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MARIPOSA NEGRA por Kitana

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Notas del fanfic:

Todos los personajes de Saint Seiya le pertenecen a su creador, Masami Kurumada, yo solo los utilizo para un rato de diversión y echar a volar la imaginación.

Notas del capitulo: Este fic es solo undesvario mio que surgió a raíz de una creencia muy arraigada en mi país acerca de que las mariposas negras son las almas de las personas muertas, espero que les guste.
 

Media noche o medio día; aquí el tiempo parece no transcurrir,  todas y cada una de las horas que aquí paso son simple y sencillamente idénticas a la anterior. La rutina solo se rompe, o más bien marca su ritmo cuando las enfermeras y los médicos vienen a verificar que sigo con vida o que los aparatos funcionan bien, o para darme tal o cual medicamento, son tantos que me  es difícil recordarlos, tantos que me producen nauseas y cada poro de mi piel exhala olor a medicamento.  Estoy solo, colocada hora, como cada día. Sumido en mi propia decadencia sin poder salir de ella. Impotente y vacío, así es como me siento. A veces pienso que sería mejor morir y parar esta tortura. A veces pienso que el día de mañana no llegará y eso me da miedo. Solo tengo veinte años y me estoy muriendo, atado a esta cama desde hace más de seis meses, quizá más; esperando por un corazón que tal vez no llegue. Esperando, simplemente esperando, aunque a estas alturas creo que solo espero a la muerte.

 

Tal vez no sea tan malo morir, me abandonaría esta desazón, esta inquietud que invade mis días y mis noches, la opresión, la duda de si este será el último día de mi vida; de si despertaré de mi sueño.

 

Miro hacia fuera, primavera de nuevo y yo estoy aquí, apenas iluminado por la mortecina luz de una lámpara. Luz artificial. La rosa de Suecia se ha marchitado. No queda mucho de lo que fui, sigo siendo yo pero atrapado en un cuerpo débil y marchito. Mi voluntad no es suficiente para hacer que este cuerpo se mueva con la gracia y agilidad que hace no más de un año aún poseía. Mi voluntad nunca ha servido de nada... para mí todo fue siempre fácil, todo hasta que ese médico dijo que tenía unos meses de vida si no me transplantaban un corazón. Un corazón... un pequeño músculo, un insignificante trozo de mi persona pero que paradójicamente es tan importante como para impedir que viva como solía hacerlo. La vida nunca ha sido ni será justa.

 

Yo que creí tener tantos amigos, tantas personas decían amarme... pero ninguno de ellos esta hoy aquí conmigo. He sido abandonado por todos, todos los que dijeron amarme no han soportado ni un mes a mi lado en estas condiciones. He sido abandonado a mi suerte y a nadie parece importarle. La rosa de Suecia esta marchita. La rosa de Suecia... así era como me llamaban mis "amigos", si, esos  que no han vuelto a pararse por  aquí desde hace meses. No lo puedo evitar. El rencor y la ira me corroen por dentro con mayor intensidad incluso que el miedo a morir.

 

Muy tarde me he dado cuenta de que no tengo a nada ni a nadie a mi lado. Estoy solo, solo cuando más necesito de alguien que me conforte, de alguien que crea sinceramente que no merezco morir a los veinte años.

 

Pero ese alguien no existe. Así es que cuando muera estaré solo. Tan solo como lo estoy ahora. Tan solo como lo he estado los últimos seis meses. Mi cuerpo y mi mente siguen ritmos totalmente opuestos. Por una parte, mi cuerpo moribundo languidece, su ritmo es tan lento como el de las manecillas de un reloj al que se le esta terminando la cuerda. Mientras que mi mente se mueve a una velocidad descomunal, nunca había sentido tantos pensamientos recorriéndome, nunca había tenido tantas cosas tan claras a un mismo tiempo y eso es impactante. No he podido levantarme de esta cama desde hace tres meses, ni siquiera puedo salir a ese trozo de tierra cubierta de pasto que aquí llaman pomposamente jardín, un jardín... eso es lo que yo tenía en casa, ese sí era un verdadero jardín, aunque debe estar tan muerto como lo estaré yo en poco tiempo.

 

Miro por la enorme ventana hacia el pasillo.  Veo como una mariposa negra revolotea frente a la puerta; signo inequívoco de que alguien ya ha dejado este mundo. Es extraño. Pero cierto. Cada vez que miro una de esas mariposas revolotear él se presenta. Es curioso. Muy curioso. Las mariposas negras siempre le preceden,  es como sí lo anunciaran, o le sirviesen de emisarios.

