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Baile por endora

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son propiedad de sus respectivos dueños Neil Gaiman y Terry Pratchett, hago este fanfics sin fines de lucro.

Baile






Los músicos estaban en su en su lugar, los invitados habían pasado ya al gran salón y de punta a punta se escuchaban los susurros emocionados de señoritas impacientes porque el primer baile diera inicio, acariciaban sus carnets de baile con sus finos dedos enguantados para intentar disipar sus nervios.


Los azules ojos se deleitaban con la visión del blanco y pulcro salón, con las cortinas de fina tela y el delicado aroma de la comida, llegaban a él también acordes florales y una que otra colonia, al ser este un baile tan importante en la capital la gente procuraba oler lo mejor posible.


La música comenzó con el sonido delicado del piano que inundó poco a poco el salón y lleno los oídos de los asistentes. Los hombres poco a poco comenzaron a cruzar la habitación en busca de la señorita a quién habían invitado a bailar o de alguna que tuviese libre la pieza. Él se balanceaba de atrás hacia adelante en su lugar observando con atención la actuación de los humanos alrededor.


“Aziraphale”


Su corazón dio un vuelco al escuchar esa voz tan conocida para él, sintió una sacudida en todo su cuerpo el cual se estremeció cuál hoja al viento.


“Crowley…” su voz había salido melosa y cargada de añoranza.


“¿Qué haces por aquí?” le interrogó poniéndose a su lado, Aziraphale observó su traje pulcramente almidonado, la corbata al cuello, el saco negro y los pantalones ajustados, sus guantes descansaban en una de sus manos y aunque no quiso observar demasiado, para no denotar su admiración, se pudo imaginar las pulcras botas de piel cubriendo sus pies.


“Oh, vine a observar el baile. Adoro los bailes de Londres y este es el más esperado del año; el baile de debutantes. Comienza la época de compromisos” dijo entusiasmado, hinchándosele un poco el pecho al hablar.


“Oh, cierto cierto” acomodó sus manos tras de sí y le miró de soslayo. No que no lo hubiese visto ya al entrar en el salón. Había notado su presencia solo con poner un pie en la propiedad, su olor dulzón característico le había picado la nariz con deleite hace ya unos minutos atrás.


“¿Y tú, Crowley?” ah, podía pasarse la eternidad escuchando como su nombre salía pronunciado cantarinamente por esas angelicales cuerdas bucales.


“Una pequeña tentación. Los tiempos de la regencia han estado, sin duda, demasiado tranquilos, les falta algo… les faltó yo” le dedico una sonrisa coqueta, que el ángel correspondió con una sonrisa tímida mostrando sus perlados dientes.


“Claro… pero, espero disuadirte de que no sea tan malo. O catastrófico, esta época del año me es muy divertida… ¿Qué tal si te diviertes conmigo?” le observó un poco más, esa sonrisa boba suya era su perdición personal.


“¿Qué tienes en mente?” le dijo acercándose un poco más.


“Oh, hay bailes todas las noches, comida, bebida…”


“Mmm, si, tal vez… podría dejarme tentar por tu compañía en está época” le sonrió, le gustaban los bailes y la bebida, sin duda, pero más le atraía pasar el tiempo en Londres en compañía de Aziraphale.


Aziraphale sonrió abiertamente comenzando a balancearse de nuevo con la música.


Crowley le observó con descaro, su traje en el que predominaba el color hueso, con una que otra prenda en beige, marfil y los finos detalles en oro, ese abultamiento en su abdomen, que le parecía adorable, todo en Aziraphale le parecía adorable. En cualquier época o lugar, el ángel le parecía que era demasiado adorable para ese mundo, su cabello esponjoso como las nubes en el cielo, esos labios finamente delineados y sonrosados, pero sobretodo, esos ojos azules tan expresivos, tan llenos de amor. Amor por todo lo que veía.


“¿Bailas?” la palabra había salido casi sin intención.


“Oh, no podemos” dijo lleno de tristeza, quizá “En está época, quiero decir, está prohibido a los hombres bailar entre sí”


“Podemos alterar sus recuerdos” Aziraphale le miró desaprobatoriamente, no era muy afín a alterar los recuerdos humanos, jugar con su mente le traía una punzada en su conciencia “Solo decía. O a caso” bajo el tono de su voz a un arrastrado susurro “¿Tienes alguna jovencita en mente para bailar?”


“Oh no, claro que no ¿Cómo dices eso?” se removió incómodo acomodando su almidonado y repentinamente asfixiante cuello.


“Solo decía” trato de que las palabras sonarán inocentes, o lo más inocente posible viniendo de él.


“¿Tu si?” preguntó tropezando con sus palabras.


“No, claro que no” Aziraphale sonrió de nuevo, con nerviosismo ahora, se había girado para observarle mejor al dar su respuesta “Vamos entonces por algo de vino” le sonrió tras sus gafas de montura negra y redonda.


“Oh, después de ti” le cedió el paso hasta la mesa colocada en una esquina apartada del salón, donde descansaban copas y botellas y uno que otro aperitivo. Aún faltaba un poco para que comenzarán a servir la cena.


Tomaron vino y Aziraphale algunos canapés, seguía moviéndose de vez en vez a ritmo de la música, si no calculaba mal, y él jamás lo hacía, faltaba poco para que dieran el llamado al comedor.


