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Exodus por katzel

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Estaba levantado mucho antes que yo y sus acciones mecánicas denotaban una frialdad absoluta.

Seguramente deseaba que olvide aquella sensibilidad extraña del día anterior.

Esa mirada ha sido para mí, en esta negra desolación en la que me hallo, una joya de valor incalculabre que alumbra lo poco que queda de mi existencia miserable.

Los oscuros le desvistieron como hacían ritualmente y le colocaron una túnica negra orlada en dorado por los bordes.

Peinaron sus largos cabellos sujetándolos en una media cola prendida a un estilete de oro.

En su brazo libre una muñequera del mismo material descansaba derramando hilillos enjoyados sobre sus finos dedos.

Calzó sus pies con simples sandalias mostrando su piel desnuda y apetecible.

"Lo llevarán ante Exodus" - pensé al verle tan bellamente ataviado.

Cuando yo iba a ser objeto de su atención, Eriol les ordenó que sólo me pusiesen una capucha negra.

- No necesita ninguna gala.

Llegaron los porteadores de antorchas.

Meleagant iba con ellos.

- Saludos al superior de primer orden - dijo colocándole una corona de flores negras en la cabeza.

- Saludos al Segundo al mando, Meleagant.

Mi amo hizo lo mismo con él.

Fiance iba con el guerrero. Su brazo había brotado nuevamente pero era parte de una sustancia extraña que manaba de su cuerpo. Aún estaba en formacion por lo que era una extremidad delgada llena de venas salientes.

Regeneración.

Seguramente mi cuerpo tendría el mismo don.

Sentí algo de culpa por su estado aunque el daño se lo hiciese el filo de la espada de mi amo.


La tienda de Exodus al centro del campamento estaba formada por extraños constructos de metal que le daban aspecto salvaje.

Sólo nosotros ingresamos, el resto se quedó expectante.

Un trono sencillo se erigía en la sala.

De pie, un hombre alto de ojos azules muy vivos y cabellos marrones nos esperaba. Era alto, fuerte, un auténtico amo de la guerra.

Llevaba sus arneses de combate lo que le daba la majestad del líder.

Soberbia era su figura, terrible era su poder.

A su lado, un perro muy hermoso nos miraba profundamente.

Meleagant y Eriol doblaron las rodillas.

Nosotros imitamos su comportamiento no atreviéndonos a mirarle de frente.

Temía ofenderle más que nada.

- Empezad a hablar.

Era su voz una canción inclasificable. A pesar que siempre cualquier sonido que conmovía mis oídos podía ser comparado con alguna música, esta era la excepción más conmovedora.

Empezó Meleagant.

Hizo sus acusaciones. Sin rencor. Con formalidad. Coherente. Nuestra culpa estaba probada.

Luego debía seguir mi amo.

Exodus hizo una seña para que cesara de hablar.

- Eso es todo. Meleagant, retírate.

- Sí, Supremo Capitán.

- Prepárate para el duelo. Se ejecutará de forma inmediata.

El perro de Exodus, Velvet se acercó a olerme.

- Basta, Velvet - dijo el amo - luego podrás conocerle si lo deseas.

Eriol permaneció inclinado.

- Siempre tan sobrio y tan formal - dijo Exodus suavizando su voz.

Le hizo levantarse.

- Agradezco vuestro reconocimiento y amabilidad - Eriol apenas le miró.

- Y tan lejano a todo sentimiento... ¿no hay verdaderamente nada que desees reclamar, soldado de Primer Orden?

- No señor.

- ¿No?... ni siquiera me preguntarás por qué te hice seguir un dejavú de Agnus en medio del desierto...

- Usted realiza sus deseos... yo obedezco... esa es mi única honra...

- ¡No me mientas!

El poderoso señor lo tomó de la cintura acercándole dramáticamente a su cuerpo.

- ¡Por supuesto que realizo mis deseos! ¡Mi destino está escrito en las estrellas!... y el tuyo a mi lado...

- El dejavu - dijo Eriol, insensible, ascéptico - dijo que Babylon ha muerto...

- El dejavú expresa los deseos de tu propio corazón. Si ha hablado de ese modo quiere decir que no crees en mí... pero, Eriol, pronto llegaremos a Babylon, la ciudad de los dioses. La soñada Utopía. Después de diez mil años, los guerreros recibiremos los homenajes merecidos a nuestra gloria. El sitial de oro está allí... y tú... estarás a mi lado.

- Una vana esperanza...

- Majestuoso...  testarudo - Exodus le pasó los brazos por la espalda - ... no eligiría a otro... jamás eligiría a otro para compartir la gloria.

Mi amo intentó hacerse a un lado.

Velvet, el sabueso miraba a Eriol.

Parecía estar en el uso de todas sus facultades.

Exodus besó a la fuerza a su frío subalterno.

- Nunca olvides... quien eres... quién has sido... te elevé desde el infierno brutal de tu inconsciencia...

Mutismo absoluto.

- Eras mi perro, Eriol, ¿Lo recuerdas? no naciste amo y quizás debas regresar a ocupar el sitio que te corresponde.

Quedé impactado con estas palabras.

Me levanté.

La capucha que vestía se fue hacia atrás y el supremo me clavó los ojos cruelmente.

- Pero qué tenemos aquí... un extraño perro... ¿no sabes que está prohibido tener los cabellos de ese color?

Temblaba mientras Exodus avanzaba hacia mí.


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