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Durante el periodo de descanso, observó que No.9 se encontraba charlando junto a No.22, mientras No.21 discutía una posible estrategia con No. 4, siendo constantemente interrumpidos por No.3.
Él por su parte, se mantuvo un poco alejado, con su atención flotando libremente, pensando en aquel escaneo diagnostico que recibió en la tarde por parte del instructor. La sensación había sido agradable, como un cosquilleo que le recorría todo el tiempo y que le encantaría repetir. Como bien dijo, en privado.
Lo había dicho de tal manera que nadie supiera si era o no una broma. Ni el mismo estaba seguro de si lo fue o no. Es decir, el instructor Black se negó a concederle otra sesión, no obstante, no estaba especialmente molesto, pero tampoco especialmente contento.
Suspiró con desdén.
Observó el firmamento y aunque estaba seguro de que, simplones como No.9 y No.22 hablarían sobre su belleza o que idiotas como No.3 se pondrían gritar como tontos y hacer estupideces, él por su parte, solo podía imaginarse destruyendo a las maquinas que custodiaban aquella extensión brillante. Su mente se desvió un poco más, atacando a sus aliados y con ello, orquestando en su cabeza el majestuoso sonido de sus gritos, sorpresa y suplicas.
Su mente se adentró más en sus deseos e imaginó a No. 22, sin piernas ni manos, llorando mientras, frente a él, cortaba los dedos de No.21, pudo verse en una fuerte lucha contra No.4 y cercenándole finalmente las manos, se imaginó lacerando la piel de No.9 mientras hundía su nariz en su cabello, tenía un aroma que realmente le gustaba y por último, los gritos autoritarios de Black, ordenándole detenerse, mientras él se acercaba cual depredador.
Su dulce instructor, siempre trataría de detenerlo y él como estaba, se dejó hacer, darle una pequeña ventaja. Después de todo, estaba consciente de que Black no era un modelo superior al suyo. Lo había observado demasiado. Cuando su instructor lo sujetó contra el suelo, dejándole las manos apresadas por encima de su cabeza, él…
Por un momento sintió otro cosquilleo.
Sonrió antes de notarlo.
— ¿Por qué sonríes?
La curiosa y autoritaria voz del instructor Black le hizo regresar a esa aburrida realidad conocida como "ahora". Rompiendo aquella fantasía en la que se encontraba inmerso.
— ¿Señor? — lo había escuchado sin prestarle atención.
— Que ¿por qué sonríes?
La mirada de Black era analítica y hasta cierto punto, con un deje extraño de culpa y… ¿lástima?, ¿Por qué?
— ¿Estaba sonriendo? — se encogió de hombros — ¿Hay algo extraño con eso? Sería más raro que No.4 sonriera.
— Era una sonrisa extraña — admitió Black, pidiéndole así una explicación.
Colocó su índice sobre sus labios y sin dejar de sonreír dijo:
— S-E-C-R-E-T-O. Por otro lado, señor, su mirada lo es aún más.
— ¿Mi mirada?
— ¿Decidió concederme aquella sesión de escaneo privada, señor? — presionó con una sonrisa ladina, desviando la conversación.
— Denegado —dijo sentándose a su lado.
No.6 se sorprendió un poco, más bien, esperaba que Black se alejara. No podía terminar de entenderlo. Siempre actuaba así.
— Se sintió gracioso. Como un cosquilleo — continuó presionando.
Con movimientos lentos, tomó la mano de Black, una mano considerablemente más grande que la suya, la guió hasta su vientre y le hizo pasearse un poco alrededor.
— En especial aquí, aquí y aquí, también en la planta de los pies — explicó sin dejar de hacer contacto visual.
Comenzó a sentir la resistencia en la mano de Black a continuar con el contacto. Hasta que finalmente retiró su mano.
Nuevamente algo de decepción lo embargó. No quería que la diversión se terminara tan pronto.
— ¿A usted le hicieron el análisis de virus para probar el sistema, señor?
— …— un largo silencio de parte del instructor le hizo pensar en lo mucho que le gustaba ese lado serio y rudo del instructor. Le daban ganas de querer romperlo en pedazos. Se inclinó un poco hacia el instructor, para quedar más cerca.
— ¿O lo probó primero con usted mismo? — volvió a presionar con una voz más mimosa y baja.
Black solo negó con la cabeza y se levantó. No.6 alcanzó a ver una tenue sonrisa dibujarse en su rostro y luego, lo vio alejarse. Sin duda, el instructor era realmente interesante.