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Yesterday por Ryu_chan

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Notas del capitulo:

MUAJAJAJAJAJAJAJAJA como dije antes, no me pienso embrollar mucho con este nuevo proyecto, no creo que sean más de 15 cap´s jejejeje

Gracias por sus reviews y a los que leyeron pero no dejaron también, me alegra que al menos tengan curiosidad por esto XD

Arg!! bueno, sin más que decir!! disfruten!

 

Suspiró con cansancio al saber lo que encontraría al otro lado de la puerta. Con lentitud sacó las llaves de su apartamento que colgaban del bolsillo de su jeans para con una disposición casi nula abrir la puerta sintiendo como un pequeño minino salía corriendo del vestíbulo hacia el corredor del edifico. Enseguida lo distinguió como su gato, Push.

 

-¡Oye! ¿A dónde vas?- dijo exaltado tratando de llamarlo. Después de varios intentos el animalito se acercó hasta sus manos dejando que le cargara- No quiero ni imaginar que fue lo que paso- murmuró entrando a la estancia. Una corriente de aire caliente dio de lleno con sus pies, al menos la calefacción servía.

 

Se dirigió con Push en sus brazos hasta el salón en el que pudo apreciar al autor de que su gato saliera como alma que lleva el diablo lejos de su hogar. Un perro, mejor dicho "El mejor amigo de David". Ya se estaba cansando de soportar al cachorro en SU apartamento.

 

Así que dejando a Push en el suelo fue por el perro que le miraba con la lengua afuera y agitando su cola. Era un hermoso Terrier debía admitir. Sin cuidado alguno y con una sonrisa molesta agarró al canino llevándoselo hasta uno de los cuartos que estaban al final del pasillo, y sin ningún cuidado encerrarlo.

 

-Ahí te quedarás quieto, pequeño- sentía un ligero arrepentimiento, pero como lo sentía muy a menudo no le dio importancia y se dirigió hasta un cuarto que estaba meramente iluminado por la TV.

 

Se recostó en el marco de la puerta observando con curiosidad las imágenes de un hombre dando sexo oral a otro que metía varios de sus dedos en la boca de una exuberante mujer. Cuando uno de los tipos comenzó a meterle sus dedos en el trasero del otro y la mujer sacaba un látigo de no sé donde, atinó a carraspear un poco fuerte. Dos segundos fueron suficientes para que todo sonido acabara al apagarse el aparato.

 

-No sabía que tenías esos gustos, Diego- señaló caminando hacia el hombre que estaba sentado en el piso pero deteniéndose al fijarse en el tono carmín que tenían sus mejillas. No queriendo saber más dio media vuelta en sus talones, se estaba estresando- cuando arregles "eso" ¿podemos hablar?- y sin escuchar respuesta alguna cerró de un portazo.

 

"La pregunta es ¿Por qué demonios lo dejé entrar en mi casa?" se preguntó colocando una de sus manos en su frente y sentándose en el sofá del salón. Push no tardó mucho en acostarse en su regazo con tranquilidad.

 

Media hora pasó cuando por el umbral aparecía un hombre alto, unos seis centímetros más que él; de complexión atlética al haber practicado nado por seis años y equitación por dos. La camisa de botones blanca y el vaquero marrón que llevaba le hacían lucir más joven de lo que en verdad era. Su parecido a Pierre no era mucho, únicamente compartían el mismo tono de cabello y aún así el de Diego le llegaba cinco centímetros más abajo de los hombros aparte de que siempre lo llevaba despeinado.

 

-Ya era hora. Pensé que te había tragado el inodoro- alzó una de sus cejas importándole poco la mirada avergonzada del mayor.

 

-Ya, ya. ¿Qué quieres?- preguntó sentándose enfrente de su hermano.

 

-Mira, te lo diré sin mucha traba: O es el perro o eres tú. Elige quien se va porque si no eres tú, maldición, es el estúpido perro. Me tiene cansado y a Push ni se diga.

 

Los ojos azules de David se abrieron sorprendidos para después entrecerrarse, de seguro estaba analizando sus opciones.

 

-Mmm... Bueno, de verás que está difícil- sonrió apenado recostándose en el cómodo sillón.

 

-Anda, apúrate.

 

-¿No podrías darnos una segunda oportunidad? vamos, hermanito. Recuerda que hace solo dos semanas desde que estamos aquí, Misha aún no se acostumbra...

