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Resplandor de una mente sin recuerdos... por Yaoi Darken Girl

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Notas del capitulo: Notas de la autora:

Disclaimer: Cabe aclarar que FULLMETAL ALCHEMIST no me pertenece, si no a su respectiva autora y creadora Hiromu Arakawa… No se que haría si fueran míos n_n

Yuri: ¬_¬ Bueno ya me imagino que harías… XD

YDG: Gomen ne >_< Bueno… ya está por terminar mi first fanfic, osease, limón y Sal… ^^ Q chido!!

Yuki: Definitivamente, no se como aún mantienes la esperanza… u_u

YDG: ¡No seas mala!! >_< Bue... Como iba diciendo, ahora este nuevo fanfic se me ocurrió un día que iba caminando por la calle y…

Yuki: Te tropezaste y te caíste con una concha de mango ¬_¬

YDG: *cof cof* No había necesidad de dar tantos detalles n_nU Bueno en fin, caminaba, escuché la canción de Franco de Vita que dice “Si te he dado todo lo que tengo… hasta quedar en deuda conmigo mismo…”

Yuki: >_< ¡CALLATE! ¡Vas a partir la pantalla del computador!

YDG: ¡Oh, por favor, no exageres XD! Bueno, la escuché y se me vino a la idea este fic. Espero que lo disfruten.

Yuki: Mucho se fundió el cerebro la pobre, haciéndolo ¬_¬

YDG: ¡Oye! Bueno… En fin… Este va para Lady_Yaoi_Yuri que me lo pidió y dedicado para su cumple…


YDG y Yuki: ¡FELIZ CUMPLEA—OS!!!!!!! XDXDXD

Bueno… ahora sin nada más importante que decir, vallamos a la historia. Es un One-Shot, pero espero que les guste… ^^

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*^*^*^* Resplandor de una mente sin recuerdos… *^*^*^*

By Yaoi Darken Girl… Y Yuki ¬_¬



Era un día como cualquier otro para el atareado y súper codiciado por las chicas, sexy coronel Roy Mustang.

Como cualquier otro día normal, conducía al trabajo en su auto último modelo y llegaba todo lo tarde que le daba la gana…

Ahora era jefe de la milicia, ya que, luego de la inesperada muerte del jefe Bradley, la cantidad de muertes para hacer la piedra filosofal en Lior y la desaparición del alquimista de Acero hacía ya varios años, al él le otorgaron el más importante puesto en la milicia…

Si bien claro, todo había tenido su precio…

Luego de que, gracias a los cuidados de Riza, se hubiese recuperado de la herida de su ojo, fue llevado a juicio varias veces, ya que muchos alegaban que la muerte del jefe Bradley era su culpa y lo tildaban de traidor a la nación. Aparte de que el antiguo consejo, ahora repuesto, se negaba a dejar que un militar controlara nuevamente las acciones del país.

Sin embargo, después de convencer suficientemente a la antigua asamblea, y recordarles las facilidades que tenía un militar como jefe en la milicia, había logrado salir con bien de todo aquello, y los pocos amigos que aún tenía, los conservaba a su lado; Si bien Riza y Havoc eran en verdad una gran ayuda, aún no superaba del todo la muerte de Maes…

Muchas veces había llorado sobre la tumba del pelinegro ojidorado, desahogándose junto a un vaso de fuerte Whisky, pero eso aún no aliviaba la pena que le había causado su muerte, su partida.

Abrió la puerta de su oficina, y como siempre, aparecieron miles de secretarias con papeles que necesitaban su permiso y autorización; nuevas armas, expediciones de guerra y de rutina, y muchísimas cosas que no vale la pena mencionar aquí.

Luego de que el sexy coronel fuera ayudado por su asistente Riza, logró llegar a la oficina sano y salvo aunque…

- >_< Mi uniforme… TTwTT

- ¿Qué sucede? -_-

- ò_ó Como que ¿Qué sucede? Mira mi uniforme…

El uniforme del sexy coronel se encontraba totalmente destrozado. Le faltaba la manga derecha, parte del pantalón se encontraba rasgado, y había varias marcas rojas, como de besos fugaces, en todo el cuello de su camisa.

- Mi uniforme… TTwTT

- Creo que hay otro en el closet de allá, Taiza -_-

- Que no tienes que llamarme Taiza, dime simplemente Roy…

Riza salió de la habitación con la mitad de los papeles del moreno y este buscó un uniforme nuevo para vestirse. Luego de arreglarse volvió a salir, esta vez asegurándose de que no había nadie por los alrededores.

- Ya no hay nadie Taiza, puede salir…

Este por fin salió de la oficina, con un hondo suspiro. En ese momento, hubo cierto ojiazul que entró por las enormes puertas.

- Buenos Días Taiza, Buenos Días Riza.

- ¡Oh! Ya llegaste Havoc ¬_¬ - Dijo el pelinegro sin interés alguno.

- Buenos Días Havoc – Dijo Riza sin mucho interés.

- ¿Y que ha habido de nuevo por central? ¿Algo de lo que no me haya enterado? – Dijo Roy, acercándose a una mesa cercana para servirse una taza de café.

- Ehh… en realidad ni idea… n_nU – Respondió el ojiazul.

- ¿Y tu Riza? – Interrogó el coronel.

- Nada de lo que usted deba enterarse… - Respondió sin despegar las vista del escritorio.

- Bueno… Si no hay nada… n_n – Roy tomó su taza de café y le dio un largo sorbo - ¿eh? Disculpa, Havoc, ¿quieres? – Dijo ofreciéndole café.

- No… Gracias, pero tengo suficiente con esto… - Sacó del bolsillo delantero de su uniforme, un paquete de cigarros y encendió el primero del día.

- ¬_¬ Perdón, pero sabes perfectamente que no puedes fumar en esta oficina… - Le recordó Riza.

- ¿Por qué? – Pero el rubio apenas tuvo tiempo de terminar la oración, ya que los aspersores contra incendios se encendieron, mojando todo el lugar.

- ¡Havoc! “_” ¡Ya es la tercera vez esta semana! – Le gritó Roy, corriendo a ocultarse en su oficina.

- Lo siento mucho, Taiza n_nU – Y eso fue lo último que escuchó de parte del rubio, antes de cerrar la puerta de un portazo.

Se apoyó de la puerta y suspiró hondamente…

Últimamente este tipo de cosas pasaban todos los días, pero estaba comenzando a pensar que faltaba algo. Ese algo lo tenía muy inquieto, pero realmente no lograba descubrir a…

Suspiró con pesadez, y se sentó en tras su escritorio. Si bien odiaba tener que firmar papeles, era lo único que distraía su mente agobiada cuando comenzaba a pensar en aquellas cosas…



Luego de limpiar todo aquel desorden, Riza se presentó en la oficina del coronel y extrañamente, lo encontró firmando los papeles, ya que últimamente, siempre le encontraba mirando por la ventana con cierto aire nostálgico.

