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Innocent Autumn... por Aome1565

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Notas del fanfic:

 

La historia, el título y los personajes son de mi completa autoría... ^^UUUU

 

Notas del capitulo:

Waaaaa... al fin, después de mi horroroso fin de semana volví... tume miles de problemas, la falta de internet uno de ellos... y me preocupé más cuando llegó el domingo... =S planeaba dárselo anoche al fic a una re amiga después de las 12... y lo logré... n///n

El fic no va dedicado, sino que es todo de Blair... ¬///¬ si, nena, podés hacer lo que se te cante con el fic xDDD

Bueno... no voy a ponerme sentimental (ya lo hice anoche u///u) y tampoco voy a relatar sobre mi fin de semana... así que dejo el fic ^///^

 

 

 

 

 

 

 

Innocent autumn...

 

By: Aome...

 

 

 

Era una mañana soleada de otoño, no hacía ni frío ni calor y un perezoso sol se asomaba por detrás de delgadas nubes que parsimoniosas atravesaban el cielo visiblemente azul celeste. Las veredas de ese enorme barrio residencial de la alta sociedad estaban completamente tapizadas de distintos tipos de hojas de árboles, coloreadas en tonos amarillentos, rojizos, anaranjados y marrones. Los árboles estaban completamente desnudos, despojados de cualquier indicio del follaje que dos meses atrás había sido verde. Los niños correteaban por las calles prácticamente deshabitadas de autos y jugaban por todo el parque central del residencial privado, todo cubierto por alfombras y montañas de las hojas secas que la estación había traído consigo.

 

Las mansiones de las adineradas familias se alzaban impetuosas detrás de los enrejados o los altos muros. No faltaban a la vista los lujosos autos, o los mayordomos de pie en la entrada a la residencia, o las llamativas fuentes en medio de los jardines de césped que hasta parecía de ensueño, coloreado por las hojas secas que cortaban visualmente la monotonía de la rigidez y la seriedad de dichos jardines.

 

Adriaen estaba sentado junto a la ventana de su cuarto en el segundo piso de la mansión, observando aburrido y adormilado a través del cristal. Jugueteaba con un mechón de cabello castaño claro mientras fingía observar algo con sus hermosos ojos de un extraño color entre gris y verde, completamente cristalinos, transparentes... transparentes como la brisa que removía levemente las hojas esparcidas, como el vientito que agitaba con calma los rubios cabellos de Jocelyn, un niño de no más de seis años, que correteaba solito por los jardines frontales de su casa, jugando seguramente a las escondidas con algún amigo imaginario.

 

De repente, en medio de su carrera, frenó en seco y dirigió la vista hacia la mansión del frente, exactamente clavando sus enormes ojos verdes en la ventana tras la cual se encontraba un muchacho de cabellos castaños claros, rondando la edad de quince años, observándolo fijamente. El niño sintió sus mejillas arder furiosamente, aunque eso no le impidió levantar bien en alto una de sus manos, agitándola de un lado a otro, saludando a su espectador.

 

El chico tras la ventana sintió un leve sonrojo albergarse sobre sus mejillas, pero aún así sonrió dulcemente ante la visión de tan bella criatura y lo saludó quedamente. Luego se retiró de la ventana. Aquel niñito le gustaba desde que lo había visto bajar de la limusina blanca en que había llegado.

 

Episodios similares ocurrieron con más frecuencia con el correr de los días, hasta que una tarde, cuando Adriaen paseaba por el frente de su mansión, observando con disimulo al niño de la acera de enfrente, oyó que una vocecita lo llamaba.

 

-¡Oiga, señor!... ¡señor! -gritaba Jocelyn, tratando de llamar la atención del poseedor de los ojos casi cristalinos, agitando una mano, pero éste no se daba por enterado que el "señor" iba dirigido hacia él.

 

El niño, ya algo frustrado de no poder hacer algo para atraer al mayor, cruzó la calle y se paró enfrente de las altas rejas en color verde oscuro de la mansión de los Touchard, la familia de Adriaen.

