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Este, es mi gran dia. Desde hoy, cambiaría mi vida completamente. Como de costumbre me levanté al salir el sol y tomé las túnicas a los pies de la cama. Saqué dos maletas del armario, y tomando una en cada mano, le dí un ultimo vistazo al que habia sido mi cuarto durante 17 años. Salí del lugar y me dirigí hacia el lado de la Iglesia, donde me esperaba el sacerdote a los pies del altar para darme una última despedida.
-Vuelve cuando quieras, David. Sabes que las puertas de esta Iglesia nunca se cerrarán para ti...- me dijo dandome una palmada en el hombro.
-Lo haré, padre. Estaré de visita antes de lo que espera...-
-Me alegra oir eso....Bueno, mejor camina o perderás el tren.-
Podía verle a la entrada de la Iglesia despidiendome con la mano alzada. Caminé a través del pueblo donde toda a gente me hacía gestos con las manos, en señal de despedida. Algunos me gritaban: "¡Adiós!", "¡mucha suerte!" o "¡vuelve pronto!"....A todo esto solo me limitaba a responder agachando la cabeza en modo de agradecimiento. Cuando llegué a la estación de trenes me subí al bagón correspondiente, dejé las maletas en la parte superior del cubiculo y me senté, mirando hacia la ventana. Era la primera vez que hacía un viaje en tren, asi tambien la primera vez que me iva a un lugar tan apartado del pueblo. Sorprendentemente nadie se sentó a mi lado, o frente a mi. Luego cuando observé bien, pude notar que no solo el bagón, sino que el tren en general iva muy vacío. No me preocupé, mi mente estaba fija en un solo lugar. Mi próxima parada, Lortham.
El tren avanzaba con rapidez, y pude tener una vista panorámica de lo que había sido mi hogar, hasta que las colinas y algo de bruma lo apartaron de mis ojos. El resto del viaje, fue inquietantemente tranquilo.
Se me había avisado con anterioridad que una persona estaría esperando mi llegada para luego llevarme a lo que sería mi nuevo hogar. Al bajar del tren, busqué a esa persona con la mirada, pero me fue imposible divisarla por la cantidad de gente que se encontraba en ese momento en el andén. Cuando se hubo dispersado el gentío, volví a mirar y ví a una persona vestida con túnicas negras y una cruz colgada en su pecho. Su pelo largo y castaño recojido en una cola me hicieron confundirle con una dama, pero estaba seguro de que aquel era quien esperaba por mi. Me acerqué...
-¿Padre Nicholas?- pregunté en voz baja
-Si, soy yo. Ah! tu debes ser.... -
-David, mucho gusto...
-Oh! el gusto es mio....Estas listo? -
- S-Sí!..-
-Bien.... Pues vamos..- caminó hacia la salida de la estación mientras yo le seguía. Durante el trayecto, me habló sobre la ciudad, la historia de sus inicios, la distribución de sectores comerciales, los barrios y el trabajo que se encargaba la parroquia en cumplir. Pronto, se detuvo frente a una puerta de lo que parecía ser la parte trasera de una gran construcción.
-Veamos....la llave....la llave.. -dijo tocando sus bolsillos.. - Ah! Aquí está..- La introdujo en la cerradura y me hizo entrar.
El lugar era viejo y desgastado, como las construcciones de mi antiguo hogar... Pero aún así conservaba un aspecto acojedor y deprimente al mismo tiempo. Caminamos por un pasillo largo, lleno de puertas a ambos costados, y entró a la tercera habitación antes de llegar al final por el costado izquierdo.
-Esta será tu habitación, por favor deja tus cosas y cambiate de ropa...Las túnicas estan en el armario. Cuando estés listo vé a la parte frontal de la Iglesia, los sacerdotes se reunirán para darte la bienvenida....-
-Muchas gracias..-´
Asintió con la cabeza y cerró la puerta. Me encontraba solo en una habitación desconocida. Era mucho más amplia y acomodada que mi antiguo cuarto. La cama era para dos personas y sobre ella había un cobertor rojo, había un escritorio y al lado de este había un estante repleto de libros sobre religión, psicología y filosofía de la Edad Media.
En la pared frente a mi, había un inmenso ventanal que llegaba desde el techo hasta el suelo, oscurecido por un par de cortinas marrones muy pesadas. Mi curiosidad por ver a través de la ventana me hizo correrlas a pesar del trabajo que me tomó. Grande fue mi sorpresa cuando me encontré cara a cara con la ciudad de Lortham. Esa era, posiblemente, la mejor vista que se podía tener del lugar.
Luego de contemplar el paisaje un momento, recordé las palabras del padre Nicholasy comencé a desvestirme. En el armario había una gran cantidad de túnicas, pero opté por colocarme la misma que el tenía puesta, la de color negro. Era la primera vez que me la probaba y me quedaba a la perfección. A diferencia de las demás túnicas que había usado, esta se ajustaba en la cintura y se dejaba caer un manto sobre los hombros. Cuando terminé de arreglarme, colgué el rosario en mi pecho y salí de la habitación. A pesar de estar apresurado, nervioso y preocupado, la felicidad me llenaba u no pude evitar sonreír mientras caminaba hacia la parte frontal de la Iglesia.
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