- ¿Le sucede algo, Taiza? – Preguntó la rubia, preocupada.

- ¿Eh? – El pelinegro levantó la vista – No es nada Riza. No te preocupes…

- Señor… últimamente lo he visto un poco nostálgico… se que no es de mi incumbencia pero, ¿me podría decir que le sucede?

Por un momento le provocó responderle: “Por supuesto que no es de tú incumbencia”, pero se abstuvo de hacerlo.

- No es nada Riza, últimamente he estado algo… cansado.

La rubia se encogió de hombros, y cuando se disponía a salir de la oficina, agregó.

- No es necesario mentir, Taiza.

Y salió de la oficina.

Roy recargó su fren las palmas de sus manos. Ser el mayor jefe de toda la milicia, no era tan fácil como siempre había pensado que sería. Se pasó la mano por la cabeza, despeinando la negra cabellera y continuó con lo que hacía…



Ya estaba atardeciendo y conducía nuevamente a su casa como cada tedioso día. Havoc le había invitado una copa, como solía hacerlo Maes. Pero extrañamente no se sentía con ganas de ahogar sus penas en alcohol. No porque no las tuviera, si no porque, por primera vez en su vida, sentía que no debía hacerlo o terminaría olvidando algo muy importante.

Venía sumido en sus pensamientos, cuando un resplandor dorado le cegó, lo que ocasionó que el auto virara bruscamente y casi atropellara a la mitad de los peatones que se encontraban en la acera.

Luego de disculparse respectivamente por el accidente, Roy Mustang volvió confundido a su auto. Le había parecido ver que había atropellado a alguien, alguien rubio, un niño por su estatura, pero al regresar, no encontró más rastro de lo sucedido, que las marcas de los neumáticos en el pavimento.

- Debo estar volviéndome loco… - Dijo, suspirando con pesadez.

Reemprendió la marcha hacia su residencia. Al llegar a está, se tiró sin fuerzas en el sofá, mientras veía el fuego crepitar…

Se acercaban las fiestas decembrinas, aunque para el coronel esto en realidad no representaba alegría alguna. Nunca había tenido con quien compartir las fiestas, y no quería ser un estorbo para sus amigos, los cuales debían tener familia con quien pasarla.

Hubo una vez en la que estuvo muy cerca de ir con Riza de vacaciones en navidad, pero la rechazó de plano al enterarse del porque…

********************FLASH BACK********************

- ¿Y bien, Roy? ¿Iremos o no?

- No lo se… aún no me parece una buena idea…

- Vamos, no seas testarudo… Podremos divertirnos, y pasar un tiempo a solas… - Dijo la rubia, tomándolo del brazo de manera insinuante.

Roy, al visualizar las intenciones de su amiga, se safó de inmediato de sus brazos.

- ¿Qué sucede Roy? ¿Acaso dije algo malo?

- No es eso, Riza… Lo siento pero yo…

- ¿No iras?

- No puedo, Riza… No puedo corresponder a tus sentimientos…

Casi pudo escuchar como el corazón de la rubia se partía en dos al escuchar aquella frase…

- Pero Roy…

- Te agradezco que siempre hayas estado a mi lado, apoyándome y cuidándome. Pero no puedo hacer esto… Eres como mi hermana…

- Ya veo… - Dijo la rubia, con voz fría, con lágrimas que amenazaban salir de sus ojos.

- Riza… - Roy intentó acercarse a la rubia para consolarla, pero ella se echó para atrás.

- ¿Hay alguien más? ¿No es cierto?

- Riza yo…

- Si no quiere decírmelo, igual puedo vivir sin ello… - Dijo cortante – Tendré que invitar a Havoc a que me acompañe… Con su permiso, Taiza – Dijo enfatizando la última palabra, para luego salir de la habitación.

No había querido hacerle eso, pero en realidad, él nunca correspondió a sus sentimientos. Nunca lo haría…

******************** FIN FLASH BACK ********************

Desde entonces se había prometido no volver a decepcionar a nadie más…

Su mirada vacía se perdió en la inmensidad de las llamas que se encontraban en la chimenea, hasta que una extraña voz lo sacó de sus pensamientos susurrando su nombre…

- Roy…

El mencionado reaccionó al escuchar su nombre, y levantó la cabeza buscando el origen de dicho llamado, pero en la casa no había nadie. Solo él y su fuego.

- Tanto trabajo está afectándome el cerebro…

Se levantó del sofá con parsimonia y se dirigió a su habitación, subiendo pesadamente las escaleras y sin molestarse en apagar la chimenea. Al fin y al cabo, si se quemaba la casa, tenía dinero suficiente para comprarse otra, pensó encogiéndose de hombros.

Abrió la puerta de la habitación, encontrando el cuarto frío y vacío. Se desvistió y luego de ponerse solo el pantalón del pijama, se metió bajo los gruesos cobertores de la cama, dispuesto a dormir, pero aquella voz interrumpió sus sueños toda la noche…

Soñó como caminaba por una pendiente empinada, rocosa, y un río discurría por en medio. Se encontraba buscando a alguien. Divisó un cabello rubio y apresuró el paso. Al tenerlo acorralado, recordó que le había dicho:

- Corremos porque sabíamos que vendrías tras nosotros ¿No es eso lo que hacen los perros cuando son perseguidos?

- Si, pero un perro entrenado nunca desafía las órdenes de su dueño…

- Entonces soy uno callejero…

- ¿De veras? Entonces quizá deba ponerte a dormir…

Había visto como peleaba con el dueño de los rubios cabellos, y lo último que recordaba haberle dicho fue:

- ¿Y por qué rayos huyeron sin solicitar primero mi ayuda?

Se encontraba verdaderamen ojado por aquello, aunque realmente no entendía porque. Entonces, el dueño del cabello rubio, le dirigió una sonrisa, que más que altanería para con él, demostraba una tenacidad increíble, lo cual, por alguna extraña razón, le hizo sonrojarse, cosa que al rubio le pareció divertida…

Cuando se levantó aquella mañana, apenas si recordaba el sueño. No recordaba al chico con el que había discutido en lo absoluto. Lo único que recordaba era aquella sonrisa tenaz que parecía haber quedado grabada a fuego en su memoria.

Por alguna razón, sentía que ya había vivido aquello, pero no podía recordarlo, lo cual le pareció por demás, extraño.



Aquel día lo tenía libre, así que decidió pasear por la ciudad.

Caminó por los callejones de central, visitando muchos lugares que antes solía, inclusive el bar al cual solía ir con Maes, todo para no pensar en la soledad, para no admitir que se encontraba solo…

Después de un día frío y triste, se encontraba regresando a su casa, cuando, al pasar por un callejón, le pareció escuchar un llanto. Curioso, se acercó a averiguar de quien se trataba, y encontró a un niño, el cual, arrodillado en el piso, lloraba con desesperación.