 

-Señor... -llamó esta vez un poco más tímido-. ¿Quisiera venir a jugar conmigo?

 

El otro se paró en seco. El niño que por tanto tiempo lo había tenido embelesado lo estaba invitando a jugar. No pasaba por alto el hecho de que lo había llamado señor, pero era un niño, ¿cómo iría a referirse a alguien mayor si no es de esa forma?.. Lo extraño era la invitación. Ese chiquillo había estado jugando solo desde que llegó al vecindario dos meses atrás y ahora le pedía a él, alguien nueve años mayor, que lo acompañase, habiendo tantos otros niños en el lugar.

 

-Sólo con una condición -respondió mientras atravesaba la reja que se abría-. No me llames señor... soy Adriaen -terminó de decir, extendiendo su mano hacia el pequeño mientras le sonreía dulcemente, como jamás lo había hecho. La verdad, jamás le gustaron los niños, mucho menos los hijos de su madre con otro hombre, que tendrían la misma edad del niño. Pero este chiquillo tenía algo distinto.

 

-Jocelyn -dijo sonriendo, haciendo uso de su aniñada y dulce vocecita mientras tomaba la mano que le ofrecían.

 

En un gesto inconsciente, el mayor tomó la mano del rubio antes de cruzar la calle. Aunque no había auto alguno, fue algo que no notó sino hasta que sintió un jalón en el brazo.

 

-Ya me puedes soltar -admitió el de los ojos verdes, algo apenado, mientras el otro le sonreía nerviosamente y le soltaba la mano.

 

-Lo siento -se disculpó con una sonrisa y luego se puso en cuclillas, alcanzando la estatura del menor-. ¿A qué jugamos primero?

 

-Mmm... -pensó Jocelyn, llevándose una manito al mentón-. ¡Juguemos juntos a las escondidas! -gritó emocionado mientras los ojitos le brillaban hermosamente-. Ya me aburría de jugar solito -admitió luego, bajando la cabeza.

 

-No te pongas así, ¿si? -le dijo el castaño, levantándole la cabecita, logrando arrancarle una tímida sonrisa y un leve sonrojo-. Bien. Yo me escondo y tú me buscas luego... ¡pero no hagas trampas! -gritó mientras se alejaba, con su escondite en la mira: un enorme arbusto de lo que parecían cerezas (N/A: pero bien sabemos que las cerezas crecen en árboles).

 

Adriaen estuvo oculto tras la mata de hojas y pequeños frutitos rojos un par de minutos, hasta que sintió unos pasos acercarse con sigilo.

 

-Vaya... qué rápido -pensó, observando unos cabellos rubios asomarse por detrás del arbusto.

 

Cuando el pequeño estaba ya muy cerca de su presa, el poseedor de los ojos verde-gris se le lanzó encima, empezando a hacerle cosquillas a ambos lados del torso, logrando arrancarle sonoras carcajadas mientras se revolvía bajo su cuerpo.

 

Ambos terminaron agotados de tanto reírse, acostados sobre el césped con los brazos extendidos a los lados del cuerpo, observando el sol tiñendo de rojos y anaranjados todo el firmamento, con frágiles nubes transitando por ahí, como si fuese un cuadro pintado con acuarelas.

 

-¡Niño Jocelyn! -llamaba un hombre mayor, algo cano, desde la entrada de la casa-. Entre, señor, ya es tarde para estar afuera.

 

-Tengo que irme -dijo el niño con voz algo triste, a modo de despedida, poniéndose de pie con ayuda del mayor-. ¿Volverás mañana?

 

-Si tú me lo pides, si -le dijo con una sonrisa que hizo sonrojar al chiquillo-. Mañana te llevaré a un lugar sorpresa -terminó de decir y se volteó, pero el rubio lo tomó de la muñeca con ambas manitos y lo detuvo. Luego lo obligó a encogerse un poco, plantándole un inocente beso en la comisura de sus labios, para luego alejarse corriendo.

