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El último guerrero por EvE

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Notas del fanfic:

Querida Sady:

Deseaba hacer esto desde tu cumpleaños pasado, pero por una o por otra razón no pude terminar de subirlo. Ahora lo hago como un detalle para tí en nombre de nuestra amistad y como agradecimiento a todo lo que has hecho por mi. Gracias por ser mi mejor amiga.

****

La historia del pasado de los personajes que aparecen aquí  es una mera invensión. Tomé prestadas algunas frases célebrs, todas pertenecen a sus respectivos autores.

Notas del capitulo:

 

El último guerrero.

Las hojas de los árboles de bambú y algunos cuantos cerezos, producían conciliadoras notas, que arrullaban a los animales que estaban a punto de anidarse en sus respectivas madrigueras, o nidos, en el caso de los pajarillos que trinaban casi con pereza.

Otro día había terminado y las inmutables montañas habían sido testigos de eso. El sol las acariciaba tiernamente con sus rayos mortecinos en sus últimos minutos de resplandor. Aquel paísaje que era tan monótono como hermoso, era el que día tras día, Dohko de libra había contemplado con resignada calma.

Su labor había sido terminada,la leña estaba lista y era hora de ingerir aquella deliciosa cena que había estado cocinando.
La acostumbrada rutina sería rota esa noche. Esperaba con un dejo de emoción una visita;compañía que venía a romper el hastío de sus días sin luz aparente, hastío que se había impuesto desde que iniciara su autoexilio de tierras atenienses.

El otoño le había sorprendido haciendo lo mismo desde la primavera.

Bajaba al pueblo solo para surtirse de víveres, pero antes de caer la noche sobre sus dominios, volvía a emprender el ascenso hasta las viejas montañas.

La gente en ocaciones, preguntaba por el viejo maestro de los cinco picos y cuando Dohko se sentía con ánimos de ser gentil, sonreía amablemente en señal de respuesta, sin decir nada mas. Pero cuando sentía el espíritu hastiado y roto, se limitaba a inclinar su sombrero de palma a quien le interrogaba para después, alejarse con pasos firmes de ahí.

El viejo maestro ya no existía, en su lugar, quedaba un joven hermoso y moreno, ojos verde mar y cabellos rojizos; de inmutable semblante y sonrisa superficial, que era el objeto de los suspiros de muchas chicas que lo miraban pasar o de algunos jóvenes que lo miraban furtivamente, escondidos tras el tronco de algún gran árbol.
Con su morral de víveres a la espalda y esa vestimenta tan oriental como tradicional, el caballero de Libra dejaba que la gente hiciera sus propias conclusiones acerca de su identidad.

Que si era el nieto del viejo, algún pariente lejano... O un errante viajero que había ocupado la descuidada cabaña del anciano en la cima de la montaña. Poco le importaba lo que los ingenuos campesinos pensaran de él.

No le interesaba nada en realidad, solo dejar la casa de Libra con un buen guardián. Misión que estaba a punto de iniciar.

Dohko no estaba del todo solo, a parte de tener a las montañas, los árboles, la cascada y los pajarillos por compañía, un hermoso cachorro de tigre reposaba al pie de su vieja mesa de cedro con descarada pereza.

El ojiverde lo había rescatado en meses anteriores de los cazadores furtivos. Aquel felino corrió con suerte, puesto que Dohko lo llevó a su choza para terminarlo de criar. Pronto sería un tigre adulto, por lo que el moreno procuraba entrenarlo bien para que en un futuro, no atacara a los humanos que rondaban el bosque de bambús tras su vivienda.

Sin embargo, el sabía perfectamente que un animal salvaje jamas era dominado del todo. Su instinto estaba presente en cada momento, nunca dejarían de ser peligrosos e impredecibles.

Hasta ese momento, solo había conocido a una bestia completamente dominada: el mismo.

Su espíritu aventurero y apasionado, había sido aplacado hace mucho tiempo; tanto, que ni siquiera recordaba la última vez que fué sincero.

La falsedad y la mentira ya le salían por si solas, eran parte de él, de su forma de ser. Sus ansías de matar, de retozar, de ser libre, siempre fueron frenadas al recordar la cátedra de concejos y buenos principios que primero, su padre le inculcara con duros castigos y que después, su maestro se encargara de reafirmar para convertirlo en el mejor caballero que la casa de libra hubiera albergado, para que la liberara del estigma que el había dejado tras su vergonzosa huída. La casa de la balanza ya no sería reconocida como la casa de los herejes... Ahora, gracias a Dohko, era la casa de los hipócritas.

<<Voy a recomponer contigo, el honor de nuestra casa...>>

El gruñido de Salomón, su tigre de bengala, le alertó. Dejó de servir los platos con exquisito arroz y chow ming, para postrar su mirada en la puerta que esperaba, se abriera de un momento a otro.

Un hermoso joven, de piel bronceada y cabellos largos negro azabache, apareció, sonriendo de manera encantadora a Dohko.

-Maestro, tanto tiempo sin verlo...- Expresó con la voz trémula, la emoción de verlo de nuevo le estaba brotando por los poros.

-Bienvenido Shiryu, toma asiento y acompáñame a cenar...-

El joven asintió y se sentó para disfrutar de aquella deliciosa cena en silencio, roto solamente por los ronroneos del perezoso tigre que yacía a su lado. Para Shiryu aquello era suficiente; estar al lado de Dohko era algo que venía deseando desde la última vez que lo viera en la batalla contra Hades; joven, hermoso, pleno... El dragón se habia quedado prensado de aquella mirada tan viva, tan clara y tan pura, descubrió pronto que sus sentimientos hacia el maestro ya no eran los mismos. Lo amaba con tal intensidad, que era capaz de romper todas las reglas, con tal de sentirse poseído por el una sola noche... Solo una noche le bastaba.

Pero, definitivamente no sería aquella noche.

Tras recoger los platos sucios y asear la rústica cocina, ambos se retiraron a sus respectivas camas, que quedaban una frente a la otra, por el reducido espacio de la humilde vivienda.

-Que clase de entrenamiento iniciaré mañana, maestro?- Preguntó el de cabello azabache, mirando por la ventana que había a su lado, la hermosa luz con la que la luna alumbraba los senderos.

-Ya lo verás, Shiryu, descansa que te espera una jornada muy agitada...- Respondió el maestro, acentuando con esto que la conversación había terminado.

Shiryu tuvo que frenar sus ansias, se tuvo que conformar con verle dormir. Y lo hizo hasta que, irremediablemente, el sueño acabó venciéndolo.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*


De entre las cosas de un enorme cajón antiguo, Dohko sacó un par de espadas de bambú; estaban bien concervadas y eran fuertes aún. Recordaba que eran las mismas espadas con las que su padre le había empezado a entrenar, muy de niño.

Las artes samurais era algo que paulatinamente fué desterrando de su enciclopedia de conocimientos.
Su maestro, Constantine, le había dicho que Atena tenía prohibido usar armas y que las costumbres samurais eran un insulto para lo que los caballeros de la Diosa defendían: la vida.

Vida que un guerrero samurai tenía derecho a quitar, o a quitarse. El suicidio en favor de limpiar el deshonor propio.

"Conocerás otra manera de llevar el estandarte del honor, Dohko... Comprobarás que el suicidio solo acaba dejándote en ridículo, que la mejor manera de borrar las manchas de tu pasado es trabajando con fervor en favor de la Diosa, defendiéndo sus ideales, dando tu vida, tu alma, tu ser a su causa... Dohko, tu deber es concervarte puro de cuerpo, mente y espíritu para siempre,
entiendes? Para siempre... Nunca vayas a deshonrarte tomando tu propia vida u ofreciendo tu cuerpo en libidinosas prácticas, por que habrás deshonrado a la santa casa de Libra..."


El recordar las palabras de su maestro le provocaba un extraño sabor a hiel en su saliva y sembraban la duda en su corazón

¿Eran esos ideales los correctos?

¿Era la forma adecuada de instruir a Shiryu para su nueva misión?

Esos preceptos le habían llevado a ser terriblemente desdichado y no quería que su alumno sufriera lo mismo. Pero no estaba de acuerdo con la forma de vida de los actuales caballeros; renegaba de todo lo que ahora, se hacía llamar santo de Athena.

No eran mas que una manada de bestias, libres de escrúpulos y presos de lujuria incontenible.

El no aceptaba esa forma de vida, no quería de ninguna manera que Shiryu se convirtiera en otra ramera más... Entonces, fué cuando se dió cuenta de que entrenarlo bajo las mismas normas era lo mas conveniente.

No había muchas opciones: ramera o hipócrita.

Y escogió la última.

<<Aunque Shion no esté de acuerdo, aunque tenga que morir en el intento... Tal como muerte todo aquello que se resiste al cambio...>>

-Shiryu!-

El joven santo de bronce levantó la mirada y salió al encuentro de su maestro. Vestido con sus ropas de entrenamiento, abrió los ojos sorprendido al ver las espadas de bambú que éste portaba y aún sin comprender del todo, sujetó la que su maestro le arrojó.

-Maestro... Pero... Espadas de bambú?- Preguntó sin mucha coherencia en sus oraciones.

-Aprenderás las artes samurai, Shiryu, y todos los tipos de defensa personal que no te enseñé anteriormente...-

-Pero... Athena prohibe el uso de armas, ¿Es esto permitido?-

-Serás el armero de la orden muchacho, en un futuro tendrás que utilizar una espada para defender a la Diosa... Es necesario que aprendas a utilizarla- Respondió elocuente el caballero de Libra, ante la atónita mirada de Shiryu.

-Está diciendo que yo... Que usted... Se retira de la orden??- Exclamó casi histérico.

-Así es y tu, ocuparás mi lugar... En guardia!-

A penas y logró esquivar un fuerte golpe que se dirigía a su rostro. En el transcurso del día, Shiryu intentó comprender la razón de aquel precipitado retiro de su maestro sin encontrar algo lógico para justificar su desición.

Y así pasaron los días, haciendo vanos esfuerzos de sacarle la verdad al viejo de Libra, pero solo había obtenido secas respuestas que le dajaban con mas dudas aún.

