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Sizigia por Marbius

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Notas del fanfic:

Para Aelilim en intercambio navideño, que seguro jamás creyó obtener de mi un fic de este fandom, ya no se diga de la pareja. Esto va para ti :*

1.- “Lo único... que pido... es... una oportunidad...”

 

Hoseok había entrado a la vida de Yoongi el mismo día que Gremlin. Aunque lo justo sería decir que ambos irrumpieron en su existencia cotidiana de la misma manera: Sin previo aviso, rompiendo esquemas y rutinas, y anunciando a su propia manera que habían llegado para quedarse.

Ya en su último año de universidad y con una lucrativa oferta para trabajar medio turno en una empresa especializada en telecomunicaciones, Yoongi había presentado su renuncia en el mangakissa 24/7 donde por los últimos 2 años había laborado como asistente de gerencia (un título demasiado pretencioso para quien estaba tras el mostrador controlando las entradas y salidas de los clientes, así como de atender sus peticiones), y a cambio el dueño le había pedido quedarse una semana más mientras contrataba a su reemplazo y le daba un curso exprés de cómo llevar el lugar.

Pese a que antes muerto que reconocerlo, Yoongi echaría de menos aquel sitio tan oscuro y deprimente que había sido su fuente de ingresos en Seúl, luego que de un arranque de orgullo y también estupidez, hubiera cambiado su especialización en la universidad en contra de la opinión de sus padres y decidiera independizarse del todo.

Sin dinero y con cursos en la universidad que le requerían de una buena porción de su tiempo, Yoongi había presentado su solicitud en aquel mangakissa que se encontraba cerca del nuevo piso que ahora rentaba para reducir gastos, y que de buenas a primeras no le causó una impresión favorable. El establecimiento, como muchos otros de su rama, tendía a recibir la clase de clientela que podría calificarse como marginada. Los había que preferían no dormir en su hogar, los que pagaban con gusto para tener un sitio caliente dónde pasar la noche, y por supuesto, los que hacían de su cubículo un hogar en el que además tenían conexión a internet, videojuegos y manga por la módica cantidad de 4000 wons por la primera hora y que en aumento recibían un descuento.

Yoongi no podía afirmar que aquel había sido un trabajo idílico tras haber tenido que lidiar con toda clase de clientes en su turno nocturno que iba desde las 11 de la noche hasta las 5 de la mañana. En más de una ocasión se había enfrentado a un cliente ebrio, y también a otros tantos agresivos. Yoongi estaba seguro que podría escribir un libro contando todas las aventuras buenas y malas que le habían ocurrido trabajando en ese lugar, pero por su cuenta prefería recordar los beneficios, como era tener un gran número de horas libres a su disposición, y por lo tanto, la oportunidad de estudiar y dormir en lapsos que a su jefe no le importaba concederle siempre y cuando mantuviera el lugar en correcto funcionamiento.

De hecho, Yoongi había dado por sentado que se quedaría trabajando en el mangakissa hasta por lo menos el día de la graduación mientras encontraba un empleo mejor, pero su suerte había sido recibir la oferta de una de las empresas mejor posicionadas en su rama que lo quería como interno y pagaría el doble. La reducción de horas junto a la mejora en el salario y el horario habían sido factores decisivos para que Yoongi tomara su elección, y así se lo había comunicado a su jefe en la brevedad posible.

—Haz lo que mejor sea para tu futuro —le había respondido Namjoon, otorgándole su bendición porque Yoongi nunca había sido menos que un empleado ejemplar y lo echaría de menos.

Yoongi también sufriría lo suyo porque aquel establecimiento se había vuelto una especie de segunda hogar considerando la cantidad de horas que pasaba tras sus 4 paredes, pero no era eso en lo que pensaba la noche en la que hacia ahí se dirigía y cruzaba a través de la noche por un canal que acortaba camino entre su departamento y el mangakissa.

Con las manos en los bolsillos y mascullando para sí que hacía demasiado frío para ser apenas inicios de octubre, Yoongi casi pasó por alto el lastimero maullido que procedía por debajo de sus pies. Justo en el centro del puente.

—¿Qué demonios...? —Yoongi miró a su alrededor, pero era poco lo que las farolas alcanzaban a alumbrar en aquella sección.