 

El castaño, algo confundido por lo que esa caricia le hizo sentir, cruzó la calle que lo separaba de su mansión e ingresó en la misma, con la mente algo turbada aún... ¿acaso empezaba a sentir algo más por el niño?

 

Al otro día, a eso de las cinco de la tarde, luego de la hora del té, Adriaen salió de su casa en busca del rubio niño que, con sólo una sonrisa, se había ganado un lugarcito en su corazón.

 

-¡Adriaen! -gritó emocionado Jocelyn, corriendo, atravesando el enorme jardín frontal de su casa mientras sonreía abiertamente y saludaba con una mano bien en alto.

 

-Hola, Jocelyn... -saludó el mayor, sonriendo, cuando vio que el niño iba a tropezar con una roca del sendero hecho de piedras-. ¡Ah, ten cuidado! -gritó y se dirigió hacia él, pero no llegó a tiempo y el niño fue a dar contra el suelo, deslizándose sobre el césped, ensuciando su ropa de colores claros. Se sentó sin problemas, pero en sus ojitos había algunas lágrimas y sus labios formaban un adorable puchero.

 

El castaño se acercó con rapidez, agachándose a su lado y tomándole del rostro.

 

-¿Estás bien?

 

-S-si... pero me duele la rodilla -respondió con voz quebrada, aguantando el llanto.

 

-Ven, vamos adentro, ¿si? -ofreció, cargándolo en brazos y dirigiéndose hacia el interior de la casa, ingresando por la puerta que el pequeño había dejado entreabierta-. ¿Cuál es tu cuarto?

 

-Arriba... al fondo a la izquierda -indicó, con la voz entrecortada aún.

 

Al llegar, el de los cristalinos ojos verde-gris observó con detenimiento la habitación, bastante espaciosa, con un enorme ventanal con cortinas a ambos lados en color celeste claro, había una cama algo grande para ser de un niño tan pequeño, cubierta por un hermoso edredón blanco. Había mucho más allí dentro, pero no le prestó atención, sólo caminó por el suelo cubierto de una alfombra azul petróleo y dejó al menor sobre la cama, observándolo a los ojos con dulzura.

 

-Hay un pequeño botiquín de primeros auxilios en el primer cajón de aquel escritorio -indicó con el dedo índice de una de sus manos, mientras que con la otra cerrada en un puño se sobaba un ojito, limpiándose también una lágrima que se le había escapado. Realmente le dolía la rodilla y hacía mucho esfuerzo por no ponerse a llorar delante de él... no quería que lo viese llorar.

 

El castaño, sin mediar palabra, buscó el botiquín y regresó donde Jocelyn con una cajita blanca entre las manos. Se arrodilló delante de él, observándole a los ojos y empezó a desinfectar la herida, soplando de vez en cuando, evitando que al rubio le doliera. Luego colocó una bandita y, recordando algo que su madre solía hacer cuando él se lastimaba, depositó un suave besito en la zona afectada, logrando una sonrisa tímida y un sonrojo por parte del pequeño.

 

-¿Ya está mejor? -preguntó, tratando de alejar el silencio.

 

-Si, muchas gracias, Adriaen -respondió sonriente.

 

-Creo que con eso no podré llevarte al parque hoy -le dijo-. Pretendía que fueras conmigo allí. Jamás te había visto jugar fuera del jardín.

 

-¿Pero me llevarás otro día, cierto?

 

-Por supuesto -contestó, sonriendo con ternura, observando los ojitos brillantes que Jocelyn ofrecía.

 

-Perdón por arruinarte la tarde -se disculpó el niño, sonando muy mayor para su edad.

 

-No tienes por qué disculparte, Jocelyn. Vine a pasar la tarde contigo y no me iré, ¿ok? -le dijo el mayor, sonriendo de forma pícara-. Veo que tienes un Nintendo, ¿qué te parece que juguemos un rato?

 

-Tengo sólo las últimas versiones de BoomberMan -dijo apenado.