Poco a poco, Shiryu iba aprendiendo a disimular su coraje, a reservar sus palabras para esperar por momentos precisos y poder expresarlas, momentos que jamas llegaban y que, involuntariamente, le hacían tragarse sus sentimientos... Sus ansias.

Dohko veía con satisfacción como, pualatinamente, su adorado discípulo se iba convirtiendo en el libra perfecto.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



-Voy a salir, volveré antes del atardecer...- Dijo Dohko al tiempo que se colgaba un viejo morral en el hombro y se ceñía a la cintura el cintillo de su traje.

-A donde va, maestro?- Preguntó el discípulo, dejando en el suelo la espada de bambú con la que practicaba.

El moreno se detuvo a observarlo con la una leve sonrisa.

-Voy al santuario, a recoger unas cosas de la casa de libra que voy a necesitar. Después pasaré a traer víveres al pueblo... Espérame aquí.-

-Si maestro, como usted diga.- Shiryu hubiera preferido acompañarlo, pero tuvo que verlo partir atravezando la cascada, como siempre lo hacía.

Suspiró con pesadéz. No quería ser caballero de libra, pero negarse era deserción, un delito que entre la orden ateniense era pagado con la muerte. Un delito que para la casa de Libra y el honor de su maestro, era catastrófico.

Shiryu amaba la libertad, no había cosa que le gustara mas que correr por los campos, acompañado de sus amigos... Rendirse a las mieles que el sexo en su edad le ofrecía, con esa inocencia y ese elemento sorpresa que siempre acompañaba cada sesión de ardiente entrega.

Con Seiya, con Shun-rei, con cualquiera que se rindiera a sus encantos. Por que el dragón era ardiente, era una antorcha encendida y tenía días en abstinencia... Abstinencia que se estaba haciendo una verdadera tortura, sobretodo cuando veía a su maestro bañarse en el río, o practicar Kendo con las ropas impregnadas de sudor.

Su cuerpo semidesnudo se le antojaba desesperadamente, anhelaba recorrer con su lengua cada rincón que aquella hermosa piel morena, enloquecía de solo pensar en tener su cuerpo sobre el suyo, sudoroso, caliente.

-Ahhh...-

Un suave gemido escapó de su garganta, imaginarse tales cosas le ponía la sangre a hervir y despertaba una tremenda erección en su entrepierna. No podía evitarlo, deseaba a Dohko con cada fibra de su ser.

-Maestro... Perdóneme- Tuvo que dirigirse al río para bajarse ese calor endemoniado que había despertado en su cuerpo.

Temía no resistirse mas... Temía arrojarsele a Dohko a los brazos y suplicarle que lo tomara.

<<Imploro por cordura...>>

La presencia del caballero de Libra en el santuario le alegró. Shion tenía muchos meses sin verlo y se notaba seriamente preocupado por el estado físico y emocional de su amigo.

Conocía perfectamente las razones de su retiro a las montañas, el había sido el causante de tal decisión y aunque Dohko no se había ido, aparentemente, enojado con él, el patriarca podía sentir el dolor en su cosmos por pisar tierras de la Diosa.

Sentado en su silla del salón de audiencias, esperó impaciente a que Dohko fuera hasta él. Y así fué, tras unos minutos que se le antojaron eternos, la figura espigada y morena de su amigo apareció ante sus ojos, cubiertos por la intimidante máscara que pronto se quitó frente a él.

-Dohko! Que gusto de verte!- Exclamó visiblemente alegre el patriarca.

Abrió los brazos para estrecharlo en un sincero abrazo fraternal, pero nunca logró sentir su calor.
Dohko se encontraba incado ante él en señal de respeto, cosa que extrañó en demasía al viejo caballero Aries... No era el trato de igual que ambos habían acordado. Y entonces, supo que aquella visita no sería del todo buena.

-Gracias por recibirme, Shion... Mi presencia en este lugar no es definitiva, así que no te quitaré mucho tiempo.- Le dijo el ojiverde al ponerse de pie.

La frialdad en sus hermosas pupilas le heló, pero Shion disimuló bien su desencanto. Se volvió a sentar y con un movimiento sutil de sus manos, le indicó que podía proseguir con sus palabras.

-El motivo de mi visita es para comunicarte...- Dohko calló unos segundos, le costaba expresar aquello. -Que la casa de Libra pronto tendrá nuevo guardián, he iniciado con el entrenamiento de Shiryu para que ocupe mi lugar y muy pronto lo hará-

Shion sintió que una lanza le atravezaba el corazón. La rabia, el dolor y la confusión le invadieron a tal grado que su primer impulso fué levantarse como resorte de la silla.

Miró furioso a Dohko y se paró ante él en toda su imponente figura.

-Que estás diciendo?? Tu no puedes abandonar tu puesto!! Quien te has creído que eres para tomar esa desición??? Sabes bien que los caballeros dorados deben cumplir con cierto límite de tiempo para ceder su lugar!!-

-Más de 200 años no te parecen suficientes?-

-Dohko! En que demonios estás pensando? Vas a dejar la casa de Libra en manos de un muchachito inexperto?? Me niego a aceptarlo!-

Con toda tranquilidad, el viejo de Libra le respondió.

-Shiryu no es ningún inexperto, es mi alumno y como tal, es el heredero original de la casa Libra. Aún le faltan unos meses de preparación, pero pronto estará listo y ni tu ni nadie podrán impedir que ocupe mi lugar-

El patriarca cambió su expresión rabiosa a una mas condescendiente, mas tranquilo y triste a la vez.

-Amigo, entiendo que no quieras permanecer aguí...Y por nuestra Diosa,
uedo intentar comprender que estas cansado, pero este no es el momento para que seas sustituído! Shiryu es muy joven aún... Me preocupa tu actitud, me preocupa tu retiro... Esa soledad en la que te has sumido... ¿Que te ocurre? Dímelo por favor...-

-Te preocupa... O te remuerde la conciencia?- Contestó con palpada ironía y desazón.

Entonces, la ira del patriarca se desató, no podía creer que Dohko no distinguiera en sus palabras la verdadera preocupación que sentía. Estalló en terribles frases hacia su amigo.

-De que tendría que remorderme la conciencia? De no haberte follado a la fuerza? Por que ese es todo tu maldito coraje, nunca quisiste revolcarte conmigo! Estas tan envenenado de tu propio veneno que buscas orillarte de tus obligaciones! Poniendo en tu lugar a un mocoso insensato que huirá ante el mar de responsabilidades que ser caballero dorado traen consigo... Estás huyendo...Tal como huyó tu maestro... Felicidades Dohko! Estás siguiendo sus enseñanzas al pie de la letra!- Vociferó con rencor el patriarca, lo mas hiriente que le era posible.

Dohko contuvo sus ganas de ponerse a llorar en ese mismo instante; la quietud que permanecía en su rostro confundió mas aún al enervado carnero, que no tuvo mas opción que volver a su asiento. El moreno levantó la mirada y sus ojos verdes carentes de emoción se posaron en la figura de Shion.

-Estás muerto... Te has convertido en un discípulo de la muerte, duro e inflexible-

-No me recites los pensamientos de Tao... Los sé de memoria... He cumplido con avisarte de mi desición, pronto, el nuevo caballero de Libra ocupará su puesto... Ve preparando
todo para la ceremonia de nombramiento, será antes de qu el verano termine...- Le dijo al mismo tiempo que se daba la media vuelta y comenzaba a retirarse de aquel lugar.

-Nunca! Nunca lo aceptaré! Me escuchas?? Nunca aceptaré que Shiryu ocupe tu lugar!- Shion se quedó solo, mordiéndose los labios y apretando los puños tan fuerte, que sus uñas le hicieron daño. -Nadie puede ocupar tu lugar... Nadie puede reemplazarte... Imbécil...-

Nadie lo escuchó, Dohko había desaparecido tras el umbral de la puerta.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Pisar el suelo marmolado de la casa de Libra le dolía, era como si pisara descalzo sobre un suelo cubierto de cientos de vidrios rotos. Era quieta, era blanca, era simple y a la vez tan hermosa. La casa de Libra había sido su refugio, y su única meta en la vida, por años, había sido conservar su honor.

Avanzó sintiendo ese dolor taladrante en su pecho. No paró hasta llegar frente a la chimenea, en donde se encontraban los objetos que habían sido mas que nada, el motivo de su visita al santuario.
Estiró su brazo y retiró de la pared un par de espadas samurais, que se encontraban sostenidas como adorno, justo sobre la chimenea.

Habían pertenecido a su padre y eran el último recuerdo de él. Ahora, las volvería a utilizar para culminar con el entrenamiento que impartía en esas artes a Shiryu.

<<Atena prohibe las armas... Pero esto es necesario, somos los armeros de la orden...>>

-Que gusto me da verte, Dohko...- La voz tranquila de Shaka, le hizo girarse sobre su eje para contemplar al rubio.

Dohko esbozó una sonrisa, a el también le alegraba ver al Virgo.

-Has venido a quedarte?- Preguntó, acercandose al moreno que sostenía entre sus manos las armas.

-No, solo vine por unos libros y por estas espadas... Las voy a necesitar.-

-Jajaja! Y a quien vas a matar... Señor Samurai...- Interrogó divertido Shaka.

-A nadie, estoy entrenando a Shiryu para que ocupe mi lugar y necesitaba de ellas.-

La sonrisa de Shaka se desvaneció por completo, abrió sus ojos al máximo y lo miró visiblemente sorprendido.

-¿Que? ¿Para que ocupe tu lugar? Acaso piensas dejar la casa de Libra?-

-Así es, el entrenamiento casi termina. Es problable que antes de las primeras lluvias de verano, Shiryu ya esté convertido en el nuevo caballero de Libra-

-Pero eso no es posible!! Es un niño, Dohko!!- Gritó Shaka, preso del dolor que le causaba escuchar tales palabras, pero se tranquilizó y volvió a hablarle -Por qué? ¿Que ha provocado que tomes tal desición?-

Dohko agachó la mirada, guardó con disimulo los libros que había tomado de su biblioteca personal y los guardó en el morral.

