pequeño niño que hace pucheros en su hombro.


—No te enojes pequeño, ¿no quieres pastel? También están John, Claudia, Chris y el bebé del cual me niego a decir su nombre.


Duda que Derek entienda todo lo que está diciendo, pero parece terminar de despertar y sus ojitos se iluminan cuando ve a dónde van. Todas las luces de la casa están apagadas, aunque los autos de John y Chris estén en la entrada y Peter pueda claramente oler sus esencias. Rueda los ojos al captar lo que intentan hacer y ríe enternecido.


La puerta está entreabierta así que Peter no debe hacer esfuerzo por tocarla o abrirla.


—¿Hola? —dice cuando entran, intentando seguir el juego, aunque todos ahí saben que Derek los ha olido desde hace tiempo.


—¡Sorpresa! —gritan los tres adultos que ya estaban en la casa, saliendo de sus escondites. Chris detrás de una cortina que no ocultaba sus pies, John detrás del sofá, agachado de tal forma que hasta Peter escucha cómo truena su columna. Claudia se levanta de uno de los lados de la mesa y sin prender las luces enciende la vela del pastel—. ¡Feliz cumpleaños Derek! —vuelven a decir a coro los mayores acercándose a la mesa y sonriendo felices al pequeño.


Derek en ningún momento luce sobresaltado, como todos esperaban él sabía dónde estaban, aunque no entendiera la situación. Parece maravillado por todo, sus ojitos brillando emocionados cuando sus ojos ven escrito en el pastel “Feliz cumpleaños Derek” con betún blanco. Olfatea al aire, como tratando de adivinar qué sabor es el pastel y se revuelve en los brazos de su tío, en saltitos felices al oler el chocolate. Derek voltea a ver a su tío, como pidiendo permiso para acercarse o hacer algo, lo que sea, con su emoción. Peter ríe encantado por ver a su sobrino tan feliz y lo acerca más a la mesa.


Mientras los adultos cantan la canción de feliz cumpleaños, Derek manotea en los regalos, siempre volteando a ver a Peter por permiso antes de tomar uno, como si por alguna razón alguno de esos regalos no fuera para él.


—Son todos tuyos Derek, puedes abrirlos después de soplar a la vela.


Derek no entiende a qué se refiere hasta que Claudia se acerca y le muestra sin acercarse demasiado a la vela para que sea el niño quien la apague.


—No olvides pedir un deseo —recuerda John cuando Derek va a soplar y aunque nadie cree que sepa a qué se refiere, Derek se detiene, voltea de nuevo a ver a Peter por un largo rato, y luego vuelve a su pastel, cerrando los ojos y soplando la vela.


Peter se queda desconcertado por eso, pero no dice nada. Prenden las luces de la casa al tiempo que Derek vuelve a manotear por todos los regalos. Chris aparta el pastel del centro de la mesa en lo que John y Claudia traen la comida. Hay lasaña, pollo al horno, puré de papas, ensalada de verduras y ensalada dulce de manzana, mucha variedad de bollos para acompañar la comida y amenaza que si alguien queda con hambre pueden pedir una pizza.


—¿Quién quedaría con hambre, mujer? —inquiere Peter, aterrado por la cantidad de comida—. ¿O esperamos más gente?


Claudia luce abochornada por el comentario.


—Son hombres lobo, no sé cuánto puedan comer —inquiere molesta.


—No tanto, te lo aseguro.


Derek, por su lado, ha comenzado a rasgar el papel de uno de sus regalos, pero se detiene antes de continuar con ello, bajando de su silla y yendo por la bolsa que trajeron del zoológico.


—¿Derek? —pregunta Peter, aunque entiende rápidamente cuando su sobrino jala la bolsa y luego apunta a los mayores—. ¿Tú también quieres darles sus regalos? —el niño asiente vigorosamente.


El Hale mayor saca uno a uno los regalos al tiempo que Derek los va repartiendo. Le entrega sus tazas a los Stilinski, quienes lo abrazan con afecto, encantados por su regalo. Chris le da una pequeña sonrisa cuando le da su propia taza y acepta gustoso el abrazo que Derek le pide. Cuando llega el turno del regalo de Mieczyslaw, Derek camina despacito hasta el porta bebé donde ha estado dormitando el bebé sin inmutarse. Deja el peluche de lobo muy delicadamente a su lado, le contempla durante unos segundos y vuelve a su lugar, ahora sí a abrir sus regalos.


25


La mayoría de los regalos son diferentes conjuntos de ropa que a pesar de todo emocionan a Derek. Es tanta su fascinación por sus cosas nueva que intenta ponerse toda la ropa en ese momento. Al mismo tiempo.


—Derek, no puedes traer cinco playeras juntas, quedaría muy apretado —su sobrino le hace un puchero. Se está volviendo demasiado manipulador—. Cada día de la semana estrenarás algo nuevo, ¿te parece? —Derek parece estar de acuerdo así que comienza a inspeccionar los juguetes.


Hay rompecabezas, piezas de legos, algunos libros de colorear, un carro a control remoto al que le pone especial atención, figuras de acción de súper héroes y una pistola de juguete que dispara burbujas de jabón. El niño no sólo se divierte creándolas sino también persiguiéndolas por todos lados.


Son casi las diez de la noche cuando al fin deciden retirarse. Derek está más dormido que despierto, pero se aferra a seguir jugando con sus cosas nuevas.


