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Inocente Casanova por Neferyami

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Munich

 

 

La nieve caía suavemente sobre la ciudad de Munich. El sol se había ocultado hace un par de horas. Una delgada figura caminaba por las frías calles dejando la huella de sus pasos tras sí. La figura elevó su vista al cielo, contemplando las nubes negras que se desplazabas rápidamente sobre él. Lanzó un suspiro; hoy también caería  otra tormenta  helada.

Acomodó las cosas que llevaba entre sus brazos y continuó su camino. Tras unos breves pasos llegó hasta una gran casa de ladrillos.

- ¡Buenas, Alphonse!- saludó una dulce voz de mujer.

La figura, que se había sobresaltado, esbozó una gentil sonrisa hacía la mujer.

- Buenas noches, Gracia - San. ¿Cómo ha estado?

- Muy bien, Al. Que amable - ella le sonrió - ¿Vuelves de tu Instituto? Debe de agotarte mucho terminar hasta estas horas de la noche... - comentó preocupada.

- No, Gracia -San - él la tranquilizó - Salí del Instituto hace unas tres horas, pero debía realizar un trabajo de investigación en la Biblioteca Popular.

- Ah, entiendo - suspiró aliviada - Me alegro. Realmente eres un joven muy responsable, Alphonse - Kun.

Al sonrió agradecido; corrió la pequeña reja negra que daba al jardín delantero de su casa y se despidió de su vecina cortésmente. Subió las pequeñas escaleras que daban a la puerta de entrada de la casa; buscó unos segundos en uno de los bolsillos de su abrigo marrón hasta que sacó un par de llaves de el. Introdujo las llaves en la cerradura y abrió lentamente la puerta.

Al entrar, estiró su mano tanteando en la oscuridad, hasta que logró dar con el interruptor de la luz. Lo apretó, iluminando la hermosa sala que lo recibió. Serenamente y casi con desinterés, recorrió con su mirada el interior de la casa.

La tranquila y acogedora sala, bien amueblada; los cómodos sillones enfrentados a la chimenea; la sala continua en la que se encontraba una larga y hermosa mesa de madera; las escaleras que subían a la segunda planta y daban a las dormitorios. Todo tranquilo.

Vacío.

Suspiró con fastidio sacándose su cálido abrigo, colgándolo en el pechero negro al lado de la puerta. Miró al piso donde encontró varios sobres encimados; los tomó y se dirigió a la cocina donde apoyo con cuidado las carpetas y bolsas que traía. Acomodó los sobres en la mesada; luego caminó hasta el refrigerador, donde se puso a buscar algo para comer.

Los ruidos de las llaves en la puerta lo hicieron voltearse. Sonrió agradecido cuando vio de quien se trataba.

- Hola Alfons - saludó Al sonriendo

- Hola, Al. ¿Hace mucho que llegaste?

- No, recién volví.

- ¿No crees que es muy tarde?

- Lo lamento, pero el trabajo es realmente largo. Aún nos falta la mitad - explicó agotado - pero el tema del informe es interesante, así que no es tan malo.

- Que bien - sonrió Alfons - entonces supondré que tienes menos dudas que antes sobre tu carrera, ¿no?

- Hum...

- Bueno, supongamos que eso es un ¨ sí ¨- propuso Alfons divertido y se acercó a la mesa donde estaban las cosas de Al. Las corrió un poco haciéndose un lugar y apoyó sus papeles.

Al se sonrió levemente y se acomodó en una de las sillas de la mesa, observando todas las fórmulas, cálculos y planos que contenían los papales.

- Al parecer andas con mucho trabajo. - comentó.

- Así es - suspiró Alfons-pero como has dicho, es algo que me interesa así que no es tan malo. Creo que es otra de las cosas que tendríamos que agregar a la lista de cosas en las que nos parecemos. - se rió y Al lo acompañó.

- Es verdad, hace seis meses que nos conocemos y son muy pocas las cosas en las que diferimos - le siguió.

- Y sí. Supongo que es por eso que Edward- San suele confundirnos...

Se hizo un silencio incómodo. Alfons lo rompió.

- ¿Aún no has arreglado las cosas con él?

Al negó con la cabeza y posó su mirada en algún punto de la mesa. Alfons suspiró.