Y mientras lo hacía, le respondía a su amigo.

-Es algo que debo de hacer... Yo ya no tengo la misma vocación de servicio, ni tampoco la misma chispa de alegría y de fraternidad que se necesita para seguir esta sagrada misión. He de cerrar mi ciclo antes de que lo haga de una manera mas patética.-

-Dohko... No, no puedes hacerlo! No puedes dejarnos...-

-Nadie es indispensable, todos somos reemplazables. Si te preocupa el desempeño de Shiryu como caballero dorado, he decirte no que no los defraudará; el muchacho cumplirá bien con su misión, como alumno mío que es.-

-No es eso lo que me preocupa... Sé que no hay nadie en el mundo mejor que Shiryu para desempeñar tal misión... Eres tú... ¿Que pasará contigo cuando el tome tu lugar? ¿Que harás de tu vida?-

El moreno posó su mirada en las espadas, por un largo instante no respondió, lo hizo hasta que terminó de guardar sus pertenencias y de atarse al cinto las armas. Miró a Shaka con una sonrisa tan tierna y a la vez cargada de tristeza, pero no respondió nada... Pasó de largo junto al rubio, siguiendo el camino hacia la salida.

Shaka supo entonces la respuesta.

-No puedes hacer eso... Va en contra de los ideales de Atena! Y lo sabes perfectamente...!-

-Por años, por muchos años, he guardado en lo más recóndito de mi corazón aquellas costumbres ancestrales en las que me crié... Renuncié a mi origen y lo hice con gusto, todo para servir a Atena y no me arrepiento... Ella sabe bien que no me arrepiento.-Volteó a ver a Shaka, con la mirada llena de melancolía. -Pero hoy, cuando mi ciclo está por terminar, he decidido volver a mis raíces, creo que es lo mínimo que puedo hacer después de llevar una vida de mentiras, de hipocrecía y de falsedad... No lo crees?-

El caballero de Virgo sintió que las lágrimas cruzaban sus mejillas. Observó con el corazón desgarrado como Dohko se alejaba de él, pero no pudo hacer nada; todo estaba dicho ya. En parte le daba la razón a su amigo, el no podía ser tan egoísta como para recriminarle algo que para Dohko significaba su renacimiento... El encuentro con su perseguido y casi extinto pasado.

Todos tenían derecho a un origen, a una historia y un caballero de Atena no era la excepción.

-¿Esta es la despedida... Amigo?- Alcanzó a detenerlo justo en el marco de la entrada.

-No, los héroes no se van hasta que su obra es terminada... En el momento en que Shiryu entre por esta puerta como caballero de Libra entonces, yo me habré marchado... Pero recuerda, Shaka, que no hay distancia que separe a los verdaderos amigos, ni física ni de ningún otro tipo.-

Con una sonrisa en sus labios, Dohko empezó a descender por las escaleras de su templo y Shaka le contempló hasta que desapareció de su campo de visión. Sabía perfectamente que esa sería la última vez que le vería, aunque su recuerdo permanecería en su corazón para siempre.

<<Hasta pronto amigo... Hasta que volvamos a encontrarnos... No importa en que mundo sea...>>

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



En las cumbres de las místicas montañas la noche había caído ya. Los pasos de Dohko y su semblante, reflejaban el cansancio espiritual que traía a cuestas, ese dolor que le provocaba haber renunciado a todo.

Pero se desición era firme, no había marcha atrás. Shiryu se convertiría en su sucesor y solo Athena podría impedirlo. Llegó hasta la cabaña y al abrir la puerta, la figura exuberante de su alumno le recibió.

Shiryu estaba recostado sobre su cama, vestido únicamente con un simple pantalón de entrenamiento y el cabello regado por sus hombros perfectos. Miraba a Dohko con una lujuria inusual en sus ojos verdes; el deseo que le transmitía aquella mirada, hizo que el viejo caballero de Libra temblara.

Hasta ahora, miraba a su alumno como lo que en verdad era: un hermoso hombre en la plenitud de su juventud y belleza.

Dejó las cosas sobre la mesa y trató de pasar con disimulo hasta el viejo fogón, encendiéndolo para así, empezar a recalentar la comida.

-¿Como le fué, maestro?- Preguntó el alumno, con la voz seductora.

Timbre de voz que para Dohko no pasó desapercibido.

-Muy bien... Ya estoy aquí y eso es lo que cuenta- Respondió de espaldas, atizando el fuego para encendiera mas rápido.

Tan sumido estaba en su tarea que no se dió cuenta del momento en que Shiryu estaba atrás de él.
Dohko se puso de pie lentamente, encarando al joven que estaba de su misma altura.

-Te ocurre algo, Shiryu?- Preguntó el moreno, al notar la acelerada respiración del muchacho.

-Maestro... Yo... Le deseo...-

A penas y tuvo tiempo de reaccionar, los ardientes labios de Shiryu capturaron los suyos en un beso arrebatador, beso que por supuesto, Dohko no respondió. Al contrario, lo empujó lo más fuerte que pudo para separarlo de él, haciendo que el muchacho de cabellos azabache se precipitara contra el suelo de tierra rojiza.

-¿¿¡¡Que demonios crees que haces!!??-

-Le amo, maestro!! Me niego a seguirlo ocultando!! Le amo como hombre, le deseo como hombre!! No hay noche que no sueñe con su cuerpo sobre el mío... Esta tortura está volviéndome loco!!- Exclamó alterado Shiryu, intentando abrazarlo de nuevo.

Pero sus movimientos fueron bloqueados una vez más por su maestro, que le miraba con serio reproche.

-¿¿Por qué?? ¿¿Por qué me rechaza?? ¿¿Acaso no le gusto??-

-Te rechazo por que eres mi alumno! Por esa simple razón!- Dohko se alejó velozmente de ese lugar, parandose al lado de la vieja mesa de cedro. -Toda relación carnal está prohibida entre tu y yo, es antiético y un insulto a la moral que todo caballero de libra debe defender!-

-Patrañas!! Es amor! El amor no está condenado... El amor es el sentimiento mas puro del mundo, no tiene por que estar vedado ni tiene por que reprimirse!. ¿Acaso nuestra Diosa no ordena amar?- Dijo con las lágrimas en saliendo de sus hermosos ojos verdes el joven de bronce. -Amar no es pecado maestro!-

-Entre nosotros sí! Somos maestro y alumno! ¿No entiendes que la lujuria es sacrilegio, Shiryu? ¿Que está pasando contigo!? Eres mi alumno, por la Diosa!!-

-Si tanto pecado es, ¿Por que el Patriarca retoza con su alumno libremente!? ¿¿Será por que el si acepta sus sentimientos??- Esta vez, el tono del joven sonaba recriminatorio.

La mirada de Dohko se ensombreció y Shiryu deseó nunca haber pronunciado tales palabras.

-Shion y Mü, se han rendido a sus instintos, pero nosotros no tenemos por que seguir su ejemplo. Te estoy entrenando para que seas mejor que yo... No me defraudes, Shiryu... No te defraudes a ti mismo...-

-Pero es que yo no quiero ser caballero de Libra!! No entiende que yo lo único que quiero es amarlo... Amarlo como siempre he querido hacerlo!- Shiryu calló incado ante Dohko, llorando solo el suelo rojizo desconsoladamente.

-Haré de cuenta como si jamas has pronunciado esto, la desersión se castiga con la muerte. Voy apelar tu falta de raciocionio al dolor que debes de estar sintiendo en estos momentos, a la confusión que nubla tu mente. Pero mañana, Shiryu, tu entrenamiento será mas fuerte. Ven y sientate a comer-

Se dirigió de nuevo a revisar la comida, ignorando el hecho anterior... Ignorando la confesión que su alumno le había hecho e intentando ignorar también los sollozos fuertes que salían del pecho del menor.

-Shiryu...-

-Estoy avergonzado... Ahora, ahora se que nunca podré ser el caballero de Libra que usted espera... Lo siento maestro...-

Salió corriendo sin esperar mas. Dohko no hizo siquiera el ademán de detenerlo, dejó que el joven se marchara; confiaba plenamente en que regresaría, el viejo caballero de libra sentía en su corazón, que no se había equivocado al elegirlo a él como su sucesor. Pero era comprensible la cofusión de la que era presa su mente en esos momentos.

<<Debí darme cuenta antes de sus sentimientos... Para poder aplacarlos...>>

-Volverás, y te estaré esperando para continuar...-

Se sirvió un poco de arroz, una taza de té y un par de baos, tenía hambre y su estómago le gritaba por comida.

*~*~*~*~*~*~*~*~*



A la mañana siguiente, Dohko se levantó muy temprano para terminar de cortar los últimos troncos de leña que le hacían falta. Si no quería pasar fríos en el invierno, tenía que dejar la troja llena antes de que llegara.

Con el dorso de su mano, secó las gotas de sudor que empezaban a nublarle la vista, y justo cuando se encontraba reposando un poco, el sonido de una varita al romperse le alertó. Giró su cabeza hasta donde el sonido le había llegado y le vió: maltrecho, ojerozo y despeinado.

Shiryu llegaba con muy mal semblante, pero Dohko esbozó una sonrisa irónica.

-¿Que tal la noche fuera de casa, alumno?-

-Fatal...- Respondió secamente, sin mirarlo a los ojos. -La vergüenza es insoportable... Ya no quiero, ni puedo seguir aquí!-

El maestro agachó la cabeza, se dirigió al interior de la vivienda y volvió con una espada samurai en la mano.

La desenfundó ante el asombro de Shiryu y con toda calma se la extendió frente a sus narices.

-Si tu vergüenza es tan insoportable, te ofrezco esta espada*- Le dijo sereno, con una pequeña sonrisa adornando su rostro.

Shiryu abrió los ojos sorprendido, la hoja de aquella preciosa arma brillaba destellante con los primeros rayos del sol matutino, que ascendendían de entre las perpetuas montañas del Rozán.
Fué incapáz de tomar la espada, volvió a agachar la cabeza sin poder evitar que las lágrimas surcaran por enésima vez sus mejillas.

