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Traffic-jam (O mi cerebro hecho mermelada) por Mistika

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Notas del capitulo:

Hola!!!

Se que much@s estais esperando la continuación de la tormenta, y en breve la publicaré (lo juro) estoy acabando todos los capitulos para no haceros esperar más y poder publicar mas seguido.

Desaparezco durante unos días ( 5 días) y mientras tanto os dejo este fic, mi ultima ida de pinza producto del sofocante verano en sevilla.

Besos a tod@s y a la vuelta la tormenta, prometido. ^^

Gracias de nuevo. 

Y aquí estamos.

 

En la SE- 30, a un millón de años luz del próximo desvío hacia la facultad, completamente atascadas en un embotellamiento, en pleno verano y con el aire acondicionado estropeado.

El termómetro del exterior marca 41 grados y el cuenta kilómetros indica que hemos batido un record...Setecientos metros en la última media hora ¡Genial! Todo un record digno de entrar en el libro de los Guinnes.

 En la biblioteca me esperan tantos apuntes que podría acumularlos, construir una replica en papel de la giralda y tirarme desde arriba para la alegría de algunos de mis profesores.

 

Definitivamente hoy no es mi día.

 

-         Teníamos que haber cogido la general. A esta hora la autopista es un infierno.- comenta ella por primera vez desde que hemos parado. Tamborilea los dedos sobre el volante del coche en un intento frustrado de levantar una mínima brisa de aire.

 

Me ahorro decir que yo propuse la general y ella insistió en la autopista. Me ahorro decir "te lo dije"

Pero lo confieso...tengo que morderme la lengua.

¡Y es que me saca de quicio! Sólo por que tiene dos años menos que yo, vamos a la misma facultad y tiene coche ya se cree que es la viva representación de la madurez y la razón.

Nena, te recuerdo que hace solo un par de años, mientras yo me pelaba los codos estudiando para microbiología, tú aún seguías jugando a las casitas.

Y tengo que reprimir el impulso de sacarle la lengua, pero eso quedaría muy poco maduro por mi parte ¿no?

Pero definitivamente lo que más me jode, no es ese aire de superioridad, sino el estilo "pija- pseudo-ejecutiva"  que ha adoptado desde que entró en la facultad. Desde luego que se ha tomado a pecho lo de la carrera de derecho....¿¡Quién llevaría camisa y medias de licra en pleno verano?!

-         Hay que dar imagen- me dijo cuando se lo pregunté...¿Imagen?...¿De qué?¿Y que clase de imagen se supone que tengo que dar yo que estudio ambientales? ¿Falda hippie, carnet de greenpeace en la boca, porro en la mano y en la otra un bote de pintura roja por si veo a alguien con un abrigo de pieles?

 

Esa imagen mental me ha dado más calor aún....

Empiezo a plantearme si no estaría mejor en el autobús, con el aire acondicionado, atestado hasta las trancas de alumnos y estudiantes de erasmus y buscando posturas imposibles para acoplarme entre el cuerpo de la chica de atrás y el sobaco del chico que me saca dos cabezas de alto intentando no estamparme contra el suelo cada vez que el autobús frena en seco...No definitivamente, no me parece tan buena idea.

 

Claro, que no estaría a menos de medio metro de ella, si no fuera porque vivimos prácticamente la una al lado de la otra, que normalmente el recorrido hasta la universidad sólo dura 20 minutos en coche (frente a la hora u hora y media en autobús), que me ahorro tener que correr como una loca después del almuerzo para coger el autobús, que su madre y la mía han insistido hasta la saciedad y... que está increíblemente buena.

Vale si, lo admito....me gusta....un poquito.

Entiendo que estar aquí no es precisamente el Kamasutra, la versión extendida. Pero soy yo y soy patética y para mí, la verdad, entre estar en mi casa tirada en el sofá o estar aquí mirando como ella se mueve en el asiento sin parar -sudando, nada menos- esta es la mejor opción.

Sí, es un atasco. Sí, hace calor. Y sí, es un infierno. Pero el sudor hace que el blanco de la blusa sea casi transparente y me da gasolina para alimentar mis fantasías, no puedo evitarlo....Soy patética.