 

-Para empezar, jamás he jugado al nintendo... tendrás que enseñarme -admitió sin pena alguna... hasta orgulloso de tener que verse aprendiendo de un niño nueve años menor que él.

 

Ambos se dirigieron hacia el televisor pantalla plana y se sentaron en el suelo, sobre cojines de color azul, dispuestos a empezar a jugar. Encendieron todos y cada uno de los botones a presionar y empezaron la clase. Aunque el de los ojos verdes no era tan bueno enseñando a jugar, Adriaen entendió todo lo que quería decirle.

 

-¿Vives solito aquí, Jocelyn? -preguntó el mayor, notando la tranquilidad de la casa, extrañado porque el niño jamás mencionaba a sus padres.

 

-Bueno... no sé si solito, pues estoy con el mayordomo y las jóvenes del servicio, pero mi mamá falleció justo cuando yo nacía y mi papá tiene viajes de negocios que duran años -relató el pequeño, poniendo pausa al juego y volteándose a ver al castaño-. Hay veces en que lo extraño mucho -volvió a decir luego de un silencio, esta vez agachando la cabeza y soltando un par de lágrimas que no quería retener.

 

Al ver esto, el de los ojos verde-gris lo tomó en brazos y lo abrazó, sentándolo en su regazo. Jocelyn, sin poderse contener, se soltó a llorar como sólo hacía cuando su padre volvía de algún viaje. Se abrazó aún más al cuerpo del otro y dejó escapar todo eso que hacía mella en su corazoncito.

 

-Tranquilo -le susurró Adriaen al oído y empezó a frotarle la espalda con parsimonia, esperando a que el llanto ceda.

 

Cuando ya el rubio había dejado de llorar, el mayor lo tomó de los hombros y lo separó de su cuerpo lentamente para limpiarle con ternura los rastros de lágrimas.

 

-Prométeme que nunca me dejarás, Adriaen -le dijo, sorbiendo con la nariz.

 

-Te lo prometo -le respondió, acercándose a él para besarle la mejilla, pero el de los ojos verdes corrió el rostro y accidentalmente los labios de ambos se juntaron en un inocente y corto beso.

 

Cuando se separaron, al instante, las mejillas de Jocelyn estaban completamente coloradas, mientras que el mayor se cubrió la boca con ambas manos y observó incrédulo la carita del niño, recordando una y otra vez lo que había ocurrido. Eso era algo que inconscientemente deseaba, pero no creía que fuese posible. Hasta que ocurrió.

 

Mientras, Jocelyn estaba que no se la creía. Ese chico con quien varias veces había soñado, a quien había pensado invitar a jugar en tantas oportunidades, acababa de besarlo. Tal vez de forma inconsciente, tal vez de forma accidental, pero le había agradado estar tan cerca de su rostro, aunque hayan sido un par de segundos.

 

-Perdóname, Jocelyn -le dijo bajito, acariciándole una de sus sonrojadas mejillas con el dorso de la mano.

 

-No importa... no fue del todo desagradable -le respondió con una tierna e inocente sonrisa-. Me... me... ¿me darías otro? -preguntó en un susurro apenas audible, bajando la cabeza, con las mejillas completamente sonrojadas que hasta le quemaban.

 

Adriaen no supo qué hacer. Estaba en una situación algo rara. Había veces en que se le pasaba por la cabeza el besar a ese niño, pero de tan adorable de seguro todos querían hacerlo. No pensó que tal vez en él empezaba a nacer un sentimiento nuevo y entre ambos un secreto y algo más que una amistad.

 

El rubio, al ver que la mirada del otro cambiaba un poco, se puso serio, frunciendo levemente el entrecejo, adoptando una postura un poco más adulta, observando fijamente a los ojos al mayor, quien, al notar esa intensa mirada de ojos verdes que como abismos lo absorbían, cambió su expresión de confundida a tierna y se acercó con lentitud a los labios del niño, dándole tiempo a retractarse, salir corriendo o empujarlo, evitando que lo bese. Tal vez sólo estaba confundido, como él mismo, con lo que acababa de ocurrir y un torbellino de emociones lo atacaba, turbando su inmadura cabecita. Pero el menor no se opuso, es más, cerró los ojos quedamente, dejando que la respiración del mayor lo guiase. Adriaen hizo lo mismo, oyendo un suave compás de suspiros, dejando que sus ansias por explorar esos suaves labios lo devorasen, aunque impidiendo que éstas tomaran el control.

