Con los días fui perdiendo voluntad para todas las cosas que no fuesen él.
Descuidaba completamente mis labores entregándome a la perpetua adoración.
Dibujé torpemente su retrato... hice girnaldas de flores para colgarlas en su cuello... canté canciones, escribí versos sólo para él.
Fue la época más hermosa de mi vida. Desde aquí entre las sombras la guardé en la memoria como una joya valiosa que me iluminó durante las desgracias venideras.
Esa tarde llegué y aplaudió muy alegre.
"Marcus construye cosas hermosas para Agnus"... "Marcus ama a Agnus"...
Me puse rojo como la grana y mis mejillas me abrasaban. Incluso hasta ese momento no se lo había dicho directamente.
- Así es... yo te amo.
Me tomó ambas manos.
Demos vueltas, ¿si?
Sus deseos eran órdenes
Empezamos a girar sujetados y todo se hizo nebuloso, circundante, veloz, la única forma que podía distinguir era la suya.
Tardé un poco en darme cuenta que nos estábamos elevando sobre el suelo.
- ¡Arriba!- gritaba Agnus enardecido, loco de alegría - ¡Más alto!
Subíamos poco a poco y el cielo azul se acercaba a nuestras cabezas.
Las briznas de paja seca también se elevaron como la primera vez que lo vi.
De repente caímos ambos al vacío.
Abrí los ojos.
Lo veía todo rojo.
De mi cabeza manaba abundante sangre cubriéndome el rostro.
Agnus no tenía ni un solo rasguño. Se inclinó hacia mí y lamió mi sangre.
- Él... él ha derramado tu sangre... tú... ¿deseas que muera?- preguntó en el tono más inocente - ... ¿deseas que yo lo mate?
- ... ayúdame, Agnus... estoy sangrando...
- Pídemelo... - repetía - pídeme que le mate...
- A quién...
- A ese que vive contigo.
Me besó y aquel beso era suficiente para que yo repitiese lo que él quisiera.
- Destrúyelo...
Y no pude ver más.
Me levanté con la luna llena muy alta en el cielo.
Volví a casa.
Recorrí todos los rincones.
Encontré por fin la ropa desgarrada y ensangrentada con lo poco de carne de quien fuera mi único pariente vivo.
- Agnus... qué... has...hecho...