 

Las facciones de un relajado Pierre no tardaron mucho en cambiar drásticamente para observar con molestia a su hermano mayor a la vez que cruzaba sus piernas con desespero.

 

-David, o es el perro o eres tú. Decide ahora que si no a los dos los hecho de aquí. Me importa un bledo los lazos sanguíneos que nos unen o que el perro tenga que sufrir en la calle. De mi casa se va uno de ustedes o los echo- finalizó levantadote sin importarle el minino que saltó ágilmente para acurrucarse debajo de la mesa acristalada.

 

-Va...- murmuró el ojiazul con renuencia- llamaré a la señora Susan, seguro saltará en un pie cuando le regale a Misha. Ella la adora tanto...

 

Bufó. Sentía de nuevo como sentimientos contradictorios a lo que había hecho se apoderaban de su mente con gran rapidez. "No puede quedarse, ese perro solo es una molestia... Pero Diego en verdad parecía feliz con el cachorro..." Pensó admirando uno de los tantos cuadros que adornaban su piso. Este era una casa pintada en medio  con una fina cascada a un lado. Una obra exquisita.

 

Caminó con pasos sigilosos hasta su habitación, la última a la derecha. Apenas supo encontrarse solo se tiró en la cama matrimonial con desenfado. Le encantaban las camas grandes y más porque él se movía como un reloj, era demasiado inquieto. Algo completamente opuesto a como se comportaba con todos sus sentidos alertas.

 

Con uno de sus brazos reposando en su frente no dejó de apreciar el blanco e inmaculado techo con un dejo de nostalgia. Pensar en todo lo que había ocurrido hasta llegar a lo que era en ese entonces. Una familia unida, alegre, viva... Todo había quedado en el pasado.

 

Giró su cabeza encontrándose con el portarretratos que descansaba en su mesita de noche. Lo tomó con delicadeza, en ella aparecían cuatro personas; una hermosa mujer de cabellos azabaches y ojos turquesa sonreía apacible ante el lente de la cámara junto a dos hombres, uno de mediana edad de cabellos castaños y ojos verdes y otro, anciano, de cabellera cana al igual que la abundante barba y suaves ojos azules como el mar. Ambos sonreían con alegría con sus manos posadas en el abultado vientre de la bella mujer.

 

Sonrió recordando aquél momento en que después de sus vacaciones en Italia estaban pensando en irse. Con más detenimiento analizó las dos pequeñas figuras que posaban sonrientes un poco más abajo de los mayores; un niño de cabellos oscuros y ojos azules junto a otro de ojos aguamarina. El más alto, de unos once años, tenía entre sus brazos una linda muñeca de trapo; mientras el pequeño de unos ocho años, llevaba un carrito de bomberos.

 

En aquella época eran realmente felices, pero todo terminó en tragedia y la felicidad se esfumó como por arte de magia.

 

Sin tocar a la puerta entró David portando un recipiente de cotufas con mantequilla acabadas de hacer. Metiéndose varias a la boca se sentó al lado de Pierre que le miraba con cara de malas pulgas sentándose él también con rapidez.

 

El mayor se fijó entonces en la foto que su hermano llevaba entre las manos, sonriendo un poco.

 

-Aún la tienes...

 

-Nunca podría tirarla- confesó colocándola en su sitio.

 

-Ya lo sabía. Yo también tengo la mía- murmuró.

 

Al parecer el pelinegro si se sorprendió porque no dijo nada en varios segundos en los que solo se escuchó el masticar de David.

 

-No me lo esperaba...- dijo al fin cogiendo algunas.

 

-Ya ves... Por cierto, ¿cuándo te vas a poner a escribir la continuación de "Los recuerdos del ayer"?- preguntó cambiando de tema.

 

-Dentro de varios meses, pienso darme de baja en el mundo literario.

 

-¿Se puede hacer eso? ¿Y la editorial no te dice nada?

 

-No puede hacerlo, le he dado más ventas de las esperadas.

 

-Pensar que mi hermano menor es un famoso escritor anónimo y el mejor estudiante de la facultad de arquitectura con un futuro prometedor y lleno de miles de dólares- dijo asombrado- y yo, un simple productor de seguros al que el trabajo no le da ni para comprar un auto en tres años que llevo en el negocio. La vida es dura...