-¿Que ocurre alumno? ¿No tienes el valor?- Interrogó divertido el viejo de Libra.

-No... Ya ni siquiera tengo honor...-

-Es de humanos errar y es de necios permanecer en el error* ¿Quieres repararlo?- Shiryu asintió levemente. -Pues entonces, levanta la cara y mírame...-

Shiryu se atrevió a hacerlo al fin y eso provocó en Dohko una amplia sonrisa. Guardó en su funda el arma y se cruzó de brazos.

-Olvidemos este insidente, quiero que te concentres en tu entrenamiento... Vete a dar una ducha, el desayuno estará listo pronto-

La sonrisa que el viejo de Libra le regaló al joven, era esa misma sonrisa que recordaba desde niño. Dulce, sincera, fraternal... Ese gesto que le había regalado desde que iniciara sus entrenamientos con él. Shiryu se sintió desarmado, desprotegido. Tuvo la necesidad imperiosa de abrazarse al cuerpo moreno del hombre mayor y lo hizo.

Dohko no le rechazó esta vez, le abrazón con fuerza, feliz de verlo regresar a su lado, como un padre se alegra cuando el hijo descarriado vuelve al camino.

Se separó de él al poco rato y con los pulgares de sus manos, secó el camino de lágrimas que se había abierto en sus mejillas.

-Date una ducha, necesitamos empezar el entrenamiento lo mas rápido posible...-
El chico asintió y entró al interior de la choza rápidamenteEl chico asintió y entró al interior de la choza rápidamente

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



El desayuno transurrió sin menores insidentes. Shiryu y Dohko ya estaban afuera de la casita, mirándose fijamente.

-Hoy aprenderás tu primera lección hacia el camino del caballero de la balanza...-

-¿Primera lección? Creí que ya estaba en la recta final del entrenamiento...-

-Creíste mal. Aún no has aprendido la lección mas importante: ser prudente y valiente a la vez- Decía Dohko con seguridad y la elocuencia que solo la experiencia puede traer con el paso del tiempo.

Shiryu le escuchaba con atensión, cada palabra era un bálsamo de sabiduría y el quería impregnarse por completo de él.

-¿Eso se puede? ¿Que acaso la valentía no está regida por el instinto?-

-El bambú flexible puede ser... Ser prudente te llevará a la concecusión de tus metas, mi joven alumno. Nunca lo olvides.-

Y el entrenamiento dió inicio. Dohko se esmeraba por ser claro y conciso a la hora de dar una explicación, deseaba que Shiryu aprendiera todo lo que el podía enseñarle. Y no era que el joven de bronce fuera un mal alumno, todo lo contrario; Shiryu era dedicado y aprendía mas rápido de lo que Dohko pensaba, pero no quería que lo aprendiera a gran velocidad, deseaba que asimilara los
conocimientos de manera plena. La orden de Atena no necesitaba un soldado arrojado (ya había demasiados así) lo que verdaderamente necesitaba era un guerrero conciente de su deber, prudente y honorable.

El joven dragón estaba aprendiendo la lección con perfección y poco a poco, asentaba en su mente su verdadero deber.

*~*~*~*~*~*~*~*~*



El blanco invierno había llegado tan rápido que el joven dragón apenas pudo notarlo. Los días entrenando se le pasaban sin saber, las lecciones eran tan entretenidas, Shiryu quería deborar la sabiduría que su maestro le inculcaba a pasos agigantados. En mas de un par de ocaciones, Dohko tuvo que reprimirlo por ser tan impaciente.

-La verdadera sabiduría, solo la encontrarás con el paso del tiempo y eso si tienes Pa-sien-cia.-

Le había dicho en muchas ocaciones el viejo maestro, pero nunca enojado o desesperado; siempre actuaba con una tranquilidad que dejaba perplejo a Shiryu. No sabía en donde le cabía tanta serenidad.

Era otra noche fría de invierno en las 5 viejas montañas, el joven dragón se refugiaba del inclemente clima mientras su maestro preparaba una rica sopa, que les ayudaría a mantener su calor corporal.

Shiryu contemplaba cada movimiento del mayor con fasinación. Tenía razón al decir que se podía ser gentil y rudo a la vez, Dohko se movía con libertad y sutileza. Nadie que lo mirara podría afirmar con certeza que aquel hombre moreno, dueño de una gran templanza, era un aguerrido caballero de Atena.

Sirvió un par de platos, uno de esos quedó frente a Shiryu que no tardó mucho en empezar a ingerir tan anhelado platillo. El calor de aquella comida, le supo a glora a su garganta irritada.

Sus ojos se clavaron en las esmeraldas de Dohko y este le correspondió con una dulce sonrisa.

-¿Esta rica?-

-Mucho... Sobretodo por que está caliente...- Respondió sonriente Shiryu, para seguir comiendo.

Pero desde hace días, muchas dudas asaltaban su cabeza. Dudas que ya no pudo seguir aguardando.

-Maestro, por que en nuestra sagrada casa se nos impide amar?-

Aquella pregunta tomó por sorpresa a Dohko, dejó la cuchara en la mesa y miró fijamente a Shiryu.

-Quiero que te lleves esto bien grabado en tu mente. Amar no es pecado... Es pecado cuando confundes ese amor con lujuria pasajera... El sexo puede ser la experiencia mas hermosa que llegas a experimentar y nuestra casa no critica ni juzga a aquel que lo practique, reniega de aquellos que manchan su honor en prácticas libidinosas. ¿Entiendes lo que trato de decirte?-

-Quiere decir que... ¿Lo malo es andar de cama en cama, de cuerpo en cuerpo, dejándote llevar por el deseo?- Interrogó de nuevo con mas suspicacia el joven.

-Si, entrégate una vez Shiryu... Una sola vez. Entrégate completo, en cuerpo y alma. conságrale tu amor a una sola persona y eso te hará mas fuerte... Nunca lo olvides, solo una vez-

El muchacho asintió, pero aún no terminaba aquella charla. Esperó a comer todo el contenido de sopa en su tazón para seguir interrogando al viejo maestro.

Caminó hasta la humilde estancia, en donde un par banquitos de madera adornaban como únicos muebles el lugar. Dohko se calentaba las manos frente a la rústica chimenea y el tigre perezoso les hacía compañía.

-Maestro, ¿Usted lo ha hecho? Entregarse... A eso me refiero...- Preguntó Shiryu, algo nervioso.

Dohko le miró fijamente y sin dejar de sonreír le respondió.

-Nunca he entregado mi cuerpo, pero si mi corazón y eso es mas que suficiente...-

-Es Shion, ¿Verdad? Ama a Shion...-

-Si, pero nunca fuí correspondido. Por eso nunca le entregué mi cuerpo, por que para mi la entrega debe ser total... Antes muerto que ser utilizado.- No pudo evitar que en su voz, un dejo de dolor se dejara escuchar.

-Entiendo. Lo entiendo perfectamente.-

-Me da gusto Shiryu...-

-Puedo imaginar que su maestro era un hombre intachable...- El joven no sabía el dolor que le causaba a Dohko con aquella afirmación, pero supo que algo andaba mal. El viejo de Libra palideció con sus palabras. -¿Se siente bien?- Cuestionó preocupado.

-Mi maestro no era un hombre intachable, sino todo lo contrario. Te voy a contar la historia, para que después no la vayas a saber por labios indebidos, prefiero ser yo quien te lo diga-

Shiryu se acercó un poco mas, aquello le tenía completamente intrigado.

Dohko procedió a tomar la palabra, con un dejo de melancolía y nostalgia en sus hermosos ojos verdes, iluminados por el fuego de la chimenea.

-Yo quedé huérfano cuando tenía 11 años. Mi padre era un samurai y mi madre oriunda de China, la mayor parte de mi infancia, la pasé en Japón, bajo la tutela de mi progenitor y con sus costumbres como enseñanzas. Cuando tenía 9 años, mi padre fué asesinado en la guerra. Mi mamá tuvo que huír del país y se refugió en las montañas que la habían visto nacer. -Bebió un poco de su té, antes de seguir su relato. -Pero falleció, víctima de una terrible fibre que le azotó en un invierno, justo como este.-

-¿No tuvo hermanos?- Cuestionó el menor, arropandose mas en su gabán.

-No, fuí hijo único. Nunca conocí a la familia de mi madre y la familia de mi padre nos desconoció cuando avandonamos el país. Así que me quedé solo, yo era muy niño aún. Pero la suerte me sonrió, pronto conocí al que fuera mi maestro... Y me llevó a las montañas del Tíbet en donde me inició como caballero de Atena. Fué un entrenamiento duro, me obligó a renunciar a mi origen, a deshacerme de mis sentimientos, a olvidar mi pasado, solo para concentrarme en lo que vendría a ser la labor que realizaría toda mi vida.-

Dohko suspiró con pesadéz, se le notaba que le costaba mucho trabajo hablar de su pasado.

-Mi maestro se llamaba Constantine, era Griego de nacimiento y...- Tragó saliva. -Era un desertor.-

Shiryu abrió los ojos, sorprendido de aquella confesión.

-Cometió faltas imperdonables, que lo llevaron a tener que huír muy lejos de Grecia. Fué tachado de hereje y condenado a la muerte.-

-Pero, ¿Por qué?-

-Un amor lo cegó, se enamoró de la misma mujer de la que se enamorara su mejor amigo: Kail, el maestro de Shion. Cuando mi maestro se enteró de que la muchacha mantenía una relación a escondidas, con el heredero de la armadura de Aries, fué algo muy doloroso para él... Tanto, que acabó asesinando a la chica. Kail se enteró y estuvieron a punto de matarse entre ellos... Mi maestro, loco de ira y de dolor, blasfemó en contra de Atena y todos sus cabelleros, se mofó
de su rango y se burló de todas los juramentos de lealtad que había hecho al convertirse en santo Ateniense. Fué duramente perseguido, pero se supo esconder muy bien-

Dohko se puso de pie y de nuevo, caminó hasta donde tenía un viejo baúl al lado de su cama, con cuidado, lo abrió y sacó de él un hermoso rosario con cuentas de jade. Lo llevó hasta donde Shiryu y se lo mostró.