—Muchas gracias por todo —dice Peter ya en la puerta, despidiéndose de la pareja. Tiene a su sobrino en un brazo y una bolsa repleta de sobras de comida en la otra. Chris amablemente le ayuda a cargar los regalos de Derek, aunque también va bastante cargado—. No sé cómo…


—Lo hicimos con mucho gusto —interrumpe Claudia con una sonrisa.


—Sabes que pueden venir cuando lo necesiten o quieran —agrega John pasando un brazo por la cintura de su mujer.


—Gracias —repite Peter—. Buenas noches.


—Que descansen. ¡Adiós Chris! —saluda Claudia, dándole una mirada significativa al hombre, el cual sólo se despide con la mano y huye cuando puede.


Ambos caminan hasta el auto de Peter, donde de alguna forma el mayor de los Hale logra abrir la puerta para meter las cosas e intentar acomodar a su sobrino en su asiento.


—No sé cómo meteré todo esto a la casa sin dar dos viajes —contempla Peter.


—¿Te gustaría salir a tomar algo conmigo? —pregunta Chris de pronto, arrepentido al momento al ver que de la sorpresa Peter casi deja caer a Derek.


—¿Qué? —es la pregunta que abandona la boca del hombre lobo mayor, dejando a su sobrino en la seguridad del auto—. ¡Digo! ¡Sí, sí! —se corrige rápido temiendo que Chris se arrepienta de sus palabras—. Me encantaría —intenta ahora más calmado.


—Genial —dice Chris. Parece aliviado por su respuesta—. ¿El viernes te parece bien?


—Me parece perfecto.


Ambos se sonríen de forma estúpido sin apartar la mirada el uno del otro.


—¡Nosotros cuidamos a Derek! —grita Claudia aún en la entrada de su casa.


Aún en la oscuridad John puede ver claramente cómo ambos hombres se sonrojan con fuerza y no puede evitar echarse a reír.


26


El resto de la semana es ansiedad pura para Peter. Tiene años sin tener una cita y mucho menos con un hombre. O un ex cazador. O un Argent. Todo grita error por todos lados y aun así cree que es la mejor idea que ha tenido en años. No hay fundamentos y en general parece una estupidez, pero es una estupidez por la cual cree que vale la pena arriesgarse.


Claudia irá por Derek a la guardería cuando sea hora y Chris prometió pasar por Peter a su casa a las siete de la tarde. Peter sale de trabajar a las cinco así que tiene unas dos buenas horas para entrar en pánico y considerar cancelar, pero todas las veces se logra detener con éxito.


Conociendo a Chris no cree que sea algo demasiado formal, espera un restaurante donde puedan tener intimidad y charlar tranquilos así que Peter no varía mucho en su estilo de vestimenta. Una playera verde musgo en corte V, unos pantalones de color oscuro y una chaqueta también oscura porque todo él es oscuro y debería él también actualizar su armario.


Luego recuerda que Chris no es demasiado diferente a él siempre cargando colores oscuros en su guardarropa y piensa en lo mucho que conectan ambos en pequeños detalles. Está tan concentrado mirándose en el espejo, buscando algún desperfecto que pega un brinco sobresaltado cuando el timbre de su casa suena. No esperaba que Chris subiera a buscarle, sino que le llamara o enviara un mensaje.


Abre la puerta, emocionado y da de nuevo gracias por el hecho que Chris no es un lobo y pueda escuchar cómo el corazón de Peter se saltó varios latidos al verle tan arrebatadoramente guapo. No hay mucha diferencia a su día a día, siendo sinceros, pero en ese momento cae en cuenta que están a punto de tener una cita y ¿cuándo se convirtió en una colegiala? Es patético, pero cree que merece ser un poco patético al respecto así que sólo sonríe bobamente al hombre frente a su puerta.


—Hola Chris —saluda estúpidamente, recargándose en el marco de su puerta como si se estuviera derritiendo.


—Hola Peter —responde Chris de la misma forma, igual de estúpido y encandilado porque cada que pone atención a los detalles de Peter lo encuentra más y más guapo.


Se quedan ahí sin decir nada más, sólo contemplándose como si fuera la primera vez hasta que un portazo a la lejanía rompe el hechizo.


—¿Nos vamos? —invita Chris después de carraspear, intentando borrar su bochorno.


—Sí, sí —Peter toma las llaves de su departamento y su cartera antes de cerrar la puerta y ambos dirigirse hasta el auto del ex cazador—. ¿A dónde iremos? —pregunta Peter porque lo que menos quiere es quedarse en un pesado silencio.


—Es una sorpresa —sonríe Chris al tiempo que abre la puerta del copiloto para dejar entrar a Peter.


—Caballeroso y misterioso —se burla sin malicia entrando al auto. Chris resopla intentando parecer indignado por el comentario, pero en realidad se está riendo—. Me gusta —dice Peter cuando la puerta se cierra y Chris no puede escucharle en lo que da la vuelta para ir del lado del conductor.


Chris ingresa al auto y enciende el motor, tomando camino incierto que, de igual forma, acelera el corazón de Peter.

Notas finales:

El siguiente será el último... o no, qué sé yo.


Dije que ya me iba a concentrar en Chris y Peter pero... ¿quién se puede resistir a Derek chiqutín? Nadie, ¡NADIE!


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