-         ¿Qué he hecho yo para merecer esto?- preguntó al aire más que nada y a no ser que ella estuviese leyendo mis pensamientos, bien podía haberme referido al atasco.

-         ¿Es una pregunta retórica o quieres que te haga una lista?

 

Y ahí está ella.

Tajante, completamente fría y borde.

Y me pone.

Debería haber leyes fisiológicas que me impidieran tener esta clase de pensamientos en un coche a cuarenta y un grados (¿Cuánto es eso en grados kelvin?), una humedad ambiental del ochenta por ciento, asfalto a punto de convertirse en lava y coches exhalando CO2 en cantidades industriales como para desestabilizar el protocolo de Kioto y atentar contra la Organización Mundial de la Salud pero a mi mente, todo esto, parece importarle un rábano.

 

En estos instantes, doy gracias a Dios de no ser un tío porque en estos instantes tendría un bulto considerable entre las piernas y sería realmente incomodo estar a menos de 50 centímetros de la fuente mis fantasías sin poder darle ninguna explicación "socialmente aceptable" (como diría ella).

Si me dieran un céntimo por cada una de las veces, a lo largo de estos 7 meses que llevamos viajando juntas, que me he sorprendido teniendo películas mentales con ella, podría comprar Microsoft y quemar la empresa para ver cómo arde.

Terriblemente patético.

Ella gruñe algo inteligible por lo bajo y el tamborileo de sus dedos sobre el volante se vuelve más nervioso.

Vale. Alguien está irritada.


Los atascos la ponen de mal humor. Pero no le gusta reconocerlo. Me animo a cambiar de emisora para poder hacer algo que alivie la frustración de no tener otra cosa que hacer que tamborilear sobre el volante. Quizás una emisora con música más animada que la oreja de van gogh, que lleva sonando los dos últimos minutos y empieza a taladrarme el cerebro.

Pero cuando hago el intento de cambiar de emisora, ella me lanza una mirada de basilisco o del diablo cuando están a punto de desencadenar el apocalipsis final y desisto. Tengo la sensación de que si no quito pronto la mano del botón del dial, me morderá.

¿Me morderá?....mmm...No es una mala imagen

Ella y yo. En la biblioteca ¿La biblioteca? Si, porque no. Sobre la mesa, su maldita camisa en el suelo. Sus interminables piernas de mujer alrededor de mi cintura. Y la beso, una, dos, tres, cuatro veces. A la quinta me muerde la lengua y yo me empujo más contra ella, más, más, y más fuerte. Hasta que la piel se nos funde. Ella contra la mesa y yo en ella.

 

-         Llegaré tarde a la reunión con el decano.

 

Holaaaaa....Tierra llamando a mi cerebro pervertido.

¿El decano?¿Ese tío con más años que un fósil? Sí. Eso equivale a fantasía desapareciendo y realidad volviendo en sí.

-         No creo que el atasco dure mucho. En cuanto cojamos la salida, estamos libres. -digo intentando sonar lo más calmada posible.

-         ¿Te has dado cuenta de que va a ser científicamente imposible coger la salida mientras no podamos movernos verdad?

Verdad

¿Te has dado cuenta tú de que te brilla el cuello con una finísima capa de sudor, deliciosamente femenina?

-         Los atascos no se rigen por las leyes científicas- comento como si nada

Arquea una ceja. Naturalmente. Se mueve incómoda en el asiento del conductor para mirarme

-         ¿Ah, no?- como puede haber tanta ironía en dos palabras.

-          Hay reglas específicas para los atascos- recojo parte del sudor que empieza a caer como perlitas por mi frente- Como la regla número uno que dice que siempre pondrán las peores canciones en tu emisora preferida y la número dos que dice que habrás bebido demasiado líquido justo antes de encontrarte con el atasco de tu vida a distancia proporcionalmente inversa del báter más cercano.

 

No quiere. No quiere, no quiere, no quiere. Y se aguanta. Casi mordiéndose la lengua. Pero al final, ahí está. Baja la cabeza ligeramente y esa manera de apretar los dientes y tragar saliva curvando ligeramente los labios... Es un amago de sonrisa.

Servidora 1- Atasco 0

La vida no puede ser tan mala si he conseguido que la reina de hielo sonría, después de todo.