- Escucha, Al. Entiendo el por que estas molesto con él, pero también es injusto. - dijo calmadamente. Al continuó sin mirarlo.- Bien sabes que él está trabajando. Y que esto que está haciendo es realmente maravilloso; sinceramente yo estoy muy feliz por él.

- Pero...

- ¿No me habías dicho, y a él también en un principio, que estabas orgulloso? - le interrumpió.- ¿ o era sólo una mentira?

- ¡Sí lo estoy! - exclamó ofendido. Al darse cuanta de su  reacción a bajar la vista avergonzado.- No es que no me siente orgulloso- dijo mas calmado- lo estoy, y mucho. Siempre he sentido gran admiración por mi hermano. Es sólo... - se interrumpió - Alfons lo observó interesado- ...nada. No me hagas caso. Tienes razón.

Alfons exhaló un hondo suspiró.

- Esta bien, Al. No tienes por que decírmelo. Estoy seguro que Ed y tú estarán bien. - terminó mirándolo y sonrió.

Alfons se levanto de su silla y se dirigió hasta el lavamanos para servirse un vaso de agua. Al, mientras tanto, se encontraba cabizbajo; se sentía incómodo. Sintió que ya no tenía caso quedarse allí, sí la conversación ya había acabado. Por lo que dándole a Alfons las buenas noches, subió por las escaleras.

Por su parte, Alfons había seguido los movimientos de su amigo hasta que éste se encerró en su habitación.

Suspirando, regresó calmadamente hasta la mesa con el vaso de agua en su mano. Se sentó en una de las sillas en intentó concentrarse en los papeles que tenía en frente. Estuvo un buen rato  leyendo los detalles del proyecto; pero un rato después volvió a suspirar, y cruzando los brazos sobre la mesa, apoyó la cabeza. Se sentía mareado. Sin dejar de recargarse sobre sus brazos, elevó un poco los ojos enfocándolos en sus papeles. Vio que las letras se volvían borrosas, así que opto por dejar el trabajo hasta allí y continuarlo en la mañana.

Se incorporó recargándose contra el respaldo de la silla; con desgano metió su mano en un bolsillo interno de su campera, sacando de el una tableta de pastillas. Las observó por un rato, y luego encogiéndose de hombros, sacó un par y se las tragó, seguidas por el agua del vaso.

- Dos por día...- murmuró leyendo el reverso de la tableta- Lo estoy haciendooo...- canturreó - ¿estás contento, Edward- San?

Se rió al escucharse hablar solo. Al parecer las pastillas tenían sus efectos secundarios, o talvez sólo eran locuras suyas. Se quedó un rato mirando el vacío.

Recordó entonces los sucesos de hacía varios meses: Había despertado en una habitación blanca, solo, sin entender que hacía allí, cuando de pronto escuchó el sonido de la puerta al abrirse, y al darse vuelta, un hombre de alta edad vistiendo una bata blanca le había explicado que era lo que ocurrió y el por qué él estaba allí.

Lógicamente, después de haber despertado, tanta información de repente no logró si no confundirlo más. Únicamente cuando el doctor, con voz fuerte exclamó un <<pase>>, seguido de la figura de Edward que apareció en el umbral de la puerta fue cuando terminó sin entender nada.

Minutos después el doctor los había dejado a ambos solos; y cuando iba a preguntarle a Edward que ocurrió y que demonios hacía él allí y por qué no estaba en su mundo, se quedó mudo de asombro mientras Edward, con gran enojo, le puteaba por no haberle dicho antes de su enfermedad, que no dejaba de sorprenderlo su desconsideración a esto y que lo mataría él mismo si volvía a repetirlo.

Agregó, aun exclamando, que le molestaba su poca confianza, después de que habían pasado años juntos y que le valía por las buenas cambiar eso. A continuación, Edward si previo aviso, lo había abrazado fuertemente mientras él continuaba estupefacto y había concluido:

- Lo que más me molesta, es que no tomes tu vida en serio, Alfons. No te estoy pidiendo que me tengas toda la confianza del mundo, por que yo también me he cerrado contigo; tu mismo me lo habías dicho. Pero, por lo demás, eres mi amigo y me importas mucho - susurró con un hilo de voz - Así que te lo pido, por favor, esta vez cuídate. Valora tu vida con toda la fuerza que tengas. No pierdas las ganas de vivir.