 

Las mariposas negras... cada vez que alguien muere puedo verlas. Siempre ha sido así. Las vi aquella noche en que mi madre murió intentando traer al mundo a mi hermana que jamás llegó a ver la luz de este mundo. Las vi aquella mañana al salir de casa para ir a la escuela. Entonces supe que jamás vería de nuevo a mi padre. Cada vez que alguien muere esas mariposas aparecen. Quizás cuando yo muera alguien las vez por mí.

 

La primera vez que las vi nadie me creyó. No volví a mencionarlas siquiera, pero seguí viéndolas. Aunque jamás se lo dije a nadie. No era normal que un niño tan bonito como yo dijera esas cosas, me dijo mi abuela.

 

Estando aquí las malditas mariposas son cosa de todos los días. En mi primer día aquí vi más de esas malditas cosas que en todos mis diecinueve años de vida. Hace solo una semana cumplí veinte años y nadie se acordó siquiera de llamarme por teléfono. Es horrible.

 

Me quedo con la mirada perdida en el techo. Sé que no tardará en cruzar ese pasillo, que no tardará en recorrerlo con el mismo paso lento y calmado de siempre. Le he visto desde el primer día. Siempre me he preguntado si viene de visita o es solo que le encanta el ambiente y el olor a muerte que se percibe en este lugar.  Hay gente así, he oído casos, he visto casos. Como el demente de la semana pasada. Solo era un loco, pero aún así me aterrorizó de un modo que me hizo perder el piso. Comencé a gritar como loco cuando se acercó a la cama, si hubiera estado en mejor condición le habría dado una paliza de antología por atreverse a tocarme como lo hizo o al menos habría  corrido como alma que lleva el diablo... pero todo lo que pude hacer fue gritar... y eso fue tan humillante.

 

Me siento furioso, furioso conmigo y con la vida por esto que me esta pasando, ¡me faltan tantas cosas por vivir! No quiero morir, me niego a morir, pero sé que eso es lo que esta pasando, día a día me muero un poco más.

 

La rosa de Suecia se marchita y se deshoja lenta e inexorablemente...

 

Esperé tanto tiempo para recorrer Europa, esperé tanto tiempo para conocer el lugar donde nací. ¿Y todo para qué? Me estoy muriendo y nadie puede evitarlo. Jamás conoceré Europa, jamás subiré a la torre Eiffel y veré París en todo su esplendor, jamás conoceré Roma y su Coliseo, jamás veré el Partenón, jamás le entregaré mi amor y mi cuerpo a nadie porque no tengo tiempo, lo único que puedo hacer es quedarme en esta cama y esperar a que la muerte llegue.

 

Es patético. Lo sé, y desesperante. Muy desesperante. Comienzo a pensar que ese corazón nunca llegará. Solo tengo veinte años y me estoy muriendo. Muriéndome mientras la primavera llega... poéticamente irónico.

 

- ¿Quién diría que la rosa de Suecia moriría virgen? - digo con una sonrisa en mis labios pálidos. - No me gustaría morir virgen. - digo para mi mismo, tal vez si esté arrepentido de no haber querido llegar más allá de algunos roces con nadie...

- Eso se puede arreglar. - dice una voz profunda y muy masculina. Giro el rostro hacia la puerta notablemente sorprendido. Es él. Él en persona. Contemplo su rostro, su piel de un blanco tan parecido al de mi propia piel, esos penetrantes ojos negros que parecen no tener fondo. Es hermoso, me apena ese pensamiento y siento que mi rostro se llena de un súbito sonrojo. Lo veo acercarse a la cama, se pasa una mono sobre su rebelde cabellera negra y me mira.

- ¿Qué o quien eres? - le digo al sentir el repentino escalofrío que su cercanía me provoca. Él solo sonríe, sí, es el mismo al que las mariposas negras preceden, solo que es más hermoso a esta cortisíma distancia.

- ¿Qué? No soy un qué sino un quién. - sentándose a un lado de la cama. Me estremezco al notar que me mira. - Eres muy hermoso, ¿lo sabías? - no puedo evitar una sonrisa.

- Mientes, pero me gustan tus mentiras. - le digo. - Yo no soy hermoso, estoy muriéndome, ¿sabes?