El termómetro sube ahora a 42 grados y ella sigue sin dejar de tamborilear sus dedos sobre el volante, probablemente enfurecida por todo lo que está pasando.

Y de pronto, un escenario rápido que aparece sin avisar ni tocar al timbre en mi mente hiperactiva. No es culpa mía que siempre esté pensando. Y que a veces, piense en ella...

Si pudiesen filmar mi imaginación se sorprenderían de la cantidad de imágenes-   fantasias que tengo almacenadas. Y aunque parezca que 7 meses no son suficientes, mi capacidad de almacenamiento haría temblar la central de Microsoft. Yo no solo tengo una colección digna de museo, ¡¡tengo el Kamasutra versión automóvil almacenado en mi cerebro!! No son fantasías muy elaboradas. Únicamente pequeños escenarios que aparecen en mi mente en el momento más inoportuno...

Como ahora. Entonces, flash. Ahí está...Un nuevo escenario surge frente a mi

Pop.

Esos dedos. Una cama. Madrugada cerrada. Suben entre mis piernas. Encuentran lo que quieren. Se hunden. Salen. Se hunden. Más rápido, más profundo. Círculos concéntricos. Los dedos se curvan y saben exactamente cómo curvarse y subir.

Joder...

Calor. La culpa de pensar estas cosas es totalmente del calor. Me hace perder el control y sentirme atrapada dentro de este coche.

Que día tan tonto tienes, hija. Qué-día-tan-tonto.

Este atasco ha convertido mi mente en mermelada.

Gracias, señor por haberles dados a ellos las monstruosas erecciones y a nosotras esa discreta humedad que siempre es un secreto entre nosotras y nuestra ropa interior.

-          Esta humedad es insoportable- comenta ella como si nada.

 


Pánico. Durante un segundo, me entra el pánico. ¿Me ha leído la mente?

-          ¿Qué habrá pasado para que estemos aquí paradas? Podría deshidratarme ahora mismo.

Ah, vale. Humedad ambiental. Si. Claro.

No todo el mundo vive constantemente en la tierra de la gelatina mental. Gracias a Dios.

-          Mucha gente hace puente hoy...quizás hemos topado con la caravana.- que comentario mas tonto.

Se lleva la mano a la nuca. Mueve la cabeza en círculos, aprieta con los dedos en los músculos de su cuello. El calor le da dolor de cabeza, creo. Eso me dijo un día. Podría ofrecerme a darle un masaje...Según una amiga mía, los masajes pueden empezar de muchas formas, pero siempre acaban de la misma....

¡No!...Otro escenario no, por favor. El calor me está empezando a afectar y ahora sí que estoy incómoda, y no precisamente por el sudor.

De pronto ella se mueve incomoda en el asiento y tardo un rato en comprender por qué.

Lleva medias de lycra.

Pop. Anda, mira. Otro escenario.

Ella lleva medias. Cruza las piernas sobre la mesa de la biblioteca y me recuerda que tengo que agradecerle que me lleve a la universidad. No lleva nada más. Sólo las medias. Y quizás algunos de esos sujetadores negros que suele llevar bajo sus habituales camisas. Y mi mirada se desliza por sus largas piernas sobre la mesa...¿Qué obsesión con la biblioteca no?...Será porque es el único sitio fresco en el que mi mente puede pensar ahora...

Oh, si...

-          ¿No tienes calor?- comenta ella abanicándose levemente con la mano.

 

No hay un "si" lo suficientemente afirmativo para contestar, me parece.

La miro de reojo. Aparte de un ligero brillo en su cuello que debe indicar el rastro más leve de transpiración, todavía no la veo sudar. ¿De qué está hecha esta mujer? ¿De amianto?

Cuando me miro en el retrovisor por el rabillo del ojo, creo que me voy a echar a llorar. La humedad me ha rizado el pelo. Excepto porque no lo ha rizado. Sólo le ha dado volumen. Solo me falta la camisa de fuerza para parecer una loca...El rimmel está prácticamente corrido, mis labios resecos y tengo la camiseta húmeda y arrugada...