Se acercó al niño, para preguntarle el motivo de su llanto, pero cuando el pequeño levantó la cabeza, con los ojos abnegados en lágrimas, el coronel no pudo reprimir la sonrisa que empezó a formarse en sus labios, y el recuerdo que llegó a su men ese instante…

********************FLASH BACK********************

Era un día de Enero. Triste y frío como cualquier otro. Afuera del auto donde él se encontraba, estaba lloviendo a cántaros. Se bajó del auto y al acercarse al callejón que se encontraba frente a él, una silueta se encontraba en el suelo.

Se trataba de un muchacho, rubio, el cual no tendría más de unos 13 años. Traía puesto un pantalón negro, con una camisa manga larga, negra también, los guantes blancos, y sobre esto, una chaqueta roja que le llegaba hasta los tobillos.

Se encontraba llorando horrorizado ante el espectáculo que se encontraba frente a él; Gran cantidad de viseras esparcidas a su alrededor, y en la pared final del callejón, la silueta extraña de una quimera que había explotado desde adentro.

Lloraba de una forma que a cualquiera le parecería dolorosa, pero no para él. El también había sufrido mucho. Al notar su presencia, el rubio levantó la mirada. Se miraron por un momento: la mirada del rubio adolorida y abatida, la del coronel, fría y calculadora.

- No puedes culparte de todo lo que muere a tu alrededor. No es saludable

Se lo había dicho para intentar consolarlo, lo cual, si bien no lo consoló del todo, por lo menos hizo que dejara de llorar. Sin embargo, aquel dolor aún se seguía reflejando en sus ojos, y desde el momento en que los vio, se dijo que no quería volver a verlos así.

- ¿No fue muy duro con ellos? Solo son niños… – Había preguntado Riza.

- Ahora son militares, ya no son niños – Había pensado para si mismo, antes de irse del lugar

******************** FIN FLASH BACK ********************

- ¿Por qué lloras? – Le preguntó al niño frente a él.

La mirada adolorida del infante, que tanto se parecía a la del rubio de su recuerdo, se suavizó un poco.

- Mi hermana se perdió… - dijo el pequeño en un débil susurro.

- ¿Qué te parece si la buscamos? – Le dijo, colocándose a su altura.

El niño movió la cabeza afirmativamente con energía, y salió corriendo del callejón, con el militar a sus espaldas.

Luego de un rato de búsqueda, lograron encontrar a la hermana del pequeño, con lo que el coronel continuó tranquilo, su camino de regreso a casa.



Comenzaba a hacer más frío, ya que estaba nevando, y Roy Mustang venía sumido en sus propios pensamientos, sin importarle si nevaba, granizaba, o llovían piedras desde el cielo.

No lograba entender que le pasaba. Ese aire tan nostálgico no era propio de él. Además, ese chico de su recuerdo, tenía la impresión de haberlo visto en algún lado, pero ¿Dónde?

Aquello había parecido un recuerdo tan nítido… Sin embargo, debía haber sido una jugarreta de su mente, pues el jamás había conocido a un chico rubio, con unos ojos como aquellos… Es más, ni siquiera recordaba haber conocido a ningún niño rubio en primer lugar. Pero entonces… ¿De donde provenían esas imágenes? Esos recuerdos…

Tenía la impresión de que, si lograba encontrar a ese chico, se disiparía todo este velo de recuerdo que le envolvía. Pero el mundo era muy grande y aquel chico podría estar en cualquier parte.

Abrió la puerta de su casa y se dirigió directo a la cama. Al tenderse en ella, mientras miraba el techo, escuchó como su estomago, hacía leves sonidos de protesta en su contra; Tenía casi dos días que no comía. Trató de calmarlo, pues al fin y al cabo, no le apetecía levantarse a comer. Quería dormir. Dormir y olvidar.

Poco tiempo tardó para que la mente del moreno, se perdiera entre sus recuerdos nuevamente…

Se encontraba frente a una gran casona. Estaba lloviendo. Se ajustó más el impermeable y entró decidido.

Una señora de edad mayor y una chica rubia se encontraban en la sala. Había preguntado por alguien llamado Edward Elric, y un chico rubio, de apenas unos 10 u 11 años, había asomado su cabeza, por la puerta de una habitación cercana.

Lo sorprendente de aquel niño, no solo era su brazo y pierna de automail, si no la expresión decidida que había en su rostro a pesar de su estado.

La anciana presente reprendió al niño y le ordenó descansar, mientras preguntaba el motivo de mi visita. Yo le dije:

- He estado buscando al padre de estos dos niños… Pero si ellos han podido realizar una transmutación humana y sobrevivir, su padre ha bajado en mi lista de prioridades – Había dicho con su característica sonrisa.

Esa había sido la primera vez… La primera vez que había visto a Edward Elric.

Se despertó sobresaltado por el sonido de la alarma de su despertador. Limpiándose los ojos con la mangas del pijama, se dispuso a vestirse. Al conseguirlo, bajó a la cocina, donde tomó un rápido desayuno, consisten una rebanada de pan tostado y una taza de café, y luego se dirigió a su oficina.

Mientras venía pensando y dándole vueltas al asunto en su cabeza, se dio cuenta que ese tal Edward que había visto en su sueño aquella noche, era a su vez, el mismo que había estado llorando unos años después en el callejón, y luego de varios años, al que parecía haber perseguido por las cercanías de aquel río.

Edward Elric…

Tenía que preguntarles a sus amigos ¿Qué sabían de él? Y entonces, y quizá solo entonces, podría volver a dormir en paz…



Llegó a la oficina y de inmediato se encerró en su despacho, sin siquiera saludar a los presentes.

- ¿Qué le sucederá al Taiza? – Preguntó Havoc, con su cigarrillo en la boca.

- No lo se. Pero creo que deberíamos ir a averiguar – dijo la rubia ojiroja.

Ambos asomaron las rubias cabezas por la puerta del despacho de su superior, quien se encontraba sentado en su silla y de espaldas a la puerta.

- Pasen – dijo con neutra – Necesitamos hablar…

Havoc tragó en seco al escuchar el tono tan frío del pelinegro, por lo que no se atrevió a desobedecer. Riza por su parte, entró tranquila tras el rubio ojiazul.

- ¿Sucede algo, Taiza? – Preguntó la rubia

El moreno se volteó para mirarlos. Su expresión era totalmente neutra. Carente de la nostalgia que últimamente se veía en su rostro, pero también carente de esa altanería que caracterizaba a Roy Mustang.

Se miraron a los ojos por largo rato hasta que finalmente Roy habló:

- ¿Quién es Edward Elric?