 

-Idiota- sonrió burlón arrojándole varias palomitas a la cara. 

 

 

 

*****

 

 

 

-¡Abuela! Tengo hambre- exclamó Fabricio desde la sala.

 

-¿D-de nuevo? Mierda, Fabricio, que si sigues así te vas a acabar toda la comida de la nevera- aseguró Brian cambiando de canal con lo que llevaba más de media hora.

 

La noche había caído como por arte de magia en toda la ciudad, pero era como si la oscuridad del cielo no importase a las cientos de personas que caminaban de un lado para el otro. Por algo le decían la ciudad que nunca dormía.

 

Los dos muchachos no habían hecho otra cosa que no fuera vagabundear por todo el departamento ya sea comiendo como se lo llevaba haciendo Fabricio desde su arribo, o como Brian, que no paraba de dar click al botón "Next" para cambiar de canal.

 

El rubio dio un sonoro bostezo antes de acomodarse mejor en el sillón y ver la hora. Siete y cuarto. Con una seña advirtió a su amigo que ya era la hora el cual lo acompañó hasta la puerta dando como excusa a su abuela de que iban a comprar un poco de leche a la panadería del frente.

 

-¿Estás seguro de querer hacer esto?- preguntó el castaño al salir del edificio.

 

-Nunca estuve más seguro en mi vida- sonrió con seguridad caminando por las frías y abarrotadas calles de Nueva York. Al estar un poco alejados del apartamento, el rubio sacó un papel doblado de su chaqueta cerciorándose de la dirección que en ella estaba escrita a pulso temblante.

 

-Ese edificio creo que queda siete calles arriba- informó su amigo dando un vistazo a la avenida en que se encontraban- lo mejor es tomar un taxi- dijo parando a uno- sube.

 

-Hm...- este era el momento, el momento que había estado esperando por cinco años de su vida. Era hora de aclarar todo y de hablar de una vez con sus progenitores, quisieran o no.

 

 

 

*****

 

 

 

-Oh, ya veo... Si. Perfecto. Vale- hizo una corta pausa para con aires arrogantes decir- soy el mejor, eso no lo dudes. Ajá. Si, si- otra pausa en la que miró con gesto negativo a su hermano comer unas galletas de chocolate con deleite- pero si quieres puedo ir. No hay problema, de todas formas los chicos de la universidad no van a poder. Si, preciosa, me encantaría cenar allá- suspiro- no, no es una molestia...

 

-Te amo. No preciosa yo te amo. Yo te amo más. ¿Quién no va a amarme? Soy perfecto- ridiculizó David ante las palabras que se dirigían los novios. Llevaban más o menos dos horas pegados al teléfono, en las que, quince minutos habían sido dedicados a saludos y besos; treinta a insultos dirigidos por la tal Denisse a sus vecinas, que si tenía un cuerpazo, que si era fea, que si se vestía mal, que si le miraban feo, en fin; otros quince a las quejas de Pierre de no haber dormido bien por culpa de la dura cama que tenía; otra media hora a regaños de la novia por no comprarse un nuevo colchón; quince minutos a alabarse mutuamente y otros quince a pedir disculpas por parte de la chica a su hermano de no poder ir a algún lugar raro y de su hermano proponerle una cena familiar. A ver, que la vida de esos dos chicos era color rosa, tan rosa, que daban nauseas ¬¬.

 

El pelinegro le dirigió una mortal mirada a lo que siguió comiendo las ricas galletas de chocolate que había encontrado escondidas dentro del horno.

 

Pasaron diez minutos hasta que Pierre cortó la comunicación con un corto suspiro. Sonrió pícaro al ver la expresión pensante del menor.

 

-Así que vas a casa de tus suegros... Otra vez ¬¬ me preguntó que será lo que hace la tal Denisse para tenerte de un lado para el otro, hermanito- dijo con saña llevándose la última galletita a la boca.

 

-Ya cállate, imbécil- dijo de mala gana yendo hasta la nevera por un vaso de agua- no entiendo porque los señores Rupert aún desconfían de mí. Es insólito.

 

-¿Tus suegros? ¿No y que eran personas honorables a los que admirabas en demasía?

