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-Cobardes- por Energyy

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Notas del fanfic:

¡Gracias por leer!

En principio no será una historia muy larga, así que los capítulos no serán muy extensos. Alrededor de 600-700 palabras cada uno.

Espero que os guste.

Si te gusta la historia o te ha entretenido, un comentario suele animarme mucho el día.

Saludos.

-Keith-

Ring… Ring…

Ese puto teléfono sigue sonando; el tono de llamada rebota en los pasillos vacíos de la Academia Richardson y llega hasta mis oídos.
No es que me moleste, ni nada por el estilo. Después de todo, estoy aquí por obligación; los profesores me han encargado con la limpieza de las aulas durante la tarde.
¿Qué por qué?
Pues porque he roto dos dientes de Ulrich Johnson. Ojalá hubiera podido romperle más, pero la Profesora April me separó de él antes de que pudiera seguir atizándole. Una vez me pillan, da exactamente igual las explicaciones que intente dar. Siempre acabo llevándome la culpa. No hubiera importado que le dijese que el idiota de Ulrich me había tirado un balón a la cabeza (que es lo que pasó). “¿Otra vez tú, Keith?”; me dirían. Y hubiese acabado fregando las aulas por la tarde igualmente.

Ring… Ring…

¡Maldita sea!
A pesar de que no tengo ninguna intención de seguir limpiando, el sonido del teléfono empieza a molestarme.
Abro la puerta del aula del primer piso donde me encuentro. El sol de la tarde se filtra a través de las ventanas e ilumina el suelo pulido del pasillo.
Me quedo quieto unos instantes, tratando de identificar el origen del ruido.
¡Ajá!
Es el aula del segundo piso, justo encima de mí.
Mientras subo las escaleras, aprieto los puños hasta calentarlos. Sea quien sea el culpable de todo este escándalo, solo basta con que yo aparezca por la puerta de esa clase para que se detenga de inmediato.
Tener un aspecto tan amenazante tiene sus ventajas. Además, incluso si a los demás alumnos de esta academia no les intimidase mi mirada arrugada, mis hombros anchos y mi cuerpo voluminoso; mi fama como el abusón de la escuela bastaría para meter miedo al más valiente. Soy capaz de subir los escalones de dos en dos, moviéndome como una exhalación ascendente.
Ah, por cierto. Yo no me considero un “abusón”. Es un título que me han puesto los demás, no yo.

Finalmente llego a la puerta del aula del segundo piso. Efectivamente, el sonido viene de ahí. Abro la puerta de un codazo.

¿Qué cojones?
En el centro del aula hay un chico de estatura pequeña, cabello castaño y ojos grandes. La ropa ajustada y planchada que lleva delatan su identidad, incluso antes de que se percatase de mi presencia y me mirase con sus ojos expresivos y profundos.
¿Max Thorne? ¿Qué hace este pringado aquí?
Me doy cuenta de que sostiene una escoba en la mano izquierda. Está barriendo el suelo con movimientos tímidos y cortos. Me doy cuenta del por qué; tiene la mano derecha vendada hasta la muñeca.
El sonido del teléfono sigue amortiguando el de mis pasos, y tengo que gritar para que me preste atención.

—¡Eh, tú! —le digo—. ¿Puedes responder la llamada o apagar ese trasto de una vez? Me estás volviendo loco.

Max descendió de las nubes al planeta Tierra y finalmente se dio cuenta de que yo estaba allí. A pesar de mis palabras amenazantes, no parece muy molesto. Eleva su mano izquierda, la que no está vendada, y señala a una mochila que hay encima de la mesa del profesor.

—Disculpa… —responde, con un hilo de voz adormilado y sereno—. No soy capaz de abrir mi mochila para sacar mi teléfono.

Me acerco malhumorado a su mochila. La cremallera se había enganchado a la tela. Suspiro; es normal que no pueda abrirla con una mano vendada.
Consigo abrir el bolsillo atascado y busco el aparato. Me acerco a él, al medio del aula, y le entrego el teléfono.

—Muchas gracias —dice. Me dedica una sonrisa empalagosa, sus ojos me miran y resplandecen con un brillo triste que no consigo identificar. Me entran ganas de partirle esa cara pequeña y blanca.

Y entonces, cuelga el teléfono y lo apaga.

—¿¡En serio!? —exclamo—. ¿No vas a responder después de que he venido aquí arriba a traértelo? ¿Es que no sabes quién soy?
—Sí lo sé —dice, inalterado—. Eres Keith Wright. Vas a un curso inferior al mío, a pesar de ser mayor que yo.

En otra situación, hubiese tenido que aguantar las ganas de romperle la otra mano, pero algo en la forma en la que dice mi nombre me deja perplejo y extraño a la vez. ¿Este pringado sabe quién soy y acaba de decirme eso en mi cara?
Siento repentina curiosidad. Le miro de arriba abajo, escaneándole como un robot. Soy un palmo más alto que él. Su cuerpo es menudo y esbelto, y su pelo está despeinado.
Doy un paso adelante y me acerco a él para hablarle. Necesito saber más; aún sigo estupefacto. No sabría decir si su problema es la insensatez o la indiferencia.

—¿Y qué haces tú aquí? —digo—. ¿Acaso has venido a realizar las tareas de limpieza para subir nota o algo así? Creía que sacabas matrícula en todas las asignaturas.
—Es un castigo —responde.
—¿Q… qué?

Antes de que pueda responderme, el teléfono comienza a sonar otra vez en su mano izquierda. En esta ocasión, me permito leer el nombre de la persona que llama. “Albert”. No sé quién es el tal Albert, no hay nadie en la Academia que yo conozca con ese nombre. Me pregunto si tendrá algo que ver con lo que le pasó a su mano.
Él mira el teléfono con desdén y vuelve a colgarlo. Esta vez se asegura de apagarlo.

—Gracias de nuevo por traerme el móvil —dice—. Disculpa si te ha molestado.

Y entonces empezó a barrer de nuevo el suelo dificultosamente. Lo observé durante un par de segundos. Si sigue a ese ritmo, tardará nueve días en limpiar toda el aula.
Me dirijo a la puerta. Yo ya he terminado mi tarea, así que no necesito quedarme aquí.

Antes de tocar el pomo, me giro una última vez.
Ahí sigue, agitando un milímetro de escoba en cada movimiento.
Lanzo un gruñido molesto y me dirijo de nuevo a él.

—Grrrr… No puedo creer que vaya a hacer esto —le digo—. Trae aquí la escoba. Deja que yo termine de limpiar, o vas a estar aquí hasta el año que viene. Maldita sea…

Y entonces le arrebato la escoba y comienzo a barrer, sin parar de refunfuñar para mis adentros.
Cuando le miro, él está atónito. Sus ojos gigantes se han abierto como platos y su cara se ha puesto roja.
Ahora siento el primero de los impulsos que en el futuro continuarían de formas que nunca me llegaría a imaginar.
Ahí empezó todo.

Notas finales:

¡Gracias por leer! Ten un buen día <3


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