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Querido amigo por Cris fanfics

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La sala estaba completamente a oscuras salvo por la melodramática luz proveniente de los focos que iluminaban a padre, a los capitanes y a mí.

Tras entrar en la sala, vestido con el que sería el uniforme de mi equipo, hinqué la rodilla y bajé la cabeza. Este último gesto no era necesario realmente, pero para escuchar lo que tuvieran que decirme no necesitaba mirarles a la cara y tampoco quería hacerlo.

— Enhorabuena por alzarte con el título de capitán.

— Gracias, padre.

— Pero tienes que ser consciente de que el único motivo por el que lo eres es por haber demostrado tener la capacidad de usar tu poder oculto… así que más te vale aprender a dominarlo cuanto antes si no quieres que alguno de tus compañeros se te adelante.

No respondí, después de todo, no esperaban que lo hiciera.

— A partir de ahora no responderás más a tu antiguo nombre.

Alcé la cabeza para dejarla caer de nuevo. Después de lo ocurrido aquellos últimos meses algo como eso no conseguía afectarme en lo más mínimo.

— Te llamarás Janus: como el dios romano de las puertas, los comienzos y los portales —dijo recitando aquello último de forma innecesariamente solemne—. Creo que es un nombre adecuado para ti.

¿Lo era porque yo, de entre todos los capitanes, era al que más le había impactado todo lo ocurrido? ¿Por que para mí, más que para cualquiera, había supuesto un auténtico bautizo de fuego a nivel psicológico la prueba antes de obtener el título de capitán? ¿Él sabía de mi inseguridad y mi falta de autoestima y aún así dejó que el equipo de Dave me humillara?

Qué cruel.

— Acércate. —Obedecí sus órdenes como si fuese un autómata—. Aquí tienes el anhelado premio que te mereces por todos tus esfuerzos.

Sacó el collar del bolsillo de su kimono y me lo tendió para que lo cogiera.

Dudé sobre qué hacer, pero me dí cuenta de que la atención del resto de los chicos estaba sobre mí y que no debía hacerles perder más tiempo del necesario.

Recogí la piedra y me até el cordón alrededor del cuello.

El momento en el que el fragmento de meteorito tocó mi piel sentí cómo el corazón me empezaba a latir más deprisa. Nunca me había pasado aquello con tanta fuerza, por un momento pensé que estaba sufriendo una taquicardia, pero a los pocos segundos volvió a latir con la frecuencia de siempre.

Una súbita debilidad me dominó, haciéndome caer al suelo de rodillas.

Algo estaba ocurriendo dentro de mí. No sabía qué era lo que estaba cambiando, pero me notaba distinto de alguna manera. Me miré los brazos detenidamente, notando un hormigueo en ellos que no era para nada desagradable, todo lo contrario, era como si una nueva fuerza estuviera viajando por ellos… y por el resto de mi cuerpo.

— ¿Janus?

Levanté la cabeza para encontrarme con los ojos verdes de Xavier mirándome fijamente, con preocupación.

Tragué saliva en un intento de responder, pero seguía abrumado por la avalancha de emociones que me habían recorrido momentos antes.

— Es normal, le pasó lo mismo a Dvalin, deja que se acostumbre.

Claude no mentía. Por segundos no solo me iba recuperando, me estaba pasando algo mucho mejor: sentía cómo aquel poder se afianzaba en mi cuerpo.

Me levanté y extendí mi mano derecha delante de mí, abriendo y cerrando las manos para que se fueran los últimos retazos del hormigueo.

— Se siente bien ¿verdad? —preguntó el chico de pelo blanco, sentado en su sitio en una postura arrogante.

Sonreí con seguridad. Con aquel poder en mis manos nadie volvería a subestimarme.

— Ahora podremos empezar con el plan. —Tras decir esto, padre se levantó de su asiento y se acercó a mí—. Tus compañeros de equipo y tú sois ahora la punta de lanza de la Academia Alius. Espero grandes cosas de vosotros, a pesar de vuestra fuerza es muy probable que vosotros seáis nuestra cara pública a lo largo de todo este proyecto.

— No le defraudaremos, padre. Se lo prometo.

Entonces me dio la espalda.

— Xene, capitán del Gaia; Torch, capitán del Prominence; Gazelle, capitán del Diamond; Dvalin, capitán el Épsilon; y, por último, Janus, capitán del Tormenta de Géminis —enumeró mirándonos a cada uno de nosotros según iba diciendo nuestros nuevos nombres—. Vosotros seréis los que concederéis a Japón el derecho a erguirse como la mayor potencia mundial. Aquellos que daréis pie al proyecto G. Sentíos orgullosos.

