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Exodus por katzel

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Exodus.

Una ola embravecida del mar exaltado en la tormenta.

Exodus.

Posó sus manos sobre mi cabeza bajándolas poco a poco.

A su contacto mis cabellos se tornaron del color de los perros y mi alma voló lejos a un mundo intemporal.

Todo lo que podía captar no era sino el vacío del sentir.

Me movía.

Probablemente caía al suelo.

Por fin estaba quieto.

El gran poder se retiró de mi lado.

- ¡Marcus!

Una oleada cálida se avecinó sobre mí.

- ¡Marcus!

Mi alma buscaba el camino para volver del exilio

- ¡Marcus!

Por fin volví a sentir mi cuerpo mecido de un lado a otro.

- ... Marcus...

Antes de esa ocasión jamás había pronunciado mi nombre.

- ...E r i o l...

Antes de esa ocasión tampoco yo me había atrevido a llamarlo por el suyo.

Has regresado... - me dijo.

Estábamos solos.

Exodus había ido a ocupar su sitial en la arena de combate.

Debíamos reunirnos a la brevedad posible.

- Escúchame, Marcus - dijo Eriol seriamente- a partir de ahora debes fingir que eres un perro como los otros, vacío, etereo, inconsecuente. Exodus ha fijado su vista en ti... y no permitirá que sigas existiendo.

No dijo más.

Atravesamos el campamento hasta la arena.

Mis cabellos rubios, mis ojos dorados se reflejaban en los escudos brillantes de los héroes.

A sus ojos ya era un auténtico esclavo.

Traspasando el umbral nuestros grilletes se soltaron.

Eriol debía prepararse para su duelo con Meleagant.

Mi obligación era quedarme en un apartado donde le aguardaban sus armas y accesorios. Al frente, Fiance hacía exactamente lo mismo.

Yo huía de la mirada rasante de Exodus.

Eriol se colocó apenas algunas piezas de su armadura. Protegió sus piernas y sus hombros. Salió con la espada enfundada. Antes de abandonar el recinto donde me encontraba dijo sin voltear a verme:

- Marcus es un bello nombre.

Y partió.

Tuve que esforzarme mucho para no mostrar lo que hicieron aquellas palabras en mi ánimo.

Sentía una angustia mortal.

Meleagant había elegido una poderosa coraza y una lanza fuerte. Temía por la potencia de su brazo.

Ambos caballeros se saludaron con una inclinación de cabeza.

Eriol presentó su espada.

Empezaron una danza de hermosos movimientos que apenas lograba seguir.

Una mano se posó en mi hombro.

Era Velvet, el perro de Exodus.

- Shhhh no te muevas... Exodus no te quita el ojo de encima.

Seguí sus instrucciones.

- Así me gusta... de modo que Eriol ha logrado traer a tu conciencia de vuelta... eso le debe haber quitado una buena porción de energía... qué interesante... me pregunto por qué lo haría...

Intenté suavemente extraerme de su contacto.

- ... es lógico que no confíes en mí siendo el perro de Exodus... pero no tengo la mínima intención de delataros...soy un perro... mi contacto ensucia a los amos... estoy a punto de caer en la locura... eres el único que puede entenderme y no me arriesgaré a perderte...

Cedí quedándome en mi puesto.

- Veo que tienes el don del oído... pues bien, yo tengo el don del olfato... somos especiales, captamos con el privilegiado sentido aquello que los otros ignoran... tú puedes reconocer la vibración de las cosas... yo los olores...ignoro qué dios nos sonreía al nacer...por algún motivo nos hemos encontrado... así que te daré un regalo, un secreto importante...

Aunque no lo parecía yo prestaba la máxima atención.

- Si deseas matar a tu amo y ser libre... si quieres volver al mundo real... sedúcelo, es la única forma. Si un amo se acuesta con su perro morirá... por eso Exodus convirtió a Eriol en amo... adió Marcus... ya volveremos a conversar en otra ocasión.

"Sedúcelo"

La frase se me había quedado grabada en el alma.

Mientras le veía irse caí en cuenta que quizás siendo un perro y conviviendo con Exodus de la forma en que yo había convivido con Eriol, Velvet deseaba que yo acabase con mi amo para alejarle del suyo para siempre.

Los gritos de los guerreros me hicieron volver a la realidad.

Eriol estaba a punto de atravesar a Meleagant.

De repente y sin que nadie hallase una explicación, Fiance se levantó y recibió el impacto frenándolo con su cuerpo.

Sorprendido, Eriol intentó sacar su espada sin éxito.

Meleagant giró clavándolo contra el suelo con su lanza atravesándole el hombro y el costado.

Deseaba salir y detenerlos, impedir que continúen en esa barbarie innecesaria.

Tentáculos negros como el Apsu salieron del brazo de mi amo.

Envolvieron a Meleagant y sin detenerse le asesinaron hiriendo también al pobre Fiance.

Yo sólo podía ver, sólo ver... qué maldita tortura...

Luego mi amo cayó a su vez sin sentido sobre la arena.


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