Sonrió para volver a tomar asiento y continuar con su relato.

-Nunca creí que fuera un hombre malo, pero se dejó llevar por sus emociones. Busco remediar en mi sus faltas, al entrenarme para convertirme en caballero de Libra. Cuando yo llegué al santuario a reclamar la armadura, Kail se dió cuenta de que era su discípulo; sin embargo, me dió la oportunidad y a su vez, se la dió a su viejo amigo de volver a componer el desgarrado honor de la casa de Libra. Solo Shion sabía que yo era alumno de Constantine... Y hasta la fecha, ha sabido guardar bien el secreto... O eso creo yo.- Dijo algo irónico. Extendió el rosario
a su alumno. -Mira, este rosario me lo hizo él antes de morir. Es de jade, en la altigua China el jade era mas valioso que él oro. Quiero que lo concerves y lo cuides por mi, ¿Podrás hacerlo?- Dohko sonrió con dulzura.

Shiryu tomó aquel rosario con emosión e inseguridad a la vez, pero lo apretó entre sus manos, esbozando una gran sonrisa.

-Lo haré, lo cuidaré mas que a mi vida...- Dijo al fin, colgandose la reliquia alrededor de su cuello.

Suspiró.

-Vaya... El santuario esconde muchos secretos entonces...-

-Uf! Ni te imaginas cuantos... Son tantos que no alcanzaría a contarte ni la tercera parte, aunque nos quedaramos charlando toda la noche.- Expresó con diversión el viejo maestro, estirandose perezosamente.

-Podemos hacerlo! La noche es joven aún... Cuénteme mas maestro, por favor!- El joven dragón hablaba mimado y Dohko no pudo evitar soltar una carcajada.

-Jajaja! Muchacho curioso! Mira, te contaré algo que también es de suma importancia que sepas, sobre todo por que vas a permanecer toda tu vida en la casa de Libra. -Dohko se acercó mas a Shiryu, casi susurrandole al oído. -Shion ronca peor que un león cuando duerme! Tendrás que irte preparando psicológicamente para soportar tales ronquidos, un dragón se queda corto ante
él, creeme! Se escuchan por todo el santuario de Atena!-

Shiryu lo contempló asombrado, pero ante la cara divertida de Dohko, acabó soltando tremenda carcajada, que se fusionó con las de su maestro a la perfección.

El viejo de Libra sabía bien que un entrenamiento no podía ser todo seriedad. Un rato de diversión nunca hacía daño, puesto que la risa era el alimento del alma.

Sin embargo, el tiempo se iba acercando cada vez mas. Shiryu no se daba cuenta, pero los días al lado de su querido maestro estaban contados. Y aunque desconocía la fecha exacta de su partida al santuario de Atena, vivía cada hora, cada segundo, cada minuto a su lado, como si fuera el último de su existencia.

En el fondo presentía que el final de aquella utópica alegría, estaba muy cerca.

*~*~*~*~*~*~*~*~*



Entre enriquecedoras clases de filosofía e incontables horas de entrenamiento físico, Shiryu prefería la filosofía; no era que se cansara al hacer los entrenamientos, sino que escuchar a Dohko hablar de tantas cosas distintas, le colmaba de felicidad.

Hablaba del deber de los caballeros, de la vida, de cosas que ni siquiera podía haber imaginado.

Le encantaba escucharlo explicar las teorías de Kant, Dohko afirmaba que no había otro filósofo con el cual, él en particular se sintiera tan identificado. La doctrina Kant tenía mucho parecido a la que regía su vida: firme en sus desiciones, abstracto... Necio, como Shion le decía, Dohko no cambiaba de parecer aunque todo estuviera en su contra.

Pero el joven Dragón era liberalista, al viejo maestro le fasinaba la manera en como éste captaba hasta la última idea de obras como El contrato social o Principios del Derecho político, hacía gala de una tremenda elocuencia cuando, como si en medio de un discurso oratorio se encontrara, expresaba íntimamente apegado a las ideas de Rousseau, sus ideales en la vida.

-Yo no puedo vivir si me siento oprimido...-Decía Shiryu ante la risa jovial de Dohko.

- Entonces, tendrás muchos problemas con el patriarca! Muchacho, tienes derecho a expresarte, el secreto consiste en saber como hacerlo... Guárdate tranquilo y mandarás a todos*-

Y Shiryu se calmaba, regresaba a la mesa en donde se dedicaba a escuchar a Dohko. Concejos y mas concejos. Nunca se aburría por que el viejo siempre tenía algo nuevo que enseñarle.

-Aprende a ser conciente, Shiryu, pocos hombres comprenden lo que es la conciencia. Comprenden el deber, que generalmente significa un solo deber; pero la conciencia, es el deber del universalista*-

El joven dragón tatuaba en su corazón cada una de las enseñanzas.

Las guardaría con recelo hasta el final de sus días. Pero a medida que pasaba el tiempo algo extraño iba notando en Dohko: estaba mas apagado, mas serio. En ocaciones le había escuchado sollozar en las noches, pero Shiryu se había limitado a oír y callar, tal cual era su deber.

A pesar de todo, sus sentimientos seguían siendo los mismos. Parecía amarlo mas cada día que pasaba, pero, así como su maestro le había indicado, guardaba sus emociones en lo mas profundo de su joven corazón; aunque aquello le resultara terriblemente doloroso.

Las tardes parecían mas melancólicas, vislumbrando en el rostro de su maestro esa condescendiente sonrisa.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Las primeras lluvias del verano ya se dejaban caer sobre suelo Ateniense, acarreando con esto todo un universo de vida nueva. El agua corría como riachuelos escaleras abajo de las casas del zodiaco, limpiando las empolvadas superficies marmoladas de aquellas viejas edificaciones.

Cuando la tormenta cesaba, un fuerte calor se sentía, provocando con esto que los caballeros salieran a buscar un poco de aire fresco, en alguno de los frondosos bosques de olivo que renacían tras el paso de la lluvia.

Shion de Aries no era la excepción, incluso siendo el patriarca, se negaba a renunciar a placeres tan cotidianos y mundanos, como dar un tranquilo paseo por el inmenso jardín que había cerca del oráculo de la Diosa. Sin embargo, no era precisamente el calor lo que lo hacía abandonar su lujuso refugio... Un miedo terrible le carcomía su valor cada día desde que el verano iniciara.

Temía que Dohko cumpliera su promesa, y temía por que sabía que lo haría, le conocía bastante bien.

Entró al sagrado recinto que la Diosa tenía en su honor, contemplando el jardín adornado de bellas y exóticas flores. Tomó asiento en la fuente que se encontraba justo en el centro de aquella glorieta y se dedicó a observar el agua que caía, deformando en sutiles ondas la superficie; estaba solo, por lo que se quitó la máscara para sentir en su rostro aquel viento sutil que le refrescaría.

Pero, aunque el reflejo del agua era transtornado, no escapaba de su mirada la tristeza que solo podía demostrar cuando estaba a solas. Mü la ya había percibido, pero de la boca del patriarca no salió ni una sola palabra al respecto; no importaba que la sosobra le invadiera, el siempre mantenía su porte recto y firme ante todos los caballeros.

Acarició con las yemas de sus dedos el agua de la fuente, mas por inercia que por deseo propio.

-La tristeza, es la templanza de los dolores del alma...*-

La voz tranquila de Shaka le hizo sobresaltarse.

-¿Usted también vino a pedirle un consejo a la Diosa?- Cuestionó el rubio de la casa de Virgo, acercándose a Shion con pasos lentos y una leve sonrisa dibujada en su rostro.

El carnero mayor se levantó de su lugar y estuvo a punto de colocarse la máscara para alejarse de ahí, sin embargo, fué mayor su deseo de expresarse... De compartir con alguien aquella preocupación que le estaba marchitando por dentro.

-Cuando Dohko estuvo aquí, hace ya varios meses... ¿Hablaste con él?- Preguntó por fin Shion, empezando a caminar hacia la sombra que un frondoso árbol les ofrecía.

Shaka le siguió en silencio, se sentó bajo la sombra conciliadora y el Patriarca imitó
aquella acción.

-Si, si a dirigirse un par de oraciones se le puede llamar conversación... Si, hablamos un poco.- Contestó al fin el rubio, sin poder evitar la tristeza en sus hermosos ojos azules.

-Entonces, ya debes de saber que ha decidido poner a Shiryu en su lugar.-

-Así es, lo sé, él me lo dijo antes de partir-

-Es una tontería, Shaka!! Debemos impedirlo!!- La voz del Patriarca, le sonó al rubio mas suplicante que autoritaria. Y cuando levantó su mirada para encontrarse con los ojos mora de Shion, se dió cuenta de que, efectivamente, era un súplica.-No quiero que abandone la casa de Libra-

-Creo que tiene derecho a... Reencontrarse con su origen- Respondió el Virgo, evitando la mirada escrutadora del carnero.

-¿A qué te refieres?-

-Eso fué lo que él me dijo, que estaba cansado de fingir... Que ya no tenía la vocación de servir y por eso... Por eso dejaba a Shiryu en su lugar- Dijo Shaka con un nudo en la garganta.

Shion se levantó del suelo con los ojos acuosos, pero el rostro contraído por la ira.

-Eso es entonces!! Huye..., huye el maldito cobarde!!- Golpeó con su puño cerrado la corteza del tronco de aquel viejo árbol, haciendolo zimbrarse desde la raíz.

Shaka se puso de pie con movimientos tranquilos, tratando de que en su rostro la evidente trsteza ya no fuera mas notoria.