Un segundo maullido lo puso más en alerta, y asomándose por la baranda hacia el agua descubrió en una caja a la orilla la procedencia de aquel ruido.

Un gato. Que a juzgar por sus llamados de auxilio y aparente debilidad, tenía ya rato esperando ayuda.

—Ah, carajo —gruñó Yoongi. Vale, que no era ningún monstruo capaz de dejar a un animal indefenso así como así, pero él era más de tener un perro a su cuidado que un gato, así que se hizo el firme propósito de rescatarlo y dejar que el destino se encargara del resto.

Cruzando el puente, Yoongi se acercó a la orilla con intenciones de buscar una manera de descender al canal, y encontró un punto adecuado apenas a un par de metros de la caja en cuestión. Maldiciendo entre dientes cuando al calcular mal metió un pie en el agua gélida, Yoongi se acercó a la caja y examinó a través de las sombras el escuálido y feo ejemplar gatuno que estaba ahí. Por su tamaño, era más que evidente que se trataba de un cachorro de apenas unas cuantas semanas.

—Joder, qué animal tan feo —dijo Yoongi, incapaz de controlar su boca, pero arrodillándose frente a la caja extrajo al pequeño gato y lo sostuvo en la palma de su mano para examinarlo con ojos críticos.

Sin un solo cabello en su escuálido cuerpo lampiño, el gato en cuestión tenía abiertos sus enormes ojos de color verde, y con una naturalidad que Yoongi jamás habría creído de no ser porque la vivió, el animal lanzó un último maullido lastimero antes de dejarse caer laxo entre sus dedos y así permanecer.

—No me jodas, no te mueras ahora que te encontré —refunfuñó Yoongi al reaccionar por instinto al meterse al gato en el bolsillo de su chaqueta y con mucho cuidado comenzar su ascenso fuera de aquel canal.

Para su desgracia, aquel desvío le había tomado casi 10 minutos de su tiempo, así que sin molestarse en cerciorarse si traía o no un gato muerto en el bolsillo, alcanzó a llegar a su trabajo con apenas 2 minutos de retraso.

—Justo al hombre que buscaba —lo saludó su jefe apenas entró Yoongi al establecimiento. Y menos mal por su récord de asistencia, porque Namjoon no era del tipo que toleraba indisciplina. Yoongi había visto a muchos empleados de medio tiempo ir y venir durante su tiempo ahí, y sabía cuánto apreciaba su jefe tener bajo su mando subalternos competentes.

Con él estaba el chico nuevo que Yoongi tenía por obligación entrenar para que fuera su reemplazo, y no tardó más de unos segundos en hacerse una idea del tipo de persona que podía ser con su amplia sonrisa fácil e interés en los ojos al verlo.

«Gay», dictaminó mentalmente Yoongi sin problemas, pero ya que él también lo era no existía ningún inconveniente.

El recién llegado se presentó como Hoseok, y Namjoon no tardó en excusarse para atender contabilidad en su oficina.

—Enséñale todo lo que sabes y si puedes más —instruyó Namjoon a Yoongi, y éste asintió con expresión aburrida porque duh, esa era su nueva responsabilidad.

Dispuesto a cumplir con su trabajo lo más rápido posible porque al menos esa noche y el resto de la semana todavía tenía que fichar sus últimos turnos en el mangakissa, Yoongi abrió la boca para explicarle al recién llegado cuáles iban a ser sus nuevas obligaciones en el local y antes de que pudiera enunciar cualquier sílaba el gato en su bolsillo maulló con fuerza y provocó que Hoseok casi se ahogara de la risa.

—Jo, ¿es ahora cuando decides estar vivo? —Gruñó Yoongi al guiarlos a ambos detrás del mostrador de la entrada, y tras cerciorarse de que no había llegado ningún cliente nuevo, sacó de su bolsillo a la cría de gato que había recogido del río, y que a la luz del establecimiento era todavía más fea que antes.

—Uhm, pensé que no se aceptaban animales en el mangakissa —dijo Hoseok, y Yoongi le dedicó una mirada como de un millón de puñaladas.

