-Me voy-
-¿Tan pronto? Acabo de llegar-
-Tengo prisa.-
La chica del cabello negro y hermoso, ojos verde hipnotizante, rostro enigmático que salió por la puerta sin despedirse, era Cara. La otra, que se había quedado sentada frente a la mesa sin hacer nada, era Arata.
Arata se recargó en el respaldo de la silla, en una postura relajada e informal que dejaba ver su impecable figura. Era todo un caso, aquella arata. Hacía años que no pisaba un salón, una peluquería o algo parecido, pero no lo necesitaba: Era una belleza natural. Tenía las piernas torneadas, el abdomen plano y unas perfectas curvas; El largo cabello no podía ser más sedoso y sus ojos no podían ser más atrayentes.
Sí, Arata era una escultura. Y eso no era todo: Además era inteligente, valiente, divertida y tenìa una excelente condición física.
¿Quieren más? Pues Arata también era excéntrica, muy dura y testaruda... y estaba muy confundida
Arata estaba enfurruñada. Cada que creìa que iba a hablar con Cara, ésta se esfumaba al instante. Quería hablar con Cara, tenía muchísimas cosas que contarle.
Bueno, algunas cosas que contarle
Está bien, cosas que decirle.
¡De acuerdo, no tenía nada de que hablar, sólo quería conversar con Cara!
Arata se sentía bien hablando con Cara, porque nadie la entendía mejor. Además, Cara siempre tenía algo que decir, y cuando Arata miraba su ojos verde brillante sentía como si estuvieran conectadas, como si se viera a sí misma y a la vez a un magnífico ángel ojiverde.
Vale, le gustaba Cara. Pero es que Arata tenía sus motivos: Cara tenía las tres I's. Era Inteligente, Intrépida e Interesante. También tenía las cinco A's: Era Astuta, Atractiva, Atrevida, Arrogante y Altiva. Además, Cara había sido la primera persona en la vida de Arata, esa niña rara y loca pequeña y escuálida con granos que solía ser la exiliada para todos... menos para Cara. Elle le había escuchado cuando nadie lo hacìa, la había acompañado cuando estaba sola.
Sí, Cara era increíble. Arata la quería tanto... ni siquiera le importaba que Cara fuera una chica. Al fin y al cabo, había salido y besado a individuos mucho peores que una chica. Aquello no hubiera sido problema.
El problema era otro: Cara era su amiga: Arata sabía, por experiencia, que mezclar amor con los amigos es peor que guardar los fósforos con la dinamita. Las cosas nunca salen bien. Arata no querìa perder otro amigo, y mucho menos si era alguien tan importante como Cara
No hubiera soportado perder a Cara.
Además, había una I que le faltaba a Cara: Interés. Hacía meses que no hablaba con Arata, y la trataba como si hubiera vuelto a ser la niña de los granos. Sólo que ahora, Cara era la que la despreciaba cuando todos se peleaban por ella.
Arata dió un suspiro y miró al libro que había en la mesa, tratándo de concentrarse. Había suficientes chicos en su vida como para que se estuviese liándo por una tía. Claro, que Cara no era cualquier tía, y que los chicos eran incluso más difíciles de obtener que Cara. Talvez por eso se estaba liando con Cara, como eran tan cercanas.
O quien sabe, talvez Cara era su alma gemela.
Arata estaba muy confundida