Hace el mismo calor exactamente para ambas, pero ella parece sumergida en su mundo perfecto de chica perfecta, con los primeros botones de la camisa desabrochados, las mangas levantadas, el pelo completamente liso. Parece la campaña de verano de Dolce y Gavanna. Yo parezco el "antes" de un anuncio de cirugía estética.

-          No te preocupes, cuando se te empiece a escurrir el rimmel por la barbilla te avisaré- comento con sorna- Estás perfecta.

 

Ups. Eso no estaba en mi mente la ultima vez que leí el guión...Vamos a ver querida boca, tu solamente dices las partes donde pone "boca". ¡No le quites los diálogos a mi imaginación!

-          ¿Perdona?- me mira de nuevo con una de sus cejas levantadas y no estoy muy segura si soy capaz de definir el tono que ha usado en esa frase.

-          Quiero decir...que...- me mira expectante con sus enormes ojos azules y tengo que esforzarme al máximo en no mirar su boca, resbalar por su escote y caer en picado al borde de su falda- Era sólo un comentario...no era irónico.

 

Creo.

Pero ella sonríe de medio lado.

-          Lo se

 

Y parece sincera, y no mordaz como siempre. ¿De verdad sabe que era un cumplido? ¿Y le ha agradado? Quiero decir, que no lo ha dicho en plan: "Si ya lo se, soy una diosa y ahora lámeme la punta de las botas"

Espera, eso último me lo apunto para otra escena.

¡Lo ha dicho sinceramente!

La vida es hermosa, calurosa, pero hermosa. Y ella ha vuelto a sonreir....por mi.

Tiene los labios ligeramente más carnosos y más rojos por efecto del calor. Como si estuviéramos haciendo el amor y ella se estuviera llenando de sangre y calor, voluptuosa y sensual. Sobre mí...

Ups. Lo he vuelto a hacer.

Joder, menudo día.

No es siempre así, lo juro. A veces realmente estoy pensando en otras cosas, atendiendo en clase y todo lo demás. En serio. Pero tengo días en los que mi mente está tan atascada en ella como el coche en esta autopista del demonio.

La culpa es suya por llevar un botón de la camisa de más abierto. Por brillar por efector del sudor. Y por llevar falda y dejar ver más piernas de lo que es recomendable en mi estado.

Esas piernas. Deben apretar con fuerza en torno a mi cintura si consigo hacerla temblar.

Y se me ocurren un par de maneras.

-          No puedo más- dice ella.

 

Creo que yo tampoco, pero antes de que

a)      Sea capaz de preguntar a qué se refiere

b)      Meter la cabeza en ese escote para lamerle el canalillo

 

Ella levanta el culo del asiento, hace una maniobra con los brazos que solo se puede calificar como magistralmente acrobática y se baja las medias sin que la falda se mueva APENAS de su sitio.

Centímetro a centímetro. No lo hace a cámara lenta pero juraría que así lo está grabando mi mente, se baja las medias, se quita los zapatos de tacón y se las guarda en su bolsa para volver a ponerse los zapatos.

Guau.

O sea. ¡Guau!

Esas manos bajándose las medias no es una imagen que vaya a abandonarme pronto.

-          Ufff...mucho mejor- exhala ella en un suspiro- ¿Quién inventaría las malditas medias?

 

Fui yo. Fijo que fui yo. En una vida anterior y si no es así...Ra,ra,ra. Saco los pompones y le hago un monumento al tío que invento las medias.

Y es que a veces olvido, que la chica que está a escasos centímetros de mi, con su poco mas de metro sesenta y siete, bautizada por sus compañeros como la reina de hielo es una mujer. Y no solo una mujer, sino una mujer tan femenina que haría que se me salieran los ojos de las órbitas y mi corazón saltara a mil por hora, con sólo su manera de mover las pestañas.


Sensualidad guardada bajo siete llaves, esa es ella. En cuanto se descuida un segundo, ¡¡boom!! Toda esa energía sexual desflora y la llena de electricidad.

Ahora mi lengua está celosa de las medias. Ella es así. Lo ha visto y lo quiere. Empezar a lamer en los pies, desandando el camino que acabas de hacer. Primero chupar el dedo gordo hasta que se te vidrien los ojos. Y luego subir desde el talón hasta las rodillas, besándote con toda la boca. Y el interior de los muslos. Pasar ahí tres o cuatro veranos. Y el punto donde se unen las piernas con el cuerpo, oh sí!