Ante esto, Alfons no supo que contestar. Estaba sin habla; entonces elevó la vista encontrándose con su reflejo en un espejo. Vio su rostro, pálido, demacrado, apenas recuperándose. Entrecerró los ojos, y bajó la mirada, pensativo. Al levantarla nuevamente volvió a observarse en el espejo, pero además, observó la espalda de Edward que aún lo abrazaba.

Contempló la imagen de ambos reflejada, y luego, sonriendo, se abrazó a Ed pidiéndole perdón.

Alfons, desde entonces, se había esforzado en seguir el tratamiento que le habían recetado. No era algo fácil; seguir cada medicación y al mismo tiempo continuar con su trabajo, lo estaba enloqueciendo. Sin embargo, estaba empezando a acostumbrarse a tomarse con calma el dichoso tratamiento, y continuar con su vida lo mejor que podía. Así se lo había prometido a Edward, y así lo haría.

Con un gran bostezo estiró sus brazos desperezándose, se puso de pie y después de recoger sus papeles, se dirigió hasta su cuarta que por suerte quedaba en la planta baja.

 

Recostado de espaldas a su cama, Al observaba las astas del ventilador moverse lentamente. Suspiró, y tomando una de las almohadas se cubrió con ella ocultado su rostro.

Continuó un rato más así, escuchando únicamente el sonido del ventilador girando, y lanzó un gruñido que fue atenuado por la almohada que lo cubría. Con ambas manos, descubrió su rostro osando la almohada sobre su pecho. Su rostro se veía afligido y cansado.

Volteó su rostro a su derecha mirando a un portarretratos que se encontraba en la pequeña mesita de luz al lado de su cama. Estiró su mano, lo tomó suavemente y lo puso frente a su rostro. Fijó detenidamente sus ojos en la fotografía; en ella se encontraban él y su hermano, junto con Alfons, sonriendo frente a su nuevo hogar.

Recordó lo mucho que le habían costado comprarla; primero estaba el problema del precio, pero eso lo solucionaron rápidamente; segundo, eran las dudas de Edward con la casa ( le parecía exagerada), pero fue lo de menos; tercero, y último, la casa se encontraba en una zona alejada del centro de la ciudad y eso significaba horas de viaje, gastos, etc.

- lo del transporte lo resolveremos mas adelante- le había dicho a su hermano y a Alfons que se voltearon a verlo, Los tres habían ido nuevamente a observar el interior de la casa junto con el vendedor. Mientras éste último les daba otro recorrido por la casa, ellos iban hablando de los posibles problemas que tendrían.

- Lo mismo, Al. No podemos comprar el lugar de una si no nos conviene. - repuso Edward.

- ¡Pero, hermano! Esta casa es excelente para nosotros y el precio podemos pagarlo - protestó él mirándolo - además, las casas cerca del centro no son muy buenas y su costo se va por las nubes. Vamos, hermano!¡comprémosla!

- Mhh...

- Hermano...

- emhhh....

- Hermano..!

- mmmhhh..! Es que...

- no quiero interrumpir su emocionante plática, amigos - los interrumpió Alfons a lo que estos lo miraron - pero el comerciante desea saber cual es la decisión que tomamos.

Al se giró con los ojos llorosos y las monos entrecruzadas, mirando suplicante a Edward, a lo que éste retrocedió un paso con un leve tic en unos de sus ojos.

- Hermanoo...por favooor..!- le suplicó Al.

- .....mmhh...¿Tú que opinas, Alfons? - preguntó seriamente.

- A mí me agrada la casa, y no tengo problemas, Edward - San. Además, lo que dice Al es cierto, ya nos las arreglaremos con lo demás.

Edward entornó los ojos y miró el papel del contrato de propiedad que el vendedor le había dado minutos antes.

Levantó su vista observando a su hermano aún suplicando y a Alfons sonriendo. Exhaló derrotado, tomó una pluma de su bolsillo y apoyándose en la pared, firmó el contrato. Seguido, luego, por los otros dos.

 

Sonrió con nostalgia, aquello había ocurrido hace 5 meses atrás, exactamente. Y desde entonces vivían los tres allí. Al principio había sido un lío coordinarse con las tareas y lo demás; pero en menos de un mes lo habían solucionado. Alfons después de ser dad de alta del hospital volvió a su trabajo con los cohetes; él había comenzado sus estudios en la universidad ( aún que andaba medio inseguro con respecto a su carrera) y Edward...

