Fiance estaba al lado de Meleagant, devotamente acompañándole hasta la muerte.
En realidad todos los perros habían nacido para eso, para estar al lado de sus amos.
Exodus liberó su poder y se transfiguró. Los cabellos marrones se volvieron largos, sus pupilas desaparecieron, la figura se afinó y tras la espalda salieron un par de hermosas alas nefgras, la armadura plateada que surgió parecía nacer de su propio cuerpo. Velvet a su vez también cambió, y una aureola los cubrió a ambos.
Cada vez que partía en dos un apsu yo sentía el alma de un perro atormentado desaparecer.
Sólo le quedaba el que estaba formado por Fiance y Meleagant.
No quería que ellos fueran destruídos por Él.
Mis deseos eran tan intensos que la cadena que me unía a Eriol se soltó.
Estaba libre.
Libre.
Corrí hacia el Apsu y me lancé en su interior. Aún podía ver a Fiance agonizando, llorando con el cuerpo de Meleagan en sus brazos.
- ¡Quien eres...! ¡No te acerques! ¡Si lo haces te mataré!
- Fiance... soy yo... ¡Marcus! - le dije.
- Marcus... - luchaba consigo mismo para recordar - ... ¿Por qué has venido?... ¿Por qué no me dejan solo?... quiero estar junto a Meleagant, sufriendo por la eternidad...
- No tiene por qué ser de ese modo - intenté acercarme.
La violencia de la oscuridad descendía... Fiance estaba dispuesto a escucharme.
- Debes matarme, Marcus.
- Fiance...
- Debes hacerlo, libérame de este terrible sufrimiento, llévame a ver a Meleagant.
- No puedo ¡No puedo hacerlo!
- Debes hacerlo. Si exodus me mata, mi espíritu desaparecerá, pero si tú lo haces sé que podré reencontrarme con mi amo... ¡puedo sentirlo!... eso es lo que Agnus dijo... dijo que cuando tú mates a Eriol ellos volverán a encontrarse...
No podía creer lo que estaba oyendo.
- Cuando yo....
Tomé titubeando la lanza de Meleagant.
- Por favor ¡hazlo!
Le atravesé el corazón con los ojos arrasados en lágrimas.
Una luz subió de su cuerpo hacia el cielo.
Luego cayó sobre Meleagant.
Exodus bajó en picada con evidentes intenciones de no dejarme escapar. Caía a una velocidad asombrosa, Velvet no pudo alcanzarle.
Una espada lo detuvo.
- ¡Eriol!
Estiró su brazo hacia mí y yo acepté la cadena sin dudarlo.
Exodus bajó tomando su forma primitiva.
Nos miró por un segundo y luego volvió la espalda.
- Ya... ya no forman parte de la armada de Exodus... podéis iros a donde os plazca. Les condeno al Exilio... la próxima vez que nos veamos cualquiera de mis fieles caballeros podrá mataros... esta es mi última palabra.
- De acuerdo - dijo Eriol.
- Eriol... - Exodus se reprimió de voltear a verle y se lejó para reordenar a sus guerreros.
Mi amo tomó la senda opuesta.
Yo le seguía casi sin aliento. Estaba herido por haber entrado al Apsu de esa manera.
Eriol me cargó entre sus brazos.
- No es necesario, puedo andar solo.
- Eso no es cierto - dijo.
No admitió mis protestas y envolviéndome en su capa me apretó defendiéndome de las arenas sin fin del desierto del exilio.