Y luego cuando estés llorando y suplicando. Entonces emplearme a fondo. Besar, lamer y hacer desaparecer el mundo bajo tus pies. Es impresionante lo despacio que puede lamer una lengua y lo mucho que puede tardar en salir de otra boca, bajar por el mentón, tentar el lóbulo de la oreja y aterrizar en el punto exacto en que palpita la parte más sensible del cuello.

Labios que se abren, roce de dientes, saliva, un soplido. Las manos suben por los brazos desnudos, van a los costados y luego a la espalda, a la altura del cierre del sujetador...

-          El coche de delante se mueve

-          ¿Eh?

 

¿Qué es un coche?

Señala a la autopista como si yo fuera idiota o estuviera borracha. O fuera una idiota borracha. O algo.

La veo pisar el embrague, meter la primera y pisar el acelerador. Avanzamos. O al menos el coche lo hace porque mi mente sigue embotellada en Fantasy Land. Un parque temático pornográfico a mi disposición, con ella como única atracción. Menos mal que es ella la que conduce, porque hace rato que mi cerebro terminó de fundirse.

-          ¿Qué es tan gracioso?

 

Aparentemente debo estar sonriendo y eso le da curiosidad. Claro, que es mejor que esto no lo sepa.

-          Nada. Tonterías mías.

 

Me mira de una forma que no deja lugar a dudas...No se ha creído ni una palabra. A veces pienso que en verdad me lee la mente y sólo lo hace para torturarme. Y si realmente no puede hacerlo, cuando quiera se lo cuento. O se lo enseño, como prefiera.

-          Te doy un millón de euros si vas a la cita con el decano por mi- comenta casi sin mirarme, pendiente de alcanzar el hueco que un coche a dejado frente a nosotras.

-          No tienes un millón de euros.

 

Cuando nos movemos sopla una brisa ligera y ella entorna los ojos para recibirla en la cara, apoyando la cabeza levemente en el asiento. Hay algo lánguido y delicadamente sensual en su pereza.

-          Puedo pagarte en especias.

 

Me da un vuelco el corazón. "Especias" pueden ser muchas cosas pero "especias" dicho en ese tono de voz solo puede ser una cosa.

Esa frase es lo mas sorprendente que he oído en lo que llevamos de atasco y ya sea en broma o en serio (no me lo creo ni yo) será la mejor frase de la semana. Veo la sombra de una sonrisa colándose en sus labios.

Vale, a este juego, pueden jugar dos.

-          ¿Por valor de un millón de euros? Lo dudo

 

Gira la cabeza hacia mi. Un desafío. Acéptalo o deja de tentarme. ¿Qué vas a hacer?

-          No me subestimes- dice y su voz suena a secretos en una cama deshecha.

 

Una inesperada ola de calor me sube hacia la cara. Soy una bomba nuclear. La quiero a ella, la quiero a mi disposición y la quiero AHORA.

-          Nunca se me ocurriría- murmuro.

 

El atasco avanza y nosotras con él. Pero en mi imaginación, el atasco desaparece. Corremos por la autopista hasta mi casa, pero no podemos esperar a que el ascensor llegue a mi piso y lo hacemos allí mismo.

Con una mano me deshago de su maldita-bendita camisa y ella aprovecha para deslizar sus largos y perfectos dedos por todo mi estomago para perderse entre mi ropa interior. Y lo que me hace sentir esa mano debería ser pecado. Y de hecho, se que es pecado en prácticamente la mayoría de las religiones, pero en esos momentos todo me da lo mismo, porque lo que yo no sabía es que esa mano iba a subir y a bajar, dos, tres, cuatro veces, y que a la quinta se iban a colar de nuevo en mis pantalones mientras la boca paraba, se escondía en el hueco que hay entre el hombro y el cuello, y se aprieta contra mi, piel sobre piel, un poco de sudor y un poco de saliva que transpiran al ritmo frenético de nuestros corazones. Y creo que me voy a morir en ese preciso instante.

Bendita imaginación.


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