Mello dormía plácidamente en mi cama, mientras yo le miraba ensimismado. Esa expresión de tranquilidad era insólita en Mello, incluso cuando dormía, pero por una extraña razón, ahora la tenía. Quizás dormir en una cama cómoda después de tanto tiempo en el hospital le hacía sentir bien. La verdad, antes sí solía tener una expresión en el rostro, cuando éramos pequeños.
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- Mail…
- ¿Sí?
- Tengo sueñooo…
Michael se recostó encima de mis piernas.
- Si tienes sueño, mejor volvamos a casa, en la casita del árbol no hay cama…
- Contigo me basta. Eres muy cómodo…
- Etoo… Michael… Yo no soy una cama…
- Bahh… Un ratito solo, si quieres luego te doy un beso de regalo…
- No… No… Noo… ¡Yo no te he pedido eso!
- Jajaja, que adorable, te sonrojas en un plis plas.
- No… No es cierto… Es culpa tuya.
Siempre hacía lo mismo, sabía perfectamente que sus bromas me ponían nervioso… Pero igualmente me las gastaba.
- Mail…
- ¿Sí?
- Te quiero mucho…
- A… A… ¿A qué viene eso ahora? ·////////·
- A nada, simplemente te lo digo…
Michael siempre decía las cosas a la cara, siempre. Era el chico más sincero que he conocido en la vida y no se ruborizaba con nada. Yo le admiraba mucho por eso ya que para mí era imposible.
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Yo seguía mirando a Mello, que se había movido ligeramente mientras dormía. Su cara, tan perfecta, tan suave, tan bonita… Sin darme cuenta, me ruboricé hasta que acabé pareciendo un tomate.
¿Y ahora porque me sonrojo? – pensé.
Seguía mirándole, pasmado, rojo de vergüenza por algo que no entendía. Se volvió a mover y los mechones del flequillo le cayeron sobre los ojos, tapándole la cara. Yo, en un acto reflejo, se los aparté con cuidado y los coloqué detrás de su oreja. Sin querer, le desperté.
- ¿Qué haces?
- Na… Nada…
- ¿No estarías pensando en violarme, eh?
- ¡¿Q… Qu… Qué?!
- Tranquilo… Sólo bromeaba.
- Y… ya… yaa..
- Jajajaja
Mello se levantó y se arregló un poco el pelo despeinada. Sólo llevaba puesto su pantalón negro, iba descalzo y sin camiseta. Mi cara volvía a cambiar de color.
- Vaya… Esto ya es preocupante… ¿No serás descendiente de una especie de camaleón?
Mello se lo tomó en broma pero a mi no me hacía ninguna gracia. Realmente si era preocupante… Si continuaba así no podría mirarle a los ojos sin tener vergüenza.
- Tengo hambre… ¿Quieres que prepare algo para ti también?
- Bi… Bien…
Mello se fue hacia la cocina mientras yo me quedaba sentado en la silla, al lado de mi cama, donde había dormido hasta hace poco Mello.
- ¿Qué me pasa? [NdA: Que estás enamoradito, hijo mío ^^] ¿Por qué me pongo tan nervioso ahora de repente? Es cierto que siempre he sentido admiración por Mello pero… Esto no es sólo admiración… Siento algo más por él…
La voz de Mello se escuchó desde la cocina.
- Matt… ¿Qué te apetece?
- Me… Me da igual… Lo que quieras…
- Ok.
- Y su voz… Tan… Tan… ¿Cómo decirlo? Sensual. ¡No! Esa palabra… No… Ya no hay remedio… Me he enamorado de Mello… Aun siendo un chico… Aunque… ¿Qué más da? Era de esperar… Toda la vida juntos, al final acabaría cogiéndole cariño… Y más que eso…
Mello entró en la habitación llevando una bandeja con tostadas untadas con crema de cacao [NdA: No vamos a poner marcas jaja] y dos vasos con zumo de melocotón.
- Te traigo el desayuno a la cama, ¿no te quejarás, eh?
- N… No…
- Matt… ¿Qué sucede? ¿No tienes hambre?
- Sí, muchas gracias…
- Mmmm… De… nada…
Los dos comimos en silencio, yo porque no sabía qué ni cómo decírselo y él porque no sabía que me pasaba… Al final, hablé.
- Michael…
Mello se sorprendió en oír su verdadero nombre…
- Aii… Tengo un mal presentimiento… No me digas que… En realidad…
Lo sabía. Lo había adivinado… ¡Qué vergüenza!
- En realidad… Tú… ¡eres un tomate!
- ¿Pero qué dices?
- Jajaja, era broma. Estás demasiado tenso…
- ¡Deja de bromear! ¡Esto es serio!
- A ver… ¿Qué pasa?
- ¿Cómo decírtelo?
No tenía ni idea… Si se lo decía… ¿Cómo reaccionaría? Si no se lo decía… ¿Se enfadaría por no mostrarle confianza?
- Venga, no debe ser tan difícil. Empieza por te…
Ahí me había pillado. Me estaba haciendo pasar este mal rato sabiendo perfectamente lo que le tenía que decir… Era más retorcido de lo que pensaba.
- Vamos… Te… Quie….
- Mello… No me hagas esto…
- ¿El qué? Sólo te ayudo.
- Sabes perfectamente lo que te quiero decir, así que no me hagas decírtelo.
- Quiero escucharlo de tu boca… Me lo debes. Yo ya te lo dije una vez.
- Pero éramos pequeños. Ni siquiera sabías lo que conllevaban esas palabras.
Mello se quedó en silencio. Se había enfadado. Seguro. Pero, ¿por qué me costaba tanto mostrar mis sentimientos? No era tan difícil, y menos con Mello, que le conocía de toda la vida… Entonces… ¿por qué siempre le hacía enfadar por mi estúpida timidez?
- ¿Y bien?
- Yo… yo…
- Ya veo que es imposible para ti. Cuando tengas claros tus sentimientos, ven a buscarme. Ya sabes dónde estaré.
Mierda, se iba. Se marchaba de nuevo por mi culpa. No, no quería. ¡No!
- ¡Mello!
En un ataque de coraje, cogí a Mello por el brazo, le empujé hacia mí y le besé. El beso se me hizo tan precario. Cuando nuestras lenguas se separaron, dejaron tras ellas un rastro de saliva que aun unía nuestras bocas. Mello no parecía sorprendido en absoluto, pero yo estaba maravillado de mi reacción.
- Bien… No siempre se demuestran los sentimientos con palabras.
Mello me cogió de la mano y me guió hasta mi habitación. Aún no sabía qué se le pasaba por la cabeza exactamente pero mi intuición no iba desencaminada.
– FIN –