 

-Si, si- bufó exasperado- pero es que... desde que conocí a Denisse han tenido cierto recelo con que nos veamos en sitios privados, como mi casa, bares y cosas así. Siempre tiene que ser en sitios públicos o en lugares en los que ellos estén, y aún así si pasan más de dos horas y ella no se ha comunicado con ellos empiezan a llamarla con tanto ahínco que a veces pienso que son personas demasiado desconfiadas.

 

-Lo que tienes que hacer es buscarte a otra- fue la corta e hilarante respuesta de David que recibió una de las peores miradas de la larga lista de Pierre-. Pero dime, ¿tanto la amas así? ¿Es ella la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida?- preguntó con seriedad, algo no muy frecuente en su persona.

 

El menor solo alcanzó a bajar un poco la cabeza, quizás avergonzado por lo que estaría a punto de decir.

 

-La quiero, la quiero mucho ¿Entiendes?- confesó observando la poca agua que quedaba en su vaso como si fuera lo más interesante del mundo. La verdad era que... la verdad era que no estaba cien por ciento seguro.

 

Alzó una ceja interrogante. Esa no era la respuesta que se esperaba, al parecer lo que profesaba su hermano no era del todo amor. Él más que nadie sabía que querer no era lo mismo que amar, y por esa misma razón había perdido a las dos personas más importantes para él después de sus padres, hermano y abuelo. Por esa maldita razón... Apretó los puños con fuerza. Pensar en eso le hacía daño.

 

-¡David!

 

-¿Eh?- salió de su corto trance al tener a un asustado pelinegro cerca de él observando su mano con sorpresa. Él también la miró encontrándose con que su palma sangraba un poco, se había enterrado demasiado las uñas.    

 

-¡Eres un gran imbécil!- exclamó molesto llevándolo hasta el lavaplatos donde colocó su mano en el agua- ¿En qué estabas pensando?- preguntó una vez había puesto venda a la extremidad.

 

-Ya sabes...- meditó-... En ella ¿En quién más podría pensar?

 

-David...- la actitud de su hermano le angustiaba de sobremanera, pero tampoco era para ponerse a llorar junto a él, alguien tenía que llevar la sangre fría en esa situación, y ese era él. Con frialdad se alejó un poco preparado para lo que diría-. Sé, bueno no pero me lo imagino, lo difícil que es para ti el haberte divorciado...

 

-Lo dices como si yo hubiese estado de acuerdo.

 

-Ya lo sé, tú no querías eso. Pero entiende, por algo ocurrió ¿no?

 

-¿Es qué no entiendes? ¡La encontré en NUESTRA cama con el que suponía era mi mejor amigo!- rompió a llorar llevándose las manos a su rostro compungido de dolor-. N-no sabes... lo que es eso, Pierre.

 

Se acercó abrazándolo con cariño. Se había olvidado del estado de su hermano, que a pesar de estar siempre de broma en broma y viendo películas pornográficas a todo volumen, sufría, sufría tanto que daba miedo.

 

-Bueno, ya déjate de sentimentalismos baratos, que no estoy tan mal así- sonrió el mayor separándose y secando sus lágrimas con una sonrisa.

 

-Eres el colmo.

 

-¿No ibas a ver a tú novia?

 

-Si, si. Nos vemos más tarde.

 

-No te distraigas mucho, hermanito- dijo con doble intención.

 

-¡Cuando vuelva quiero al perro fuera!- gritó hastiado de las bromitas de David.

 

El ojiazul al sentirse solo desvió su mirada hasta la colección de DVD´s que reposaba en un estante al lado del plasma. "Ya me harté de pensar en ti, Nutella. Vete a la mierda con el hijo de puta de Roy... pero lo que si no pienso olvidar es la jugarreta que le hiciste al juez. Quedarte con mis hijos... Nunca te lo perdonaré" pensó yendo hasta la sala. Una sesión de películas XXX quizás lograrían enfocar su atención en otras cosas.

 

 

 

*****

 

 

 

-Estarás bien ¿cierto?- preguntó Fabricio una vez el taxi los había dejado en la entrada de un edifico muy alto y de hermosa fachada.

 

-Claro. Tú esperame aquí, ¿vale? Yo soy el que va a resolver este asunto, tú no tienes nada que ver- dijo advirtiéndole que no metiera las narices donde no debía de una forma menos ruda. Se dio la vuelta entrando al vestíbulo del lugar en donde encontró un ascensor a unos diez pasos de él. Se encaminó con soltura al no haber nadie por ahí y apretó el botón que haría abrir las puertas del aparato.

