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Ojos Azules por Kitana

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Habían transcurrido ya poco más de seis años desde que Camus partiera por primera vez a Siberia. Algunas cosas habían cambiado y otras seguían igual, como el amor que Milo sentía por el hermoso caballero de Acuario. Otros amores seguían igual de intensos, como el de Shaka por Milo. Pero parecía que el frío clima siberiano había terminado por congelar el corazón de Camus de Acuario. Las cartas dirigidas a Milo eran cada vez más escasas y sus visitas demasiado esporádicas. Las cartas que durante los primeros años llegaban prácticamente a diario, ahora eran tan frecuentes como la lluvia en el desierto. Cada mañana Milo se levantaba temprano y acudía al templo de Aries acompañado por Shaka para saber si había alguna carta para él. Cada vez que la había la sonrisa de Milo era majestuosa, pero cuando no, que era la mayoría de las veces, Shaka debía hacer uso de toda su imaginación para poder darle al hermoso escorpión una justificación de porque Camus no escribía.    

Esa mañana si hubo carta. Milo estaba tan feliz que no quiso esperar a llegar a su templo y abrió la carta ahí mismo, Shaka le miraba con una sonrisa triste. La carta contenía apenas unas líneas, pero la expresión de alegría en el rostro de Milo le hizo saber a todos que eran buenas noticias.

 

- ¡Él viene Shaka! ¡Al fin podrá venir a visitarme¡ - dijo un emocionado Milo abrazando al rubio Shaka.

 

- Me alegro por ti Milo.

 

- ¡Tengo mucho que hacer! Hace tanto que no viene a visitarme, tengo que preparar algo muy especial, ¿me ayudarás Shaka?

 

- Por supuesto, si tú quieres podemos bajar al pueblo después de entrenar y buscarle un bonito regalo.

 

- Me parece excelente, tu siempre tienes ideas magnificas, no me explico como es que hasta ahora nadie se ha ganado tu corazón, eres un ser maravilloso.- dijo Milo, las mejillas de Shaka se tiñeron de rojo.

 

- Será mejor que vayamos a entrenar.- dijo Shaka dándose media vuelta para que Milo no notase lo turbado que se encontraba por sus comentarios.

  

Una semana después Camus arribó al santuario, le acompañaba uno de sus aprendices, un muchacho rubio que no le agradó nada a Shaka. La forma en que Camus y el muchacho se comportaban despertó sospechas no solo en el caballero de Virgo, también en Mu de Aries.

 

- Shaka, quisiera hablar contigo.- le dijo aquella mañana después del entrenamiento.

 

- Por supuesto Mu, ¿qué sucede?

 

- Es sobre Camus y ese muchacho que viene con él, creo que se llama Hyoga.

 

-¿Qué pasa? Te noto preocupado.

 

- No sé que es exactamente lo que haya entre esos dos, en realidad no sé si ya hay algo entre ellos, pero no se ven solamente como un maestro y su alumno.

 

- Sí, también yo lo he notado y no me gusta.

 

- Estoy de acuerdo contigo. Creo que alguien debería hablar con Camus antes de que haga algo que lastime a Milo todavía más.

 

- ¿Lo harás tú? Me temo que Camus tomaría mi intervención como una agresión. Sabes que él y yo nunca nos hemos llevado bien.

 

- Por supuesto que lo haré. No quiero que lastime a Milo.

 

- Tampoco yo…

 

- ¿Cuándo le dirás a Milo lo que sientes por él?

 

- No lo sé, tal vez nunca lo haga; él esta demasiado enamorado de Camus, yo no tengo oportunidad.

 

- Eso significa que te conformaras con ser su amigo para siempre.

 

- No necesariamente. No me malentiendas, no es que este esperando a que terminen su relación para poder atreverme a decírselo. Es solo que no quiero perder su amistad, es demasiado importante para mí.

 

- Te entiendo, pero ¿no crees que eso te hace daño a ti también?

 

- Tal vez pero no puedo perder a Milo.

 

- Será mejor que hable con Camus.

 - Que haya suerte, ese Camus es demasiado orgulloso y necio.  Los caballeros se despidieron, Shaka no volvió a su templo. No quería encontrarse con Milo. Tampoco quería verlo con Camus, eso le dolía en el alma.  Por la tarde. Milo y Camus disfrutaban de un delicioso té después de hacer el amor durante horas. Hyoga había ido a dar un paseo por el santuario con el caballero de Piscis.