—Y no se aceptan. Regla #3 en el manual de empleados, que espero hayas memorizado.

—¡Por supuesto! Regla #1, este establecimiento se reserva el derecho de admisión a-... —Al parecer, dispuesto a recitar el reglamento de memoria, Hoseok empezó por el inicio antes de que Yoongi con un gesto vago de su mano lo mandara a callar.

—Bien, con eso tienes para ser mejor que la mitad de idiotas que han pasado por tu mismo puesto —dijo Yoongi, de pronto más preocupado por el feo animal en su mano que el empleado que le miraba expectante por más instrucciones.

Temblando en su mano a pesar de que ahí dentro la temperatura era mucho más soportable que en el exterior, Yoongi acarició con su meñique la espalda sin pelo del gato, y éste se retorció como un renacuajo.

—Ew...

—Tal vez un poco de leche ayudaría —sugirió Hoseok en voz baja, y Yoongi le miró como si le hubiera crecido un pie en la frente.

—¿Uh?

—Parece tener hambre.

—Mmm, puede que tengas razón.

Así, Yoongi llevó a cabo su primera orden oficial como asistente de gerencia (después de todo, salvo por la mujer de intendencia a la que raras veces veía con su cubo y fregona, y Namjoon en su oficina hasta medianoche, era sólo él el único otro empleado del mangakissa) y envió a Hoseok a la tienda más cercana por un poco de leche.

Mientras esperaba a su regreso, Yoongi consiguió una caja y utilizando su bufanda le hizo un remedo de cama al escuálido gato que ahora estaba a su cargo y que cada vez más le recordaba a un gremlin con esas orejas tan grandes y ojos que parecían juzgarlo todo.

Hoseok volvió en tiempo récord, y traía consigo también un sobre de comida húmeda para gato que Yoongi aceptó con un ‘gracias’ apenas mascullado.

El gato comió, bebió y se quedó dormido como un pequeño rollo chino en la bufanda de Yoongi, así que éste se dio la oportunidad de esconderlo debajo de su escritorio, y durante las siguientes horas se encargó de explicarle a su reemplazo cuáles serían sus responsabilidades como nuevo asistente de gerencia.

Hoseok por su parte le siguió dentro de las instalaciones, tomando nota y haciendo preguntas, antes de por último tomar control del lugar y trabajar siguiendo las indicaciones de Yoongi.

15 minutos antes de las 5, Yoongi anunció que se retiraba, y Hoseok le retuvo con una mano en el brazo.

—¿Vives cerca?

—Cruzando al puente.

—Oh. Mi casa está del otro lado.

—¿Vives en una casa?

—Con mi familia.

—Mmm.

—¿Y tú?

—Solo. En un piso miserable.

—Quizá ya no tan solo —sugirió Hoseok, que en esos momentos tenía en su regazo la caja con el gato, que al menos ya no lloraba.

—Ya veremos...

Al final Yoongi esperó a Hoseok, y aunque en realidad no era mucho el trayecto que podían caminar juntos, por lo menos tuvo compañía. No que Yoongi la desdeñara, aunque a esas horas de la madrugada le costaba horrores fingir que lo único que cruzaba por su mente era darse una ducha con agua caliente y caer de cara directo en su cama.

Con Hoseok hablando por los dos y explicando que él por su parte apenas estaba en el segundo año de universidad y había elegido ese trabajo como una fuente de ingresos para independizarse próximamente, Yoongi se sorprendió cuando al llegar al puente su acompañante volvió a detenerlo.

—Uhm, ¿podría tener tu número?

Yoongi hizo una mueca. —¿Para qué lo quieres?

Sin dejarse amedrentar, Hoseok encogió un hombro. —Ya sabes, por si acaso tengo alguna duda en mi nuevo trabajo. Vi en el tablero que hoy sólo vendrás un par de horas, y puede que necesite de tu ayuda por si alguna situación se presenta y Namjoon no está.

Yoongi se contuvo de poner los ojos en blanco. Dudaba que Hoseok fuera capaz de cagarla siendo el trabajo tan simple y repetitivo, pero por si acaso le pasó su número de contacto y al instante recibió una notificación de nuevo mensaje:

 

Número Desconocido: Aquí Hoseok ;)

 

—Vale, te guardo —dijo Yoongi, dispuesto a despedirse, pero en el último momento Hoseok extendió su brazo y acarició al pequeño gato bajo su cargo con una última indicación.