 

-¡E-espera! Brian...- dijo Fabricio una vez lo tuvo enfrente.

 

-¿Qué ocurre?- preguntó viéndole recuperar la respiración por al carrera.

 

-Suerte- sonrió acercándose hasta que sus labios se unieron. Brian no tardó mucho en responder introduciendo su lengua en la boca de su antiguo novio, explorándola con ansiedad. El castaño llevó sus brazos hasta su cuello abrazándolo a la vez que sentía los fríos dedos de Brian colarse por su abrigo y camisa hasta dar con su piel caliente que acarició con vehemencia.

 

No tardaron mucho en pegarse a la pared, Fabricio comenzó a gemir en un tono bajo para que no le escucharan mientras sentía los suaves y finos labios de su ex recorrer su cuello, besarlo y chuparlo hasta dejar una leve marca morada. Las manos del rubio ya se estaban infiltrando en sus pantalones cuando un leve carraspeo les hizo detener todo acto para observar con vergüenza a la anciana que, parada cerca de ellos veía hacia un lado molesta.

 

-Disculpen muchachitos, pero ese tipo de cosas no se hacen en lugares públicos- dijo con voz aguda.

 

-C-claro señora- murmuró Fabricio dándole una última ojeada a su amigo antes de irse casi corriendo.

 

Al subir al ascensor se pudo dar cuenta de quien era la anciana a su lado, "No puedo creerlo, pero si es Grottwen... La bruja que se la pasaba metiendo ideas raras a todos los vecinos del piso. Por ella fue que ellos descubrieron mi sexualidad" la miró nuevamente, estaba igual, solo que tenía esas horrorosas gafas en los ojos. Tosió un poco atrayendo su atención, como lo pensaba.

 

-Disculpe señora, a que piso va- preguntó con cortesía fingida.

 

-Al nueve, hijo- sonrió un poco- ya lo hubiese presionado yo, pero esta ceguera me lo impide- se excusó.

 

Sus orbes amieladas se empequeñecieron. Ciega, la vieja había quedado ciega. Si alguna vez llegaban a decirle que los malos nunca pagan podría rectificar sus palabras, porque si, los malos al parecer pagaban y bien caro.

 

-Pobre, lo siento mucho- dijo sonriendo lleno de satisfacción. Maldita vieja, eso era lo que se merecía.

 

-No necesito tú compasión chiquillo- antes de decir algo las puertas se abrieron y la mujer salió llevada por su bastón de color marrón que colocaba delante de ella agitándolo a ver si había algo que la hiciese tropezar.

 

Las puertas volvieron a cerrarse. Estaba feliz, realmente feliz. Aún no podía creer lo que había ocurrido, la vieja ésa... ¡ciega! La vida podía dar tantos giros... Ella le había arruinado la suya de adolescente y ahora sufría las consecuencias.

 

Tan metido en sus pensamientos estaba que no se dio cuenta de que el ascensor bajaba de nuevo hasta en primer piso. Insultando al aparato decidió esperar de nuevo hasta que las puertas se abrieran. Su sorpresa no se pudo disimular cuando ante él un hombre de piel blanca, cabello oscuro y ojos aguamarina entró sin verle al estar hablando por teléfono.

 

Con una camisa manga corta en rojo con las mangas naranjas y unos jeans azules se veía terriblemente divino. No pudo evitar comérselo con la mirada y tampoco el preguntarse cuando se daría cuenta de que estaba acompañado.

 

-Vale. Si, usted me dijo que me daría tiempo indefinido- arrugó la nariz pensante ante la mirada de su acompañante-. No, no pienso renunciar. Demonios, no me hable así- gruñó molesto- Pues déjese de estupideces y de estar haciendo caso al comentario de la gente. No pienso abandonar la editorial... Quizás con su actitud debería pensármelo- volvió a arrugar la nariz ceñudo- fue una broma ¿Si? Ya deje de berrear, que tiene cincuenta ¬¬. Adiós- cortó la llamada con un corto gruñido. Ahí fue cuando se dio cuenta de la otra persona que insistía en verle. Enseguida le reconoció- tú eres... el perro rabioso- murmuró sin cambiar mucho sus facciones relajadas después del lío con su editor.