Regresó la foto donde antes y se incorporó en la cama. No estaba molesto con su hermano, entendía bien la situación. Edward se encontraba trabajado con el científico mas famoso de esa zona de Alemania, y esto era considerado un privilegio para la sociedad en un chico de tan corta edad. Estaba orgulloso, mucho.

¡ Pero no significaba que su hermano debía de excluirlo así! ¡Hace cuatro meses, cuatro! Que apenas lo veía.

El primer mes fue difícil para él, comenzaba como nuevo alumno en el Instituto y necesitaba del apoyo de Ed. Puede que sonara estupido en un chico de su edad, pero así era. Pero Ed siempre llegaba tarde y salía muy temprano; casi parecía que no dormía. Esta bien, lo entendió. Pero los últimos meses la cosa ni ahí. Sí lo veía era un acontecimiento por mano divina ¿para que demonios había buscado por dos años? ¿sólo para nada?

Fue por eso que ya harto lo esperó despierto. A las tres de la madrugada aproximadamente Ed llegó.

Todo excelente cuando se vieron; él lo abrazó y Ed le devolvió el abrazo con cariño. Quería seguir así con él pero entonces Ed se apartó de él, se dirigió al baño de la parte baja de la casa donde se lavo la cara, pero en vez de subir a su habitación, tomó nuevamente sus cosas y se dirigió a la puerta de entrada para irse nuevamente.

Entonces él le pregunto si eso era una broma. Sí en serio había venido sólo para eso y se iría de nuevo. Y cuando Ed le afirmó serenamente que así era, se armo el conflicto. Él empezó a quejarse y Ed se defendió molesto, él continuó sin darse cuenta que subía el tono de voz, su hermano también.

Y justo cuando Alfons se asomó por la puerta de su habitación confundido, Ed se giró molesto e indignado y se marchó de la casa dando un portazo.

Aquella fue la última vez que lo vio, y se sentía realmente mal por ello. Por que su hermano no tenía la culpa, él sólo se encontraba trabajando y esforzándose  para ganar el dinero con el cual vivían, además de lo que ganaba Alfons.

Se puso de pie y salió de su cuarto. Bajó las escaleras desganado y se dirigió nuevamente a la cocina por algo para tomar. Fue cuando notó el paquete de sobres que había apilado y dejado sobre la mesada. Se acercó lentamente y las tomó entre sus manos. Mientras caminaba hasta el refrigerador las iba revidando una a una. Cuantas, facturas, recibos, folletos publicitarios, una carta de Roy, mas folletos... ¿carta de Roy?

La abrió después de dejar las demás sobre la mesa y sonrió. La inconfundible letra de Mustang apareció en el papel.

- Mhh...todo bien...al parecer aún no lo logra. ¡Ah! ¡Pero lo mismo, lo ascendieron! No se conformará hasta conseguir lo que quiere. ¿Mh?¿Tanto? Es un precio exagerado...aunque él podría pagarlo. Haber...blablabla...acá también...No...sí...saludos, blablabla...y...

Al terminó de leer la carta y la guardo. Continuó revisando los sobres, desinteresado, pero se detuvo cuando se encontró con un pequeño pero grueso sobre marrón. Lo miró detenidamente y depuse de unos minutos lo apartó de los demás; lo tomó entre sus manos y se dirigió hasta las escaleras, las cuales subió de dos en dos.

Luego entró a su habitación; se dirigió hasta su armario, lo abrió y cuidadosamente ubicó el sobre en una caja negra la cual cerro con llave. Por último la ocultó entre sus abrigos.

Con expresión seria, cerró su armario. Luego caminó hasta su cama, se quitó loa zapatos y se acostó nuevamente en la cama arropándose con las sabanas. Apagó la luz del velador, dejando la habitación oscura.

Minutos después se durmió.

 

Continuará...

Notas finales:

agradezco enormenemte a quienes me dejaron reviws y a los que han leído mi fic. Prometo una proxima actualización para la semana que viene.

 

Hasta entonces, las/os saluda muy atentamente,

 

Neferyami.


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