—Cuídalo bien.

—Es un gato.

—Se lo decía a él.

—Oh. —Una pausa—. No necesito que me cuiden.

—Entonces... Hazle compañía.

—Eres raro —dijo Yoongi.

—Gracias.

—No fue un cumplido.

—Gracias de todas maneras. Y... Buenas noches, Yoongi.

«Para el caso, deberían ser ‘buenos días’», pensó Yoongi por la claridad que no tardaría en aparecer en el cielo y a la que debía aludir si es que quería poder dormir un par de horas antes de sus clases.

Sin mirar una vez atrás, Yoongi se alejó de Hoseok trazando planes para su día.

 

—Uhm, Gremlin está bien —respondió Yoongi la pregunta que Hoseok le hizo cuando éste volvió al mangakissa para su penúltima noche ahí como asistente de gerencia.

De hecho, el gato estaba mucho mejor de lo que Yoongi había asumido en primer lugar. Aprovechando que una de sus clases finales se había cancelado, Yoongi había llevado al gato al veterinario a la espera de un veredicto terminal que justificara su ausencia de pelo. De antemano se había preparado a recibir un diagnóstico funesto que catalogara a Gremlin como caso sin remedio, pero la veterinaria había desechado sus temores a la basura al explicarle que aquel era una variedad de gato esfinge y que no debía preocuparse demasiado por algo que simplemente era estético.

—Aunque deberías pensar en conseguirle un suéter, o por lo menos una cama mullida con un buen cobertor —había sido su consejo final, y Yoongi había torcido la boca por aquella sugerencia.

—Nah, no pienso conservarlo —había respondido con calma, sólo para también descubrir que Gremlin no era un él sino un ella.

Tras una revisión de rutina y la indicación de volver por vacunas el mes entrante, Yoongi volvió a su piso con Gremlin en el bolsillo de su abrigo y la firme convicción de poner letreros alrededor del vecindario para encontrar a su dueño. No creía que hubiera alguien llorando en búsqueda de la gata más fea que jamás hubiera tenido la desgracia de contemplar, pero... Valía la pena hacer el intento.

Antes de salir esa noche al mangakissa, Yoongi se encargó de dejarle comida y agua suficiente, así como también de cederle uno de sus suéteres más mullidos para que hiciera su refugió. Desde el cuello y con ojos enormes, Gremlin le maulló una última vez, y Yoongi resopló mientras se apresuraba a salir.

—Vale, cuida el lugar al menos.

Apenas verlo llegar, Hoseok no se había cortado en preguntar los pormenores, y Yoongi se los había dado mientras revisaba en el sistema cuáles cubículos estaban ocupados y cómo marchaba la noche en el negocio.

Sin demasiados clientes y apenas trabajo, Yoongi aceptó la taza de té que Hoseok preparó para él, y en lo que le dio la impresión de ser apenas un parpadeo fue que perdió las siguientes 3 horas de su vida conversando de todo y nada con su reemplazo.

En adición a la información de ayer, Hoseok le habló de sus estudios y pasión por la música, a la vez que le preguntó a Yoongi cualquier cosa que cruzaba su mente y le apetecía, desde su platillo favorito hasta su opinión en la existencia de los aliens. Yoongi sólo reiteró su opinión de que Hoseok era raro, pero no de una mala manera, sólo un poco peculiar e inofensivo.

Con menos horas que ayer en el tablero de horarios, Yoongi se despidió a eso de las 3, y aunque Hoseok insistió en al menos acompañarlo hasta la calle, éste le recordó que no debía moverse del escritorio sin importar qué.

—Que Namjoon no te vea tomar demasiados descansos para ir al sanitario o fumar porque te descontará horas —le advirtió mientras se abrigaba bien con su bufanda, y Hoseok prometió que así sería.

—Nos vemos mañana, Yoongi.

—Sí, sí... Hasta mañana —se despidió éste a su vez, absorto ya en sus asuntos, como la dicha que sería volver a su piso a buena hora para dormir y si Gremlin se habría terminado todo su alimento.