- Te he extrañado tanto Camus.- le dijo Milo regalándole una tierna mirada cargada de amor a su Camus.

 

- Y yo a ti ojos azules.- le dijo Camus tomando su mano.- Creo que pronto podré volver al santuario, muy pronto mis aprendices tendrán su prueba para llegar a ser caballeros y entonces podré regresar junto a ti.

 

- ¿De verdad? ¡No puedo creerlo! Después de tantos años separados, al fin podremos estar juntos. Nada podría hacerme más feliz.

 

- Al fin podremos ser felices, ¿no lo crees ojos azules?

 

- Yo soy feliz cada vez que te miro… pero me hace aún más feliz saber que te tendré junto a mi todos los días.- sus labios se unieron en un apasionado beso que fue interrumpido por la llegada de Hyoga y Afrodita de Piscis.

 

- Pequeño, creo que debimos tocar antes de entrar, aunque dudo que nos hubieran escuchado.- dijo Afrodita con una pícara sonrisa poniendo sus manos sobre los hombros del muchacho.

 

- Lo siento maestro.- dijo Hyoga, Milo sonrió y se levantó para acercarse a los recién llegados.

 

- No te preocupes, supongo que tendremos que acostumbrarnos uno al otro, Camus volverá al santuario muy pronto y me imagino que tú vendrás con él.- le dijo Milo con una sonrisa confiada mientras servía té para sus visitantes.- Cammie cariño, aún no me has presentado formalmente a este chico.- dijo Milo volteando a mirar a Camus, al hacerlo no pudo ver la mirada de odio que le dirigía Hyoga.

 

- Tienes razón Milo.- Camus se encontraba extrañamente incómodo. Todo esto no pasaba desapercibido para los escrutadores ojos del caballero de Piscis. – Hyoga, él es Milo, el guardián del templo de Escorpión, es uno de los caballeros más poderosos, pero sin duda es el que tiene el corazón más noble. Milo es mi pareja.- dijo Camus como si le costase trabajo admitir frente a ese muchacho lo que existía entre él y Milo. – Milo, él es mi discípulo Hyoga, aspira a la armadura del Cisne.

 

- Umm, el Cisne, es una hermosa armadura.- dijo Milo.

 

- Y poderosa.- añadió Camus.

 

- Pero la belleza es poder amigos.- dijo Afrodita.- Será mejor que me vaya, Death Mask debe estar esperándome. Les deseo buenas noches.

 

- Hasta pronto Dita.- dijo Milo.- Y bien, ¿Qué les gustaría hacer?

 

- Si no es demasiada impertinencia para usted Milo me gustaría que entrenáramos juntos.- dijo Hyoga apenas pudiendo contener su rabia.

 

- Por supuesto que no, claro si Cammie no se opone.- dijo Milo con una sonrisa.

 

- Estoy de acuerdo, solo no uses todas tus técnicas, él no esta listo para enfrentar alguien tan poderoso como tú y no me gustaría que lo hirieras por accidente.- dijo Camus a Milo.

 

- Entonces me cambiaré, luego iremos a entrenar un poco; pero no demasiado eh? se supone que ustedes están aquí para descansar.- Milo se dirigió a su habitación, antes de dejarlos, depositó un beso en los labios de Camus. La ira se encendió en el pecho del joven aprendiz, estaba frente al único obstáculo que existía entre él y Camus y no podía hacer nada porque le había prometido a Camus no intervenir entre él y Milo.

 

- Tranquilízate Hyoga.- le dijo Camus.

 