Los rubios se miraron entre sí, asombrado, pero a la vez extrañados y perturbados por la pregunta. Roy se preguntó si había hecho bien en decirles, pero aún así, repitió la pregunta:

- ¿Saben quien es Edward Elric?

- Taiza… - Havoc se sobaba la nuca con una mano, como si no supiera como decírselo.

- Taiza, yo se lo diré… - dijo la rubia ojiroja.

Roy volvió la mirada, atento a lo que ella iba a decirle.

- Edward… - ella suspiró – Edward fue un militar que estuvo de servicio en la milicia hace algunos años, pero luego de la masacre de Lior, desapareció sin dejar rastro… Todos dicen que murió… Hay una lápida en el cementerio de central con su nombre.

- Entiendo – Dijo Roy secamente.

- Taiza, ¿Por qué la pregunta? – Preguntó Havoc curioso.

Roy se disponía a responder, pero decidió mejor hacer otra pregunta que le atormentaba la memoria:

- Riza… ¿Yo alguna vez lo conocí?

Riza se quedó callada. No sabía que decirle. Así que Havoc respondió por ella.

- Taiza… Quizá lo conoció, pero tal vez no debió haberlo hecho…

¿Qué quería decir con aquello? ¿Un si o un no? No se atrevió a preguntar.

La sala se mantuvo en un denso silencio por unos minutos, hasta que los rubios decidieron retirarse, ya bastante tenía Roy con sus propios pensamientos.

Havoc había salido de la habitación, pero cuando Riza se disponía hacerlo, llamó su atención un momento para decirle:

- Taiza, por esta fecha se cumplen 2 años de que desapareció, quizá quiera ir a visitar su tumba…



- ¿Habrá recordado algo? – Preguntó el ojiazul.

- No lo creo.

- Pero su rostro… Riza, ¿Has visto su rostro últimamente?

Riza se volvió hacia Havoc con un rostro melancólico.

- Si hubiera recordado estuviese mucho peor

- ¿Cómo lo sabes?

- Digamos que conozco al Taiza, casi tanto como Edward lo conoció…

- Eso espero.

- Aunque no creo que a estas alturas valla a poder recordarlo.

- Es mejor así. No quiero volver a pasar lo de aquella vez…

********************FLASH BACK********************

Riza y Havoc caminaban juntos por las calles de central. Riza buscaba algo para darle de comer a Azure, y Havoc, quien no tenía nada mejor que hacer, le acompañaba.

De regreso decidieron pasar por casa de Roy, así que allí se detuvieron. Riza había comprado una tarta de manzanas flameadas, la favorita del Taiza, para sentarse y charlar un rato. Era verdad que le había rechazado de plano, pero no podía separarse de él. No podía…

Havoc tocó la puerta dos o tres veces, pero sin respuesta.

Trataron de forzar la cerradura, no fuera a ser que algo malo le hubiese ocurrido a Roy, pero al intentar abrirla, descubrieron que la puerta no tenía seguro, así que entraron fácilmente.

Lo buscaron por toda la casa, hasta que por ultimo, llegaron a la habitación de Roy. Lo encontraron apoyado a una pared cercana a la cama, totalmente sin sentido. Se acercaron rápidamente y le hicieron volver en sí…

Al despertar lo primero que hizo Roy fue agarrarse la garganta.

- Que le sucede Taiza – Preguntó la ojiroja.

- Agua… - fue todo lo que pudo murmurar el sexy coronel.

Riza bajó las escaleras rápidamente mientras Havoc investigaba el lugar. No había signos de violencia ingún lado. No entendía como alguien había podido entrar así a la casa del Flame alchemist, y dejarlo en aquel estado así sin más.

Apoyó una mano contra el cristal de la ventana del cuarto del flame alchemist, la cual daba hacia la calle, y de repente una punzada de dolor le hizo retirar la mano. La ventana no estaba completa. Era evidente que alguien había intentado arreglarla con Alquimia, pero no había puesto todos los pedazos.

Buscó el circulo de transmutación que se había usado para arreglar la ventana, talvez así encontrarían al culpable, pero sin éxito. Entonces lo entendió. Edward…

Riza había regresado y miraba impaciente al moreno, el cual bebía el agua como si su vida dependiera de ello.

- Mucho mejor Riza. Gracias. No se que tomé anoche, pero valla que me quemó la garganta – Dijo tratando de parecer gracioso.

Havoc se puso de cuclillas hasta alcanzar la altura del sexy coronel, el cual aún no se había tomado la molestia de levantarse.

- Roy, ¿Edward estuvo aquí anoche?

Roy se mantuvo en silencio un momento, como meditando la situación. Por fin respondió con voz tranquila.

- ¿Quién es Edward?

Los rubios presentes se miraron incrédulos.

- Es Edward, Roy. El muchacho de cabello rubio, ojos dorados… El enano – Riza trataba de hacerle recordar, pero sin éxito.

- No tengo idea de quien me hablas, Riza – Dijo el pelinegro en tono firme.

Havoc se pasó la mano por el cabello, en muda señal de desesperación.

ºººººººººº Mas Tarde ºººººººººº

- ¿Y en el laboratorio 5? – Preguntó el ojiazul

- El mayor Armstrong entró y entonces fue que descubrimos que Kimbly seguía vivo – Dijo Roy.

- ¿Recuerdas por que Armstrong entró en el laboratorio 5? – Le preguntó Riza.

- … - Roy titubeó por un momento – Asuntos militares. Seguramente algo sin importancia. Ahora… ¿Me podrían dejar vestir en paz? – dijo el pelinegro, sacándolos prácticamente a la fuerza de su cuarto, con una venita en su frente.

Una vez en el pasillo, discutieron en susurros, para que Roy no los escuchara.

- De verdad no lo recuerda… - Dijo Havoc incrédulo.

- Creo que es mejor así. No lo veía sonreír así, desde que Edward desapareció.

- Entonces, ¿No se lo vamos a decir?

- No. Es mejor que siga con su vida… No le diremos nada, ¿Es una promesa?

- Es una promesa…

******************** FIN FLASH BACK ********************

- Entonces, ¿Por qué le dijiste eso de “Quizá lo conoció, pero tal vez no debió haberlo hecho”? Puedes darle ideas. Lo prometiste.

- Estamos igual. Tú le dijiste lo del cementerio, y que lo visitara…

- Pero si él está recordando algo por su cuenta, no me gustaría ser quien lo impidiera.

- Yo tampoco.

Se quedaron en silencio por largo rato, solo mirándose a los ojos. Ambos sabían lo que debían hacer…



Estaba tomando el sobretodo, el cual se encontraba colgado cerca de la puerta, cuando Riza entró con un ramo de lirios blancos.