 

Para su última noche en el mangakissa, Namjoon en persona se comunicó con Yoongi para hacerle saber que no sería necesario que se presentara. Con una última nota le aclaró que igual le pagaría el día, y que podía pasar en cualquier horario a recoger su último cheque de nómina.

En realidad Yoongi podría haber obviado ese último paso porque apenas unos minutos después recibió en su cuenta bancaria el último depósito que se le pagaría del mangakissa, pero decidió que bien podía pasar a la hora de siempre a despedirse de su jefe (y puede que de Hoseok), así que a las 11 se presentó puntual como era su costumbre y en silencio se cercioró de que su reemplazo cumpliera con todos los protocolos de entrada antes de saludarlo.

—Última noche aquí, ¿eh? —Corroboró Hoseok con él, y su amplia sonrisa fue perdiendo brillo cuando Yoongi le explicó que en realidad sería mucho menos que eso—. Oh, ya veo.

—¿Namjoon está en su oficina?

—Salió por algo de comer, pero volverá en media hora. ¿Quieres un té?

—Ya qué.

Muy en contra de su persona habitual, Yoongi aceptó que por hoy él era la compañía y puso al tanto a Hoseok de las últimas novedades de Gremlin, que venciendo su miedo al mundo más allá de su caja, esa tarde había salido a explorar su piso y orinado uno de sus calcetines.

—Tendrás que conseguirle lo antes posible una caja de arena.

—¿Una qué?

—En verdad nunca has tenido un gato, ¿eh? —Le chanceó Hoseok, y Yoongi le arrugó la nariz—. Vale, no es tan difícil. De hecho, la parte complicada será mantener su piel humectada y todo eso. Los gatos esfinge no en balde tienen fama de costosos.

—¿Gremlin vale algo? Pf, no lo diría con ese aspecto.

—Es cuestión de gustos —dijo Hoseok con suavidad, y tanta atención de sus ojos sobre Yoongi que éste entendió el doble significado y desvió la mirada.

—Tsk, supongo que puedo leer al respecto... Aunque no es como si planeara quedármelo. Quedármela —se corrigió por último—, ugh.

—Dicen que un gato elige a su dueño. Quizá no fue sólo suerte que te llamara a ti para que bajaras al canal por ella.

—Lo dudo —dijo Yoongi, y eso fue lo último que dijo del tema antes de que la puerta principal se abriera y Namjoon regresara trayendo consigo una bolsa que olía delicioso.

Con asuntos más importantes que atender, Yoongi pasó a la oficina de Namjoon por su último talón de cheque y recibió de paso una cálida despedida en la que su exjefe mencionó sus buenas cualidades y lo mucho que iba a echarlo de menos.

—Hoseok llenará mis zapatos —dijo Yoongi con modestia, esperando que en verdad así fuera o volvería exclusivamente para golpear al muy idiota si acaso algo en sus enseñanzas fallaba y afrentaba su honor.

Cruzando por última vez la puerta de entrada, Yoongi se lamentó para sí no tener la oportunidad de despedirse de su reemplazo, pero bah, no era para tanto, y con paso ágil comenzó el regreso hacia su departamento.

Absorto en la posibilidad de redactar esa misma noche un cartel para buscar al verdadero dueño de Gremlin, Yoongi tuvo un sobresalto cuando de pronto el ruido de pisadas detrás de él se volvió más fuerte y su cuerpo se tensó a la espera de un ataque.

Que no llegó.

Porque era Hoseok abandonando su puesto tras el escritorio quien corría en su dirección para alcanzarlo.

—¡Idiota! —Le recriminó Yoongi—. ¿Qué te dije de dejar la entrada sin vigilancia?

—Lo sé, lo sé —jadeó éste al detenerse frente a Yoongi, a mucha menos distancia de lo que era prudente o educado—, pero tenía que... preguntarte si... si acaso tú...

Yoongi resopló y cambió el peso de un pie al otro. —¿Me estás invitando a salir?

—Yo-...

—Porque no tengo tiempo para una relación —le cortó Yoongi de golpe—. Estoy en mi último año de universidad y no está en mis planes tener nada serio con alguien.