 

Los labios de ambos se juntaron en una suave y delicada caricia, casi tan frágil como un pedacito de cristal. El tacto apenas se sentía, pero la tibieza que se transmitía era embriagante. El mayor, casi sin notarlo, abrazó la cintura del niño y lo acercó un poco más a su cuerpo sin usar mucha fuerza, no queriendo asustarlo. El rubio, mientras duraba ese inocente beso, puso ambas manos en las mejillas del otro, acariciándolas con timidez y apenas en un roce que hizo estremecer a ambos.

 

El beso terminó así como había empezado. Se separaron con lentitud y abrieron los ojos aún sintiendo sobre sus rostros el chocar de la respiración del otro.

 

-Me gustas, Jocelyn -susurró el mayor, tratando de que no se escuche, pero el silencio en que estaba sumergida esa habitación era profundo y no se rompía con nada... hasta daba pena hacerlo.

 

-¿Cómo en las telenovelas? -preguntó el niño, que con ojos brillosos buscó la perdida mirada del castaño, hasta que lo logró. Sus ojos se fundieron en una mirada llena de amor mientras las mejillas de los dos se llenaban de un intenso rubor y sus corazones palpitaban a más no poder, golpeándoles el pecho, sonando amplificados y retumbando en las paredes de la habitación.

 

-Si... como en las novelas -respondió el de los ojos gris-verde, con una enorme sonrisa en los labios, los ojos brillosos de emoción y sus manos en las mejillas de Jocelyn.

 

-Entonces... ¿la salida al parque será como una cita? -preguntó el rubio, colocando ambas manitos en la nuca del más grande y juntando sus frentes mientras le sonreía de una forma embelesada.

 

-Si tú dices, será nuestra cita... nuestra primera cita -le respondió Adriaen, hablando bajito. Levantó un poco el rostro y le besó la punta de la nariz-. Pero esto tiene que ser un secreto entre tú y yo, ¿si?.. Nadie más puede saberlo.

 

-Está bien... -Y sonrió. Adelantó un poco su rostro y volvió a besar los labios del mayor, posando allí los suyos, como si de una mariposa se tratara. El contacto duró apenas un par de segundos, y así como llegó, se fue. El rubio apoyó su frente en el hombro del poseedor de esos ojos cristalinos. -Te quiero mucho, Adriaen -le susurró con dulzura, aferrándose a él.

 

-Yo también te quiero, Jocelyn -respondió y le rodeó la espalda, recostándose por el escritorio detrás de sí.

 

Lo quería, lo amaba, y jamás lo dejaría solito. Lo protegería ante todo y todos. Ese niño era una dulzura con patas y eso era lo que lo había conquistado.

 

Jocelyn se relajó entre los fuertes brazos que lo rodeaban y se quedó allí, oyendo el palpitar del corazón del mayor, a quien esa respiración tan pausada le hacía cosquillas y lo adormilaba. Sostuvo con más fuerza ese cuerpecito y se quedó allí, observando por la ventana al sol, tiñendo el cielo y todo lo que tenía frente a sí de rojo, despidiéndose, ocultándose, dando un adiós momentáneo ante la luna que empezaba a hacer una débil aparición junto con un cielo azul y pequeñas tachas brillantes que parecían tintinear como cascabeles...

 

...Adriaen estaba seguro que ese sería el mejor otoño que viviría...

 

 

 

 

Notas finales:

Eso fue todo... >w< a que no estaba re tiernooooo... n///n

Espero sus reviews!!

Bueno... n//n muchos besos para Blair... ^^

Aome...


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