- ¿De nuevo? – Dijo el pelinegro, al parecer, ya hastiado – Diles que no voy a…

- No son para usted – Dijo ella cortante – Son para que los lleve. A esa tumba le harían bien unas cuantas flores…

Roy y Riza cruzaron una mirada. El primero, de agradecimiento. La segunda, de cariño.

- Si tu lo dices… - Dijo roy, tomando el ramo de flores.

Salió del despacho. Al llegar casi a la salida del cuartel, se encontró con Havoc.

- ¿Y esas flores Taiza? ¿Otra admiradora?

Roy negó con la cabeza, con una sonrisa ladeada.

- Son para un amigo…

Salió del lugar. Al poco rato, Riza se reunió con Havoc.

- Espero no estarme equivocando – Dijo Riza

- Espero que no NOS estemos equivocando – enfatizó Havoc.



Manejando el auto nuevo por poco más de una media hora, llegó al cementerio de central. No se encontraba muy lejos de su casa, así que quizá luego se iría caminando, si había mucha nieve.

Estuvo buscando por todas las tumbas, pero no encontró ninguna con el nombre que buscaba. Se disponía a marcharse, algo decepcionado, cuando unas huellas en la nieve llamaron su atención.

Se dispuso a encontrar al dueño de las huellas, y pudo vislumbrar a un chico rubio de cabello largo atado en una coleta alta, un poco más bajo que él, el cual se dirigía a unas tumbas, un poco más alejadas de las demás. Le entró la curiosidad, así que decidió seguirlo.

El muchacho se dirigió a tres tumbas que estaban bajo un árbol de cerezos, el cual casi no tenía hojas ya. Parecía muerto, aunque por dentro aún tuviera vida. En cierto modo le recordaba a él.

El muchacho, se sentó sobre la nieve, frente a una tumba en particular, mientras la miraba, entre melancólico y divertido. …l se acercó.

- ¿No es triste que a veces la gente tenga que dejar lo que ama, simplemente por un deber que quizá no le correspondía? – El rubio ya sabía que él se encontraba allí, así que se acercó.

- Si lo es… - Dijo acercándose a ver las tumbas que se encontraban allí.

Habían tres tumbas: En una de ellas estaba escrito “Hohenheim de la Luz”. En la otra, lo único que estaba escrito era “Cicatriz”, y la última, la que estaba frente al chico rubio, estaba escrito “Edward Elric”

- Esta es – Susurró más para si mismo, que para el rubio allí presente.

- ¿Buscabas esta tumba?

- Si. Vine a dejar esto… - Y puso el ramo de lirios sobre la tumba.

- Es muy lindo de tu parte… ¿era algún familiar tuyo o algo? Si no estoy siendo muy entrometido…

Por un momento Roy deseó decirle que en realidad no era asunto suyo, pero por alguna extraña razón no pudo hacerlo.

- Fue un amigo de hace algunos años… Pero no lo recuerdo bien.

- Entiendo.

- ¿Tú conoces a alguno de los que están aquí?

- Aquella – Dijo señalando la tumba más cercana a la que estaba frente a él – es la tumba de mi padre… Hohenheim de la Luz.

- ¿Y el otro?

- Era un amigo… Salvó a mi hermano una vez… Pensé que se merecía una tumba decente.

- Ya veo…

- Bueno… - dijo el rubio, poniéndose en pie – debo seguir mi camino…

- ¿Te vas? – Se sorprendió al darse cuenta que se entristecía de la partida del muchacho.

- Si. Debo encontrar un lugar donde dormir esta noche. Lo más probable es que el departamento que tenía ya me lo hayan quitado… - Dijo con una sonrisa divertida.

Lo primero que cruzó por su mente, fue que el chico tenía una bella sonrisa, pero al poco tiempo se encontró pensando en que se sentiría besar aquellos vírgenes labios. Despertó de su ensimismamiento al escuchar al rubio estornudar.

- Atttxuuuuuuuuuuuussssssss! Valla que esta haciendo frío…

Entonces lo notó. El chico no estaba vestido acorde con la época del año. Vestía una fina camisa blanca manga larga, un partó sin mangas, unos pantalones oscuros de tela fina, sencillos, y sobre esto, una gabardina color marrón oscuro que le llagaba casi hasta los tobillos.

- Si quieres puedes quedarte en mi casa esta noche… - El rubio abrió los ojos desmesuradamente al escuchar la propuesta, y Roy se sorprendió al darse cuenta de lo que estaba haciendo, pero ya no podía echarse para atrás.

- No creo que sea una buena idea… - el rubio desvió la mirada y el vio como comenzaba a sonrojarse.

- No te alteres – Dijo, tratando de calmarlo – Puedes quedar el piso de abajo. Mi casa es muy grande.

- Eso ya lo se… - Susurró quedamente el rubio.

- ¿Dijiste algo? – Pregunto asombrado al escuchar las palabras del rubio.

- Nada, no dije nada – Dijo el rubio con una sonrisa, en la cual Roy volvió a fijarse – Ahora si que es tarde… Debo irme - Comenzaba a oscurecer. ¿Cuántas horas había pasado en aquel lugar?

- No te vallas – Dijo en un tono muy parecido a la súplica.

- Ya es tarde - ¿Era acaso que el rubio buscaba alguna excusa para evitarlo?

- Bien… - Dijo, suspirando pesadamente, mientras se pasaba una mano por el cabello y ayudaba al chico a ponerse en pié – Te acompaño hasta la salida. He estado aquí demasiado tiempo…

Comenzó a caminar por entre la nieve, hacia la salida del cementerio, cuando notó que el rubio no se encontraba con él. Se volteó y pudo verlo aún bajo el árbol, mirando el suelo, sonrojado.

- ¿Vienes? – dijo el pelinegro, sacándolo de sus pensamientos.

- Si… - el rubio se apresuró a alcanzarlo.

Caminaron juntos hasta la salida del cementerio. Roy de vez en cuando lo miraba de reojo, no pudiendo evitar que el sonrojo invadiera sus mejillas. Aquel muchacho en verdad era lindo.

Sacudió la cabeza al darse cuenta de que estaba pensando en aquello, y siguió su camino, tratando de ignorar aquel sentimiento que empezaba surgir en su pecho, aunque sin dejar de mirar de reojo al rubio.

- Bueno, estamos aquí… - dijo el rubio no muy convencido.

- Entonces, ¿este es el adiós?

- Eso creo…

- ¿Te veré de nuevo algún día? – Preguntó Roy, esperanzado.

- No lo creo. Tomaré un tren a media noche. Debo ir al Oeste a arreglar algunos asuntos.

- Ya veo… - Dijo cabizbajo.

- Anímate – Dijo el rubio, mirándolo con ojos en los que se reflejaba la determinación y firmeza que se adquieren después de muchos sufrimientos – Hay gente que ha sufrido más que tú y yo, y sus rostros son más alegres que el tuyo…

El coronel disimuló una sonrisa ladeada.