**********

Cuando aquel “rito de iniciación” terminó, fui a la sala de entrenamiento que le pertenecía exclusivamente a mi equipo.

Mis compañeros recibirían aquel mismo día sus respectivas piedras, y yo tenía que ir a reunirme con ellos para ese momento, era lo mínimo que podía hacer como su capitán.

Para ello, debía recorrer el gran pasillo con techo abovedado de cristal que hacía de columna vertebral para el gran edificio que era la base de la Alius.

La luz del atardecer se filtraba en las instalaciones dándole algo de calor al eterno pasillo grisáceo y haciéndome más ameno el camino, ya que con aquella sensación de bienestar conseguí acostumbrarme rápidamente a la monotonía de ver todo el rato lo mismo.

Tras llegar a la última bifurcación, pude ver a Xavier de pie a escasos metros de la puerta.

Nuestras miradas se encontraron de nuevo… con la diferencia de que en aquellos momentos estábamos solos los dos.

Los sentimientos que había encerrado en lo más profundo de mi corazón se rebosaron.

Deseé lanzarme sobre él, abrazarle con fuerza entre mis brazos y decirle lo mucho que le había echado de menos, celebrando así nuestro reencuentro y olvidándome de todas las cosas raras que habían pasado desde el festival como si hubieran sido un mal sueño.

Pero el recuerdo de aquellos días de tristeza en los que había llorado preguntándome el qué había hecho mal para que la persona más importante para mí decidiera darme la espalda sin razón aparente y los de todo lo ocurrido para conseguir mi capitanía seguían ahí y, por mucho que me hubiese gustado, no eran una pesadilla.

Ya me habían herido lo suficiente. Tenía que ser fuerte y no permitir que nada ni nadie me hiciera daño de ninguna manera… ni siquiera él.

Así que controlé mis sentimientos románticos y dejé que mi lado herido tomara las riendas en aquella ocasión.

— ¿Qué quieres? —pregunté con el tono más borde del que fui capaz.

— Tengo que hablar contigo. Es importante.

— Lo siento, pero mis compañeros me esperan.

— Es algo urgente.

— No por mucho madrugar amanece más temprano, Xene, hablaremos después.

A pesar de que parecía que iba a insistir, oírme llamarle por su nuevo nombre pareció afectarle.

Sonreí con altanería.

— Si no te importa, me molestas, apártate de mi camino —le empujé a un lado e intenté continuar, haciendo caso omiso de su presencia.

Él me cogió con suavidad pero con firmeza del brazo.

— Espera, Janus.

Me giré dispuesto a decirle algo hiriente para que me dejara en paz, pero no pude hacerlo. Sus ojos brillaban de aquella forma tranquila y decidida que a mí tanto me gustaba. Y, aunque me costase reconocerlo en aquellas circunstancias, cuando me dirigía esa mirada no podía negarle nada.

De repente, él acercó su cara a la mía.

En ese momento mi corazón empezó a latir con más fuerza y, por si fuera poco, mi traviesa mente adolescente se permitió la libertad de imaginarse desde escenarios en los que Xavier me proponía pasar a ser parte de su equipo hasta otros en los que acabábamos besándonos apasionadamente.

Pero en vez de besarme, como tanto estaba deseando yo, sus labios acabaron en mi oído, susurrándome:

— Quítate la piedra Alius.

En cuanto procesé aquellas palabras me puse en guardia y, de un empujón, le alejé de mí.

— ¿Qué demonios estás intentando? ¡No sé qué es lo que pretendes con esto, pero ni de broma voy a hacer eso!

Él me miró con cara de circunstancias y, entonces, se colocó de espaldas a la cámara de seguridad que nos había estado enfocando todo aquel tiempo.

— Es por tu bien. Cuando no haya nadie a tu alrededor no tengas puesto el collar —dijo aún con voz baja.

— ¿Es esto otra forma de meteros conmigo? ¿No tuvisteis suficiente con restregarme mi debilidad y mi incompetencia a la cara que ahora además vais a estar riéndoos a mi costa? Esperaba más de ti.

Él bajó la cabeza y no me contestó, consiguiendo que me enfadara aún más.

— Me marcho.

— Lo siento... Jordan.

Me detuve y, tras unos segundos de duda, me decidí a continuar hablando. Pero él también me había dado la espalda y se marchaba del lugar.

Respiré profundamente y me calmé.

Aquello era lo mejor.


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