 

-No me digas así, Mister Antipático- sonrió cruzando sus brazos a la altura de su pecho- estaba esperando a que dijeras el piso, pero como estabas taan ocupado, desistí.

 

El pelinegro miró el tablero donde el número catorce estaba en rojo. Volvió su vista al chico al que le sacaba con facilidad una cabeza sonriendo con superioridad.

 

-Que bien, justo el piso al que yo iba.

 

-Que me jodan...- masculló entrecerrando los ojos y esperando a que el aparato terminara de subir. Dios, nunca había estado en uno tan lento. Capaz y se quedaban encerrados y todo como en las películas.

 

Debió ser mago, porque solo bastaron cinco segundos para que todo movimiento parara abruptamente y las luces se apagaran así como el panel.

 

-Listo- dijo Pierre después de un minuto de silencio- ya sabía yo que esta chatarra se iba a dañar algún día.

 

-Oh, mierda- susurró el rubio apretando el botón de emergencia con desesperación- mierda, ¡me cago en la puta madre del maldito que no puso un papel de advertencia!- exclamó encolerizado- vamos a morir, vamos a morir- repitió como un mantra. Quizás si había visto muchas películas de ascensores que se quedaban en medio de un piso.

 

-Que exagerado- murmuró sentándose- lo mejor es esperar a que alguien venga a ayudarnos. Recuerda que estamos en Nueva York, en menos de una hora ya estaremos a salvo. Es lo más seguro.

 

-Pero...

 

-¿Eres claustrofóbico?- preguntó sin mucho interés.

 

-No- contestó medio enojado sentándose a su lado.

 

-Perfecto, no quisiera tener que soportar a un loco que le asusta los lugares pequeños- con simpleza se dispuso a esperar- dentro de una hora... solo una hora.

 

Tres horas después...

 

-Así que una hora, geniecito- masculló un molesto Brian pegando su cabeza de una de las paredes del aparato.

 

-Nunca pensé que el servicio fuera así de malo- se excusó intentando por décimo quinta vez llamar a alguien desde su celular, pero era imposible. Desde hacía dos días que no tenía saldo ¿Y se había dignado a comprar una tarjeta? No, ¿por qué? porque él nunca llamaba, más bien, lo llamaban a él.

 

-Y para colmo traes un celular sin saldo para llamar... ¡Ni siquiera para un puto mensaje tienes!- gritó harto, ya el calor estaba haciendo estragos en su ser.

 

-Al menos yo traje algo para comunicarme cuando me llamen, mientras que tú nada- respondió mosqueado, era la primera vez en su vida que alguien se dignaba a tratarlo de esa forma.

 

-No todos somos ricos, querido- suspiró cansado de tanta pelea, aunque él la haya buscado desde un principio.

 

Silencio. Un molesto silencio que Brian intentaba romper de alguna forma. De manera fugaz una idea cruzó su cabeza con ahínco. Se sentó mejor observando con una sonrisita al pelinegro que al parecer rezaba porque le llamaran.

 

-Hey- llamó con voz sensual.

 

-¿Qué quieres?- cortante le miró con el ceño fruncido.

 

-¿Por qué no jugamos a algo? Tú me preguntas algo y luego yo te pregunto a ti- sugirió entrecerrando los ojos, eso no podía fallar.

 

-No.

 

-Anda.

 

-Que no he dicho.

 

-Para pasar el rato, que estoy aburrido- suplicó "Este tío es más difícil de lo que me imaginé" pensó torciendo la boca.

 

Pierre pareció pensárselo un rato antes de bufar y guardar su celular en el bolsillo de uno de sus jeans. Miró con desconfianza a Brian que tenía su mejor cara, ese chico no le gustaba mucho, sentía algo, algo raro. Debió sentarse más alejado y no a escasos diez centímetros de él.

 

-Bien, pero yo pregunto primero- dijo serio recibiendo un asentimiento- ¿Te has fumado algo?- preguntó, eso le venía rondando la cabeza desde aquel día en que se conocieron.

 

-Si- sorpresa por parte del mayor- cuando era un adolescente, me juntaba con personas que no debía y ellos consideraban onda a los que fumaban. Fumé marihuana y me volví adicto. Tuvieron que internarme de nuevo para dejar el vicio- explicó con lujo de detalles para asombro de Pierre.

 

-¿De nuevo?

 

-Hey, que vengo yo- hizo morros con la boca en forma infantil- ¿Cuál es tú nombre?