- ¿Quién dijo que yo estaba triste? Al contrario, este ha sido un día muy alegre – dijo con altanería.

- Así me gusta – Dijo con una enorme sonrisa infantil, con la cual mostraba todos sus perfectos dientes y le hacía cerrar los ojos.

Que hermosa sonrisa, había pensado el coronel para sus adentros.

- Bueno, ahora si es el adiós. Si no me apresuro, no encontraré donde quedarme.

- Entonces vete, ¿Qué esperas? – Dijo el coronel, con altanería.

El rubio le dirigió una mirada de reproche, la cual desapareció casi al instante, al notar el tono de broma del pelinegro.

- ¿Puedo preguntar como te llamas? Digo, por si algún día nos vemos de nuevo…

- No lo creo – dijo el chico, muy seguro, aunque se notaba algo triste – Me llaman Acero…

- Acero… - repitió Roy como ido.

- Si, ¿Qué no entendió? A-C-E-R-O

- Claro que entendí, enano.

Una venita se hinchó en la frente del rubio.

- ¡¿A QUIEN LE DICES TAN ENANO QUE PUEDE FACILMENTE PERDERSE ENTRE LA NIEVE?! ¡POR SI NO TE HAS DADO CUENTA, SOY CASI DE TU TAMA—O!

Roy se acercó al rubio, mientras lo miraba a los ojos con altanería. Estaban tan cerca que el rubio podía sentir como el aliento del hombre que estaba frente a él, rozaba sus labios con dulzura y calidez.

- Pues a ti, enano… ¿o es que ves a alguien más por aquí?

Al sentir la cercanía, el rubio comenzó a sonrojarse. Lo que al militar le pareció divertido. Se enderezó de nuevo, y giró la vista hacia otro lado mientras el rubio se recuperaba del impacto del momento.

- Espero que encuentres lo que buscas en tu viaje… - Dijo el pelinegro, mirándolo de reojo.

- Espero que encuentres a alguien con quien ser feliz algún día… - Dijo el rubio, mientras se acomodaba la gabardina.

- Adiós Acero – dijo, tendiéndole la mano en un gesto solemne.

El rubio acercó la suya, pero no la estrechó, si no que golpeó su mano. No para alejarla, sino como una palmada entre amigos, mientras le decía:

- Adiós Coronel…

Se dio la vuelta, y se fue corriendo del lugar sin voltear a mirar atrás, mientras que la mirada del coronel lo siguió hasta que se perdió de vista.



No podía ser. No podía. ¿Cómo podía no haberse dado cuenta antes? Y sin embargo, lo había dejado pasar así sin más. Pero no se resignaría a perderlo. No de nuevo… No ahora…

Roy Mustang corría presuroso hasta la estación del tren. Era ya casi la medianoche y el tren que quería alcanzar se encontraba apunto de partir, así que corrió más deprisa.

Al llegar a la estación se detuvo un momento, mientras se apoyaba en una columna, tratando de recuperar el aliento. Se detuvo frente a la taquilla de las ventas de boletos:

- Buenas noches, ¿El expreso Oeste que salía a la media noche, ya partió?

- Aún no ha partido, joven – Dijo un anciano de rostro bondadoso – Si se apresura, aún puede alcanzarlo.

- Muchas gracias, señor.

Rogaba que aún no fuera demasiado tarde para alcanzarlo, para decirle, eso que hace casi dos años no había podido decirle, pero estaba muy claro ahora.

********************FLASH BACK********************

Se encontraba frente al cuartel general de Central. Estaba en un auto “robado” vestido de civil, mientras Riza conducía. Estaba intentando desenmascarar por fin a Bradley, y venía pensando en esas cosas, cuando Riza frenó bruscamente.

El levantó la mirada, y se encontró con los ojos dorados de Edward, quien, tras un momento de confusión, se repuso al instante.


Iban derecho a la vieja catedral de central, donde Edward iría a buscar algo, o a alguien. Todo ese camino, a pesar de lo que hablaron, el corazón de Roy se encontraba encogido y triste, al enterarse de que, quizá no volvería a ver al dueño de las doradas orbes.

Llegaron al lugar. Al principio había querido acompañarlo, pero luego pensó a demasiado obvio, y decidió solo despedirse.

- Adiós Acero – le dijo tendiéndole la mano en son de despedida.

El muchacho golpeó la suya con familiaridad, ya harto de aquellas cortesías, mientras le decía:

- Adiós Coronel…

Y se perdía rumbo a la catedral.

******************** FIN FLASH BACK ********************

No entendía como pudo haberlo olvidado. Ese momento… Y todos los momentos que pasaron desde que lo conoció. No entendía como pudo haberlo olvidado así y nada más. Todo era culpa de aquella pócima purpúrea…



Tomó la maleta que se encontraba en el suelo, al escuchar el sonido del silbato que anunciaba la salida del tren. Suspiró con pesadez y un dejo de fastidio. Era tan difícil dejar todo atrás… Pero tenía que hacerlo. No solo por su corazón herido, sino también por él…

Caminó hasta la puerta, donde le dio el boleto al cobrador. Este se fue adentro a cobrar otros boletos. Volvió a suspirar pesadamente, y cuando se disponía a subir al tren, una voz entre la multitud, detuvo sus pasos en seco…

- ¡Edward!

Se giró con rapidez, para encontrase con los ojos del flame alchemist.

- Roy… - Susurró quedamente el rubio.

Por largo rato, solo las miradas que se cruzaban, revelando todo aquello que no habían podido confesar hace dos años…

A pesar de todo, el rubio se volteó, y continuó su camino al interior del andén. Roy se encontraba aún muy lejos del anden como para alcanzarlo, pero aún así, corrió.

Saltó la última baranda entre él y el andén.

Sonó el último silbato.

El tren comenzó a avanzar con gran velocidad, llevándose lo único a importante para él.

Poco a poco el andén se fue vaciando, y solo quedó él.

Estaba parado en medio del andén, y no parecía importarle que no hubiera nadie más. Su mente se encontraba ida. Ya nada importaba.

EL bondadoso anciano que había encontrado en la taquilla de los boletos, se encontraba ahora barriendo el andén para el día de mañana.

- Joven, si ha perdido el tren, mañana a las 7 saldrá otro. Le ruego que se retire. Necesito barrer.

Roy comenzó a caminar por las oscuras calles de central, mientras llovía. Cada vez con más fuerza. Como si quisiera expresar con hechos, lo que su vacío corazón no podía explicar con palabras.



Llegó a la altura del cementerio, donde, al levantar la mirada, divisó una silueta bajo el marchito árbol de cerezo. Esperanzado, echó a correr hacia allá, para encontrarse con cierto rubio, quien bajo la lluvia, contemplaba su propia lápida con ironía:

- Todos piensan que he muerto, y sin embargo, aquí estoy. Como da vueltas la vida, ¿no lo crees así? - Dijo con ironía.