Hoseok le miró con aspecto de cachorro apaleado, pero Yoongi no se dejó amedrentar. Cuanto antes lo comprendiera, sería mejor.

—Fue un gusto conocerte, pero ya tengo que irme —dijo a modo de despedida, y dando media vuelta, retomó el camino a casa.

Y por tercera vez, no miró ni una vez hacia atrás.

 

Yoongi creyó que aquella sería la última vez que tendría noticias de Hoseok, pero no contaba con que éste le escribiría apenas 24 horas después preguntando por Gremlin.

 

Hoseok: Hey, vi los carteles pegados de camino a casa.

Hoseok: ¿Ya apareció el dueño de Gremlin?

Yoongi: No, pero recibí ofertas para comprarla.

Yoongi: Aparentemente una cría de gato egipcio se cotiza en casi 4 millones de wons.

Hoseok: Wow...

Hoseok: Supongo que aceptaste.

Yoongi: Estoy considerando las ofertas.

 

Aunque dicha fuera la verdad, Yoongi estaba teniendo segundos pensamientos en cuanto entregar a Gremlin al mejor postor. Luego de esas primeras horas de lidiar con sus maullidos y desechos, Gremlin se había adaptado de maravilla a su caja de zapatos y a la propia presencia de Yoongi, convirtiéndose en una compañera silenciosa que al menos tenía la decencia de pedir sus visitas al sanitario con un maullido especial que éste había aprendido a reconocer.

Y... Costaba admitirlo, pero Yoongi había considerado quedarse con la gata y llamarla suya si acaso el verdadero dueño no aparecía.

La única falla en su plan era su falta total de conocimientos gatunos, que a fuerzas tendría que suplir informándose por internet antes de tomar una decisión definitiva. Gremlin seguía sin parecerle demasiado agradable a la vista, y en una memorable ocasión en la que se había levantado de madrugada al sanitario Yoongi casi había saltado fuera de su piel al encontrarse a la gata en el pasillo como una especie de animal diabólico dispuesto a succionarle al alma a través de los orificios.

Pero con todo, no podía negar que su repelencia inicial se iba transformando poco a poco en tolerancia cuando el tacto directo de la piel desnuda de Gremlin contra la suya dejó de darle repelús, e incluso un día se sorprendió cuando escuchando música con sus audífonos la gata pidió subirse a su regazo y se acurrucó en la comodidad del pliegue de su suéter.

Juntos conformaron un dúo singular, y justo cuando Yoongi decidió que se iba a quedar a Gremlin, Hoseok volvió a la carga.

 

Hoseok: [La imagen de un ratón de peluche con una cola larga y abundante en hilos y plumas.]

Hoseok: Hey, vi esto y pensé en Gremlin. ¿Crees que podría regalárselo?

 

—Ugh... —Consciente de cuáles eran las intenciones subyacentes a aquella invitación, Yoongi lo consideró por largos minutos sin llegar a una resolución.

Después de todo, Hoseok le parecía atractivo, sí, pero también un tanto infantil. La diferencia de casi 3 años (vale, de 1 año y 11 mes, pero que se sentía como casi 3 en su cabeza) era más de lo que podía procesar sin sentirse incómodo, y nervioso escribió y reescribió un mensaje corto y a la vez cortés con el que pretendía rechazarlo, pero de nuevo, Hoseok se le adelantó.

 

Hoseok: Prometo no quedarme demasiado.

Hoseok: Sólo quiero cerciorarme de que Gremlin esté en buenas manos.

Yoongi: ¿Qué te hace dudar que no son las mejores?

Hoseok: Ya lo suponía, pero verlo por mí mismo sellará el trato.

 

—Bastardo engreído  —masculló Yoongi entre dientes, y en un acto a la vez que valiente también muy estúpido de su parte, envió su localización.

Eran apenas las 7, y afuera hacía poco que se había oscurecido, pero Yoongi no tenía planes de recibir visitas. O al menos así había sido apenas un minuto atrás, por lo que con un gruñido procedió a adecentar el reducido espacio que componía su departamento y que consistía en unas cuantas tazas sucias y alisar las arrugas de su cama.