 

-¿Qué?- estaba preparado para cualquier cosa, menos para eso- Pierre... Pierre Liberato.

 

-Lindo nombre- sonrió con suavidad-. Italiano, ¿no?

 

-Esa es otra pregunta- riñó haciendo lo mismo que el otro- ¿Por qué te internaron dos veces en la clínica?

 

-Una por fumar y otra por beber. Era alcohólico- confesó sin mucho miramiento.

 

-No sé si temer por mi integridad física ¬¬.

 

-JA JA JA no me hace gracia, ya no lo hago, es decir, beber, no lo hago. ¿Eres italiano?

 

-Si. ¿Eres un peligro andante?

 

-No ¬¬. ¿Por qué no me preguntas mi nombre?

 

-No creo volver a verte, así que no me importa.

 

-Auch, eso dolió.

 

-Hmm.

 

-¿No piensas preguntarme algo más?

 

-Eso era lo único que quería saber, perro rabioso- dijo bostezando para molestia del rubio.

 

-Para tú información me llamo Brian, antipático- bufó.

 

-¿Siempre eres así de molesto?- preguntó sin querer.

 

-No, la verdad es que cuando me conoces soy pura azúcar, imbécil ¬¬- se quedó un rato en silencio planeando su jugada- dime, ¿tienes novia?

 

-Qué te importa.

 

-¡Oye! No es justo.

 

-Si...- contestó sin verle.

 

-¿Es bonita?

 

-Ya cállate, me atormentas- susurró, ya comenzaba a pegarle el sueño y cuando él tenía sueño era la persona más amargada del mundo.

 

Dejó de hablar, y no porque se lo hubieran ordenado, sino más bien para pensar un poco. Se suponía que hoy iba a ser el encuentro familiar aunque ninguno de los que pertenecían a su "familia" sabía que él había llegado. Les había mandado una carta, la primera en cinco años desde que le prohibieron todo contacto con ellos. En ella había puesto todo lo que había logrado en la universidad, sus viajes, parejas y por supuesto, su arribo a Nueva York. De seguro no estarían muy contentos con eso.

 

Comenzó a jugar con las mangas de su chaqueta, ya se estaba desesperando de estar en ese lugar y más teniendo al lado a un tipo tan deseable. "Aguanta, vamos Brian, tú eres fuertes, no saltes sobre él que seguro te dará una golpiza que nunca olvidarás" se dijo así mismo aspirando por la nariz con fuerza. ¿Le parecía a él o el aire empezaba a escasear?

 

-Oye... ¿No te parece que ya llevamos mucho tiempo acá?

 

-Por supuesto.

 

-Me siento asfixiado...- murmuró acercándose a Pierre hasta posar su cabeza en sus piernas.

 

Una de sus cejas se alzó esperando una respuesta a la pregunta muda que hacía. Que demonios se creía ese niñato para recostarse sobre él como si fuera almohada o algo así. Iba a decir algo pero la voz serena de Brian lo cortó.

 

-Maldición, esto no debería estar pasando- se dijo como si no estuviese ahí- yo vine acá por una sola razón y ahora me encuentro encerrado en un ascensor con el objeto de mis deseos... Hay que ver la suerte que tengo.

 

-¿Qué dijiste?- preguntó el pelinegro asombrado.

 

Brian no tardó en reincorporarse para verle con una mezcla de deseo y burla. Con movimientos rápidos no tardó en apresar a Pierre que estaba atónito por lo que sucedía, acostándolo con él a gatas. Lo miró con superioridad acercando su rostro despacio:

 

-Dime, ¿Te va la polla?- preguntó en su oído sintiendo un leve estremecimiento por parte del susodicho.

 

-¿Qué demonios te crees? ¡Quítate de encima sino quieres salir con un morado en tú ojo!- exclamó no gustándole para nada por donde iba la cosa.

 

-Huy, al parecer no... Pero tranquilo, que una vez pruebas te conviertes en un adicto como yo- pasó sus labios por la pálida mejilla sintiéndola tersa, seguro se había afeitado en la mañana.

 

El mayor no lo aguantó más y de un fuerte empujón cambió de posiciones apresando con una de sus manos las del rubio para colocar la otra en el frío suelo a modo de soporte. Había quedado semi sentado sobre el chico. Su mirada se volvió más oscura sin dejar de apreciar la juguetona sonrisita que pintaban sus finos labios.