No pudiendo contener más, el mar de sentimientos que amenazaba con estallar de su pecho, se acercó al rubio y lo abrazó. Lo abrazaba con fuerza, como si temiera que fuera desvanecerse como un sueño, pero a la vez, tratando de expresarle todo lo que sentía.

De sus oscuros ojos, comenzaron a brotar sutiles lágrimas que fueron confundiéndose al poco tiempo, con la lluvia que corría por ambos cuerpos.

El rubio se encontraba estático. No sabía que hacer. No sabía como reaccionar. Si bien no era la primera vez que aquello le pasaba, aquel momento había sido muy doloroso…

********************FLASH BACK********************
Después de muchos, quizá demasiados esfuerzos inútiles, una noche, en la cual, casi había sacrificado su propia vida, por destruir aquel dolor que le aquejaba, aquella noche en el cementerio, había logrado que la puerta se abriera.

Central no se encontraba muy diferente a como la había visto la última vez. Era una noche oscura y cálida de verano. Había mil cosas que hacer en noches como aquella, pero el rubio alquimista solo tenía una idea en mente. No sabía de cuanto tiempo disponía, así que se apresuró a ejecutarla con rapidez…

Llegó a la puerta de la casa del moreno. No sabía que hacer. Quería verlo. Pero no podía simplemente entrar y decir que había regresado. Roy pensaría que se estaba volviendo loco. Decidió entrar por la ventana.

Trepó el techo con habilidad y al asomarse por la ventana que daba al cuarto del flame alchemist, pudo verlo dormir. S semblante estaba inquieto, y estaba sudando frío. Estaba teniendo una pesadilla.

Con sutilidad intentó abrir la ventana, pero con tan mal tino, que esta se rompió, lo que terminó despertando al dueño de la habitación.

- ¡Edward! – Había dicho sorprendido el pelinegro, al encontrarlo entrando furtivamente en su habitación.

Por un momento, pareció que estaba enojado, pero rápidamente su expresión de reproche, cambió por una aliviada, y a la vez, tranquila y alegre.

Por un momento, no pudo creer que de verdad estuviera haciendo aquello, hasta que los brazos del coronel lo rodearon en un abrazo desesperado.

- Pensé que no volvería a verte… - Lágrimas diminutas empezaban a humedecer los ojos del coronel.

- Coronel, yo no… - La alegría que embargaba al rubio, no era capaz de expresarse con palabras.

- Debía haberte dicho esto hace dos meses… debía haberte dicho esto antes de que te fueras… - Se separó un poco para mirar las doradas orbes – Lo supe desde el momento en que tuvimos que pelear aquella vez… Desde el momento en que te internas el laboratorio 5 y no supe si te vería con vida nuevamente… Desde que escapaste de los militares, luego la masacre de Lior, y creí que no volvería a verte… Ahora me doy cuenta que siempre lo supe, pero tuve miedo de aceptarlo…

- Coronel…

- ¿Cuándo me dirás Roy? – Le dijo el mayor en un falso tono de reproche.

El rubio se sonrojó y bajó la mirada. EL pelinegro se encargó de levantarla, tomando su barbilla para mirarlo a los ojos.

- Siempre supe que… Te amo Edward Elric… - Y acercando sus labios, a los vírgenes del niño que se encontraba entre sus brazos, le robó su primer beso.

El momento pareció interminable para ambos, pero con dolor, Edward se separó bruscamente del mayor, lo cual él observó entre sorprendido y decepcionado.

- Yo también lo amo… - Dijo el rubio, cabizbajo – Es por eso que no puedo dejar que siga sufriendo…

- ¿De que hablas, Edward?

- No he vuelto aún. No se si de verdad podré volver alguna vez…

- ¿De que estas hablando? – Roy empezaba a preguntarse si el rubio no estaría delirando.

- No se como demonios abrí la puerta, ¿si? Pero se que no va a estar abierta mucho tiempo más. Si yo me voy, nunca volverá nadie a ver esa sonrisa que tanto me gusta de usted…

El pelinegro abrió los ojos en sorpresa, y el rubio se sonrojó aún cabizbajo.

- Es por eso que – Tragó en seco – Si me olvida, todo será más fácil para los dos…

- Pero Edward, ¿Cómo podría olvidarte? – Preguntó el pelinegro, confundido por la actitud del rubio.

Por toda respuesta, el susodicho sacó una pequeñísima botella, con un líquido color púrpura del bolsillo de los pantalones negros.

Fue entonces cuando Roy notó el aspecto que tenía.

Aún usaba la roba que tenía la última vez que se habían visto, pero esta vez, las ropas se encontraban manchadas de sangre por todos lados, en especial en el pecho, donde estaba la más grande de todas. Su rostro, a pesar de estar cabizbajo, también se notaba los rastros de sangre seca que había en el, unas grandes ojeras, y una que otra cortada.

Roy se acercó al rubio e intentó consolarlo, pero el rubio lo alejó.

- Beba esto – Ordenó, mirando al coronel a los ojos, y poniendo la botella con el líquido púrpura, frente a su rostro.

- ¿Qué es esto? – Preguntó el moreno

- Una pócima que inventaron del otro lado de la puerta. Se supone que elimina todo recuerdo de la existencia de alguien a quien hayas conocido.

- No lo haré – dijo el pelinegro, alejando la botella de su rostro, decidido.

- Ya me suponía que esto sería así de difícil. – Dijo el rubio suspirando – Se supone que esto es un poco amargo y quema un poco la garganta una vez que lo tragas – dijo, agitando la botella, y viendo su contenido con renovado interés - pero no creo que suceda nada si…

- ¡No voy a beberlo, y tu tampoco lo harás! – dijo el coronel, en tono autoritario, plantándose frente al rubio.

- Olvidas que yo ya no soy tu subordinado – Dijo el menor, en tono ácido.

Tomó la pequeñísima botella en sus manos y, de un trago, bebió todo el contenido, antes de que Roy pudiera arrebatársela de las manos. Roy lo miró con rostro horrorizado, dando un paso atrás. Edward lo evitó, tomándolo del cuello del pijama, y depositando un beso pasional en los labios del alquimista mayor.

A Roy, aquello le tomó totalmente pro sorpresa, no pudiendo evitar tragar el líquido purpúreo que Edward le había hecho beber a través de aquel beso.

- Edward… ¿Qué has hecho? – Dijo Roy, agarrando su garganta, mientras comenzaba a sentir, como aquel líquido quemaba su garganta.

- De verdad lo siento Coronel – Dijo el rubio con expresión adolorida – Pero en verdad se que esto es lo mejor. Usted podrá ser feliz con alguien más que le ame como yo lo hice, porque yo no se si volveré algún día.