En cambio se demoró más en cerciorarse que en la caja de arena de Gremlin no hubiera ningún regalo desagradable, y que su caja de zapatos estuviera en orden y con ella acurrucada todavía entre los pliegues de su bufanda porque seguía sin conseguir algo mejor.

Tal como si Hoseok estuviera esperando por su señal en el puente en el que solían separarse, no tardó más de un cuarto de hora en presentarse frente a su puerta, y Yoongi lo encontró tan similar y a la vez tan diferente a como lo recordaba. Quizá se debía a la hora o a que su estado de cansancio era mínimo ahora que volvía a dormir de noche, pero le dio la impresión de ser mucho más atractivo bajo la luz cálida de su piso que bajo la luz blanca del mangakissa y las farolas de la calle donde lo había conocido.

—Hey —se mostró Hoseok cohibido frente a la puerta, y Yoongi le puso los ojos en blanco.

—Pasa, y quítate los zapatos.

Hoseok entró trayendo consigo una bolsa de compra con un reconocible logotipo de una tienda de mascotas, y Yoongi entrecerró los ojos con desconfianza. ¿Qué pretendía ahora?

—Creí que habías dicho que sólo le compraste a Gremlin ese juguete del ratón —dijo Yoongi al guiarlos a ambos al reducido espacio de su piso y señalarle el sillón de un rincón en el que podía sentarse.

Con un presupuesto reducido porque un 90% de sus gastos corrían por cuenta suya, Yoongi no había tenido inconveniente en rentar en un área bulliciosa y con una tasa media de criminalidad a cambio de al menos tener su propio espacio, y aunque más veces que no esas 4 paredes en las que su cocina y recámara estaban apenas distancias por un metro y una mampara de bambú comprada de quinta mano le asfixiaban, al menos estaba agradecido porque el sanitario era una habitación aparte y contaba con agua caliente.

—¿Quieres un té? —Imitó las ofertas de Hoseok en el mangakissa, y éste asintió con cortesía.

—Me encantaría.

«Raro», reiteró Yoongi su opinión de él al darle la espalda y poner en marcha la tetera. Mientras seleccionaba de su alacena entre té blanco o té rojo, Yoongi prestó atención a la voz de Hoseok, que en apenas un susurro se dirigía con apelativos cariñosos a su gata.

Bueno, a la gata que ahora vivía con él y de la que todavía no había tomado una decisión absoluta, carajo.

Mirando de reojo por encima de su hombro, Yoongi no puedo evitar una sombra de sonrisa al descubrir que Hoseok había conseguido sacar a Gremlin de su caja con la promesa de un juguete, y que ahora la gata exploraba curiosa el mundo a sus pies.

—Debe tener frío sin nada de pelo en el cuerpo —comentó Hoseok, y luego agregó—. ¿No has pensado en comprarle un suéter?

—No —mintió Yoongi—. Todavía no he decidido quedármela siquiera.

—Ah, supongo entonces que no te importará que yo... —Pero el resto de su oración desapareció tras un murmullo.

—¿Qué has dicho? —Preguntó Yoongi al darse media vuelta, y Hoseok le sorprendió al sacar de su bolsa de compra un diminuto suéter que al menos no parecía comprado, aunque no por ello de mala calidad.

—Erm, tengo una hermana mayor que estudio diseño de modas, y... Se lo pedí de favor.

Yoongi contrajo el rostro en una mueca de incomodidad. No porque el detalle en sí no le pareciera lindo, sino porque... Era insólito entre dos personas que apenas se conocían, a menos que de por medio hubiera interés en uno de ellos de llevar lo que sea que tuvieran a algo más... Y eso hacía aún más complicado el rechazo al que creía que iba a tener que someterlo.

—Es probable que en un par de meses ya no le quedé, pero quizá para entonces no haga frío... O mi hermana pueda confeccionarle otro —dijo Hoseok, desviando la mirada de Yoongi a Gremlin, que sobre su regazo hacía ruidos de satisfacción al tener una nueva fuente de calor.