 

-¿A que demonios estás jugando, eh, Brian?- susurró con molestia, primero le trataba como si fuera un crío y ahora quería dárselas de listo con él.

 

Entrecerró sus ojos miel moviéndose un poco. Instantáneamente sintió como el agarre de sus manos se hacía más fuerte, estaba en guardia el hombre.

 

-Soy gay- confesó.

 

-Como si no fuera obvio- respondió cortante- tengo novia, además, no me atraen los hombres y menos los de tú especie.

 

Indignado como estaba alzó sus piernas hasta que sus rodillas dieron fuerte contra la espalda del mayor que casi perdió el control de todo acto.

 

-Nunca pensé que los neoyorquinos fueran tan miedosos- susurró al tenerlo cara a cara, con solo cinco centímetros de por medio.

 

-Esto no tiene nada que ver con ser o no miedoso- contraatacó sin separarse un ápice, desde esa distancia podía apreciar mejor las resplandecientes gemas doradas, eran hermosas... "¡¿En qué estoy pensando?!" se dijo exaltado pero lo siguiente lo hizo que su ego sufriera un fuerte golpe:

 

Es un reto

 

 

 

Un silencio siguió a las palabras de Brian.

 

El rubio sonreía triunfante, había dado justo en el clavo. Desde un principio supo lo orgulloso que podía llegar a ser ése antipático. Y estuvo en lo cierto cuando sintió los cálidos labios de Pierre posarse sobre su boca con brusquedad, dejándolos fuertemente unidos. Un simple pico de esos que se daban los niños de primaria.

 

Bastó pensar en eso cuando lo sintió despegarse con rapidez. Abrió sus ojos sonriendo en su interior por el leve sonrojo que pintaban sus mejillas, se veía tan tierno...

 

El sobresalto del ascensor logró que el momento se cortara de inmediato.

 

-Funciona- murmuró aliviado levantándose, todo lo que había ocurrido solo le había dejado un, seguro memorable, dolor de cabeza.

 

-¡Viva! Ya me aburría ¬¬- soltó el rubio obviando con una falsa alegría el enojo que cruzó por las facciones de Pierre.

 

Las puertas se abrieron en la planta principal dando paso a tres bomberos sonrientes y a varios vecinos que curioseaban.

 

-Qué bueno que estén bien, señores- dijo uno.

 

-Nos tardamos mucho, si este ascensor no fuera tan viejo en menos de cinco minutos hubiesen salido. Pero me alegro que todo haya salido a la perfección- informó el más viejo yendo junto a sus compañeros, no antes de avisar que ese aparato era de extremo peligro y que no se podía utilizar más.

 

-¡BRIAN!- exclamó Fabricio colgándose de su cuello- me tenías preocupado, ¿Estás bien?

 

-Claro- sonrió desviando la vista hasta el mayor que hablaba con una señora de mediana edad, al parecer de algo muy importante.

 

El castaño también se dio cuenta de la presencia de aquel guapo hombre y no tardó mucho en sonreír con picardía.

 

-Así que ese es tú próxima victima... No esta nada mal. Al menos heredaste mi gusto- rió recibiendo un suave codazo.

 

-¡Adiós!- despidió el rubio a Pierre que ya estaba en la puerta de salida con una cara de pocos amigos. No se sorprendió cuando se fue sin siquiera saludarle o mirarle. Al menos había obtenido un beso... un beso que quería repetir con ansias.

 

Tomó de la mano a un extrañado Fabricio dirigiéndolo a la calle para tomar un taxi. Todo su tiempo se había ido en ese pequeño accidente, ya no podría visitar a sus padres sino hasta mañana. Pero no se quejaba... ¿Cómo podría hacerlo?  

 

 

 

 

 

Notas finales:

Disculpen si me quedó medio raro o.o pero es que estoy saliendo de mi casa y no he alcanzado a releerlo completo O.o

Creo que el siguiente en actualizar será Tasukete, que lo tengo bien abandonado ^^U claro, después de editarlo y eso o.o

Se agradecen sus comentarios!!!!!

Bye bye na no da!!!!!!!!!!!!!!!

PD: me gustaría saber con quien creen ustedes que deba quedarse Fabricio ^^ aceptaré sugerencias de todo tipo!!!


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