El Corazón es un loco
Que no sabe de un color
O es su amor de dos colores
O dice que no es amor
-José Martí-
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Lee tragó saliva y suspiró. Se acercó al chico del otro lado de la calle pero sus nervios lo traicionaron haciéndole caer de bruces en medio de toda la acera. Por primera vez Lee maldijo sus piernas. Completamente abochornado y con el rostro rojo cual tomate, el pelinegro se acercó al chico denominado "objetivo" y, tratando de recobrar algo de dignidad, dijo:
-Gaara-san, ¿podemos hablar?
El pelirrojo le miró y fue como si le viese por primera vez en su vida. De hecho ni siquiera había notado su presencia y (por ende) su anterior altercado con sus extremidades.
-¿Qué quieres?- respondió a su vez Gaara con otra pregunta.
Lee carraspeó con nerviosismo, llevó una mano a su cabeza y comenzó a tartamudear cosas ininteligibles. Gaara cerró los ojos por unos segundos.
-Está bien, pero cállate, porque no estoy entendiendo nada- dijo antes de ponerse en marcha.
Lee enmarcó su rostro con una radiante sonrisa y le siguió.
Caminaron por contados minutos hasta llegar a una zona apartada de la villa. No era un bosque, no era un parque, simplemente una especie de edificio abandonado que se presentaba escalofriantemente solo y que le daba a Lee la oportunidad perfecta que había estado buscando. Porque Lee, en ese preciso instante, iba a hacer algo que exigía todo de él.
Porque él iba a declararse. Sí, él se había enamorado de Gaara, extrañamente. ¿Cuándo había comenzado todo? No lo sabía. Simplemente estaba consciente de que pensaba demasiado en el otro como para que fuese algo normal. Y cuando el otro estaba presente ya resultaba insoportable, porque él sentía unas tremendas ganas de estar a su lado, abrazarle, besarle y compartir mucho tiempo juntos. Por supuesto que él no sabía si Gaara le correspondía y sinceramente él esperaba que sí, pues a pesar de que a él le había gustado antes Sakura lo que ahora sentía por el pelirrojo no tenía comparación alguna, iba mucho más allá de lo que pudiese imaginar.
-¿Y bien?- le sacó Gaara de sus pensamientos.
Lee le observó.
Gaara se había detenido en medio del espacioso y derruido hall y se apoyaba en una especie de pilar que a duras penas se sostenía. Como de costumbre había cruzado ambos brazos a la altura del pecho, ojos cerrados, labios sellados en una línea recta, piel pálida reluciendo en la casi penumbra del lugar y sus cabellos rojos de momento extáticos por la falta de viento.
Lee se perdió en su contemplación. Y de pronto verle en ese sitio no le hacía demasiada gracia, pues él hubiese preferido que el lugar de su declaración fuese un poco más romántico, con más color y menos polvo, más brisa fresca y menos agujeros en las paredes... pero bueno, no todo podía ser perfecto, así que debía aprovechar esa única oportunidad.
-Yo...- pero su voz le traicionaba.
Cuando los azules e hipnotizantes ojos de Gaara se posaron sobre él, Lee sintió una oleada de calor recorrerle el cuerpo y concentrarse en sus mejillas. ¿Por qué Gaara tenía que mirar así, con esos ojos tan gélidos que, en vez de alejarlo, lo enamoraban más y más?
-¿Qué?- le apresuró el más joven un poco harto del silencio del pelinegro.
Lee bajó la cabeza y sus negros cabellos escondieron sus preciosos ojos del color de la noche.
-Me gustas...- susurró con el corazón latiéndole a mil por hora.
-¿Qué dijiste?- Gaara no supo si había escuchado mal, si había malinterpretado o si Lee definitivamente había perdido la razón.
Unos segundos de silencio. Gaara observaba a Lee. Sus azules ojos perdidos en el negro cabello, su pecho sintiéndoese extraño, en su mente muchísimas dudas, muchísimas preguntas...
-¡Que me gustas mucho!- dijo Lee esta vez un poco más alto. Su corazón seguía latiendo incesantemente, como si de pronto le fuese a dar un ifarto.
Pero por respuesta... el silencio.
Gaara, de pronto, se sentía incómodo con la situación. ¿Qué se supone que debía responder? Él nunca se había puesto a pensar en sus sentimientos, mucho menos si le gustaba alguien o no. ¿Por qué Lee le tenía que decir eso? Bueno, tampoco es que él se iba a romper la cabeza pensando en una respuesta, así que lo mejor era decir la verdad, ¿no?
-No...- dijo.
Lee alzó la mirada, sus ojos abiertos al máximo, sus labios apenas entreabiertos, su pecho congelado y su respiración permanentemente suspendida. ¿No? ¿No qué? ¿No le quería? ¿No aceptaba los sentimientos de Lee?
-Gaara-san...
-No- le interrumpió el pelirrojo.
El mayor de ambos chicos intentó acercarse a él, pero a cada paso Gaara se alejaba lo mismo. Lee contempló los ojos aguamarina y entendió que el otro chico no quería que se le acercase. Había en sus ojos la duda.
Finalmente, algo intimidado por los acontecimeintos, Gaara se desvaneció en un montón de arena.
Y allí quedó Lee, en su sitio, mudo, enajenado, dolido como pocas veces, sus ojos amenazaron con llorar.
Rechazado.
De hecho unas solitarias lágrimas (las cuales limpió rápidamente) descendieron por sus ojos. Pero se negó a hundirse en su depresión, al contrario, debía haber una manera de obtener el amor de Gaara.
-Gaara-kun...- susurró antes de dejar escapar un sollozo.
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CONTINUARA.........................