Roy se sostenía la garganta con más fuerza. No podía hablar.

- Es gracioso – Dijo el rubio con una sonrisa ladeada, mientras sus ojos transmitían el dolor que su corazón sentía – Siempre creí que lo odiaba, pero aquella vez, luego de la muerte Maes, en que creí que más lo odiaba, por una aparte, fue el único con el que me entendí… Fue cuando comencé a darme cuenta de que me gustaba, a pesar de que había intentado negarlo.

Comenzaba a ver todo borroso. Comenzaba a perder el sentido del equilibrio, así que se sentó en el suelo, y se recostó en la pared, para no perder del todo el conocimiento.

- Coronel… – dijo Edward, poniéndose a su altura y susurrando contra su oído – Yo lo amo… Siempre lo hice… Siempre lo haré a pesar de todo… - El alquimista mayor abrió grandes los ojos en sorpresa – Pero es hora de que continúe con su vida…

Se dio la vuelta y se dirigió a la ventana. Volteó a ver el cuarto por última vez, como para no olvidarlo y vio a Roy, el cual, casi se encontraba inconsciente, pero aún así, intentaba articular una frase con sus últimas fuerzas.

- Si quiere saber por que lo hice… - Susurró el rubio, con un pié en la ventana, apunto de saltar – Lo hice porque… No podría soportar verle sufrir por mi culpa…

Se lanzó por la ventana y calló en el techo de la casa. Transmutó la ventana y se asomó por última vez. Roy ya se encontraba inconsciente. A la mañana siguiente no recordaría haberlo visto nunca. Al apoyar la mano en la ventana, se hizo un ligero corte, del cual comenzó a brotar sangre.

Trató de detenerlo, pero, sin quererlo, activó la puerta y calló inconsciente.

Al despertar se encontraba de nuevo en aquel cementerio. Manchado de sangre. La botella no estaba. No había sido un sueño.

******************** FIN FLASH BACK ********************

- Coronel… - dijo el rubio, al sentir el abrazo cálido del moreno.

- Aquella vez, te escapaste de mí… No podrás hacerlo de nuevo esta noche…

- Pero Coronel… - El rubio rompió el abrazo, sorprendido - ¿Cómo pudo saber…?

- ¿Quien eras tú? En verdad no lo se… Pero algo dentro de mí, sabía que volverías, y es por eso que nunca podré olvidarte…

Tomó la barbilla del rubio, y depositó un beso en los labios del menor. El beso mas dulce que alguna vez hubiese saboreado, fue lo que llegó hasta su alma aquella noche…

- Lo hice para que no sufriera… - Dijo el rubio, con lágrimas que amenazaban salir de sus ojos – Y lo que logré fue lo contrario – Dijo, tratando de secarlas, con la manga de la gabardina marrón.

- Trataste de que yo no sufriera, pero al hacerlo, el único lastimado has sido tú. Y créeme que me duele ver a esas preciadas orbes, llorando así.

Edward se sonrojó bruscamente por lo halagos del coronel.

- Coronel yo… - Dijo, sonrojado.

- ¿Cuándo vas a llamarme Roy? – dijo el moreno, con una seductora sonrisa.

- Roy… - El rubio tragó en seco – Quería decirte que…

- Ya es tarde Edward… Ya no es necesario…

- Pero… No puede… No…

- El dolor de esa noche, al parecer fue demasiado…

El rubio, no entendía a su coronel. ¿Acaso se había molestado en llegar a la estación, solo para decirle aquello?

- Roy…– Las lágrimas comenzaron a brotar de sus doradas orbes mientras golpeaba el pecho del moreno, con dolor – Yo te amo… ¿Qué no lo sabías? Te amo, aunque se que te hice sufrir muchas veces… Aunque muchas veces no te diste cuenta de lo que yo sentía… - El moreno sostuvo con delicadeza, las muñecas del menor - Incluso cuando creí que no volvería a verte nunca más… Yo te amo Roy Mustang… - Dijo terminando la última frase, apoyando la fren el pecho del coronel.

- Eso ya lo se… - dijo sonriendo dulcemente, mientras levantaba el rostro del rubio, para mirar las doradas orbes - Te lo dije esa noche, Edward, y si es necesario que te lo repita, lo volveré a hacer las veces que sea necesario para que lo entiendas – Dijo, tomándolo de los hombros – Yo te amo, Edward Elric. Desde la primera vez que vi ese rubio cabello tuyo… desde la primera vez que me perdí en esas doradas orbes… desde la primera vez que descubrí tu inocencia… Yo también te amo, Edward Elric…

Este abrazó al rubio, con dulzura.

- Ahora has vuelto, mi niño, y yo me encargaré de que nada, ni si quiera la misma muerte, nos vuelva a separar…

Y allí, debajo de aquel árbol de cerezos, en la cual la vida comenzaba a brotar nuevamente, a partir del amor de ambos alquimistas, se forjó una promesa de amor eterno, la cual fue sellada con el amor de ambos. Con el beso de ambos alquimistas.

Y como decía Roy…

Ahora ni la misma muerte los separaría…



Un auto conducía bajo la lluvia, y se detuvo justo frente al cementerio. Justo frente al cerezo, sin que, los que allí se encontraban, notaran su presencia.

- ¿Cómo sabías que estarían aquí? – Preguntó Havoc, asombrado.

- Intuición femenina – Le dijo Riza.

- ¿Los dejaremos allí? Podrían descubrirlos…

- Déjalos por esta noche… - Dijo Riza, feliz para sus adentros – Ahora es en verdad feliz. Ya mañana nos ocuparemos de lo demás…



FIN
Notas finales: Notas Finales:

YDG: Waaaaaaaaaaa!!! *¬* Definitivamente creo que este fic me salió muy romántico… ^3^

Yuki: Romántico… Creo que hasta a mi me afectó un poco T-T

YDG: Sabía que tenías corazón… ^^

Yuki: Ya, no te emociones… ¬_¬

YDG: Ok n_nU Espero que les haya gustado el fic, porque me costo mucho escribirlo. Me copié de algunas escenas de la serie real, y si me equivoqué en algunas cosas, espero que me disculpen u_u He tratado de hacerlo lo mejor que pude

Yuki: Demasiados… capítulos… de Fullmetal Alchemist… seguidos… @_@

YDG: jejeje n_nU Bueno, en fin… Espero que les haya gustado la historia. Como dije de antemano, esta dedicada principalmente a Lady_Yaoi_Yuri en su cumple, pero al que se haya sentido identificada con ella, también se la dedico n_n

Yuki: Si consideran dos días completos pegados de la computadora escribiendo, para que resultara esto, creo que la chica se merece un Oscar… u_u

YDG: ¡Oye! Bueno, espero que les guste, y los que quieran dejen su review ^^. Hasta un próximo fic… Se cuidan… ^^

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