- Y por eso es que estoy aquí.

- Entiendo. Eres de esos que se dedican a confortar a los moribundos leyéndoles pasajes de la Biblia donde te prometen un maravilloso paraíso donde todos son felices y nadie sufre.  Te ahorraré tiempo. No creo en eso. No imaginé que fueras uno de esos, esa es la verdad, no tienes pinta de misionero. Aunque eso explica porque te veo siempre. Y a decir verdad te habías tardado en visitarme.

- ¿A que te refieres con que me ves siempre? - dice él un poco sorprendido.

- Oh vamos, no creerás que con esa ventana enorme que tengo algo de lo que pasa en el pasillo iba a pasárseme por alto con lo aburrido que estoy aquí. Pero si te sirve de consuelo, dejaré que me cuentes uno de tus cuentos sobre la eterna misericordia de dios y así podrás irte tranquilo sabiendo que has ayudado a un semejante. - él no deja de mirarme, supongo que le sorprendió que lo haya visto antes, algunas personas creen que el estar enfermo te paraliza el resto de los sentidos.

- ¿Desde cuando puedes verme?

- Pues desde que llegué a este lugar, ¿por qué la pregunta?

- No me has entendido, ¿desde cuando puedes verme? ¿alguna vez has visto mariposas negras?

- ¿Tú que sabes de eso? - ahora el sorprendido soy yo.

- Esa expresión solo significa que las has visto... ya sabía yo que eras especial. Siempre lo fuiste...- dice con una misteriosa sonrisa. Se acerca aún más a mí.

- ¿Quién eres?

- Pues tengo muchos nombres, ¿sabes? Algunos me llaman Parca, Moiras, Nortas, otros muerte, la sin rostro, la dama blanca... cosas así, pero creo que a nadie se le ocurrió pensar que soy un ser masculino, un hombre como tú. - dice y sus fríos dedos recorren mi mejilla en una especie de caricia. - Pero tú puedes llamarme Shura.

- Shura... dime la verdad, ¿quién eres?

- Ya te lo dije. Soy la muerte. El encargado de llevar las almas al otro lado.

- Así que me voy a morir.

- Todo lo que vive tiene que morir. - dice con seriedad. - Pero no te  preocupes, antes de irnos me gustaría charlar contigo. Al fin te llevaré conmigo, eres tan hermoso como lo era tu madre. Te has convertido en un joven muy hermoso Afrodita.

- ¿Cómo sabes mi nombre?

- Estás en la lista. - dice enseñándome una minúscula libreta. - La rosa de Suecia... ese nombre te sienta a las mil maravillas.

- Estás dándome miedo.

- No tienes porqué tener miedo. La muerte es un acontecimiento natural en la vida de todos los seres humanos.

- Si, es algo natural cuando tienes noventa años y te has hartado de vivir la vida, no cuando tienes solo veinte y sigues siendo virgen.- él solo se ríe. Su  risa es melodiosa, hermosa, como él...

- Todos tienen una hora para morir, la tuya se está acercando. Te escuché decir que no quieres morir virgen.

- Solo es un deseo, no creo que llegue a pasar, en especial porque estás aquí.

- ¿Tan rápido has aceptado que vas a morir y que yo soy la muerte?

- ¿Me queda otra opción? En este momento aceptaría prácticamente cualquier cosa con tal de tener compañía.

- La rosa de Suecia también tiene espinas. - dice con una sonrisa de medio lado. - Eres hermoso e inteligente, una combinación un tanto peligrosa.

- Da igual cuando vas a morir, y yo estoy muriendo. No creí que moriría tan joven.

- Nadie vive para siempre.

- Yo no esperaba vivir para siempre, me habría conformado con un par de años más.

- La rosa de Suecia también tiene sentido del humor, me agradas, pero trabajo es trabajo, y yo no puedo hacer excepciones, así que dime, ¿cuál sería tu último deseo?

- Fácil. No morir.

- Ja¡ - su risa me parece sensual, si solo fuera lo que era entonces me sentiría lo suficientemente bien  como para intentar algo. Él me gusta. - ¿Sabes lo peligroso que es coquetearle a la muerte?

- Siempre lo hice, siempre me metí en cosas peligrosas, más de una vez tenté a la muerte... me habría gustado morir de otra forma.

- Y a mi me habría gustado besarte antes....