«Vale, directo y contundente», se dijo Yoongi a sí mismo mientras servía el agua caliente en 2 tazas y dejaba que el aroma del té rojo inundara sus fosas nasales. Así sería como se dirigiría a Hoseok para rechazarlo y poner bien en claro que agradecía los regalos en nombre de Gremlin, pero que no podían continuar por ese camino porque-...

—¿Yoongi?

Con un sobresalto, éste casi derramó agua sobre la charola en la que planeaba mover las tazas, y con un estremecimiento comprobó que Hoseok se había acercado silencioso hacia él y lo tenía a escasos centímetros de la espalda.

—El té casi está listo —replicó con sequedad, apenas moviendo los labios.

—¿Puedo ayudarte en alg-...?

—No será necesario.

Haciendo retroceder a Hoseok al sofá, Yoongi colocó la bandeja encima de una mesita abarrotada con libros de texto, e inhalando hondo se forzó a tomar el control de la situación. Ahí él era el mayor, el más maduro, y tenía que comportarse como tal o-...

—Debo admitir que no vine aquí sólo por Gremlin —interrumpió Hoseok por segunda vez sus pensamientos, y esta vez Yoongi no tuvo la rapidez para recobrarse. Mirando directo a Hoseok con su gata («la gata, porque no es mía, ni siquiera sé si voy a conservarla, joder») en el regazo y mucho más feliz de lo que la había visto en la última semana que le había dado alojamiento, Yoongi tuvo un cortocircuito que le impidió escuchar sus siguientes palabras, y aturdido parpadeó un par de veces antes de conseguir articular palabra alguna.

—Uh... ¿Puedes repetir eso?

En su lugar, Hoseok exhaló fuerte, y colocando a Gremlin a su lado en el sofá, se inclinó al frente y sujetó el rostro de Yoongi con ambas manos para besarlo directamente en la boca.

La primera reacción de Yoongi fue de apartar las manos de Hoseok, pero lo siguiente no fue demandar una explicación, sino respirar agitado mientras intentaba discernir si eso que bullía en su vientre bajo era deseo o lo opuesto.

—No debí hacer eso —dijo Hoseok en voz baja—, pero me gustas Min Yoongi y-...

—No —le detuvo éste con un hilo de voz, y para mayor seguridad, lo repitió con mayor ímpetu—. No.

—Pero...

—Es inapropiado. Trabajamos juntos, y la diferencia de edad...

—Ya no trabajamos juntos, y ¿estás en tu último año de universidad, o no? Son apenas 2 años de diferencia.

—Casi 3... —Farfulló Yoongi sus argumentos que no se sostenían en lo absoluto, y Hoseok aprovechó que su lenguaje corporal no correspondía a sus palabras para volverlo a besar y poner a Yoongi en aprietos.

—Lo único... que pido... es... una oportunidad... —Marcó Hoseok cada pauta besando los labios entreabiertos de Yoongi, que de pronto se sintió laxo en su asiento y a punto de resbalarse hacia el piso.

Pero claro, Hoseok no lo soltó, y en lo que dio la impresión de ser un remolino de emociones y sensaciones hasta ese punto de su vida jamás experimentadas, pronto terminaron sobre la cama y luchando contra botones y cremalleras en búsqueda del primer contacto directo de piel contra piel.

Yoongi no lo reconoció entonces, pero fue durante esa primera vez (con Hoseok entre sus piernas atendiendo cada una de sus necesidades con reverencial calma a pesar de su evidente nerviosismo) que en su pecho apareció un chispazo hasta ahora desconocido y que por una fracción de segundo le abrumó entre embestidas, y que por salud mental, optó por ignorar.

Enterrando el rostro contra el cuello de Hoseok mientras alcanzaba su orgasmo y se prometía que aquello sería un evento de una única ocasión, Yoongi no pudo evitar el querer atesorar ese momento mientras duraba, y acariciando la espalda sudada de su compañero de cama, le indicó con gestos que los cubriera a ambos con su cobertor y que se quedara.

Al fin y al cabo eran casi las 9, y no sería dentro de mucho que Hoseok tuviera que partir a su trabajo nocturno y con eso tuvieran que ponerle final a aquel encuentro único en su tipo.

Que como las semanas venideras les harían saber, quizá sería irrepetible en el sentido de apreciación, pero no en lo cíclico de su constancia.

 

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