-No creo que sea cobardía, sentir la necesidad de reencontrarse con sus raíces- El rubio estiró su brazo, acariciando fraternalmente el hombro del de cabellos verdosos. -La tolerancia es la única religión del sabio*, ¿Por que no intentamos comprender?-

-Por que es una estupidéz!! Por que... Está actuando en contra de las reglas!! Se está contradiciendo!!- Respondió Shion, alejandose de aquella caricia amigable que Shaka le ofrecía. -Su manera de pensar siempre ha sido una contradicción... Es un imbécil!-

-La tolerancia es una virtud difícil; nuestro primer impulso y aún el segundo, es odiar a quienes no piensan como nosotros*-

El Patriarca volteó lentamente hacia donde estaba Shaka, mirándolo con infinita paciensia. Shion persivió algo mas en su cosmos, aparte de esa resignada calma que el caballero de virgo intentaba mantener. Las miradas escrutadoras que el carnero le dedicaba no le pasaron desapercibidas al rubio y aquello le puso terriblemente nervioso.

-¿Que quiso decir Dohko con aquello de regresar a su origen?- Interrogó firmemente el patriarca, quitando de su voz todo rastro de desesperación.

Shaka fué incapaz de responder, agachó la mirada tratando de evadir la de Shion.

-Habla!!-

-No tengo nada que decir... Me imagino que todo se sabrá en su momento.- Se dió la media vuelta para empezar a alejarse de él. -Trate de mantener la calma hasta entonces, que la gracia de Atena le acompañen, Señor-

Shion tuvo que tragarse sus palabras, más bien, se quedó mudo al razonar las palabras del rubio, al haber indagado en su mente lo que tanto temía que con palabras le respondiera.

<<Cobarde... Cobarde mil veces cobarde!! Tu casa siempre estará manchada por la deshonrra... Tu y tu estúpido alumno cargarán con el error de tu maestro para siempre... Incluso las siguientes generaciones de caballeros de la balanza lo harán... Por que fuiste incapáz de borrar ese estigma y ahora... Ahora vuelves a repetir la misma historia...>>

-No...-

Algo parecido a un sollozo se escapó de su garganta, afortunadamente y como siempre sucedía en sus momentos de debilidad, se encontraba solo.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



-Mañana partes al santuario de Atena, he enviado ya la misiva informandole de la noticia a Shion-

Le decía el viejo de Libra a su alumno, mientras terminaba de escribir algo en la vieja mesita de noche.

Shiryu sintió que el corazón se le oprimía de dolor, el día mas amargo de su vida ya estaba por llegar, le quedaban escasas horas para partir definitivamente al santuario de Atena.

Dohko percibió el dolor en el cosmos de su alumno y luego acabó de confirmarlo al escuchar su voz quebrada hablarle.

-¿Por que no me lo había dicho?- Preguntó el aún alumno al maestro, provocando con esto que Dohko dejara lo que estaba escribiendo, para acercarse a él.

Secó de sus mejillas las lágrimas e intentó sonreír.

-Cuando la felicidad es tan grande que no cabe en el alma, una poca escapa por los ojos-

-Maestro... No quiero dejarlo!- Dijo Shiryu con tristeza, sin poder contener más el llanto.

-En la vida hay que prepararse para dejar ir lo que temes perder. Yo tampoco quiero dejarte alumno, pero es la ley de la vida, es tu deber y cumplirás con el al pie de la letra. Ya habíamos hablado de eso.- Dohko se alejó de él, hasta sentarse de nuevo frente a la lámpara de aceite, continuando así con lo que estaba haciendo.

Shiryu se quedó sentado a la orilla de la cama. Sus sollozos poco a poco se fueron calmando; no podía creer que el tiempo hubiese pasado tan rápido. Ya mañana partía al santuario de Atena y tenía mucho miedo. Un presentimiento en su corazón le hacía temblar: el no volver a ver a su querido maestro.

La necesidad de pertenecerle tan solo una noche se hizo mas fuerte; era ahora o nunca, era todo o nada. Tomó el riesgo, lo hizo guiado por el enorme anhelo de su corazón.

Dohko no vió cuando el muchacho empezó a desnudarse, lenta y cadenciosamente. En la mente del joven solo existía una cosa en esos momentos: era entregarse por única vez, a la persona que mas amaba en el mundo, tal y como su maestro se lo había inculcado. En toda su vida no había querido de esa manera, y estaba seguro de que jamás volvería a querer.

La hermosa desnudéz de su cuerpo era resaltada por la tenue luz de aquella rústica lamparita, en el cuarto semiluminado podía esconder el miedo de su rostro; miedo al rechazo, al reproche, a la vergüenza.

Pero su ilusión era mayor, caminó lentamente hasta quedar a escasos cm de donde Dohko se encontraba escribiendo.

-Maestro...- Habló quedito, en un susurro que perdió por el sonido de la lluvia que en el exterior, empezaba a caer.

Dohko volteó lentamente, dejando por fin su labor. Pero lo que vió le dejó sin aliento: la esplendorosa belleza desnuda de su alumno. Y no solo era la belleza física lo que le dejó mudo, era también la desnudéz de su mirada suplicante, llena de fervor hacia él.

-Shiyru... ¿Que pasa?- Preguntó el maestro, con la voz trémula por primera vez.

-Le amo, le amo con todo mi corazón. Se que jamás podré volver a amar de esta manera tan intensa, por eso, en esta noche, quiero pertenecerle y entregarle por primera y última vez mi cuerpo, solo a usted.- Extrañamente, Shiryu hablaba con una templanza digna de admiración.

El de cabellos rojizos guardó silencio, sabía que Shiryu era hermoso, pero las dimensiones de esa belleza no las había conocido hasta ese momento. No pudo evitar desearlo, pero intentó hacerlo al negarse una vez mas su petición.

-Sabes que está prohibido, lo sabes muy bien.-

-No me interesa si está prohibido o no, he tomado una decisión, quiero ser suyo, solo por esta noche- Imploró una vez mas el joven dragón, empezando a sentir su respiración acelerarse.

-Eres, a comparación conmigo, un niño Shiryu. Mereces mas que lo que yo te puedo ofrecer.-

-Eso déjeme decidirlo yo-

-Nos condenaremos en el infierno por esto- Respondió Dohko, tragando saliva con dificultad al verlo acercarse a él.

-No me interesa, ya he conocido el infierno muchas veces y creame que lo prefiero a seguir viviendo con esta agonía de no tenerlo.-

El muchacho se arrojó a sus brazos, rodeandolo del cuello con tanta fuerza que Dohko tuvo que apoyarse en la vieja mesita para no caer. Sus labios ardientes le aprisionaron, mordiendo los suyos con ansias locas que el viejo maestro de Libra se negó a rechazar. Le abrazó de la misma manera, acarciando su pelo y su espalda, mientras permitía que la lengua del mas joven llegara hasta la suya, uniéndose en una desesperada caricia.

Dohko nunca había conocido tanta entrega en un solo beso. Sus manos empezaron a recorrer, a conquistar cada cm. de aquella piel bronceada que su alumno tenía; era suave, aterciopelada, el viejo de Libra nunca había sentido tanto placer al tacto.

<<¿Es estoy haciendo?... Esto es... Esto es...>>

-Shiryu... Yo-

-No diga nada, no piense en nada... No existe el pasado, no existe el futuro, solo el presente que vamos a disfrutar-

Las posibles dudas que pudo haber tenido, se diluyeron al sentir las manos desesperadas de su alumno, intentando desatar a toda costa los nudos de su camisa.

Se dió una oportunidad de sentir, de vivir lo que era el amor que un joven le entregaba sin reservas, decidió entregarse también; eliminó de su mente todo remordimiento de conciensia que pudo haber aflorado y se rindió a sus deseos, esos impulsos que por tantísimo tiempo había reservado para Shion, pero que Shiryu estrenaba gracias a su perseverancia, a esa entrega total que Dohko exigía y que nadie mas pudo ofrecerle.

Entre besos boraces y prendas que caían al suelo, Dohko lo guió hacia la cama, dejandolo caer lentamente sobre las blancas y mullidas sábanas. Su boca recorrió cada pulgada de aquella tez morena, brillante de gotas de sudor que poco a poco se iban acumulando mas.

Hacía calor, un calor delicioso que tomó mas fuerza conforme el maestro iba reconociendo con su lengua el cuerpo febril del alumno.

Shiryu no hizo ni el mínimo intento de reprimir sus gemidos, ni las sacudidas que con sus húmedas caricias, Dohko le provocaba en su cuerpo. Los dos libras habían decidido ser ellos mismos por esa noche y no habría nada que los detuviera.

-Maestro... Dohko... Tómame... Ahora!-

La impasiencia del joven dragón era tan grande como la del viejo tigre, Dohko se incó sobre la cama, admirando la belleza de su alumno unos instantes, haciendo un preámbulo antes de abrir sus piernas lentamente y amoldarse a la perfección entre ellas.

Shiryu temblaba, igual que Dohko. Y ambos cerraron los párpados con fuerza, cuando la penetración se hizo presente. Shiryu sentía un dolor recorriendole la espina dorsal, pero la felicidad en su espíritu era mucho mas grande que todo; buscó con desesperación las manos de su maestro y cuando las encontró, entrelazó fuertemente sus dedos en las de él, sintiendo como los movimientos de Dohko se acrecentaban.

Unieron sus bocas y sus almas también. Cada embestida del mayor era un gemido que confirmaba el inmenso placer que le estaba provocando, Shiryu se sentía pleno, sentía que en ese preciso instante ya nada le faltaba, lo tenía todo... Todo lo que siempre había soñado.

-No se detenga... No lo haga por favor!- Imploraba Shiryu enrredado con sus piernas a su cintura y sus brazos alrededor de su cuello.

-Ahh! Shiryu... Mío, solo mío...- Susurraba Dohko contra su piel encendida, rozando sus cuerpos con erotismo y pasión, embistiéndolo sin tregua.

En ese momento, el de libra supo que durante todo ese tiempo lejos del Santuario, nunca se había sentido tan completo. No extrañó a Shion, no renegó de nada, solo se entregó en cuerpo y alma.
Le brindó a Shiryu la misma pasión que él le ofrecía en cada jadeo, en cada suspiro entrecortado, en cada caricia. Le amó como nunca había amado, con adoración, con fervor.

