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Exodus por katzel

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Las últimas palabras de mi ángel perdido fueron:

-... Babylon ha muerto...

Crípticas, intraducibles, extrañas, ninguna era para mí.

La herida mortal inflingida por Eriol pronto se llenó de ese líquido ambarino de olor delicioso. Luego fluyó la sangre.

- ¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!- mi grito llenó kilómetros de soledad y aplastó el fuerte ruido del Apsu.

Cegado por la ira intenté atacar a Eriol sin consecuencias.

Las lenguas oscuras de sombra subían y bajaban a nuestro alrededor.

Todavía podía ver el cuerpo de Agnus a lo lejos devorado por ellas.

- ¡Mentiroso! ¡Mentiroso! ¡Dijiste que lo protegerías!

Eriol no respondía. Le dio la espalda al cadaver de Agnus.

Era la segunda vez que lo veía morir.

- Él no es Agnus - dijo inconmovible.

Por fin desapareció mi adorada visión en la oscuridad.

Debía seguirlo, intentar ver el modo de salvarlo. Pero estábamos nuevamente unidos. Hice el ademán de dirigirme en su búsqueda.

- ¡Déjame ir!

- No

- ¡Déjame ir...! ¡Maldita sea!

- No es posible. Si dependiese de mi la unión de esta cadena hace tiempo la hubiese destruído.

- ¡Por qué lo has...! - no podía pronunciar esa palabra, aquella terrible palabra.

Eriol se movió en dirección contraria al Apsu intentado escapar.

Meleagant con Fiance entre sus brazos iba a la par.

Me fijé en Fiance.

Sus ojos estaban en blanco, participaba de una especie de shock. La sangre, espumante y espesa se derramaba por los brazos de su amo.

Nos tomó largo tiempo salir de la oscura masa tentacular del Apsu.

El avance era lento y con mucha paciencia.

Todo se tornaba inmaterial y nuestros cuerpos parecían hundirse en la arena.

Al fin nos liberamos.

Pudimos ver las luces mortecinas del campamento.

Meleagant no parecía sentir ninguna preocupación por Fiance. Lo llevaba como quien carga una lanza o un escudo, como un objeto inanimado.

- Debo dar un informe de tus acciones, Eriol - le dijo - tu perro dijo que teníais un trato para proteger al objetivo. Has dañado mi herramienta de trabajo y casi fuimos tragados por el Apsu... tendrás que explicarte ante el mismísimo Exodus.

- Estoy preparado - contestó lacónicamente mi amo.

Entramos.

Los heraldos nos identificaron.

- Bienvenido. Soldado de Primer Orden, Eriol, Soldado de Segundo Orden, Meleagant.

- Descansad - dijo el otro - Luego comparecereis ante el Capitán Supremo, Exodus. Sólo una cosa... el objetivo... ¿han tenido éxito?

Incluso percibí algo de temor en su voz.

- Completamente.

Ya en la tienda mi señor mandó a salir a todos los que allí se encontraban.

Luego se derrumbó sobre el lecho.

Cuando alzó el rostro vi el olvidado fuego en sus ojos.

- No era Agnus... - dijo mirando a la nada - no lo era...

Sus pupilas afloraron por primera vez dándole una expresión.

- Era un dejavú, una repetición de mis recuerdos en el tiempo... lo sé por que así lo conocí. Cabellos negros, ojos verdes, una madre que lo amaba tiernamente. Yo se lo arrebaté por que decidí que sería mío. Eso fue hace 200 años. Envié a mi can, Artical a que lo asesinase para mí. Si hubiera sido el verdadero Agnus jamás habría levantado un dedo sobre él.

Sus ojos volvieron a ser aquellos fríos escarabajos negros.

No dijo más.

Sólo seguí mis instintos y me acurruqué a su lado. Puso sus manos sobre mi cabeza. Pareció relajarse y se quedó dormido.

"...entonces Agnus... ha estado muerto todo este tiempo..."


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