- ¿Qué quieres decir con besarme antes?

- Tú sabes, eso que siempre dicen los poetas, el beso de la muerte; aunque ellos me imaginan como una hermosa mujer pálida.

- Eres hermoso.

- No tanto como tú. - él se acerca,

- Así que aquí termina todo, moriré a los veinte años, sin haber amado, sin haber sido amado.

- No te equivoques... has sido amado, has tenido una buena vida, una vida que muchos envidiarían pero que no todos soportarían, te he amado tanto que te he dejado vivir siete años más de lo debido, siete años hasta que estuvieras listo para mí.

- ¿Qué tratas de decir?

- Que por ti pequeño he roto más reglas de las que te imaginas, presentarme ante ti, dejar que me vieras, dejar que vieras las almas ascendiendo al paraíso, o al infierno, dejo que hables conmigo cuando a ningún mortal se le permitiría, ni siquiera en el último momento. Tu corazón debió dejar de latir hace años mi pequeño, mi hermosa rosa de Suecia... te amo.... Y no morirás virgen.

- Esto es una locura, me asustas.

- No debes tener miedo, después de hoy ya no habrá dolor ni incertidumbre, solo abandónate a mí, no luches, abandónate a mi abrazo. - lo siento sobre mí, siento su cuerpo sobre mí, de repente todo ha cambiado... ya no estoy más en una habitación de hospital sino en un jardín mil veces más hermoso que el mío.

- ¿Dónde estamos?

- La pregunta no es donde sino cuando. Esto pequeño mío es el paraíso del que Adán y Eva fueron expulsados, el edén donde he de enseñarte lo que realmente significa el amor. - dice y llena mi cuello de besos.

- Pero... yo, yo no puedo....

- Ahora lo puedes todo, ahora eres libre de todo, nada te ata a nada ni a nadie, te ofrezco mi amor, te ofrezco ser inmortal a mi lado, te ofrezco acompañarme por el resto de la eternidad y solo te pido como condición que te entregues a mí, dijiste que aceptarías cualquier cosa con tal de tener compañía, ¿aceptarías mi compañía Afrodita? Acepta y te mostraré el instante mismo en que se ha creado el universo, la creación del hombre, el fin del universo, lo que tú quieras, pero quédate conmigo.

- Yo no...

- ¿No sabes que decir? No digas nada, solo escucha a tu corazón, él ansía vivir al igual que tú, deseas deshacerte de los nudos que te atan a la mortalidad, yo puedo romperlos, puedo hacerlo si tú te unes a mí y eres mi compañero. - no puedo razonar, sus labios fríos me recorren, no puedo más, tengo que hacer algo.

- Me quedaré contigo... por extraño que parezca siempre intuí que estabas cerca, demasiado cerca en todo momento y lugar, junto a mí, aún en los mejores momentos de mi existencia.

- Te daré lo que me has pedido... quizá morirás como humano  pero vivirás eternamente junto a mí, juntos veremos cuando dios destruya su creación y tú me ayudarás a guiar a las almas, a esas mariposas negras que tantas veces viste,  a su destino final, destino que no compartirás porque desde el momento en que me has aceptado, has aceptado permanecer al margen del tiempo y del espacio, ahora eres solo mío Afrodita.... Te amo, tú hiciste que surgiera esto en mí y no pienso dejar que desaparezca, vamos, déjame tomar tu pureza, y no me refiero solo a la de tu  cuerpo, me refiero a la pureza de tu alma mortal. - las palabras están de más, dejo que él haga de mí lo que quiera, dejo que me tome  y que nos fundamos en un solo cuerpo, mis labios y los suyos se unen, mi calor templa su frío y su frío atempera mi calidez, es todo lo que necesito, todo lo que nunca encontré en la vida.... ¿estoy muerto o solo sueño? No lo sé, solo sé que no quiero estar en otro lugar que no sea entre sus brazos. Da tanta paz este gélido beso, este abrazo es tan confortante y consolador...

 

 

Notas finales:

Hola¡¡¡¡ esta medio loco este fic pero tenía que sacarlo de mi cabecita porque me estaba atormentando, sinceramente no espero que a nadie le guste, es algo demasiado extraño, es raro, muy extraño, pero me gustó escribirlo, comentarios, dudas aclaraciones, etc, haganmelo saber, sus opiniones serán bien recibidas, bye¡¡¡¡¡


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