- ¿Cómo quieres que me tranquilice si estabas revolcándote con él mientras yo paseaba con ese loco de Afrodita? ¡Debes decírselo de inmediato! Ya no soporto ver como te toca y te besa.- Camus no tuvo tiempo de responder, Milo había vuelto. A pesar de la aversión que sentía hacia él, Hyoga no pudo sino reconocer que Milo era un hombre hermosísimo, con sus finos modales y delicados ademanes, era simplemente encantador. Su delgada pero fuerte figura se presentó ante ellos enfundado en su ropa de entrenamiento. Definitivamente era hermoso. Hyoga se sintió amenazado, Camus podría retractarse de todo lo que le había prometido solo con ver al hermoso escorpión. Milo había recogido su larga cabellera rubia en una coleta y sonriente se unió a ellos. Hyoga lo miró con detenimiento, como se estudia a un rival, Milo era casi tan alto como Camus, la ropa que llevaba puesta se ceñía perfectamente a su delgada figura, aún así poseía un cuerpo fuerte y ágil, como tuvo oportunidad de comprobar poco después. Tenía los ojos más azules que hubiera visto y esa hermosa cabellera de un dorado cobrizo le daba un toque especial que se complementaba con su bronceada piel. En su rostro siempre había una sensual y encantadora sonrisa, todo en él era hermoso. Hyoga se sintió morir de celos y rabia, ¿cómo podría competir él con alguien como Milo de Escorpión? Milo notó la forma en que lo miraba pero no le prestó atención estaba acostumbrado al efecto que causaba su persona y decidió que ese pequeño no era sino otro más impresionado con su belleza. Hyoga lo miraba y se sentía más y más furioso, solo la sensual y profunda voz del Escorpión lo devolvió a la realidad.

 - Estoy listo, ¿qué te parece Cammie si llevamos a Hyoga a nuestro lugar de entrenamiento? Ahí nadie nos molestará y podremos ver que tan buen maestro eres cariño.- dijo Milo robándole un beso a Camus.  

Milo se colgó del brazo de Camus y seguidos de un furioso Hyoga se dirigieron al lugar de entrenamiento de los amantes. Milo estaba tan feliz de estar junto a Camus que ni siquiera notó las significativas miradas que éste intercambiaba con Hyoga.

  Al fin llegaron al paraje cercano al lago donde los amantes solían entrenar antes de la partida de Camus a Siberia.

- Bien, hemos llegado.- dijo Milo, caminó con movimientos lentos y pausados frente a Camus apartándose un poco de él y Hyoga. Nuevamente Hyoga se sintió amenazado, ese Milo era condenadamente sensual y él era solo un muchacho sin la experiencia y encantos del escorpión. Cada uno de los movimientos de Milo le pareció fascinante a Camus, no podía evitar mirarlo, posó sus ojos en las afiladas caderas de su pareja, sintió que la pasión revivía, Milo lo notó, se dio media vuelta y regresó a su lado. – Más tarde cariño, ahora quiero ver que tan buen maestro eres.-lo besó con pasión, la furia de Hyoga crecía a cada instante.- Bien, ¿en que estábamos? – dijo Milo, reanudo su felino andar para situarse un poco lejos de Hyoga y Camus.- Bueno, adelante chico, atácame.- Hyoga no se hizo esperar, se lanzó contra el dorado escorpión deseando matarle.- Eres rápido, pero no lo suficiente para poder tocarme. – dijo Milo con una sonrisa confiada, sintió que uno de los puños de Hyoga rozaba su mejilla.- Umm eres fuerte, eso me agrada, pero esto esta volviéndose aburrido y quiero ir a cenar.- dijo Milo con una bella sonrisa que confundió a Hyoga.- Bien terminemos esto, Cammie nos observa, no te haré quedar mal, pero recuerda que yo soy un caballero dorado y tú eres solo un aspirante a caballero de bronce, no debes sentirte mal por esta derrota.- murmuró Milo para que solo Hyoga lo escuchara. Hasta entonces Milo solo había estado esquivando los golpes que Hyoga le lanzaba. Con un rápido movimiento, Milo se situó detrás de Hyoga y le inmovilizó los brazos. - ¿Te rindes?- le dijo con una voz ronca y sensual.

 

- ¡Jamás!- dijo Hyoga furioso.

 

- Umm, no siempre doy segundas oportunidades. Pero si quieres seguir con esto, adelante.- de un salto Milo logró posicionarse frente a un atónito Hyoga que no podía creer lo rápido que se movía Milo. Se sorprendió pues ni siquiera Camus era tan rápido como el escorpión. Hubo un nuevo intercambio de golpes, Milo asestó un fuerte puñetazo en el rostro de Hyoga y le hizo caer, en realidad ese fue el único golpe que Milo lanzó.

 

-¡Detente Milo!- gritó Camus. Milo se apartó de Hyoga y se dirigió hacia Camus.- ¿Estás bien Hyoga?- preguntó el caballero de Acuario a su discípulo, el joven asintió y se levantó del suelo. – Milo no debiste golpearlo tan fuerte.