Crowley por su parte no dejaba de observarle balanceando su pachoncito cuerpo al compás de la música. Se vio envuelto en la tentación de invitarle de nuevo a bailar.


“Vamos al jardín” le susurró haciendo que la piel del ángel se erizara, Aziraphale le asintió y Crowley tomo una botella y dos copas “No las necesitaran aquí”


Por un milagro nadie les vio salir del salón, tampoco tropezaron con algún asistente al baile o sirviente de la casa, ni siquiera con los efusivos anfitriones del lugar, dispuestos a charlar con cuánto invitado cayera en sus garras.


Caminaron sintiendo la fría brisa rozarles la cara, habían salido sin sus abrigos, no era como si tuviesen frío o fuesen a enfermar por este hecho, llegaron a un pequeño claro en un costado del jardín, lo suficientemente lejos como para que nadie estuviese ahí, pero aún así, relativamente cerca del kiosco del jardín donde las parejas más osadas se citaban para conocerse mejor.


Aziraphale se quedó nervioso al borde del claro, no había sillas para sentarse y ciertamente no quería manchar su fino traje. Pero Crowley no tenía en mente pasar el rato sentados, le había tentado bailar con Aziraphale y eso era lo haría, o por lo menos lo intentaría.


Dio un chasquido y el claro se iluminó tenuemente, algunas luciérnagas volaban alrededor adornando con sus luces el lugar, otro chasquido atravesó la noche y la delicada musica del salón resonó en el lugar, Aziraphale volteo a verlo entre desconcertado y maravillado.


“Vamos ángel, bailemos” Crowley sabía lo que el apodo cariñoso ocasionaba en su amigo, podía convencerlo de casi cualquier cosa con solo decirlo en esa forma.


Aziraphale, bajo la mirada y sonrió para si mismo, después posó los ojos en el demonio frente a él y asintió varias veces a modo de respuesta. Trato de verse como si su decisión fuese a falta de opciones, pero dentro de él había deseado bailar aunque sea una sola pieza con Crowley desde que esté lo sugiriese en el salón.


Crowley le tendió la mano y Aziraphale posó su diestra sobre la palma que se le ofrecía, el demonio tiró suavemente de está haciendo que el ángel terminará pegado tentativamente a su cuerpo, a él llegó el aroma dulce de Aziraphale más fuerte aún que en el poco ventilado salón de baile.


Comenzaron a girar al ritmo de la música, el piano destacaba en sus acordes y les hacía girar a su ritmo por el claro, el olor de la hierba bajo sus pies se mezclo con su olor personal y las luciérnagas volaron envolviendoles entre sus parpadeantes luces.


Sus pies danzaban como viejos compañeros, sin pisarse y yendo al mismo ritmo, como si hubiesen extrañado el andar del otro. La mano izquierda de Crowley se instaló en la cintura de Aziraphale y en su agarre lo acercó más a él, sintiendo como los suaves rizos le acariciaban el rostro.


Aziraphale sentía su corazón galopar, tan fuerte que pensó que Crowley lograría escucharlo a través de su pecho. Levantó la mirada y vio tras las oscuras gafas los ambarinos ojos de Crowley fijos en los suyos, sin pestañear. La mano que sostenía en el hombro del demonio tembló ligeramente.


Crowley se perdió en el azul traslúcido de los zafiros de Aziraphale, le gustaba pensar que esa brillante y emocionada mirada era por él, para él. Su límpido  paraíso personal, sabía que para él no había paraíso nunca más, pero, no podía evitar comparar la mirada de su ángel con el prometido lugar. Así debería de ser el paraíso después de todo ¿No? Lleno de amor y tranquilidad, limpio y puro, como esos ojos que le miraban desbordantes.


No sabía con exactitud cuando había caído rendido ante ellos, quizá en el mismo instante en el que los vio, cuando realmente los vio. Pero estaba seguro de que era preso de ellos y de todo lo que expresaban hacia él.


La música que les envolvía terminó y ellos se separaron lentamente. Aziraphale bajo la mirada para ocultar su abatimiento por el hecho de ya no tener excusa para seguir cerca de Crowley y este paso distraídamente la yema de sus dedos por las puntas rizadas de los blanquecinos cabellos.


Un nuevo chasquido resonó en el jardín y tanto la luz como la música que les envolvían se apagaron, las luciérnagas se dispersaron y los sonidos del jardín les dieron la bienvenida.


“Creo que ya van a servir la comida” Aziraphale levantó la mirada y recompuso lo más que pudo su voz, extrañamente a pesar del vino ingerido, su garganta se sentía seca y algo aspera, carraspeo para  aliviar un poco la sensación.


“Vamos entonces, ángel” Aziraphale le dio una tierna mirada después de eso y caminó hacia la casa.


Crowley le alcanzó y caminaron juntos entre las flores y estatuas del lugar.


“Espero que la próxima vez me aceptes sin dudar el baile” le dijo Crowley rompiendo el silencio que se había instalado entre ambos “¿O a caso harás que vaya envuelto en muselinas lo que queda de la temporada en Londres?”


Aziraphale sonrió complacido e ilusionado, Crowley se quedaría el resto de la temporada con él. Le gustaba pensar que también lo hacía por él.

 






 

 

Fin.

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