Y no paró de moverse desesperadamente contra él hasta que el orgasmo, desconocido para Dohko, les sacudió a ambos. Shiryu alcanzó el cielo, como nunca lo había hecho con nadie mas. Y el viejo le invadió con su esencia hasta sentir que se quedaba sin fuerzas y su cuerpo se precipitaba al lado de la cama.

No hubo mas palabras ni mas reproches, la comunión de los cuerpos y de las almas había terminado y ese momento no podía ser empañado por nada.

El menor se anidó en los brazos fuertes de Dohko, buscando un poco de refugio para su cansado cuerpo.
Y lo encontró, quedandose dormido a los pocos instantes, a pesar de que hubiera deseado permanecer despierto para disfrutar de esas últimas horas al lado del pelirojo.

El maestro por su parte, si lo hizo, veló el sueño de Shiryu sin sentir cansancio alguno. Recuperó el aliento aspirando el aroma de sus negros cabellos y permaneció despierto para verlo dormir entre sus brazos.

Hubo un momento en la madrugada en el que Dohko se levantó de la cama, con delicadeza y cuidado, tratando de no demostrarlo. Se dirigió a la mesita en donde la lámpara apenas y alumbraba, ya se había consumido todo su combustible y ahora, estaba a punto de morir la flama.

Tomó la pluma y la impregnó de tinta, con esmerada caligrafía volvió a escribir. De vez en cuando miraba a Shiryu dormir plácidamente y eso lo hacía sonreír, por que se sentía feliz de haberse entregado, por que no iba a morir lamentandose de haber sido siempre un hipócrita toda su vida.

Es noche había renunciado a todo.

Cuando terminó la carta, la guardó en un sobre, dejandola a continuación sobre la mesita. Su cuerpo reclamaba el calor de Shiryu y no lo hizo esperar.

Era increíble lo rápido que se acostumbraban los humanos a las cosas buenas de la vida.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



El tiempo no se detuvo, a pesar de todas las súplicas, la fresca mañana de verano había llegado ya. Shiryu se encontraba arreglando sus pertenecias, para así, en cualquier momento, abandonar la cabaña de su viejo maestro.

Dohko estaba también acomodando unas cosas, en ese viejo baúl que tantos recuerdos le guardaba.

La labor de su alumno ya había terminado, estaba pulcramente vestido con una túnica blanca y listo para dejar el nido. El pelirojo sonrió.

Se acercó hasta él, besando su frente con amor.

-No estes triste, esta no es una despedida...- Le dijo con una sonrisa tierna.

Shiryu le correspondió, abrazandose una vez mas a su espalda.

-Nunca olvidaré lo que ocurrió anoche entre nosotros... Se lo juro-

-Ni yo, me lo llevaré a la tumba. Toma...- Dohko le extendió la carta que había hecho anoche para él. -La abrirás cuando ya estés en la casa de Libra, convertido en su guardián, esta es para Shaka y esta para Shion... Entregalas por mi-

Shiryu asintió, guardando las misivas en el morral donde llevaba sus pocas pertenencias.

-Quiero que me prometas algo, Shiryu- Habló el maestro con la mirada mas viva que nunca.

-Lo que usted diga-

-Quiero que cumplas las órdenes que te doy en esa carta al pie de la letra... Por favor-

El joven lo miró confundido.

-Lo haré, lo haré, se lo juro...-

-De acuerdo... Ahora, quiero pedirte un favor...- Se acercó hasta el viejo baúl y lo tomó entre sus brazos, dándoselo ahora a Shiryu. -Promete que cuidarás de estas reliquias por mi, dentro de este baúl van todas mis memorias, mis mejores años plasmados en papel y algunas enseñanzas de mi maestro. Sin duda te podrán servir de algo, leelas cuando sientas que me extrañas y verás que estaré ahí...- Los ojos de Dohko se tornaron brillantes, había lágrimas que pugnaron por salir.

El muchacho tomó aquel baúl, pero lo dejó sobre la cama para volver a abrazarse al cuerpo moreno de Dohko. Lo hizo con tanta fuerza que parecía no querer separarse jamas de él, y en realidad así era.

-¿Volveremos a vernos, maestro?- Preguntó con la voz quebrada el discípulo.

Dohko lo hizo separarse de él, mirandolo profundamente a los ojos.

-Cada vez que cierres los ojos y evoques mi recuerdo, ahí estaré...- Besó sus labios dulcemente, degustando por última vez de la miel que le ofrecían.

Shiryu tuvo que resignarse a la separación inminente. Con desición, se colgó el viejo morral y tomó entre sus manos aquel baúl. Aquella despedida tenía matices de eterna.

-Anda muchacho! No querrás ser como yo... Que llegó tarde a su ceremonia de iniciación!-Dohko sonrió ampliamente, intentando aligerar la tristeza del momento.

-Esto, no es definitivo ¿verdad? Esta despedida no es definitiva...-

-Nada es definitivo, Shiryu, todo es eterno... Que la gracia de Atena y su sabiduría, guíen tu camino hasta el fin de tus días-

Con esas últimas palabras, el joven abandonó la cabaña del viejo, sintiendo su corazón desgarrarse pero con la firme convicción de cumplir con el deber que tantas veces le había enconmendado Dohko.

<<Ve Shiryu... Ve y sé mejor que yo... Se que así será...>>

Le vió perderse entre las aguas del rozán. Dohko se devolvió a su choza para preparar también su partida.

Antes que nada, se vistió con el traje ceremonial de su padre. Nunca en la vida había necesitado utilizarlo, pero aquella era una ocación especial. Colocó en el suelo un par de inciensos encendidos y fué regando por todo el interior de la humilde vivienda el aceite que usaba para encender la lámpara.

Se incó en el suelo y empezó a recitar en japonés, alternando el chino en ocaciones, viejas oraciones que de niño le enseñaron.

La ceremonia había comenzado.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



La entrada del salón de Atena estaba cubierta con la alfombra para grandes celebraciones. Al fondon, Shion de Aries aguardaba paciente a que el futuro caballero de Libra apareciera. Los caballeros dorados estaban alineados a los lados de aquel camino alfombrado que conducía al patriarca, con sus armaduras puestas, que parecían mas brillantes y hermosas en aquella ocación.

El silencio marcial se rompió cuando las puertas de aquel salón se abrieron de par en par, Shiryu avanzó con seguridad aplastante por aquel sendero hasta llegar al patriarca. La armadura de Libra estaba frente a él, brillaba intensamente ante su presencia, como si estuviera ansiosa de que Shiryu la portara.

Shion se puso de pie, vestido con sus ropas ceremoniales, le pareció al joven dragón mucho mas imponente y temible. Se incó con respeto ante él, esperando las palabras que expresaría para ordenarlo caballero dorado.

-Shiryu, desde este momento, te será encomendada la sagrada misión de proteger y vigilar, no solo la casa de Libra, sino también, la paz de esta tierra. Quedas bajo juramento de lealtad incondicional hacia nuestra Diosa en el momento en que la armadura de la balanza te acepte como su portador. Hazlo, ahora...-

El muchacho captó aquella orden, se puso de pie y empezó a inflamar su cosmos. La caja dorada de la armadura se abrió y las piezas fueron cubriendo su cuerpo una a una, hasta que quedó completamente vestido con ella.

Shion suspiró, tenía la ligera esperanza de que el joven no pasara la prueba, de que la armadura le rechazara y así, Dohko no pudiera retirarse. Pero no fué así, la última prueba había sido superada y era su obligación santificar aquella acción.

-Al haber concluído con esta prueba, la armadura de Libra te reconoce a ti, Shiryu, como su único y verdadero portador. Desde este momento, te nombro, caballero dorado de la casa de Libra y armero de la orden. Que la luz de nuestra Diosa te iluminen y sepas llevar con sabiduría la sagrada misión que ahora, pesa sobre tus hombros. Bienvenido seas.-

El patriarca tuvo que inclinarse ante el nuevo guardián de la séptima casa, con el debido respeto que ahora todos le merecían. Shiryu correspondió aquel gesto, igual que todos los caballeros presentes.

-Juro solemnemente, que el honor de la casa de Libra y de Atena, está salvaguardado, viviré para darlo todo por nuestra Diosa. Así es y así será...- Pronunció con firmeza Shiryu, buscando la mirada mora tras la máscara del Patriarca.

-Vayamos pues a celebrar que la casa de Libra tiene nuevo guardián!-

Los caballeros sonrientes, se acercaron a felicitar al nuevo caballero dorado. Shiryu les atendía a todos con diplomacia y cortezía, pero cuando el caballero de Virgo le dirigió la palabra, Shiryu le extendió un sobre blanco.

-Mi maestro se lo envía...- Le dijo a Shaka con una sonrisa.

El rubio se retiró haciendo una reverencia a Shiryu y con pasos lentos, poco a poco fué apartandose del grupo.

Luego, el joven caballero dorado se acercó hasta donde Shion reposaba en su silla patriarcal. Se incó de nuevo ante él, extendiendole otro sobre.

-Dohko me ha pedido que se lo entregue...-

Shion estiró su mano trémula para alcanzar aquel documento. Asintió levemente con la cabeza, mientras el joven de cabellos azabache se retiraba de ahí.

Había fiesta en el santuario y pronto, Shion volvió a quedarse solo.

Se quitó la máscara casi con desesperación para empezar a abrir el sobre y leer el contenido de aquella carta.

Estaba escrita en Chino, como todas las cartas que Dohko le había regalado.

Las lágrimas empezaron a surcar sus mejillas blancas, como hace mucho tiempo no lo hacían.

Shion:

Nuestra amistad comenzó durante nuestros años jóvenes. Compartíamos entonces sin límites los sueños, las ilusiones, los miedos y alguna locura.
Luego vinieron la prudencia, uno o dos desengaños y, abriéndose paso con esfuezo, la maduréz.

Nuestros caminos ya no eran paralelos; diferentes intereses nos separaron en alguna bifurcación, aunque todavía alcanzábamos a divisarnos cuando la ruta se allanaba.