 

- Lo siento Cammie, a veces no mido mi fuerza. Discúlpame Hyoga.- dijo Milo extendiéndole la mano a Hyoga a modo de disculpa. De mala gana el muchacho la aceptó, Milo notó entonces un brillo de furia en los ojos del chico.- Eres un buen maestro Cammie, pero deberías enseñarle a tu discípulo que no debe pelear estando furioso y a reconocer la derrota. Volvamos a mi templo, casi es hora de cenar.- Milo se adelantó un poco, Camus miraba a su joven amante que furioso se sacudía el polvo de sus ropas.

 

- Ese Milo es un verdadero idiota.- murmuró Hyoga.

 - Tal vez sea un idiota, pero es más inteligente de lo que parece, solo estuvo jugando contigo, no uso ni siquiera el diez por ciento de su poder y mira lo que te ha hecho, te venció con un solo golpe.- Camus no dijo más, era obvio que Milo no quería hacerle daño a Hyoga porque si lo hubiese querido, podría haberlo matarlo en cuestión de segundos.  

Los tres hombres volvieron al templo de Escorpión. Camus le pidió a Hyoga que se adelantara al templo de Acuario y permaneció en el templo de Escorpión con Milo.

 

- Milo quisiera hablar contigo.

 

- Si claro. – dijo Milo mientras secaba su larga melena con una enorme toalla después de bañarse.

 

- Es sobre Hyoga.

 

- No debes preocuparte por él Cammie, Hyoga es un poco impulsivo pero es fuerte, quizá lo único que le haga falta sea madurar. – Camus lo miró fijamente, la sonrisa alegre y confiada de Milo lo había desarmado, no podía decirle lo que había entre él y Hyoga, se dio cuenta de que no tenía el valor de decírselo de frente. No dijo nada más, se limitó a abrazar a Milo y a depositar tiernos besos en el rostro de Milo. – Te amo Cammie.

 - Y yo a ti ojos azules.- mintió, él ya no amaba a Milo, su corazón le pertenecía ahora a Hyoga, pero no se atrevió a romperle el corazón a su querido Milo; después de todo, aún sentía cierto cariño por él.   Aquella noche hicieron el amor como en los viejos tiempos, Camus se esmero en mostrar a Milo un amor y una pasión que no sentía y el Escorpión se entregó como solo él sabía hacerlo. Fue una noche inolvidable para los dos. Camus se prometió a sí mismo que aquello no volvería a suceder. Para Milo no era sino el principio de lo que estaba por venir. Estaba convencido de que él y Camus serían muy felices cuando Camus volviera al santuario.    

Muy de madrugada Camus salió del templo del Escorpión, por la tarde tendría que abandonar de nuevo el santuario y había dejado a Milo durmiendo plácidamente. Al salir del templo se encontró con un enfurecido Hyoga que con los ojos rojos y una expresión de ira  le esperaba en el camino de las doce casa.

 

- Estuviste con él ¿cierto?- le dijo de muy mal humor el muchacho.

 

- Si.- fue lo que dijo Camus. Hyoga se dio la vuelta y echo a correr en dirección del templo de Aries. Camus lo siguió y lo detuvo. – Espera Hyoga, no quiero lastimarte, pero tampoco quiero lastimarlo a él, dame tiempo para hacer las cosas de la forma correcta. – le dijo abrazándolo y atrayéndolo hacia sí para poder besarlo.

 

- - Esta bien, pero no quiero que vuelva a tocarte o se lo diré yo mismo.

 - No te preocupes, Milo se enterará de lo nuestro.- Camus lo besó y Hyoga se entregó al beso de su maestro.   

Por la tarde Milo acudió a despedirse de Camus. No se dio cuenta de la forma en que Hyoga lo miraba. Pero Shaka y Mu sí.

 

- Se ha ido.- murmuró Milo. Pero volverá pronto, y yo estaré esperándolo, él me ama y volverá.- dijo Milo, Mu y Shaka lo miraban sin querer decirle nada porque temían que sus sospechas fueran infundadas y  que en su afán de protegerle terminaran haciéndole más daño.

  

Los tres se fueron hacia el templo de Escorpión.

 

- Esto comienza a ponerse bueno.- dijo Death Mask.

 

- ¿A qué te refieres?- le preguntó Afrodita abrazándolo.

 

- Ya lo verás, lo siento por el pobrecito Milo, aunque será muy pero muy divertido.- dijo Death Mask en tono burlón. Se retiró dejando a un confundido Afrodita.

 

- ¿Qué habrá querido decir?- pensó algo preocupado por su buen amigo Milo.

  

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