Más tarde, casi sin que nos diéramos cuenta, llegó el silencio y otras voces reemplazaron las nuestras.
Sin embargo, ninguna amistad ocupó en mi vida el lugar que estrenó la tuya.
Y muchas veces he creído escuchar tus palabras hablándome en el viento.

Por aquellos recuerdos, por tu presencia que no ha cesado, por nuestra amistad, hoy te abrazo a través del silencio y la distancia...

...Para siempre.

Dohko.


-Dohko...- Apretó el documento contra su pecho fuertemente, su vista se había empañado por completo y ahora, las lágrimas corrían por sus mejillas. Ya no pudo contenerse mas. -Amigo, vivirás por siempre en mi corazón.-

Se levantó y caminó hata la ventana de aquel solitario recinto, en el cielo, la luz del sol alumbraba, casi incendiaba, el patio en donde la fiesta por el ordenamiento de Shiryu se celebraba.

Y sonrió, feliz, por que sabía que su amigo también debería de estarlo.

-Ojalá algún día puedas perdonarme... Ya nos encontraremos en otra vida...-

Se permitió llorar, como nunca antes lo había hecho, pero sin soltar jamas ese pedazo de papel que de alguna manera, le hacía sentir a Dohko muy cerca de él.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



Rozó con su frente el suelo rojizo.

Frente a sus ojos, una daga de afilada hoja, permanecía quieta a la espera de que Dohko la tomara.
El pelirojo encendió entonces un cerillo que arrojó inmediatamente al camino de aceite que estaba a su alrededor.

La flama encendió con furia y pronto empezó a envolver todo cuanto se cruzaba en su camino.

Fué ese momento en el que Dohko, con mano firme, tomó la daga que reposaba frente a él, acomodanla justo en dirección a su vientre.

-Shiryu...El primero...- Susurró, sintiendo la punta de aquella arma torturandole a través de las gruesas ropas ceremoniales. -Shion... El único...-

Su cosmos ardió como la hoguera en la que se había convertido su choza y se apagó en el momento en que la daga, atravezó su cuerpo, acabando con su último soplo de vida.

Su cuerpo inerte calló de lado y las flamas lo recibieron casi con justo. Pronto, Dohko fué arropado por el calor que ya no sintió de un fuego que acabó por consumirlo todo a su alrededor.

El tigre que tenía por mascota, presenció con tristeza en sus felinos ojos aquel ardiente espectaculo y permaneció ahí hasta que las llamas, fueron apagandose lentamente, cuando ya no hubo combustible que pudieran quemar.

<<¿Qué es la vida? Es el destello de una luciérnaga en la noche, el aliento de un búfalo en invierno, el botón de sakura que se abre en la primavera, es la pequeña sombra que corre por la hierva y desaparece en el ocaso...>>*

La lluvia que caía de repente, ayudó a apagar las flamas, pero ya no quedaba nada, solo cenizas de lo que una vez fué... Y el tigre permaneció ahí, quieto y tranquilo... Como si esperara a que su amo resurjiera de entre los escombros.

*~*~*~*~*~*~*~*~*



Shiryu lo había percibido: ese ardiente cosmos que se apagó como una estrella fugáz en el firmamento nocturno.

Sintió su corazón destrozado, sabía que su maestro ya no estaba vivo. Se había ido sin dejar huellas de vida que Shiryu no lo pudiera seguir para alcanzarlo. Se alejó sutilmente de aquella fiesta en su honor y no esperó mas para dirigirse a la casacada del rozán.

Shaka, en su templo, con la nota que Dohko le había enviado entre sus manos y la cual no se cansaba de leer, sintió el dolor en el cosmos del nuevo caballero de Libra. También había sentido antes esa extinción de la energía de su viejo amigo, sabía que pasaría.

Sus lágrimas mojaron la carta.

Que la tierra se abra camino ante tus pasos, que el viento sople a tus espaldas, que el sol brille tibio sobre tu rostro, que la lluvia caiga suavemente sobre tus campos, y, hasta que volvamos a encontrarnos, que Atena te guarde en la palma de su mano...

-Que así sea... Amigo...- Secó sus lágrimas y siguió a Shiryu, sabía que necesitaría mas que nunca de un buen amigo.

*~*~*~*~*~*~*~*~*~*



El ruido de unos pasos alertaron al tigre que se encontraban custodiando esa tumba de escombros y ceniza en la que reposaban los restos de Dohko.

Sin embargo, el felino no atacó; aunque Shiryu iba vestido con la armadura dorada no lo desconoció al contrario, se repegó como un gato doméstico en sus pies.

Shiryu contempló aquel triste espectáculo, sin importarle que la lluvia callera sin cesar sobre su cabeza. Preso una terrible desolación se dejó caer en suelo lodoso, contemplando lo que una vez fuera la entrada a la cabaña de su viejo maestro.

-No... No tenía que hacerlo...- Apretó entre sus puños la tierra húmeda -NO TENÍA QUE HACERLO!!!-Gritó desesperado, haciendo un eco que irremediablemente, se perdió entre todos los ruidos que poblaban el lugar.

Estaba desgarrado. No percibió que tenía compañía.

Shaka se acercó a él, pero no le interrumpió; dejó que le muchacho llorara a grito abierto su dolor, que sacara con lágrimas la pena que le estaba taladrando el alma y el espíritu. Y el rubio le hizo compañía, llorando lágrimas en silencio, elevando plegarias al cielo para que Dohko descasara al fin en paz.

Cuando la noche ya había caído sobre las montañas y la lluvia se había detenido, Shiryu se puso de pie, suspirando con tranquilidad.

Shaka hizo lo mismo, esperando alguna palabra por parte del de cabellos azabache.

-Gracias, maestro de Virgo...-

-No hay nada que agradecer... Los dos necesitabamos descargar nuestros sentimientos.- Respondió el rubio, contemplando con nostalgia las ruinas calcinadas. -Murió con honor, ¿No es así?-

-Si, así es...-Cerró sus ojos, suspirando con añoranza y resignación. -Vámonos-
Shuryu estuvo a punto de retirarse, pero el ronroneo del gran gato le detuvo. Lo miró con ternura y se acercó hasta el felino para acariciar su cabeza. -¿Cree que Shion se moleste si llevo al santuario a mi nueva mascota?-

El caballero de Virgo sonrió ampliamente, negando con la cabeza.

-Dudo mucho que se oponga...-

-Entonces, vamos, Salomón...-

Los dos hombres y el tigre, se perdieron entre las sombras de la noche, mientras las luciérnagas les seguían en su camino.


*~*~*~*~*~*~*~*~*~*

Habían pasado 5 años, desde que la muerte de Dohko había sucedido.

Shiryu había aprendido a lidear con la pena, a asimilar el dolor y convertirlo en fortaleza, tal como en las horas de entrenamiento su maestro se lo había recalcado una y otra vez.

Ese día, se cumplía media década de su nombramiento como caballero, al mismo tiempo que de la muerte de su maestro. Hasta ese momento, Shiryu no había abierto la carta que Dohko le había dejado, la había reservado para el momento justo en que se sientiera, verdaderamente, un caballero dorado completo.

Avanzó hasta un pequeño altar, ubicado justo en la esquina de su salón de meditación. En él, yacían las dos espadas samurais y el rosario de jade que Dohko le había obsequiado, también una vela e inciensos encendidos.

Shiryu recitó una oración en su lengua madre y en japonés, que eran los dos idiomas que su maestro utilizaba.

Tras unos minutos de silencio, decidió por fin abrir el sobre que contenía, esa carta que su maestro le había regalado.

Una emoción inmensa hacía que su corazón golpeara con fuerte palpitar su pecho, era como si estuviera a punto de volver a ver a Dohko.

Y cuando empezó a leer las finas lineas, escritas con hermosa caligrafía china, las lágrimas se desbordaron por sus ojos.

-Cuando la alegría es muy grande, tan grande que no cabe en el alma... Una poca escapa por los ojos...-

Ese fué el primer pensamiento que se le vino a la mente, estaba muy feliz.

Querido Shiryu.

No hay remedio para el nacimiento y la muerte, excepto disfrutar el intervalo. Por eso, hoy, te pido con el corazón en la mano que seas feliz. Que ames, que vivas, que disfrutes de tu existencia y hagas de todos tus días los mas felices.

Quiero que te enamores, que busques el amor una vez mas, que no frenes tus sentimientos, que no finjas; pues hoy, gracias a esta noche tan maravillosa que me has regalado entre tus brazos, he descubierto, al fin, que la única manera en que limpiarás el honor de nuestra será esa: siendo fiel a tus sentimientos como a tus principios.

Estuve con una venda en los ojos toda la vida, pero no mas... Y aunque mas de 200 años sea mucho tiempo, te puedo decir con toda certeza, que si para llegar a este momento he tenido que que esperar mas de dos siglos, no me arrepiento. Estas horas a tu lado, valen mas que toda mi existencia vivida en vano.

No cometas el mismo error que yo. Ama y entrégate cuantas veces lo sientas, pues no olvides que el alma está aquí por su propia alegría y si no la vives, habrás desperdiciado esa oportunidad que los Dioses te brindan de vivir.

Nunca te defraudes mintiéndote a ti mismo, negándote a sentir, por que entonces, me habrás defraudado a mi y todas las horas que compartimos juntos habrán sido en vano.

Hay una fuerza interior que te da vida: búscala.
En tu cuerpo hay una joya que no tiene precio: búscala.
Si vas en busca del mas grande de los tesoros, no mires en el exterior, mira en tu interior y busca... Eso.

Dohko....


-Como usted diga maestro, muchas gracias por todo...- Se limpió las lágrimas con el dorso de su mano.

Suspiró, ya lo tenía claro. La última lección de Doho le había sido entregada.

Se levantó del piso y en compañía de su tigre, salió a caminar por el santuario, disfrutando de esa vida que le rodeaba y que, hasta entonces, había desperdiciado.

<<Donde quiera que se encuentre... Mil gracias maestro...>>

Dohko ya podía descansar tranquilo, pues la tranquilidad de la casa y el honor que él buscó recuperar, ya habían sido salvaguardados en el corazón del joven que tanto había entrenado.

Fin

Notas finales:

 


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